31 de diciembre de 2021

Las 5 Dinoticias más Relevantes del 2021

El 2021 no fue el año más próspero para el blog en términos de la cantidad de entradas publicadas, pero eso no quita que haya traído consigo descubrimientos paleontológicos notorios y fascinantes. Por eso hoy, como de costumbre quisiera cerrar este año en el blog con las cinco noticias que más me llamaron la atención en lo que respecta a la investigación de la vida mesozoica sin quitarle mérito a otros hallazgos realizados durante el año que son igualmente importantes para la ciencia y para nuestra comprensión de la vida prehistórica y que lamentablemente no puedo cubrir en esta entrada por falta de tiempo. Dicho esto, pasemos a las noticias.

1. Respiración de los dinosaurios: Dos formas de hacer lo mismo

En el año 2008 se describió una especie de terópodo que fue llamada Aerosteon, que significa "huesos de aire". Esto debido a que sus huesos muestran indicios de neumatización (espacios llenos de aire), lo que sugiere que el animal en vida debió tener un sistema respiratorio basado en sacos de aire similar al de las aves, en el que el aire fluye a través de dichos sacos hacia adentro y hacia afuera de pulmones relativamente inflexibles, contrario a lo que ocurre en los mamíferos, que poseen pulmones flexibles que se expanden y se contraen durante la inhalación y la exhalación respectivamente. Dado que varios fósiles de pterosaurios mostraban características similares, algunos expertos dedujeron que este sistema respiratorio pudo haber sido un rasgo ancestral de los ornitodiros (el grupo que abarca a los dinosauros y pterosaurios) y que por consiguiente, debió haber sido común en todos los dinosaurios con la posible excepción de los ornitisquios, en los cuales la condición neumática no es apreciable fuera del cráneo. El pasado 6 de julio se publicó un nuevo estudio cuyos resultados sustentan esta teoría. El estudio fue realizado por un equipo de investigación encabezado por el Dr. Viktor Radermacher, el cual, utilizando la tecnología del sincrotrón europeo, pudieron recrear una reconstrucción digital de alta precisión del esqueleto de Heterodontosaurus más completo encontrado a la fecha, lo que permitió ver que éste tenía huesos en su pecho y en su vientre capaces de expandirse y contraerse, sugiriendo que tenía un sistema respiratorio basado en pulmones flexibles como los mamíferos. Esto provee la primera prueba sólida de que no todos los dinosaurios respiraban de la misma manera y sugiere que uno de estos mecanismos de respiración en los dinosaurios evolucionó de manera independiente (pudiendo el sistema de sacos aéreos ser convergente con el de los pterosaurios o el de pulmones flexibles serlo con el de los mamíferos). Este descubrimiento es importante no sólo porque ayuda a comprender cómo respiraba este dinosaurio (y posiblemente, el resto de los ornitisquios), sino también porque podría ayudar a descubrir qué características biológicas permitieron a los dinosaurios ser tan diversos y exitosos, aparte de que podría ayudar a arrojar luz sobre otras posibles actividades relacionadas al flujo de aire en el organismo, tales como la vocalización.

Un Heterodontosaurus exhalando vaho por la boca, como se tiende a ver en los mamíferos en ambientes fríos
Arte de Viktor Radermacher

2. Pterosaurios: Conquistadores natos

Desde hace un tiempo se ha estado debatiendo sobre si los pterosaurios nacían aptos para volar, pues varias investigaciones indican que éstos desarrollaban las características óseas necesarias para emprender el vuelo desde su etapa embrionaria, aunque otras sugieren que lo más probable es que debiesen crecer y fortalecerse antes de que pudiesen levantar el vuelo, como ocurre en la mayoría de las especies de vertebrados voladores de hoy. Un estudio publicado por Darren Naish, Mark Witton y Elizabeth Martin-Silverstone el pasado 22 de julio no sólo sustenta la idea de que los pterosaurios podrían haber empezado a volar poco después de romper el cascarón, sino que también se vale de la biomecánica para explicar cómo pudieron haberlo hecho. Utilizando medidas previamente obtenidas de la extensión de las alas y de la fuerza del húmero (el primer hueso del brazo) de fósiles de embriones de Pterodaustro guinazui y de Sinopterus dongi y comparándolas con las de fósiles de individuos adultos, el equipo de investigación pudo modelar las habilidades de vuelo de las crías. La investigación reveló que las alas de las crías tenían la forma y la fuerza adecuada para despegar y sostener el aleteo, pudiendo haberles permitido emplear el vuelo propulsado sin demasiada dificultad, aunque no parecen haber sido aptas para planear. Los autores indican que es probable que las crías de pterosaurio volaran más lentamente y de manera más torpe que sus padres y que fuesen menos eficientes en trayectos largos debido a que sus alas eran más cortas y más anchas que las de los adultos, los cuales tenían un área de ala más grande en relación con su masa y tamaño corporal. No obstante, las crías probablemente habrían sido más ágiles y maniobrables que los adultos, lo que, según teorizan los investigadores, pudo haberles ayudado a escapar de los depredadores, a perseguir presas escurridizas y a volar en espacios densos que los adultos de su especie difícilmente habrían podido atravesar.

Esta teoría es reforzada por las conclusiones de de un equipo encabezado por Roy Smith en otro estudio publicado el pasado 16 de octubre en el que se analizan restos de pterosaurio de edad cretácica desenterrados en las camas de Kem Kem, en Marruecos. Entre esos fósiles se incluyen fragmentos de la punta del pico de varios ejemplares. Dado que a simple vista es difícil determinar si corresponden a especies de pterosaurio pequeñas, a individuos subadultos o si eran la punta del pico de un animal de gran tamaño, el equipo de investigación condujo un estudio histológico para determinar la edad de estos animales al momento de su muerte. El estudio reveló que los fósiles, en efecto, son de individuos juveniles, pues muestran indicios de un crecimiento rápido y pocas capas de recubrimiento óseo (o anillos de crecimiento, como se les tiende a conocer), aparte de que estos ejemplares pequeños presentan una cantidad de forámenes consistente con la vista en fósiles de pterosaurios adultos encontrados en la zona (de pertenecer a la punta del pico de un animal adulto, deberían presentar una fracción de los forámenes vistos en otros especímenes de mayor tamaño). Esto llevó a los investigadores a teorizar que los individuos juveniles de las grandes especies de pterosaurios del Cretácico debieron ocupar el nicho que dejaron las especies más pequeñas del Triásico y el Jurásico, asumiendo un rol comparable al de los cocodrilos en la actualidad, los cuales cambian su alimentación conforme van creciendo (en las etapas iniciales de su vida se tienden a alimentar de insectos y vertebrados pequeños, mientras que al llegar a la adultez su dieta consiste mayormente en otros animales de gran tamaño). Este escenario es consistente con la idea de que los pterosaurios jóvenes empleaban métodos de vuelo especializados, tal y como propone el estudio publicado por Naish, Witton y Martin-Silverstone, lo cual les habría permitido explotar nichos diferentes a los de sus contrapartes adultas, minimizando así la competencia con ellos por el alimento.

Crías de Pterodaustro volando junto con ejemplares adultos. Nótese las diferencias en la posición de las alas, denotando aleteos más abruptos en las crías que en los adultos.
Arte de Mark Witton

3. ¿Identidad oculta?

En 1998 se describió un ejemplar bastante bien preservado (hasta el punto de conservar restos de órganos internos) de un pequeño terópodo al que se le dio el nombre de Scipionyx samniticus. El fósil sugiere que la criatura era un subadulto al momento de su muerte, lo que ha dificultado su clasificación debido entre otras cosas, a que la anatomía de un animal juvenil tiende a conservar características ancestrales bastante marcadas, llevando a sugerir una posición potencialmente menos derivada de lo que era en el árbol evolutivo. En 2011, Scipionyx fue clasificado como un compsognátido (un grupo bastante basal en el linaje de los coelurosaurios) en vista a la cantidad de rasgos que compartía con otros miembros de este grupo, pero el pasado 22 de octubre, en un giro inesperado, un estudio publicado por Andrea Cau plantea la posibilidad de que el ejemplar represente en realidad, una etapa ontogénica temprana de un carcarodontosáurido. Es decir, de acuerdo a este estudio, el Scipionyx pudo haber sido un carcarodontosaurio juvenil. Por si fuera poco, según la investigación, otros posibles compsognátidos conocidos únicamente por fósiles de individuos subadultos, tales como Juravenator y Sciurumimus, pudieron haber sido crías de un tipo diferente de terópodos. Para probar esta hipótesis, Cau realizó un análisis filogenético basándose en aquellos caracteres que diferencian a estos dinosaurios inequívocamente entre sí independientemente de su etapa de desarrollo (excluyendo los caracteres que presentan en común potencialmente debido al estado de madurez de los animales al momento de su muerte), lo que dio como resultado que Scipionyx se situara en una rama bastante cercana a la del Concavenator y que Juravenator y Sciurumimus estuviesen estrechamente emparentados con Dubreilosaurus y Asfaltovenator (ambos, de la rama de los megalosaurios), respectivamente. De ser cierta, esta hipótesis podría explicar la rareza de fósiles de individuos inmaduros de carcarodontosaurios y megalosaurios en contraposición al relativamente alto número de fósiles de compsognátidos juveniles con relación a los de individuos adultos. Asimismo, proporcionaría pruebas adicionales de la presencia de plumaje en terópodos no coelurosaurianos (en adición a los posibles nódulos vistos en la ulna del Concavenator), reforzando la teoría de que esta característica estaba ya bastante diseminada en el linaje terópodo. Es de tener en cuenta sin embargo, que todo lo que hacen los resultados de esta investigación es ofrecer un marco teórico más amplio a la hora de estudiar a estos especímenes y que esta hipótesis sólo puede corroborarse mediante la recuperación de más material fósil.

Viñeta humorística representando al Scipionyx como una cría de carcarodontosáurido
Arte de Scipionyx por Conty de Wikipedia
Arte de carcarodontosáurido por Metratton de Deviantart

4. Nuevas claves en los fósiles para estudiar el comportamiento de los dinosaurios

Hay muchos aspectos sobre la vida de los dinosaurios no avianos que se desconocen y probablemente nunca se podrán comprender completamente debido a que van más allá de lo que nos revelan los fósiles, especialmente en lo que respecta al comportamiento y estilo de vida de estos seres. Sin embargo, pese a que no pueden darnos todas las respuestas, los fósiles pueden ofrecernos pistas sobre dichos aspectos y así lo ejemplifica un estudio publicado el pasado 6 de mayo por un equipo de investigación conformado por paleontólogos del Museo Peabody de Historia Natural y del Museo Americano de Historia Natural en el que se investiga el papel del oído interno en el comportamiento de unas 128 especies de arcosauromorfos, incluyendo cocodrilianos, dinosaurios avianos y no avianos, y pterosaurios. Y es que, según señalan los autores, el oído interno es posiblemente la estructura más parecida a un dispositivo mecánico, por lo que si puede reconstruir su forma y estudiar su estructuración, sería posible deducir con cierta precisión varios aspectos del comportamiento de animales extintos. Teniendo esto en cuenta, los investigadores desarrollaron modelos tridimensionales utilizando los fósiles de las especies estudiadas y compilaron una matriz de datos del oído interno para las mismas, entre las que se encuentran el ave acuática Hesperornis, el dromeosáurido Velociraptor, y el pterosaurio Anhanguera. Tras reunir los datos, los autores identificaron rasgos similares entre las especies estudiadas de acuerdo a la estructuración del sistema vestibular de su oído interno, el cual tiene la función de procesar la información pertinente a la maniobrabilidad del animal, siendo por tanto una clave para comprender cómo se movían. Esto permitió a los autores agrupar las características apreciadas en tres morfotipos vestibulares, lo que a su vez les permitió agrupar a las especies estudiadas en tres categorías locomotoras:

1. Cuadrúpedos

2. Bípedos y voladores simples

3. Voladores altamente maniobrables.

En el primer grupo caen, desde luego, los cocodrilianos y algunos arcosaurios poco diversificados. En el segundo grupo caen los deinonicosaurios, tales como los troodóntidos y los dromeosáuridos, así como los pterosaurios, las aves acuáticas como el Hesperornis y aves planeadoras o que vuelan en ráfagas rápidas y directas, como probablemente sucedía en el caso del Archaeopteryx, según indica el estudio. En el último grupo caen la mayoría de las aves rapaces y pájaros cantores de hoy.

