Así como el 2022, el 2023 fue un año poco activo en el blog, pero como de costumbre, estamos aquí para cerrarlo con algunos de los descubrimientos más impactantes que se realizaron durante el mismo en cuanto al estudio de la vida mesozoica. Este listado, claro está, no comprende todos los hallazgos que se realizaron durante el año, sino un resumen de los que, en la humilde opinión del autor, destacan por sus implicaciones o simplemente, por su impacto. De modo que, en ese aspecto, el siguiente listado es bastante subjetivo y selectivo y no pretende desprestigiar otros hallazgos paleontológicos importantes realizados durante el año. Con esto dicho, comencemos.
1. Ankylosaurian Idol
Hace unos años publiqué una entrada titulada ¿Cómo sonaban los dinosaurios?, la cual recopila de una manera un tanto concisa lo que se sabía hasta entonces sobre la capacidad de los dinosaurios de vocalizar de acuerdo a lo observado en el registro fósil y a lo que se ve actualmente en el mundo natural, con la mayoría de las pruebas apuntando a que los dinosaurios probablemente habrían emitido sonidos similares a los siseos y ronquidos de los cocodrilianos, a los graznidos de los buitres o a los bufidos que emiten los avestruces con su boca cerrada debido a la poca evidencia que sugiriera que éstos contaban con un órgano fónico complejo como el de la mayoría de las aves y mamíferos de hoy. El pasado 15 de febrero se publicó un estudio bajo la autoría de Junki Yoshida y un equipo del Museo de la Universidad de Hokkaido que insta a actualizar esa conclusión. En esta nueva investigación, Yoshida y su equipo examinan una laringe fosilizada encontrada en el ejemplar IGM100/3186 del anquilosáurido asiático, Pinacosaurus grangeri. Esto de por sí es un hallazgo extraordinario, ya que dicho órgano suele ser cartilaginoso y por consiguiente, es muy difícil que se fosilice. No obstante, pese a que el fósil fue descubierto en 2005 e investigaciones previas ya habían sido realizadas sobre su función en la respiración, el estudio de Yoshida y su equipo constituye el primer esfuerzo realizado a fin de estudiar exhaustivamente esta estructura y analizar su rol en la vocalización del animal. Los autores observaron que, como en la mayoría de los reptiles, la laringe del Pinacosaurus está compuesta por huesos cricoides y aritenoides, pero éstos estaban más estructurados como la siringe de las aves, siendo más extensos y contando con articulaciones para músculos que pudieron haberlos manipulado a fin de modificar el flujo de aire a través de la garganta, permitiendo al dinosaurio emitir una variedad de sonidos. En adición, al comparar esta estructura con las de saurópsidos modernos, los investigadores descubrieron que los aritenoides del Pinacosaurus eran proporcionalmente más grandes, lo que sugiere que el animal probablemente era capaz de emitir sonidos muy fuertes. En pocas palabras, se podría decir que la laringe del Pinacosaurus parece tratarse de una especie de precursor de la siringe de las aves. Teniendo esto en consideración, el equipo, aunque no descarta la posibilidad de que esta estructura fuese una convergencia especializada de los anquilosaurios, propone que este hallazgo es un fuerte indicio de que esta estructura (o al menos, una similar) debió evolucionar antes del origen de las aves, linaje en el que eventualmente daría lugar a la siringe. Dado que las aves descienden del linaje de los saurisquios y los anquilosaurios como el Pinacosaurus son parte del linaje de los ornitisquios, es razonable teorizar que esta condición haya surgido antes de la separación de ambos grupos, lo que implicaría que sería más común en el amplio árbol filogenético de los dinosaurios. Cabe aclarar, sin embargo, que aunque esto presenta un argumento plausible para fundamentar la teoría de que los dinosaurios podían emitir determinados sonidos, dichos sonidos habrían sido más comparables a las vocalizaciones de las aves que a los rugidos y bramidos de los mamíferos que suelen usarse como base para los efectos sonoros en muchos medios audiovisuales.