Los investigadores identificaron también un alargamiento del sistema coclear del oído interno de los arcosaurios, lo cual indica que estos animales tenían la capacidad de detectar sonidos de alta frecuencia. Esto, en conjunto con el hallazgo de una cóclea transicional en arcosaurios basales como el Euparkeria, llevó a los autores a la conclusión de que esta adaptación tuvo su origen evolutivo en los primeros miembros de este grupo y a teorizar que esta adaptación está probablemente ligada a la detección de las llamadas de eclosión o de auxilio de las crías, algo que se ve en las aves y cocodrilianos de hoy y que posiblemente contribuyó al éxito de este linaje. Asimismo, los resultados de este estudio abren paso a la teoría de que las vocalizaciones de las aves de hoy y el desarrollo de la siringe evolucionaron como una retención en los adultos de los chirridos agudos que emitían los juveniles de sus ancestros extintos.

Sin embargo, este estudio no es el único que revela detalles sobre cómo los fósiles pueden ayudarnos a entender mejor el comportamiento de animales extintos. Un segundo estudio publicado el mismo día por un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Jonah Choiniere analiza la estructuración de los canales auditivos de 17 especies de dinosaurios terópodos. Los resultados de la investigación refuerzan las conclusiones de los autores del estudio anteriormente mencionado e indican que los terópodos carnívoros tenían un sentido auditivo bastante agudo, lo que se evidencia en canales alargados en el sistema coclear de su oído interno. No obstante, da un paso adicional y nos permite ver hasta qué extremos podían llegar algunos dinosaurios, como el alvarezsáurido Shuvuuia deserti. Los canales auditivos del sistema coclear de este pequeño dinosaurio no sólo son proporcionalmente más alargados que los de otros terópodos estudiados, sino que a su vez son estructuralmente similares a los de las aves nocturnas de hoy, tales como los búhos y las lechuzas, lo que sugiere que, como éstas, probablemente era un animal nocturno. No obstante, la investigación no sólo aborda la capacidad auditiva de los terópodos estudiados, sino también la visual. Para esto, los paleontólogos reconstruyeron modelos digitales del anillo escleral (una serie de huesos que rodean la pupila) de cada especie estudiada para analizar sus proporciones, pues es sabido que cuanto más grande el anillo esclerar (y por lo tanto, la pupila), más luz puede captar el ojo y por consiguiente, mayor agudeza visual tiene el animal. Los resultados del estudio sugieren que la mayoría de los terópodos tenía un sentido bastante agudo de la visión, aunque en la mayoría de los casos éste parece haber estado optimizado para el día, con lo visto en el Shuvuuia y su pariente más basal, el Haplocheirus sollers siendo nuevamente una excepción destacable. La investigación indica que éstos probablemente tenían visión nocturna, ya que el tamaño de sus pupilas estimado a partir de la reconstrucción de los anillos esclerales constituía más de la mitad del tamaño de sus ojos, como ocurre en los animales nocturnos de hoy. Para corroborarlo, el equipo posteriormente realizó un análisis en el que comparó los fósiles de estos dinosaurios con 55 especies vivas de lagartos y 367 especies de aves, lo que arrojó una probabilidad de más de 90% de que el Haplocheirus y el Shuvuuia fuesen nocturnos. Sin embargo, no son los únicos. Como ya se había reportado en estudios previos, dromeosáuridos como el Velociraptor también tenían una visión adaptada a un ambiente con poca luz e incluso terópodos más primitivos, como el Megapnosaurus/Coelophysis kayentakatae ya mostraban esta adaptación.

Investigaciones como estas son relevantes al mostrarnos cómo algunos fósiles pueden ayudarnos a comprender la forma en que animales extintos hace millones de años vivían, se movían y percibían su entorno y las diversas maneras en que respondían a éste.

Un Shuvuuia cazando en la noche
Arte de Viktor Radermaker

5. Nuevas especies con grandes implicaciones

El pasado 23 de septiembre, un equipo de investigación encabezado por Susannah Maidment publicó la descripción de un fragmento de costilla dorsal proveniente de las Montañas de Middle Atlas en Marruecos, África, cuyas rocas tienen una edad de alrededor de 168 millones de años, datando de mediados del Jurásico. La costilla tiene cuatro púas cónicas adheridas a ella, característica que pese a no haber sido vista antes en el registro fósil, se teoriza que bien puede tratarse de una condición basal de los anquilosaurios, la cual posteriormente evolucionaría en osteodermos que estarían incrustados en la piel en vez de en los huesos. Esto llevó al equipo a deducir que el fósil pertenece a un género de anquilosaurio basal al que le dieron el nombre de Spicomellus afer, estando probablemente emparentado con el Sarcolestes de Europa y con el Tianchiasaurus de China, y siendo el primer miembro descrito de este grupo descubierto en África. De corroborarse que este es el caso, el descubrimiento del Spicomellus indicaría que poco después de su evolución, los anquilosaurios habrían alcanzado una distribución global y llevaría a reconsiderar la teoría de que éstos contribuyeron a la extinción de los estegosaurios, ya que el Spicomellus data de una edad similar a la de los estegosaurios más antiguos conocidos, sugiriendo que ambos grupos evolucionaron a la par y coexistieron durante gran parte del Jurásico.

Las púas en el fragmento de costilla fosilizado de Spicomellus
Fotografía tomada de Maidment et al., 2021

El nuevo escenario es reforzado por la posterior descripción de otro anquilosaurio el pasado 1 de diciembre a manos de un equipo encabezado por el Dr. Sergio Soto. Esta vez, se trata de un ejemplar más completo descubierto en la Patagonia de Chile, Sudamérica, datando de aproximadamente, 74 millones de años de antigüedad y siendo por tanto, de edad cretácica. Este nuevo anquilosaurio fue llamado Stegouros, que significa: "cola techada", aludiendo a los siete pares de huesos dérmicos (osteodermos) ubicados en los costados de la mitad posterior de su cola, los cuales parecían fusionarse en una sola estructura mientras más cerca estaban de la punta de la misma y le daban un aspecto similar al de la fronda de los helechos. Esta estructuración ósea indica que el Stegouros pertenece a un linaje transicional de anquilosaurios en el que las vértebras de su cola empezaban a fusionarse para formar el mazo óseo visto en la punta de la cola de los miembros más derivados del grupo, tales como el Ankylosaurus y el Euplocephalus. Al realizar un análisis filogenético, los autores concluyeron que el Stegouros estaba estrechamente relacionado con el Kunbarrasaurus ieversi de Australia y el Antarctopelta oliveroi de la Antártida, formando un linaje de anquilosaurios al que llamaron Parankylosauria, cuyos miembros hasta ahora sólo se han encontrado en el hemisferio sur y probablemente siguieron un camino evolutivo distinto a los de sus parientes del hemisferio norte. Esto da más peso a la emergente teoría de que los anquilosaurios evolucionaron y se diseminaron rápidamente por todo el globo, prosperando y diversificándose más de lo previamente pensado y llegando incluso a colonizar gran parte del hemisferio sur, donde sus fósiles habían sido relativamente escasos hasta ahora.

Reconstrucción artística del Stegouros en vida por Mauricio Alvarez

Los anquilosaurios sin embargo, no son los únicos cuyos fósiles han aparecido en lugares sin precedentes. El pasado 3 de noviembre un equipo internacional de paleontólogos publicó el hallazgo de un nuevo género de dinosaurio encontrado en Groenlandia, siendo el primer dinosaurio no aviano descrito de dicho lugar. Se trata de un sauropodomorfo basal, al que se le dio el nombre de Issi saaneq, el cual fue encontrado en la formación Malmros Klint, datando de aproximadamente, 214 millones de años de antigüedad, siendo así de edad triásica. El Issi fue descrito a base de un par de cráneos parciales pertenecientes a dos individuos subadultos que irónicamente, fueron descubiertos en 1994, mas no habían sido estudiados de una manera tan minuciosa hasta ahora, por lo que inicialmente fueron referidos al género Plateosaurus. La nueva investigación sugiere que en realidad, pertenecían a animales más similares al Macrocollum itaquii y al Unaysaurus tolentinoi, indicando que se trataba de un género distinto a Plateosaurus, aunque de la misma familia (los plateosáuridos). Este descubrimiento no sólo arroja luz sobre la distribución y diversificación de los sauropodomorfos a finales del Triásico, sino que también abre las puertas al potencial hallazgo de otros tipos de dinosaurios en una zona tan poco conocida para la paleontología como lo es Groenlandia. Después de todo, es raro que en la naturaleza una especie viva fuera de un ecosistema conformado por múltiples organismos y niveles tróficos, por lo que este bien podría ser un paso importante para ayudarnos a comprender mejor la biosfera del Triásico superior.

Reconstrucción artística del Issi en vida por Victor Beccari

Finalmente, una nueva especie de terópodo poco convencional encontrada en Brasil fue descrita el pasado 18 de noviembre por un equipo conformado por paleontólogos de varias instituciones del país. Se le dio el nombre de Berthasaura leopoldinae y es conocida por un esqueleto bastante completo recuperado de la formación Goio-Erê, la cual data de edad cretácica (aunque de momento no ha sido posible fecharla con precisión y determinar si data del Cretáceo medio o tardío) y la completitud del animal permitió identificarlo como un noasáurido, una familia de ceratosaurios emparentada con los abelisáuridos, tales como el Carnotaurus y el Majungasaurus. A diferencia de éstos, sin embargo, el Berthasaura presenta un pico desdentado en lugar de fauces llenas de dientes, un rasgo previamente visto en al menos, otro noasáurido: el Limusaurus, el cual perdía los dientes a medida que crecía. Teniendo esto en cuenta, los expertos teorizan que, como el Limusaurus, el Berthasaura pudo haber sido herbívoro o quizás, omnívoro. Irónicamente, su anatomía sugiere que no era un animal tan estrechamente emparentado con el Limusaurus y el análisis filogenético realizado por el equipo de investigación indica que se trata de un miembro más basal de la familia. Esto sugiere que la evolución de un pico desdentado ocurrió al menos, dos veces en el grupo o bien, que la divergencia en los hábitos alimentarios de estos dinosaurios pudo haber ocurrido mucho antes en su historia evolutiva, ya que los otros noasaurios desdentados conocidos (el Limusaurus y probablemente, sus parientes más cercanos, como el Elaphrosaurus) ya estaban bastante diversificados. Sea cual haya sido el caso, el Berthasaura no sólo ayuda a comprender mejor los ecosistemas cretácicos de lo que hoy es Brasil, sino que también puede ayudarnos a aclarar dudas sobre los orígenes y la evolución de esta enigmática familia de ceratosaurios.

Reconstrucción artística del Berthasaura en vida por Maurilio Olivera

Fuentes:

  1. http://bristol.ac.uk/news/2021/july/pterosaurs-flight.html
  2. http://www.sci-news.com/paleontology/berthasaura-leopoldinae-10285.html
  3. http://www.sci-news.com/paleontology/spicomellus-afer-10102.html
  4. http://www.sci-news.com/paleontology/stegouros-elengassen-10348.html
  5. https://elifesciences.org/articles/66036#s1
  6. https://news.yale.edu/2021/05/06/what-can-dinosaurs-inner-ear-tell-us-just-listen
  7. https://science.sciencemag.org/content/372/6542/601.full
  8. https://www.mdpi.com/1424-2818/13/11/561
  9. https://www.nature.com/articles/s41559-021-01553-6
  10. https://www.nature.com/articles/s41586-021-04147-1
  11. https://www.nature.com/articles/s41598-021-01312-4
  12. https://www.researchgate.net/publication/354418322_Comments_on_the_Mesozoic_theropod_dinosaurs_from_Italy
  13. https://www.science.org/doi/full/10.1126/science.abe7941
  14. https://www.sciencedaily.com/releases/2021/07/210706115312.htm
  15. https://www.sciencedaily.com/releases/2021/10/211027122040.htm
  16. https://www.wits.ac.za/news/latest-news/opinion/2021/2021-05/nocturnal-dinosaurs-night-vision-and-superb-hearing-suggest-moonlight-predator.html
  17. https://youtu.be/7CRlXzLCAgM

28 de noviembre de 2021

Lo que hace bien y lo que hace mal el prólogo de Jurassic World: Dominion

Jurassic Park es posiblemente la propiedad intelectual tematizada en dinosaurios más reconocida del mundo moderno. La franquicia se enfoca en el concepto de traer a estos seres "de vuelta a la vida" en el mundo actual gracias a la bioingeniería y ha demostrado ser un éxito comercial, contando con dos novelas publicadas por Knopf Doubleday Publishing Group, una saga cinematográfica de mano de Universal Pictures y múltiples formas de arte derivadas, incluyendo una serie animada, videojuegos, comics, etc. El 10 de junio del próximo año se espera estrenar la sexta película, titulada "Jurassic World: Dominion", siendo la primera entrega de la saga en llegar a la pantalla grande luego de que la pandemia del COVID-19 asolara al mundo. Con el fin de volver a atraer a la gente a las salas de cine tras el cierre de éstas debido a la pandemia, el pasado mes de junio Universal Pictures lanzó un cortometraje a manera de prólogo para dicha película. El cortometraje fue exclusivamente mostrado en las salas de IMAX acompañando a Fast 9 y salvo por algunas filtraciones, no estuvo disponible en internet hasta el pasado 23 de noviembre, cuando Universal finalmente lo hizo accesible en su canal de YouTube. De modo que si lo desea, puede verlo haciendo click aquí.

El prólogo muestra unas 10 especies de ornitodiros (dinosaurios y pterosaurios), la mayoría de las cuales no habían sido vistas antes en la saga. Éstas son:

El saurópodo titanosauriano Dreadnoughtus schrani:

Imagen de Universal Pictures

El azdárquido Quetzalcoatlus northropi:

Imagen de Universal Pictures

El pteranodóntido Pteranodon longiceps:

Imagen de Universal Pictures

El anquilosáurido Ankylosaurus magniventris:

Imagen de Universal Pictures

El oviraptórido Oviraptor philoceratops (o Citipati osmolskae, si nos basamos en su anatomía craneal):

Imagen de Universal Pictures

El ceratópsido Nasutoceratops titusi:

Imagen de Universal Pictures

El tiranosauroide basal Moros intrepidus:

Imagen de Universal Pictures

El carcarodontosáurido Giganotosaurus carolinii:

Imagen de Universal Pictures

El iguanodóntido Iguanodon bernissartensis:

Imagen de Universal Pictures

El tiranosáurido Tyrannosaurus rex:

Imagen de Universal Pictures

Pese a destacar por sus efectos visuales bien logrados, el prólogo, así como las películas, tiende a tomarse algunas libertades creativas con varios de los animales mostrados. En la diégesis de la saga se han reconocido y abordado las diferencias entre las criaturas clonadas y sus contrapartes reales, atribuyéndose a la modificación genética en vista a la falta de secuencias completas de ADN de animales extintos hace millones de años, razón por la que los genetistas deben rellenar los huecos en el genoma con el de otros animales para completar las secuencias de ADN, lo que hace que los dinosaurios "revividos" no sean exactamente como sus contrapartes de origen natural. Este prólogo sin embargo, muestra por primera vez en la saga a los dinosaurios "originales" en el mundo prehistórico y pese a que lo apreciable en esta secuencia refuerza la idea de que la modificación genética influye en el aspecto y los atributos de los animales clonados vistos previamente en la saga, no por eso deja de transmitir una visión inconsistente con lo que nos dice la ciencia sobre los dinosaurios en el mundo real. Por eso en esta entrada vamos a ver algunas cosas que este cortometraje hace bien y otras que no hace tan bien con respecto a lo que sabemos sobre las criaturas mostradas gracias a la paleontología.

Dicho eso, comencemos con lo que hace bien:

1. En la mayoría de los casos, el comportamiento de los dinosaurios es bastante convincente. Fuera de la pelea entre el T. rex y el Giganotosaurus, las criaturas mostradas actúan como animales de carne y hueso y no como monstruos o personajes adheridos a un guión. Se les ve alimentándose, abrevando e interactuando entre sí y con el entorno de una manera no muy diferente a lo apreciable en los ecosistemas de hoy. Por ejemplo, se puede ver a los pterosaurios más grandes valiéndose de su tamaño para ahuyentar a los más pequeños y robar su comida, a los Nasutoceratops migrando en manada (un comportamiento que se puede deducir a partir de varios hallazgos de ceratópsidos en Norteamérica) y jugando en el agua para refrescarse y al Moros "limpiando" las mandíbulas del Giganotosaurus, mostrando una relación simbiótica entre ambas especies. Incluso en la secuencia del Siglo XXI al final del prólogo, la T. rex no actúa como un monstruo antropófago que pretende causar caos o aterrorizar a sus víctimas intencionalmente. Es un animal asustado y confundido (posiblemente, por el ruido y las luces) que no entiende lo que está sucediendo a su alrededor o por qué esa cosa ruidosa con una luz extraña (el helicóptero) no deja de perseguirla.

La T. rex clonada visiblemente incómoda debido quizás, al ruido y las luces
Imagen de Universal Pictures

2. Por primera vez en la saga, vemos terópodos coelurosaurianos con un cuerpo cubierto de plumaje (lo más cercano que habíamos tenido hasta ahora eran los Velociraptores machos en Jurassic Park 3 con algunos penachos en su cabeza). Dado que se ha encontrado al menos, un miembro de cada linaje de coelurosaurios con evidencia directa de plumaje, lo más probable es que esta fuese una característica ancestral del grupo y que por consiguiente, todos los miembros del mismo tuviesen, en mayor o menor grado, un integumento filamentoso. El prólogo muestra tres coelurosaurios: el Oviraptor/Citipati, el Moros y el T. rex y en todos se puede ver una cobertura de plumaje, tal y como probablemente la tuvieron en la vida real.

Cabe resaltar el caso del T. rex teniendo en cuenta que la versión clonada carece de plumaje, lo cual denota que en la diégesis de las películas, las diferencias entre la variante natural y la clonada efectivamente son producto de la modificación genética (aunque sabemos que en realidad, esto se debe a que para el tiempo en que se produjo la primera película no habían pistas que sugirieran la presencia de plumas en el linaje al que pertenece). Varios han argumentado que la idea de que el T. rex de origen natural presente un integumento filamentoso no es del todo plausible considerando lo que se ha reportado hasta ahora de los restos integumentarios recuperados de la especie. Sin embargo, es de tener en cuenta que el material encontrado hasta ahora es insuficiente para determinar de manera conclusiva cómo lucía el integumento del Tyrannosaurus en vida, siendo el asunto aún objeto de debate entre los expertos. A eso cabe agregar que lo que se ve en la variante de origen natural en el prólogo es una cobertura de plumaje simple, lo cual no es inconsistente con lo que se sabe hasta ahora gracias tanto a la evidencia fósil como a los métodos deductivos, tales como el horquillado filogenético.

3. Así como los coelurosaurios son mostrados con plumaje, los pterosaurios (o al menos, los Quetzalcoatlus, ya que los Pteranodon no se aprecian muy bien) son mostrados con picnofibras (lo que hoy sabemos que es un tipo de plumaje primitivo similar al pelo), algo respaldado por el registro fósil, aunque con frecuencia ignorado en la saga, la cual generalmente muestra pterosaurios con un integumento escamoso.

4. El Moros, el Giganotosaurus y el T. rex no tienen sus manos en pronación (dobladas hacia abajo y con los dedos apuntando hacia atrás, como si fuesen a tocar el piano), como usualmente las tienen los terópodos en la saga. En el prólogo se puede ver que sus manos están posicionadas de forma que una apunta hacia la otra, tal y como probablemente lo estaban en la vida real, ya que colocar las manos en pronación probablemente les habría quebrado las muñecas.

Con eso dicho, pasemos ahora a aquello que el prólogo no hace bien:

1. El primer error que salta a la vista es que la secuencia transcurrida en la prehistoria muestra animales de diferentes épocas y puntos geográficos coexistiendo en el mismo lugar al mismo tiempo. De las 10 especies mostradas, sólo el Quetzalcoatlus, el Ankylosaurus y el Tyrannosaurus coexistieron en lo que hoy es el oeste de Norteamérica hace entre 68 y 66 millones de años. Otros dos que posiblemente eran "vecinos" contemporáneos son el Nasutoceratops y el Pteranodon. Los demás pertenecen a unidades geológicas distintas, por lo que pese a que durante el Cretácico los continentes estaban configurados de una manera ligeramente diferente de como lo están hoy, cuando estos animales no estaban separados por cientos de kilómetros, lo estaban por decenas de millones de años, de modo que nunca se toparon entre sí en el mundo real. A continuación, un pequeño atlas (disponible aquí en alta resolución) indicando la localización y la edad geológica de las especies vistas en el prólogo según el registro fósil y la litología:

MYA significa: "Millions of Years Ago" (Millones de Años Atrás). La virgulilla (~) que precede a algunas de las fechas geológicas quiere decir "aproximadamente" o "alrededor de".

 2. Tras el salto temporal al día presente, vemos la inscripción: "65 millones de años después". Esto denota que los cineastas pasaron por alto el hecho de que actualmente el consenso es que el fin del Mesozoico fue hace 66 millones de años (lo cual se sabe desde 2012) y no hace 65 millones de años como se pensaba anteriormente (de hecho, es probable que para entonces ya los dinosaurios no avianos estuviesen extintos), perpetuando una idea desactualizada.

3. Pese a dejar claro que los dinosaurios clonados por el hombre difieren de sus contrapartes de origen natural debido a la modificación genética, el cortometraje no deja de tomarse varias libertades artísticas en cuanto al diseño de las criaturas mostradas y mucho de lo visto en el prólogo difiere bastante de lo que nos indica la paleontología en la vida real. Por ejemplo, si bien es cierto que el Quetzalcoatlus era enorme, los ejemplares vistos en esta secuencia son exageradamente grandes, pareciendo ser cuatro o hasta cinco veces más grandes que los Pteranodon pese a que en realidad, su envergadura probablemente era apenas, el doble de larga que la del Pteranodon.