El pasado 16 de febrero un equipo internacional de paleontólogos de la Universidad de Bristol y el Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de Beijing, encabezado por Zichuan Qin, publicó un estudio en la revista Nature sobre las funciones y usos de las unguales manuales (los huesos de las garras de las extremidades delanteras) de un par de grupos de terópodos maniraptores con adaptaciones distintivas en estos huesos: los alvarezsáuridos y los terizinosáuridos. El equipo de Zichuan desarrolló un enfoque computacional mediante el cual, se realizaron modelos tridimensionales de las garras de los dinosaurios a partir de tomografías computarizadas. Estos modelos posteriormente fueron puestos a prueba en cuanto a su resistencia al estrés y tensión a la hora de realizar ciertas funciones biomecánicas con relación a lo observado en las garras de animales modernos que realizan dichas funciones. En este caso, tirar, perforar y cavar. Los resultados parecen indicar que los alvarezsaurios y los terizinosaurios siguieron prácticamente, caminos evolutivos opuestos, especialmente en lo que respecta al uso de sus garras. A medida que evolucionaban, los alvaresáuridos parecían ir desarrollando brazos cada vez más cortos dotados de una sola, pero prominente y ancha garra funcional en forma de garfio que, de acuerdo a la investigación, era apta para cavar, pudiendo resistir el estrés necesario para realizar dicha acción. Esto refuerza la teoría de que estos dinosaurios se especializaban en excavar montículos y escondrijos de hormigas y otros insectos subterráneos para alimentarse de ellos. Por otra parte, los terizinosaurios iban desarrollando garras cada vez más largas, pero consecuentemente, menos resistentes al estrés. Los miembros menos derivados del grupo, como el Beipiaosaurus del Cretácico temprano, muestran una resistencia al estrés tolerable en sus unguales manuales a la hora de analizar funciones como tirar de una rama para alcanzarla, pero el Therizinosaurus del Cretácico superior no lo hace. El estudio indica que las alargadas unguales manuales del Therizinosaurus muestran muy poca resistencia al estrés y la tención en todas las funciones analizadas, lo que sugiere que sus garras eran muy frágiles y se romperían con relativa facilidad al momento de realizar las mismas, llevando a los investigadores a concluir que éstas probablemente habrían sido empleadas, más que nada, para propósitos de exhibición. Es decir, como un instrumento visual para ahuyentar rivales o depredadores potenciales o bien, para atraer pareja, de una manera no muy distinta a cómo las iguanas se valen de su saco gular.
Detrás de mis labios, cariño… ¡Para comerte mejor!
Una de las entradas más populares del blog ha sido esta, que se centra en el debate de si los dinosaurios tenían o no un integumento oral a manera de labios. La misma termina en una nota abierta, pues ambos extremos del debate parecían estar más o menos emparejados, pero el pasado 30 de marzo, se publicó por primera vez un estudio exhaustivo sobre esta temática, el cual parece inclinar la balanza a favor de la presencia de este tipo de integumento. Los autores de esta investigación, encabezada por Thomas M. Cullen, no sólo recogen los argumentos que sustentan una cobertura de tejido oral (como la presencia de forámenes nutricios y una capa de esmalte dental relativamente fina), sino que también estudiaron la estructura y los patrones de desgaste en los dientes, así como las características mandibulares de varios reptiles con y sin labios, incluyendo varanos, iguanas, tatuaras y caimanes en un amplio análisis de anatomía comparativa y una vez recopilados estos datos, fueron aplicados a los fósiles de terópodos y de cocodrilomorfos basales. Los resultados apuntan a que los dientes y la anatomía de la boca de los terópodos era mucho más parecida a la de los varanos que a la de los cocodrilos. Al igual que los varanos, no sólo los dinosaurios, sino también algunos cocodrilomorfos primitivos, como el Hesperosuchus presentan un cráneo menos rugoso que el de los cocodrilos modernos, pero con forámenes nutricios que sugieren puntos de inserción de tejido oral que a su vez proveería un espacio hermético en el que se acomodarían los dientes con la boca cerrada, a lo que se suma que los tres grupos presentan una dentadura alineada verticalmente, lo que sugiere una barrera integumentaria que los condicionaba a crecer de esta forma. El hecho de que estas características se aprecian no sólo en dinosaurios, sino también en cocodrilomorfos basales sustenta que esta era la condición ancestral de los arcosaurios y que el arreglo bucal que vemos en los cocodrilos actuales es una especialización que evolucionó más tarde en su linaje. Por otra parte, están los hallazgos relativos a la preservación de los dientes. Los autores analizaron un diente de Daspletosaurus cuya histología sugiere que no fue reemplazado por más de 500 días, pero que aun así conservó gran parte de su fina cubierta de esmalte, lo que sugiere que el mismo se mantuvo hidratado mientras estuvo en la boca del animal y entra en conflicto con lo que se ve en los dientes de los cocodrilos, los cuales tienden a dañarse más fácilmente cuando son usados debido en parte a su más deficiente hidratación por la falta de labios que contengan saliva para lubricarlos, razón por la que deben ser reemplazados con mayor regularidad. Por último, los investigadores realizaron modelos computadorizados para probar cómo funcionaría el cierre de la boca de los terópodos si éstos carecieran de tejido extraoral. Los modelos indicaron que, dada la forma de su cráneo, las mandíbulas se tendrían que aplastar entre sí o la mandíbula inferior tendría que desarticularse de su coyuntura para sellar la boca por completo, siendo escenarios muy poco plausibles. Viendo estos patrones, los autores concluyen que los terópodos contaban con tejido extraoral similar al de los varanos actuales que mantenía su dentadura cubierta, protegida y lubricada, especialmente mientras la boca permanecía cerrada.