Comparativa de tamaño entre un Quetzalcoatlus y un Pteranodon realistas junto a un humano para fines de referencia
Arte de Mark Witton

Por otra parte, los Ankylosaurus presentan un cráneo redondeado y voluminoso, así como un "caparazón de cochinilla" con varias filas de osteodermos que se extienden a lo ancho del lomo desde un costado del animal hasta el otro, estando rodeados de púas alargadas, tal y como se les tiende a ver en las películas. No obstante, lo que nos dicen los fósiles es que los anquilosaurios tenían un cráneo más o menos cuadriforme y no tan robusto y una armadura consistente en múltiples osteodermos similares a los de los cocodrilos, aunque proporcionalmente más grandes, estando distribuidos en patrones lineales por todo el lomo y parte de los costados. No obstante, es parcialmente comprensible que el equipo de diseño haya optado por reciclar el modelo previamente utilizado para las películas no sólo porque es una estrategia eficiente a la hora de ahorrar tiempo y dinero, sino también porque permite que el dinosaurio sea reconocible con respecto a otros ejemplares vistos anteriormente en la saga, mas eso no significa que deje de ser una representación errónea.

Arriba: Ankylosaurus según se muestra en el prólogo. Imagen de Universal Pictures
Abajo: Ilustración de un Ankylosaurus realista por Luke Mancini

Continuando con los ejemplos, si bien la mayoría de los terópodos vistos en el prólogo tiene las manos correctamente posicionadas de tal modo que una apunta en la dirección de la otra, no se puede decir lo mismo del Oviraptor/Citipati, el cual es mostrado con manos posicionadas en pronación, lo que implicaría que sus muñecas estén rotas. En adición a eso, es sabido que los oviraptóridos tenían alas bien desarrolladas que probablemente utilizaban para empollar los huevos y es posible que también sirviesen para termorregulación y/o comunicación visual. No obstante, el ejemplar visto en el prólogo carece de ellas.

Arriba: Oviraptor/Citipati según se muestra en el prólogo. Imagen de Universal Pictures
Abajo: Ilustración de un Citipati realista por Luke Mancini

Pese a que no es algo que necesariamente esté errado, podríamos también aludir al hecho de que se ve al Oviraptor/Citipati saqueando un nido en vista a que esto podría dar a sobreentender el mito que le dio a los oviraptóridos su nombre, pues como es sabido, Oviraptor significa: "Ladrón de huevos" debido a que el primer esqueleto de este género se descubrió junto a una pila de alrededor de 15 huevos que entonces se pensó que eran de Protoceratops en vista a su proximidad a restos de dicho ceratopsiano. Posteriormente se descubriría que en realidad, los huevos eran de Oviraptor y que éste los estaba empollando, con lo que al parecer, literalmente se le dio un mal nombre a este pobre dinosaurio. No obstante, eso no descarta la posibilidad de que los oviraptóridos hubiesen saqueado los nidos de otros dinosaurios ni de que se hayan alimentado de huevos. Después de todo, presentan adaptaciones idóneas para eso, tales como patas delanteras aptas para la manipulación de alimento y un pico que probablemente era lo suficientemente fuerte para quebrar el cascarón de un huevo, por lo que bien se le podría dar al escenario visto en el prólogo el beneficio de la duda.

Por otro lado, contrario al caso del Quetzalcoatlus, el Moros parece haber sido reducido de tamaño, pues con los fósiles recuperados hasta ahora se estima que el animal real debió tener un tamaño comparable al de un reno adulto, posiblemente alcanzando una longitud cercana a los 3 metros y una altura de poco más de 1 metro. El ejemplar visto en el prólogo no parece alcanzar esas dimensiones, siendo demasiado pequeño en comparación con el Giganotosaurus (apenas alcanza las mandíbulas inferiores de éste mientras está recostado en el suelo cuando debería poder alcanzar las superiores). Si esto bien podría interpretarse como que el Moros visto en el cortometraje es un ejemplar juvenil, no hay confirmación de que este sea el caso.

Tamaño estimado de un Moros adulto según deducido por los fósiles recuperados
Arte de Tom Parker

Fuera de eso, el Giganotosaurus visto en el cortometraje presenta una estructura en su lomo semejante a una vela o joroba. Pese a que hay registro de una estructura similar en otros carcarodontosáuridos, como el Concavenator, no hay indicios en los fósiles de Giganotosaurus que sugieran la presencia de tal estructura.

Arriba: Giganotosaurus según se muestra en el prólogo. Imagen de Universal Pictures
Abajo: Ilustración de un Giganotosaurus realista por Julius Csotonyi

Reconstrucción gráfica del esqueleto de Giganotosaurus a partir del material recuperado y descrito hasta la fecha. Nótese que las vértebras no presentan una prolongación de las espinas neurales que sugieran la formación de una vela o joroba.
Arte de Scott Hartman

Por último, pese a que la adición de plumaje en el T. rex es plausible y la disposición de sus brazos es correcta, su situación no es muy diferente a la de los Ankylosaurus. Es decir, se trata del mismo modelo utilizado en las películas, el cual difiere un tanto del animal real, especialmente en el cráneo. Por ejemplo, el modelo utilizado en el prólogo (y en la saga en general) se caracteriza por presentar un hocico más robusto que el del animal real, así como pómulos más curvos y pronunciados hacia abajo y la zona encima de los ojos, donde se unen los huesos lagrimales y postorbitales, es notablemente puntiaguda. El T. rex real presenta un cráneo más alargado y de forma rectangular, pómulos pronunciados hacia afuera y la zona donde se unen los lagrimales y postorbitales no es tan puntiaguda y en vida, probablemente estaba cubierta por un "escudo" de queratina, como también es posible que lo estuviesen los pómulos. Aparte de eso, cabe resaltar también que los brazos del modelo de T. rex visto en la saga son proporcionalmente más alargados y menos robustos que los del animal real. No obstante, como ocurre en el caso del Ankylosaurus, es parcialmente comprensible que se haya decidido reutilizar el modelo de las películas para fines de eficiencia y familiaridad.

Arriba: Tyrannosaurus rex según se muestra en el prólogo. Imagen de Universal Pictures
Abajo: Modelo de un Tyrannosaurus rex realista por Max Bellomio

4. Los dinosaurios en el prólogo pueden oírse emitiendo bramidos y rugidos comparables a los de algunos mamíferos o chirridos semejantes a los de algunas aves cantoras, lo cual se piensa que es poco probable que hayan hecho en el mundo real. Lo más probable es que los dinosaurios emitieran ronquidos y siseos similares a los de los cocodrilos y caimanes, graznidos parecidos a los de los buitres modernos y algunos tipos de vocalización por boca cerrada. No obstante, tratándose este cortometraje de un derivado de una saga de ficción, es de esperarse que los dinosauros emitan cualquier clase de sonido que cumpla con la intención de la escena, sea asustar, maravillar, conmover, etc.

Dicho esto, si bien no se pierde de perspectiva que este cortometraje, así como la saga en general, es un trabajo de ficción, es de tener en cuenta que esta franquicia es muy influyente en lo que respecta a la percepción de las masas sobre los dinosaurios, por lo que al representar a estas criaturas de manera errónea e inconsistente con lo que nos dice la ciencia y el registro fósil puede contribuir a la difusión y aceptación de ideas equivocadas como si de hechos se tratasen. De modo que ahora más que nunca cabe resaltar estos errores, ya que si bien las inconsistencias de los dinosaurios de la saga con respecto a los del mundo real se tienden a atribuir a la modificación genética, en este caso dicha explicación pierde validez, pues a excepción de la T. rex en la secuencia transcurrida tras el salto temporal, los animales mostrados en este cortometraje no son clonados, sino que supuestamente representan a los dinosaurios tal y como eran en el Mesozoico, lo cual, como vimos, no es del todo cierto.

Con eso dicho, está muy bien disfrutar de medios de entretenimiento hechos para alimentar nuestra imaginación y sacarnos de la cotidianidad. Simplemente tengamos en cuenta que aunque dichos medios utilicen o se basen en elementos de la vida real con el fin de ayudarnos a asimilar la información que pretenden transmitir, dichos elementos pueden ser alterados para efectos de sensacionalismo, familiaridad, etc., por lo que no hay que olvidar ser críticos y separar la ficción de la realidad.

10 de septiembre de 2021

Review de "Valley of the T. rex" (El Valle del T. rex)

Luego de un largo tiempo sin publicar una entrada (por lo cual me disculpo), hoy regreso con una bastante extensa. Y es que en conmemoración a su aniversario #20, esta vez hablaremos de un documental bastante controversial y... Bueno, seamos francos. La verdad, es un documental con una narrativa bastante cuestionable y de poco valor informativo. Dado que no recomiendo este documental, hasta nuevo aviso no encontrará un link en esta entrada mediante el que pueda acceder a verlo (aunque si lo desea, puedo publicar otra más adelante en la que incluya uno, lo cual puede solicitar en los comentarios), sino que simplemente me limitaré a hacer una reseña del mismo. Como ya habrá visto en el título, hablamos de "El Valle del T. rex".

Imagen de Discovery Channel

El Valle del T. rex es un documental de origen estadounidense emitido por primera vez el 10 de septiembre de 2001 por Discovery Channel y es tan malo que el día después de su estreno, Al Qaeda lanzó un ataque terrorista a EE.UU en el que murieron cerca de 3,000 personas inocentes (y sí, tomé ese chiste de RickRaptor105, así que crédito a él por el humor retorcido). Sin embargo, el hombre directamente responsable vivió para contarlo y aún sigue respirando y haciendo de las suyas. Se trata del Dr. John (Jack) R. Horner, quien actúa como presentador y único asesor científico del programa.

John (Jack) R. Horner
Imagen de pholder.com

Ups. Los siento. Me equivoqué de imagen.

Dr. John (Jack) R. Horner
Imagen de fossil.fandom.com

Ahora sí. Me disculpo nuevamente. Es que casi no podía distinguirlos.

El hilo conductor del programa es la hipótesis de que el famoso Tyrannosaurus rex era incapaz de cazar, siendo un animal exclusivamente carroñero que se limitaba a alimentarse de criaturas que ya habían muerto antes de que se topara ellas, hipótesis cuyo principal (por no decir "único") expositor en la comunidad científica es el propio Dr. Horner, el cual a lo largo del programa presenta argumentos para apoyar esta idea.

Ahora bien, antes de continuar quisiera dejar clara una cosa: El documental no es malo por sugerir que el T. rex era obligatoriamente carroñero. De hecho, en ese aspecto hay que darle crédito por incentivar el pensamiento crítico, especialmente cuando se tiene en cuenta que la imagen popular del T. rex como depredador activo parece estar inculcada en el subconsciente de las masas y ser mundialmente aceptada sin cuestionamiento alguno cuando se supone que uno de los pilares del conocimiento científico es la duda y como producto de ésta, la falsabilidad de hipótesis y teorías (es decir, que éstas sean sujetas a pruebas que puedan contradecirlas para así poder corroborarse). Con eso dicho, la razón por la que el documental es malo como medio didáctico es más bien por la lógica que utiliza y los argumentos con los que procura respaldarla, siendo obvio que su objetivo no necesariamente es educar a la audiencia, sino simplemente ser sensacionalista y llamar la atención del espectador partiendo de una premisa poco convencional, lo que se refleja en la poca solidez de dichos argumentos.

Terminada esta introducción, comencemos con la "review".

El documental comienza con un prólogo que nos explica cómo el Tyrannosaurus rex ha sido popularizado como un depredador feroz desde su descubrimiento y que es muy difícil derribar esa hipótesis pese a que no hay evidencia que la respalde. Y con esto ya empezamos mal, pues si bien es cierto que T. rex fue proclamado como un depredador desde el principio, para el punto en que el documental fue lanzado, ya eso no era una hipótesis, pues desde poco antes había indicios de que éste cazaba presas vivas en el registro fósil y de hecho, esto ya había sido mencionado en programas emitidos previamente, como por ejemplo, el episodio de La Guía Máxima dedicado al Tyrannosaurus rex (del cual podríamos hablar en otra entrada), en el que curiosamente también participó Horner. En un corto segmento de dicho programa el Dr. Kenneth Carpenter nos muestra el ejemplar de Edmontosaurus DMNH 1493, el cual presenta una serie de vértebras caudales con daños en las espinas neurales. A una de ellas incluso le falta un trozo. Carpenter explica que por la forma del daño, la espina neural aparenta haber sido arrancada de una mordida y que el único animal carnívoro con las características necesarias para producir una herida así en el entorno del Edmontosaurus era el Tyrannosaurus rex, lo cual es respaldado por el hecho de que la herida en la vértebra coincide con la forma de los dientes de un T. rex adulto. Lo más curioso sin embargo, es que la herida muestra signos de cicatrización, lo que indica que ese Edmontosaurus vivió lo suficiente después de recibir la herida como para que ésta sanara, lo que según Carpenter, se traduce en que un T. rex lo atacó mientras estaba vivo. A continuación, una serie de capturas del segmento en el que el Dr. Carpenter explica esto. Desde ya les sugiero que se acostumbren a estas imágenes porque las verán varias veces más en esta entrada.

Traducción: "Si observamos aquí, veremos que falta parte de esta espina. Hay una linda ranura aquí en la que si coloco un diente de Tyrannosaurus veremos que encaja bastante bien. Entonces, lo más probable es que esta parte de la vértebra fue arrancada de una mordida por un Tyrannosaurus rex que atacó por atrás desde la derecha. Interesantemente, vemos recrecimiento óseo alrededor de la espina y de las marcas de mordida, lo que indica que este animal sobrevivió al ataque."
Imágenes de Discovery Channel

*Nota: Disculpen la calidad de los subtítulos. Las capturas provienen de un video en YouTube, por lo que algunas partes se repiten debido al desplazamiento del texto. En vista a esto, subrayé en rojo las partes donde continúa el diálogo en aquellas capturas donde aún queda parte del texto anterior.

Sólo este dato desacredita el prólogo y toda la premisa de "El Valle del T. rex" incluso antes de que el programa si quiera termine su introducción. Sin embargo, el documental lo ignora por completo (presuntamente por conveniencia, aunque arriesgándose a quedar en ridículo, lo cual hace) y procede a maquillarse y a ponerse una peluca colorida acompañada de una nariz falsa de color rojo mientras se dispone a contar un laaargo chiste... Quiero decir, se viste de gala mientras se dispone a presentar una serie de argumentos para respaldar una idea cuya solidez iremos analizando conforme avancemos en la entrada.

Tras la introducción, vemos una secuencia en la que se nos muestra a un T. rex cazando a una manada de Edmontosaurus hace 66 millones de años en lo que hoy es el estado de Montana y dispersándola hasta alcanzar y derribar a uno de ellos. Entre tanto, cortes ocasionales nos remontan al Siglo XXI y nos muestran al Dr. Horner preparando una expedición a la formación Hell Creek mientras propone desafiar esa imagen del T. rex al no haber pruebas de que éste haya sido capaz de cazar presas vivas y que por el contrario, todo apunta a que sólo se habría alimentado de restos de animales que habían muerto antes de que los interceptara.

No obstante, tres años antes:

Imágenes de Discovery Channel

Horner indica que parece haber una tendencia parcial en contra de la idea de que el T. rex era exclusivamente carroñero, lo cual supone un desafío para cambiar la mentalidad del público. Y bueno, tal vez en esa parte tiene razón. Lo que no tiene es relevancia para lo que está tratando de demostrar, pues lo que la gente crea no tiene la más mínima importancia a la hora de sustentar un punto, contrario a lo que dice la evidencia. Al fin y al cabo, una opinión impopular no va a ser aceptada porque haya conciencia de que es impopular. No obstante, al menos hay que darle crédito por simplemente aludir a la parcialidad en lugar de irse por la línea de "Tenemos nueva evidencia que lo hará replantearse lo que cree saber del T. rex", la cual funcionaría bien para un programa con una premisa con más respaldo científico, pero no para esta comedia. De hecho, es irónico que haga referencia a esto, pues poco después Horner explica que hay aspectos de la vida de los dinosaurios que los fósiles no pueden decirnos, tales como su comportamiento específico, lo cual si bien es cierto, cabe resaltar que el documental se vale de este comentario de una manera no muy plausible, pues pese a que los fósiles no nos dan todas las respuestas, nos pueden dar pistas y en este caso, hay pistas que sugieren que el T. rex cazaba presas vivas, pero son ignoradas por completo en el programa, irónicamente asumiendo una postura parcial.

De aquí pasamos a quizá una de las pocas cosas que vale la pena ver en el documental: la excavación de nuevos fósiles de T. rex por parte de un equipo del Museo de las Rocosas, con Horner indicando que espera recuperar partes completas del esqueleto no recuperadas en ejemplares previamente desenterrados, tales como la cola. Esto lo lleva a aludir al ejemplar comúnmente conocido como Wankel Rex (en honor a su descubridora, Kathy Wankel), desenterrado en 1988 por un equipo encabezado por el propio Horner, siendo el primer espécimen en el que se encontró un brazo completo. Y aquí es donde se empieza a abrir el telón para la entrada del payaso.

Horner destaca que se sorprende con lo cortos que son los brazos del T. rex  y empieza a contar chistes... Quiero decir, a presentar argumentos por la línea de que no tiene sentido que un depredador tenga brazos tan cortos. Para empezar, según Horner, estos brazos no le permitirían sujetar a la presa mientras ésta forcejea ni tampoco frenar caídas o levantarse después de una mientras luchaba para abatir a una víctima potencial como muchos depredadores terrestres de hoy. Sin embargo, parece olvidar algunas cosas:

1. No todas las especies de depredadores cazan de la misma manera ni emplean las mismas estrategias de caza, sino que cada una cuenta con mecanismos especializados para atrapar y derribar a sus víctimas según lo dispongan sus adaptaciones. Es de tener en cuenta por ejemplo, que no todos los depredadores terrestres se valen de sus extremidades delanteras para sujetar a su presa al momento de cazar. De hecho, hay depredadores, tales como las serpientes, que ni siquiera presentan extremidades, mas no por eso carecen de mecanismos para matar a sus presas (como un cuerpo constrictor o glándulas venenosas, dependiendo de la especie). Por otra parte, los caninos salvajes, como los lobos y los licaones, tienden a recurrir únicamente a sus fauces al atacar presas vivas. De modo que decir que un animal es incapaz de cazar porque no tiene extremidades aptas para sujetar una víctima resistente podría considerarse una falacia de hombre de paja. Es probable que el Tyrannosaurus simplemente no necesitara extremidades largas y fuertes para capturar y matar a sus presas, especialmente cuando se considera que éste era poseedor de las fauces con la mayor fuerza de mordida registrada hasta ahora en un dinosaurio.

2. El registro fósil indica que había carnívoros terrestres con extremidades delanteras aún más cortas que las del T. rex, tales como los fororrácidos (las llamadas "aves del terror") y los abelisáuridos, de los cuales se sabe que tenían adaptaciones que probablemente les habrían permitido cazar (como patas traseras aptas para correr y por consiguiente, para perseguir presas relativamente rápidas... y es muy poco probable que un animal ya muerto caiga en esta categoría). 

3. No hay pruebas que sugieran que los terópodos utilizaban sus extremidades delanteras para frenar caídas (de hecho, la disposición de sus brazos no parece estar hecha para eso). No obstante, eso no necesariamente es impedimento para que pudiesen volver a ponerse de pie después de una (siempre y cuando no haya sufrido lesiones serias, lo cual no siempre es el caso, como parece indicar Horner). 

"Mira, Mamá. Me puedo levantar sin manos."
Video del canal RM Videos de YouTube

Luego de una breve explicación de lo que es el límite K/Pg y el papel de la estratigrafía a la hora de saber dónde buscar fósiles de dinosaurios en el campo, Horner recurre nuevamente al ejemplar Wankel Rex, esta vez aludiendo a su diseño corporal como un animal macizo y robusto y cuyas patas traseras no parecen estar hechas para moverse a gran velocidad.

Dejando de lado que de momento no es posible determinar con exactitud la rapidez a la que podía moverse un animal extinto y que las estimaciones sobre la velocidad máxima que podía alcanzar el T. rex varían desde los 11 km/h hasta los 40 km/h dependiendo del método y las herramientas implementadas en cada estudio realizado sobre ese aspecto, Horner nuevamente parece desconsiderar un par de cosas:

1. Gracias al registro fósil, sabemos que el menú de un T. rex adulto consistía en dinosaurios herbívoros similares en peso, tales como Edmontosaurus y Triceratops, los cuales, por su complexión corporal y su diseño anatómico, probablemente no hubiesen podido desplazarse mucho más rápido que él, a lo que cabe agregar que a fin de minimizar el gasto de energía y el riesgo de sufrir daños, los depredadores generalmente tienden a cazar a las presas más fácilmente accesibles, como los individuos heridos, enfermos o seniles de las especies que cazan, por lo que es posible que el T. rex no necesitara ser un corredor veloz para alcanzarlos si huían de él.

2. Aún si los animales de los que se alimentaba fuesen más rápidos, es de tener en cuenta que no todas las especies depredadoras necesitan correr a altas velocidades para atrapar a su presa, habiendo diferentes estrategias de caza en las que la rapidez pasa a un plano secundario. Los licaones, por ejemplo, emplean la caza por persistencia, la cual consiste en perseguir a sus presas a paso lento, pero consistente, mientras éstas corren por tramos cortos intentando huir, gastando mucha energía y quedando exhaustas en el proceso hasta terminar por ser alcanzadas sin poder hacer mucho para defenderse, estando la ventaja del depredador en la resistencia y en la minimización del gasto de energía más que en la velocidad. Por otra parte, está la cacería grupal, estrategia mediante la que varios individuos de la especie depredadora forman grupos que les permiten acorralar a su presa potencial, algo para lo que la rapidez no es tan importante como la coordinación. Cabe la posibilidad de que el T. rex empleara alguna estrategia similar (sin perder de perspectiva lo mencionado en el punto anterior de que los depredadores tienden a cazar principalmente a los individuos generalmente débiles y el T. rex probablemente no era la excepción) y de hecho, hay indicios de comportamiento gregario en la familia de los tiranosaurios. Eso, por mencionar algunos ejemplos.

A su vez, Horner sugiere que durante el Maastrichtiano el rol de depredadores en lo que hoy es la formación Hell Creek lo ocupaban terópodos pequeños y ágiles como los dromeosáuridos, aparentemente olvidando que éstos eran criaturas notablemente frágiles y pese a que para el tiempo en que fue emitido el documental la idea de que éstos cazaban en grupo era comúnmente aceptada, incluso en ese entonces la mayoría de los expertos parecía coincidir en que éstos probablemente lo pensarían dos veces antes de intentar atacar a un Triceratops o un Edmontosaurus adulto, ya que aún en grupo, lo más probable es que acabaran muertos antes que la presa (si no morían aplastados en el proceso de derribarla, probablemente terminarían exhaustos antes que ella), por lo que lo más probable es que se limitaran a cazar individuos juveniles. A eso cabe agregar que de acuerdo a lo indicado en el registro fósil hasta ahora, estos herbívoros de al menos, 6 toneladas eran los más comunes de ese ecosistema y dado que los dormeosaurios difícilmente habían podido abatir individuos maduros, el único candidato entre los carnívoros encontrados hasta ahora con potencial para hacerlo y mantener la población de éstos a un nivel estable para el ecosistema era el T. rex.