4. ¿Qué miras? No. En serio, ¿qué miras?
Para los seres humanos, adoptar la posición de sus congéneres para ver lo que observan desde su perspectiva puede parecer tan natural que puede resultar sorprendente el hecho de que este comportamiento es poco común en la naturaleza. Esta conducta, denominada “toma de perspectiva visual” es muy útil para animales gregarios a la hora de identificar objetos de interés común, como una presa o una amenaza potencial, pudiendo marcar una diferencia significativa a la hora de sobrevivir. Sin embargo, sólo se ha identificado en algunos grupos animales diversos, como los caninos, las aves, los primates y algunos reptiles. No obstante, el pasado 19 de mayo se publicó una investigación realizada por un equipo de la Universidad de Lund en Suecia, encabezado por Claudia Zeiträg, que insta a añadir a los dinosaurios no avianos a la lista. Los autores realizaron una serie de experimentos con algunos arcosaurios modernos en cautiverio en los que se les incitaba a mirar en una dirección en particular para evaluar su capacidad de seguir la mirada de otros individuos de su misma especie, incluso a través de barreras. Los participantes consistían en caimanes y aves del grupo de los paleognatos (el cual incluye a las aves más primitivas existentes, como los avestruces, los kiwis y los ñandúes). Durante los experimentos, los caimanes no demostraron tomar la perspectiva visual de sus compañeros, aunque sí seguían la mirada de éstos hacia un punto visible. Las aves, por otra parte, demostraron una clara toma de perspectiva visual al navegar con éxito las barreras para ver lo que observaba su compañero desde su punto de vista. Comparando la neuroanatomía de los paleognatos actuales con la de dinosaurios no avianos, los investigadores notaron numerosas similitudes, lo que los llevó a concluir que la toma de perspectiva visual debió originarse en el linaje de los dinosaurios antes de que evolucionaran las aves, aunque es probable que los primeros dinosaurios no asumieran este comportamiento debido a que su configuración neuroanatómica era más similar a la de los cocodrilomorfos, cuya neuroanatomía se ha mantenido prácticamente inalterada por más de 200 millones de años. Esto a su vez implicaría que la toma de perspectiva visual surgió en los dinosaurios antes que en los mamíferos, en los que evolucionó de manera convergente en linajes distintos originados durante el Cenozoico.
5. Abriendo el telón a nuevos personajes
Como en años anteriores, la quinta “dinoticia” de este año no consistirá en una noticia en particular, sino en una recopilación de noticias sobre algunas de las nuevas especies descritas este año. Curiosamente, este año no tenemos dinosaurios en este listado, pero no por eso estas criaturas dejan de resaltar por sus implicaciones para la paleontología. Dicho esto, conozcámoslas.