Tras esto, Horner parece empezar a quedarse sin argumentos (lo cual se refuerza cuando se tiene en cuenta que a partir de aquí, la lógica que utiliza para fundamentarlos cae en picada... más de lo que lo ha hecho hasta ahora, por imposible que parezca) y aparentemente decide apelar a las emociones del público diciendo cosas como: "Los estudiantes de cuarto a sexto grado se muestran testarudos, me critican y me lanzan cosas, se niegan a creerlo aún pese a que yo también crecí creyendo que el T. rex era un depredador."

Pobrecito Horner. Ya no necesito más argumentos. Esto era justo lo que hacía falta para convencerme... No de que el T. rex fue exclusivamente carroñero, sino de que el buen Dr. Horner sólo quiere llamar la atención. Es simplemente increíble que esto venga de un hombre adulto y especialmente, de un científico. No sé cómo pretende ser tomado en serio dándole suficiente importancia a las mofas de algunos niños de primaria como para hacer mención de ello en un programa presuntamente de ciencia. Esto no prueba otra cosa fuera de que Horner parece tendencioso al victimismo y si de verdad pretende sustentar su hipótesis,  debería limitarse a presentar datos objetivos. Poner aspectos personales o sentimentales sobre la mesa es contraproducente, pues refleja parcialidad en un ámbito en el que se supone que se sea neutral.

Pero se pone mejor. Justo después, Horner dice lo siguiente: "Todo lo que intento hacer es lograr que la gente piense en hacer ciencia objetiva. Que no partan de ideas preconcebidas. No me importa si el T. rex fue depredador. Muéstrenme la evidencia."

De acuerdo. Permítame referirlo a su colega, el Dr. Carpenter. Él se la puede mostrar. Aquí está:

Imágenes de Discovery Channel

¿Quiere más? Después de que lanzó este trabajo de propaganda sensacionalista se encontraron estas otras:

  • Una parte de la gola del ejemplar de Triceratops VMNH 120763, el cual presenta marcas de mordida que coinciden con la forma y el tamaño de los dientes de un T. rex. Los círculos rojos en la foto original (a la izquierda) señalan las lesiones en el hueso. La imagen en rayos X a la derecha muestra que el área afectada es más densa que el hueso a su alrededor, lo que indica recrecimiento óseo. La única forma de que esto haya ocurrido es que el Triceratops hubiese vivido lo suficiente después de recibir esta herida como para que ésta cicatrizara.

Imagen de myfossil.org

  • El cuerno izquierdo roto del mismo ejemplar de Triceratops (VMNH 120763), el cual también presenta dos marcas de dientes (señaladas por las flechas amarillas) que coinciden con la forma y el tamaño de los de un T. rex, sugiriendo que éste fue el responsable de la ruptura del hueso. Al igual que el trozo de la gola, las lesiones del cuerno muestran signos de cicatrización.

Imagen de myfossil.org

  • Lo que podríamos llamar "la pistola humeante" (por hispanizar la expresión de origen anglosajón, "the smoking gun" usualmente utilizada para referirse a una prueba innegable): El espécimen PBMNH.P.09.039, consistente en un par de vértebras caudales de hadrosaurio (probablemente, Edmontosaurus) con un trozo de la corona de un diente de T. rex incrustado en una de ellas, el cual está parcialmente cubierto por una capa de hueso regenerado de la vértebra, indicando que, como el Triceratops en el caso anterior, este hadrosaurio fue mordido por un T. rex en vida y sobrevivió el tiempo suficiente después del ataque como para que la herida cicatrizara y el recrecimiento óseo cubriera parte del diente. Las vértebras muestran también indicios de una posible infección, la cual pudo o no haber sido consecuencia de la mordida.

La foto original a la izquierda muestra la vértebra a simple vista con el diente recubierto por hueso regenerado, mientras que la imagen en rayos X a la derecha muestra el diente con más detalle.
Imágenes de PNAS

Dicho esto, lo apoyo en eso de no partir de ideas preconcebidas y hacer ciencia objetiva, pero es difícil tomarle en serio estas palabras cuando segundos antes se ponía en el papel de víctima en un claro intento de incitar al sentimentalismo. Por si eso no fuese suficiente, pedir evidencia cuando sabe que la tiene y simplemente la ignora de manera deliberada no es hacer ciencia objetiva; es hacer el ridículo.

Siguiendo con el programa, éste luego pasa a lo que quizá es la parte más interesante: El hallazgo de un nuevo ejemplar que posteriormente es apodado "G Rex", el cual destaca por ser el más antiguo encontrado hasta la fecha. Usualmente, las implicaciones de este hallazgo darían tela para toda case de interrogantes sobre los orígenes de la especie, el rango temporal durante el que vivió, los cambios en el entorno durante ese período de tiempo y su posible rol en la extinción de la especie, entre otras. Horner sin embargo, aparentemente no puede evitar limitarse a sacar argumentos para su hipótesis del T. rex carroñero, proponiendo que este ejemplar refleja cómo la estructura ósea de las patas traseras parece haber evolucionado para hacer a éste más lento con cada generación que pasaba y por consiguiente, menos capaz de perseguir presas. Esto debido a que el nuevo ejemplar presenta un fémur y una tibia de longitud similar, mientras que en ejemplares encontrados en rocas más recientes se ve un fémur más largo que la tibia, lo que según Horner, es indicativo de un animal lento.

Tomemos un momento para analizar esto. Tras que no hay forma de determinar con exactitud la rapidez a la que podía desplazarse un T. rex (o cualquier especie fósil), la conclusión de Horner parece apresurada y hasta forzada a fin de meterla en el programa como fuese. Para empezar, mediciones realizadas a posteriori indican que el fémur del ejemplar "G Rex" mide aproximadamente, 1.26 metros de largo, mientras que su tibia apenas alcanza los 1.12 metros, lo que levanta dudas sobre las dimensiones estimadas para estos huesos y a su vez, hace cuestionable el escenario propuesto por Horner (especialmente considerando que él nunca especifica las medidas exactas de los huesos de este ejemplar en el programa). Por otra parte, aún si lo que dice Horner fuese verdad, hacen falta varios ejemplares para hacer las debidas comparaciones y así poder probar su hipótesis de que las proporciones de los huesos del T. rex iban cambiando a medida que pasaban las generaciones; no basta con uno solo, pues es de tener en cuenta que los individuos de una misma especie no necesariamente tienen todos los huesos iguales (ni siquiera nosotros, los humanos). Tercero, aún si su teoría fuese correcta y pese a que en animales no corredores es común encontrar una disposición de las patas traseras en la que el fémur es más largo que la tibia, es de tener en cuenta que ese no siempre es el caso. Por poner un ejemplo visual, la siguiente imagen muestra la anatomía de una de las patas traseras de un caballo, una criatura que puede correr a más de 50 km/h:

Diagrama anatómico por Blue Roan Pony modificado por un servidor para resaltar el fémur (en azul) y la tibia (en rojo)

Vemos que el caballo también presenta un fémur más largo que la tibia, por lo que la relación entre las proporciones de estos huesos y la velocidad a la que puede desplazarse un animal no debería tratarse como una regla general, pues no es el único factor a tener en cuenta a la hora de determinar si un animal es capaz de correr o no. Por ejemplo, en el caso del caballo, unos metatarsos (la parte ósea de la pata que conecta los huesos de los dedos con los tobillos y que en el diagrama de arriba está identificada como "cannon bone") relativamente largos también influyen en su capacidad locomotora al permitirle cubrir más distancia en un solo paso. Curiosamente, esta característica también puede verse en el T. rex y según algunos paleontólogos, como el Dr. Thomas Holtz, probablemente habría compensado las potenciales limitaciones de tener una tibia proporcionalmente más corta que el fémur a la hora de desplazarse, algo a lo que Horner no hace referencia en el programa. Por supuesto, también cabe considerar que el caballo y el T. rex tienen métodos de locomoción muy diferentes (el caballo es un cuadrúpedo y el T. rex era bípedo) y que hay una notable diferencia en masa entre ambos, así que esto no automáticamente se traduce en que un T. rex fuese capaz de correr como un caballo. Sin embargo, es de tener en cuenta que una configuración ósea en la que el fémur es más largo que la tibia no necesariamente es impedimento para que un animal pueda correr o moverse con relativa rapidez. Por otra parte, cabe mencionar que desde antes del lanzamiento del documental, se había observado en el T. rex (y en los tiranosáuridos en general) la condición arctometatarsiana, la cual se caracteriza por un metatarso central comprimido por aquellos que lo rodean, formando una sola pieza, con lo que la fuerza aplicada a estos huesos durante la actividad locomotora se habría distribuido de manera uniforme, aparte de probablemente haber reducido la movilidad entre los huesos del pie al realizar movimientos ágiles, haciendo más eficientes dichos movimientos. Pese a que no se puede determinar con certeza qué papel habría jugado en un animal con las características de un T. rex adulto, es de tener en cuenta que esta condición es comúnmente encontrada en dinosaurios (particularmente, coelurosaurios) con adaptaciones formidables para desplazarse con rapidez, tales como los ornitomimosaurios y los troodóntidos y el consenso es que lo más probable es que sirviese para ayudarles a correr más eficientemente, dando espacio a la posibilidad de que el T. rex también tuviese cierta capacidad para correr (quizá, especialmente durante su juventud). Sin embargo, Horner no hace la más mínima mención de esta característica en el programa ni siquiera para presentar un contraargumento.

El documental continúa con Horner insistiendo en ahondar más en la biología del Tyrannosaurus y en la tumba de su propia dignidad al disponerse a examinar un molde del endocasto (la cavidad donde se sitúa el cerebro) de un T. rex para tener una idea de cómo estaba configurado el cerebro de éste. Horner señala que los lóbulos olfativos parecen estar muy bien desarrollados, lo que sugiere un agudo sentido del olfato, mientras que los nervios ópticos parecían pequeños en comparación, lo que lo lleva a sugerir que el T. rex probablemente no podía ver muy bien en un ambiente de poca luz. Esto lo lleva a proponer que lo más probable sería que el T. rex se especializara en detectar cadáveres a gran distancia gracias a su agudo sentido del olfato, algo para lo que no sería muy necesario tener una visión excelente, como sí lo habría sido para un depredador.

Siendo justos, la visión del T. rex no había sido estudiada muy a fondo para el tiempo en que fue emitido el programa, por lo que pese a que hoy tenemos estudios que  indican que el T. rex probablemente tenía mayor agudeza visual que los halcones modernos (los cuales a su vez tienen casi cuatro veces mayor agudeza visual que los humanos), en retrospectiva se le podría dar al documental el beneficio de la duda en cuanto a los detalles sobre la visión del T. rex. Sin embargo, no por eso queda completamente impune. Para empezar, Horner parece aludir exclusivamente a las limitaciones del T. rex para ver en ambientes poco iluminados, lo cual no dice mucho sobre su capacidad para cazar fuera de que probablemente no era un depredador nocturno (lo cual no es razón para suponer que era completamente incapaz de cazar, sino que simplemente es probable que se limitara a hacerlo durante el día). Fuera de eso, Horner parece desconsiderar (o tal vez, omitir deliberadamente) algo que sí se sabía desde antes del lanzamiento del documental y que nos da pistas de que el T. rex pudo haber cazado presas vivas. Se trata del hecho de que el T. rex tenía visión binocular estereoscópica, con ojos situados en la parte alta de la cabeza y posicionados hacia el frente.

Esto le habría permitido percibir la profundidad y divisar objetos de interés desde un punto ventajoso y sin ser estorbado por su propio hocico, siendo una adaptación beneficiosa para fijar un objetivo a distancia, para permitirle enfocarse en una presa en particular cuando ésta fuese parte de un grupo más grande y para mantenerse atento a posibles obstáculos o amenazas al enfrentar a una presa potencial, resultando muy útil si ésta tiene cuernos en su cabeza o un mazo óseo en la punta de la cola.

Por supuesto, no porque un animal sea depredador debe tener visión binocular, pero encontrar esta característica en un animal carnívoro incrementa las probabilidades de que este sea el caso, ya que usualmente encontramos esta adaptación en dos tipos de animales:

1. Depredadores terrestres que utilizan el sentido de la vista para percibir la distancia entre ellos y sus presas, tales como los felinos, los caninos y las aves rapaces.

2. Animales con la capacidad de trepar árboles y que requieren percibir la distancia entre ellos y las ramas a fin de movilizarse en ese medio, tales como los primates.

Y seamos francos. No parece muy plausible que un animal carnívoro de más de 6 toneladas de peso con brazos cortos pudiese o tuviese necesidad de trepar árboles y moverse de rama en rama, ¿o sí?

Video de 3rdAxis de YouTube

Vale. Retiro lo dicho. No tengo forma de negar la evidencia cuando la tengo frente a mis ojos. Tal parece que el T. rex efectivamente es un trepador de árboles. ¿Cómo no lo vi venir?

Pero dejando el sarcasmo de lado y continuando con el programa, Horner procede a comparar los bulbos olfativos del T. rex con los de un buitre moderno, notando que ambos son muy similares. Horner indica que, como carroñeros, los buitres se valen de su agudo sentido del olfato para detectar cadáveres a distancias considerables y dado que el T. rex presenta bulbos olfativos tan desarrollados como los de los buitres de hoy, éste también debió haberse valido de su agudo sentido del olfato para detectar cadáveres a gran distancia e ir por ellos. Partiendo de esta lógica, podemos retomar el sarcasmo y decir que la punta del pico de los buitres es triangular y la punta de los dientes del T. rex también es triangular. Ilumnati confirmado.

Imagen de jhonnys_house de tenor.com

En este punto, la amnesia de Horner parece haber alcanzado un punto crítico, pues parece haber olvidado que muchos depredadores, tales como los caninos salvajes también tienen un sentido del olfato altamente desarrollado que no sólo les permite detectar presas vivas a distancias que exceden su campo visual, sino también seguir su rastro si éstas se alejan. Eso, sin mencionar que los buitres pueden permitirse recorrer grandes distancias en busca de carroña porque pueden llegar a ella volando y dado que son excelentes planeadores, gastan muy poca energía en el trayecto. El T. rex, a diferencia de los buitres, tendría que caminar hasta su comida, lo cual implicaría un mayor gasto de energía, ya que tendría que mantenerse en constante movimiento, sin mencionar la posibilidad de que para cuando un T. rex alcanzara una fuente de alimento potencial, otros carroñeros hubiesen llegado antes y consumido ya la mayoría de los restos.

Tras condenar al T. rex a llevar una vida de trotamundos casi estando a dieta, Horner dice que hasta que alguien aparezca con evidencia de lo contrario, todo apunta a que el T. rex fue 100% carroñero.

Video extraído del canal BusterPrime1 de YouTube

Parece un buen momento para convocar nuevamente al Dr. Carpenter, ¿no?

Imágenes de Discovery Channel

¿Quiere hablar sobre eso, Dr. Horner? Aún está a tiempo para salvar su dignidad, ¿sabe? Todavía quedan 16 minutos y medio de documental... ¿O debería decir, "propaganda"?

Pues creo que debería quedarme con el término "propaganda" porque luego de esto y de algunas tomas del equipo desenterrando más fósiles de T. rex y de un Edmontosaurus en las rocas de Hell Creek, Horner procede a hablar de cómo los dientes del T. rex también sugieren que era exclusivamente carroñero, recurriendo a un sacro de Triceratops hallado en 1990 con marcas de mordida en las que un diente de T. rex encaja a la perfección. Horner indica que eso prueba que el T. rex se alimentó de ese Triceratops, pero no que lo mató, lo cual es muy cierto. No obstante, es de tener en cuenta que si un T. rex tenía una cacería exitosa y mataba a otro animal del cual posteriormente se habría alimentado, hoy no habría forma de probarlo, contrario a lo que sucedería en el caso de un intento fallido en el que el T. rex atacara a la víctima sin lograr matarla y ésta viviera lo suficiente después del evento como para que las heridas producidas en el ataque sanaran, que es lo que aparentemente ocurrió con los ejemplares mencionados más arriba. Pero volviendo al programa, Horner parte de lo observado en el sacro de Triceratops para sugerir que siendo un triturador de huesos, el T. rex debió ser el tipo de carnívoro que evolucionó para mordisquear los restos de las víctimas de otros carnívoros después de que éstos hubiesen desgarrado una buena parte de la carne y el tejido.

Video de Ben Latham de YouTube

Aún sintiendo que he perdido una docena de neuronas tras escuchar esto, simplemente no puedo sacarle sentido, pues es como decir que animales conocidos por triturar o romper huesos con sus mandíbulas, tales como los lobos, las hienas, los cocodrilos y los caimanes, por mencionar algunos ejemplos, no deberían ser depredadores porque esta adaptación es indicio de que evolucionaron para mordisquear restos pese a que es evidente que son depredadores y que de hecho, se valen de ella para matar a sus presas (se ha visto por ejemplo, cómo pueden inmovilizar a sus víctimas al lesionar huesos de sus extremidades con sus fuertes mordidas). En este punto, lo que refleja Horner no es amnesia; es demencia.

A medida que concluye la expedición y con ella, el documental (gracias al cielo), Horner, inspirándose en los buitres e irónicamente, en las hienas (de las cuales se sabe que son depredadores), visualiza y presenta una nueva imagen del T. rex conforme a la información (que más bien es desinformación) que nos ha estado exponiendo a lo largo del programa. Según Horner, el T. rex, como carroñero, debió ser una criatura de aspecto repulsivo y que constantemente tuviese mal olor debido al frecuente contacto con la carne putrefacta de la que generalmente se alimentaba, lo que le habría ayudado a ahuyentar a otros carnívoros para robar su comida.

Video extraído del canal de YouTube VideosCortosAPM

Así, el Dr. Horner nos introduce a su "Thicc Rex": Una criatura bastante robusta con una cabeza roja y llena de verrugas y otras protuberancias con un cuerpo de coloración oscura y que guiada por su olfato, avanza lentamente hacia los cuerpos en descomposición de otros animales, espantando a cualquier otro ser que ya se estuviese alimentando de ellos con su apariencia abominable y dándole un giro de 180 grados al escenario que vimos al inicio como representación de la imagen popular del Tyrannosaurus rex.

El "Thicc Rex" de Horner
Imágenes de Discovery Channel

Si bien es cierto que el escenario presentado al comienzo del programa no parece del todo plausible (ya que representa al T. rex mayormente como un depredador por persecución), la visión propuesta por Horner al final lo parece menos aún por una sencilla razón:

Imagen extraída de giphy.com

Sucede que incluso los fundamentos de los que parte Horner para recrear este escenario hipotético requieren algunas correcciones. Para empezar, cabe señalar que las hienas, a las que, siendo depredadores, Horner se refiere como carroñeros y utiliza como ejemplo para sugerir que el T. rex debió espantar a otros carnívoros que se estuviesen alimentando previamente de los cadáveres con su mal olor y aspecto grotesco, no ahuyentan a sus rivales por su esencia o apariencia, sino porque pueden agredirlos e incluso, matarlos. Del mismo modo, los buitres pueden reaccionar agresivamente si se sienten presionados, especialmente cuando se aglomeran en parvadas (algo que curiosamente, se ve de forma breve en el documental), por lo que tampoco es que espanten por parecer desagradables, lo que nos lleva al mayor problema con la lógica de este argumento: es puramente subjetiva. Y es que la percepción de un animal como grotesco, majestuoso, tierno, repulsivo, etc. depende meramente de una opinión personal y no es para nada un hecho universal. Dicho esto, tal vez para Horner un buitre parezca desagradable, pero no por eso resultará desagradable para el resto del mundo, por lo que no tiene sentido tratar esto como una adaptación natural. Si bien es cierto que hay características que evolucionan como medios de comunicación visual, el punto de las mismas tiende a estar dirigido a mostrar el estado de madurez o de salud del animal, a causar la impresión de que es más grande de lo que es en realidad o a servir como una señal de peligro, por mencionar algunos ejemplos, lo cual poco tiene que ver con que los animales que las presentan sean percibidos como visualmente agradables o no (quizá, con la excepción de aquellas características que evolucionaron para resultar apelativas para el sexo opuesto). A esto cabe agregar que este no parece ser el caso de los animales que Horner utiliza de ejemplo. Por su parte, los buitres, de acuerdo a varios zoólogos, tienen la cabeza desplumada probablemente por razones asociadas a la higiene y a la termorregulación y no necesariamente a la impresión que puedan causar. En el caso de las hienas, la principal característica a destacar al momento de mantener a sus rivales a distancia es su dentadura capaz de causarles heridas serias o inclusive la muerte, siendo efectiva no por parecer desagradable, sino por ser legítimamente amenazante y peligrosa.

Y afortunadamente para mis últimas dos neuronas, con esto termina el programa...

Imágenes de Discovery Channel

Imagen extraída de giphy.com

Hazle caso a tu presidente antes de que provoques otro ataque terrorista, Horner.

Ahora, sí. Se acabó... Por fin.

Y bueno, habiendo presentado mis cuestionamientos sobre los argumentos de Horner a medida que discutía el documental, a continuación procederé a dar una opinión más general y a hacer algunas notas adicionales mientras intento recuperar mis neuronas.

Comenzaré reiterando que el documental no es malo por tratar de vender la idea de que el T. rex fue un carroñero obligado, sino por la forma en que sustenta esa idea. La mitad de los argumentos que utiliza Horner tiene cimientos muy poco sólidos y la otra mitad, parece que ni siquiera los tiene, basándose mayormente en falacias y opiniones. De hecho, Horner parece no terminar de entender la premisa que trata de divulgar, lo cual resalta cuando se tiene en cuenta que casi todos sus argumentos giran en torno a lo que podía o no podía hacer el T. rex. Para empezar, el que un animal sea carroñero no automáticamente se traduce en que sea completamente inapto para cazar. Es sabido por ejemplo, que hasta los buitres ocasionalmente matan a otros animales (usualmente, invertebrados) para alimentarse. De hecho, la línea que separa a un depredador de un carroñero en realidad es muy fina y poco distinguible y no tiene que ver tanto con lo que es capaz o no es capaz de hacer el animal como con el rol que desempeña en su ecosistema. Los depredadores generalmente mantienen la población de las especies que cazan bajo control (propiciando a su vez la estabilidad de las especies vegetales de las que éstas se alimentan), mientras que los carroñeros se encargan mayormente de "limpiar" la biomasa en descomposición (manteniendo bajo control el esparcimiento de enfermedades y ayudando a aminorar el impacto de las fluctuaciones de la disponibilidad de recursos alimentarios). Esto no significa que un carroñero no pueda practicar la depredación activa o que por el contrario, un depredador no pueda practicar la necrofagia seguidamente. Un ejemplo bastante notorio son los chacales, que pese a ser principalmente carroñeros, se sabe que también cazan especies animales usualmente más pequeñas que ellos, aunque quizá no de un modo muy significativo para el control de población del ecosistema. Asimismo, es sabido que los leones, pese a ser depredadores generalistas que contribuyen al control poblacional de varias especies herbívoras de las sabanas de África, con frecuencia tienden a consumir restos de animales no derribados por ellos. Es de tener en cuenta además que los patrones alimentarios de un animal pueden cambiar dependiendo de factores como su etapa de desarrollo, la época del año, el alimento disponible, entre otros. Teniendo estos aspectos en cuenta, lo más probable es que el T. rex haya sido tanto depredador como carroñero y actualmente, es difícil determinar si alguno de estos roles habría tenido más peso que el otro en su vida (y si siempre habría sido así o si variaba de acuerdo a las circunstancias o/y a las etapas de su desarrollo). No sé si lo hizo por desconocimiento, por irse por la vía sensacionalista o por ambas razones, pero es evidente que la noción de carroñero que propone y presenta Horner en este programa no es del todo plausible.

Por otra parte, si siguiéramos la lógica de Horner en cuanto a las características necesarias para un depredador, podríamos descartar a casi todos los terópodos carnívoros de gran tamaño (con la posible excepción del Spinosaurus, ya que parecía estar especializado en un estilo de vida mayormente acuático, presentando por tanto adaptaciones diferentes a las que vemos en las mayoría de los terópodos), pues la mayoría de ellos comparten varias similitudes con el T. rex, las cuales Horner describe como rasgos incompatibles con un estilo de vida predatorio, como por ejemplo, una anatomía de las patas traseras con el fémur más largo que la tibia (que según Horner, es indicativo de un animal lento y posiblemente, incapaz de correr, aunque sabemos que este no necesariamente es el caso) y patas delanteras no aptas para frenar caídas, con algunos de ellos, como los abelisaurios, presentando brazos aún más cortos que los del T. rex (pudiendo incluso haber sido vestigiales). Por si fuera poco, la visión binocular es poco usual fuera del linaje de los coelurosaurios (al cual pertenece el T. rex), con lo que éstos habrían tenido menos características usualmente vistas en depredadores modernos que el T. rex.

Dicho esto, respeto el trabajo del Dr. Horner en otros ámbitos de la paleontología, en los que parece ser más objetivo. Por ejemplo, gracias a él conocemos a dinosaurios como el Maiasaura y tenemos un buen entendimiento de cómo los hadrosaurios y otros dinosaurios cuidaban de sus crías y sabemos que éstos formaban nidadas comunales. También gracias a él sabemos que no todos los dinosaurios crecían igual y que algunos experimentaban cambios notables durante su desarrollo, con los juveniles y los adultos pareciendo especies diferentes en algunos casos, entre los que cabe mencionar al propio T. rex, que aparentemente, comenzaba su vida como un corredor ágil y de complexión esbelta y poco a poco pasaba a ser una mole de alrededor de 6 toneladas, por lo que hasta hace poco, varios ejemplares de T. rex subadultos habían sido identificados como miembros de una especie diferente conocida como Nanotyrannus lancensis, la cual hoy está puesta en duda. No obstante, a la hora de centrarse en el estilo de alimentación del T. rex, es evidente que Horner sólo pretende ser amarillista y llamar la atención. De hecho, en más de una ocasión ha admitido que realmente no cree que el T. rex haya sido exclusivamente carroñero y que su fin principal es incentivar el pensamiento crítico en las personas, intención que se le aplaude, pero no de la forma en la que lo está haciendo, ya que tiende a desinformar más de lo que informa, a lo que cabría agregar que ignorar hallazgos que no sustentan sus argumentos es un descaro hacia sus colegas y hacia su propio campo de estudio.

Con eso dicho, pese a que me remito bastante a la explicación de Carpenter sobre la herida en el ejemplar de Edmontosaurus DMNH 1493, estoy consciente de que en 2014 se publicó un estudio que sugiere que las vértebras de este Edmontosaurus pudieron haber sido pisoteadas por otro miembro de su especie mientras éste estaba recostado y de que en 2020 se propuso que la lesión pudo simplemente haber sido causada por movimientos inapropiados de la cola, añadiendo otras posibilidades para el origen de la herida. Pese a que para entonces no se habían sugerido estas alternativas, en el documental Horner pudo simplemente haber sugerido que la herida en este Edmontosaurus no necesariamente fue causada por un ataque de T. rex, pudiendo haber otras posibilidades en lugar de simplemente omitir toda referencia al fósil. Sólo esto hubiese hecho que el documental tuviese al menos, un poco más de sentido. Es de tener en cuenta sin embargo, un detalle interesante que podría explicar por qué no se alude al fósil de ninguna forma en el programa y es que todos los ejemplares referenciados y todos los hallazgos presentados o mencionados fueron realizados por personal del Museum of the Rockies (Museo de las Rocosas), del cual Horner era miembro entonces, así que en cierto sentido, el documental es un comercial largo para dicho museo. Considerando esto, parece acertado referirse a este programa como un trabajo de propaganda. Más criticable sin embargo, es el hecho de que Horner es el único asesor científico del documental, lo que denota un sesgo de confirmación que dificulta aún más tomarlo en serio como medio de divulgación.

Quizá como resultado de eso, en parte se siente que la visión transmitida en el programa está incompleta, pues el Dr. Horner nunca alude por ejemplo, a cómo habría interactuado el Tyrannosaurus con otros miembros de su misma especie ni a aspectos como la competencia intraespecífica por el alimento, haciendo eco de ello el hecho de que en los segmentos animados, siempre se suele ver un solo T. rex. Esto es especialmente curioso cuando se tiene en cuenta la tendencia de Horner a compararlo con los buitres, los cuales con frecuencia se aglomeran en grandes cantidades cuando la comida es abundante y comparten el botín, aunque sin dejar de establecer ciertos límites, reaccionando agresivamente entre sí si es necesario. Tratándose de un programa en el que aparentemente se procura recrear el estilo de vida del T. rex, desconsiderar u omitir estos aspectos de su comportamiento resulta contraproducente a la hora de reconstruir un escenario lo más completo posible. A eso cabe agregar que sólo se habla del T. rex en su etapa adulta y no se consideran las implicaciones de la especialización alimentaria propuesta en el programa de acuerdo a las etapas de desarrollo del T. rex, particularmente en los individuos juveniles. Si bien es cierto que en ese entonces no se tenía mucho conocimiento de la ontogenia del T. rex, ya se habían recuperado fósiles de tiranosáuridos subadultos que ofrecían pistas de que éstos eran más ágiles que los adultos, aunque no tan robustos ni tan fuertes, sugiriendo la posibilidad de que habrían tenido un estilo de vida y una alimentación diferentes (algo que parece más probable con cada descubrimiento que se realiza y se publica). El documental sin embargo, sólo se limita a rascar la superficie aludiendo a la rareza de los fósiles de individuos subadultos, sin molestarse en profundizar en lo que revelan los pocos especímenes recuperados en ese entonces, pareciendo incluso evadir el tema intencionalmente.

Fuera de eso, mentiría si dijera que el documental no tiene nada de bueno. Hay cosas que están bien hechas y aunque no compensan lo demás, hay que darle al programa mérito donde lo lleva.

Para empezar, he de admitir que me gusta la estructura del programa. Particularmente, cómo empieza mostrando una noción un tanto estandarizada que va evolucionando conforme se presenta información que parece desafiarla hasta culminar con una visión completamente diferente y no del todo popular. Se me ocurren casos en los que habría funcionado mucho mejor siendo sustentada por argumentos mucho más sólidos y mejor respaldados. De hecho, puedo imaginar una versión más plausible del programa adoptando un acercamiento más centrado en aspectos de índole ecológica para sustentar la premisa de que el T. rex pudo haber sido carroñero, como lo hicieron Graeme Ruxton y David Houston en un estudio publicado en 2003 en el que básicamente se propone que si el hábitat del T. rex proporcionaba una cantidad de carroña similar a la que proporciona el Serengueti actual, éste no tendría mucha necesidad de cazar, pues probablemente habría suficiente carroña disponible para sustentarlo. El estudio no pretende probar que el T. rex fuese exclusivamente carroñero, sino que no necesariamente tenía que ocupar un rol primario de depredador. Si "El Valle del T. rex" hubiese adoptado una premisa por esta línea probablemente habría salido un documental con una mayor calidad informativa y quizá le hubiese hecho justicia a la estructura del programa, pero la forma en que es implementada en la versión que tenemos en realidad lleva a que pierda mucho de su potencial. No obstante, se le da mérito por intentarlo.

Por otra parte, la excavación de nuevos fósiles siempre es fascinante de presenciar y la forma en que "El Valle del T. rex" nos lo presenta, es como si tuviésemos acceso exclusivo a una expedición a Hell Creek, ya que muestra casi todo el proceso de excavación, aparte de que podemos atestiguar la recuperación de varios especímenes valiosos (algunos de los cuales están decentemente preservados) como lo es por ejemplo, el apodado "G Rex", tratándose del ejemplar de Tyrannosaurus rex más antiguo conocido.

Y desde luego, los efectos visuales de los segmentos animados mostrando la vida en el Maastrichtiano en lo que hoy es la formación Hell Creek son de lo mejor que se ha visto en un documental de vida prehistórica. Pese a que el diseño de los dinosaurios está desactualizado (lo cual es comprensible, excepto por aspectos como las manos pronadas en los terópodos), los efectos y la animación recreados por la hoy clausurada Meteor Studios superan a los de muchos de los documentales que salieron en esa época e incluso rivalizan con algunos de los de ahora.

En una nota similar, cabe mencionar que la versión del T. rex cabezirojo de Horner tiene su gracia. Pese a que no está hecho para lucir del todo realista, hay puntos en los que supera a varios diseños utilizados en otros medios. Entre esos puntos, cabe resaltar que no peca de lo que en inglés se conoce como "shrink-wrapping". Es decir, no es una mera aplicación de piel sobre el esqueleto en la que se ignoran elementos como músculos, tendones, grasa, etc. Si bien es cierto que parece exagerar un poco en ese aspecto (ya que pretende transmitir una notable sensación de peso), tiene puntos por dar un paso que muchos diseñadores tendían a omitir en aquel entonces. No obstante, en mi opinión, este diseño no parece del todo propicio para un medio presuntamente educativo, pues nuevamente, no pretende ser del todo realista, sino grotesco, por lo que probablemente sería más apropiadamente implementado en un trabajo de ficción. Dicho eso, cabe agregar que verlo caminar entre un grupo de Edmontosaurus sin atacarlos es una escena que se siente de lo más natural en mi opinión. Después de todo, es de tener en cuenta que aún en el mundo actual, los animales carnívoros no están constantemente aterrorizando a todo organismo a su alrededor ni los herbívoros siempre huyen impulsivamente apenas ven a un depredador. De modo que aunque fuese depredador, el T. rex no necesariamente reaccionaría violentamente tan presto viera otro dinosaurio y los herbívoros con los que coexistía no necesariamente echarían a correr tan pronto lo interceptaran como usualmente se muestra en los medios. Dicho eso, aunque esté hecha desde un contexto cuestionable, se agradece que el documental muestre una escena que rompa ese esquema.

En conclusión, "El Valle del T. rex" es un documental estructural y visualmente decente, pero con una premisa sensacionalista tan pésimamente respaldada que impide que lo poco que tiene de bueno pueda compensar la mediocre calidad de la información presentada.

En una escala del 1 al 10, le doy un 3.

Referencias:

  1. https://archosaurmusings.wordpress.com/2011/10/19/guest-post-love-the-tyrant-not-the-hype/
  2. https://doi.org/10.2110/palo.2019.079
  3. https://www.myfossil.org/featured-fossil-triceratops-vs-tyrannosaurus/
  4. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3732924/
  5. https://www.researchgate.net/publication/290310286_Paleopathology_in_Late_Cretaceous_Hadrosauridae_from_Alberta_Canada
  6. https://www.researchgate.net/publication/40661585_Evidence_of_predatory_behavior_by_carnivorous_dinosaurs
  7. https://www.sciencenews.org/article/was-t-rex-just-big-freeloader
  8. https://www.smithsonianmag.com/science-nature/caught-in-the-act-scientists-find-a-t-rex-tooth-stuck-in-a-hadrosaur-tail-11569193/