Balaenognathus maeuseri, un nuevo pterosaurio filtrador
Comenzamos con Balaenognathus maeuseri, un pterosaurio ctenocasmátido, del cual se recuperó un esqueleto bastante bien preservado en la formación Torleite de Alemania, datando del Jurásico superior. Éste fue descrito el pasado 21 de enero por un equipo encabezado por David M. Martill. La razón por la que resalta el Balaenognathus es porque ofrece una nueva mina de información sobre los ctenocasmátidos con adaptaciones para la alimentación por filtración. Aunque no es el primero descubierto con este tipo de adaptaciones, su configuración bucal es bastante distintiva. Éste presenta un pico curvado hacia arriba y en forma de cuchara que probablemente utilizaba para canalizar el agua y, en adición, estaba repleto de dientes bastante derechos y alineados verticalmente que habrían servido para filtrar el exceso de líquido, dejando a la presa atrapada en su boca. Algunos de los dientes presentan un gancho en el extremo, algo nunca antes visto en un pterosaurio y que sus descriptores deducen que habrían funcionado como anzuelos para atrapar pequeños crustáceos, de modo que no se escabulleran entre la dentadura. Las características vistas en el Balaenognathus nos dan pistas sobre cómo la evolución de los ctenocasmátidos se ramificaba, dando origen a nuevas formas con especializaciones distintas y aptas para explotar diferentes nichos ecológicos, brindándonos una idea de lo realmente diversos que eran estos poco convencionales pterosaurios.
El ictiosaurio más antiguo conocido
Durante años, los paleontólogos han pensado que los ictiosaurios (reptiles marinos que desarrollaron forma de pez) evolucionaron a principios del Triásico, pues los fósiles más antiguos de estos animales encontrados hasta ahora datan de alrededor de 248 millones de años, siendo poco posteriores a la gran extinción pérmica, ocurrida hace casi 252 millones de años. Esto condujo a la teoría de que los ancestros de este exitoso grupo se vieron obligados a trasladarse al agua tras el evento de extinción en busca de mejores oportunidades de sobrevivir. Sin embargo, un nuevo descubrimiento publicado en la revista Current Biology el pasado 13 de marzo por un equipo encabezado por Benjamin P. Kear insta a revisar esa teoría. Se trata de 11 vértebras recuperadas en el valle de Flower de la isla Spitsbergen, al norte de Noruega, cuyas rocas datan de alrededor de 250 millones de años. Estos fósiles no fueron asignados a un género y especie nombrado, pero presentan la inconfundible forma de vértebras de ictiosaurio. Lo más intrigante para los paleontólogos, sin embargo, es que las vértebras se asemejan más a las de ictiosaurios derivados que a las de miembros basales del grupo, lo que se traduce en que parecían pertenecer a un animal que ya estaba completamente adaptado a la vida en el océano. Esto implica que los ictiosaurios se habían diversificado y adaptado al mar mucho antes de lo previamente pensado y teniendo en cuenta la escala temporal estimada para la transición evolutiva de animales terrestres a criaturas acuáticas, los autores concluyen que lo más probable es que los ictiosaurios hayan tenido un origen pre-mesozoico, habiendo evolucionado en el Pérmico y sobrevivido al evento de extinción en lugar de haber surgido tras el mismo.
Mambachiton fiandohana: Un avemetatarsaliano basal
Es sabido que los arcosaurios se dividen en dos grandes grupos: los pseudosuquios, que incluyen el linaje que condujo a los cocodrilianos modernos, y los avemetatarsalianos, que incluyen a los ornitodiros (el linaje que condujo a los dinosaurios y pterosaurios) y a los afanosaurios, como el Teleocrater. Sin embargo, es poco el material fósil que se ha podido recuperar de los miembros más basales de ambas ramas. El pasado 25 de julio, sin embargo, un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Sterling J. Nesbitt describió lo que parece tratarse del avemetatarsaliano más basal conocido hasta la fecha. El material descrito consiste en huesos postcraneales de un par de ejemplares que fueron excavados entre 1997 y 2003 en la formación Makay de Madagascar. La nueva especie se trata de un animal de no más de 2 metros de largo y recibió el nombre de Mambachiton fiandohana, que significa: “armadura de cocodrilo” en alusión a osteodermos que fueron recuperados entre el material, lo que indica que los avemetatarsalianos eran ancestralmente blindados, atributo que perderían con la evolución, pero que volverían a recuperar de manera independiente en varios linajes derivados. Con esto, el Mambachiton apenas empieza a rellenar algunos agujeros en la historia evolutiva de los ornitodiros, pero seguramente será objeto de futuras investigaciones que ayudarán a seguir esclareciéndola.
Megapterygius wakayamaensis: Un mosasaurio que se creeía ictiosaurio
Durante mucho tiempo se pensó que los anteriormente mencionados ictiosaurios fueron los reptiles que se adaptaron más eficazmente a la vida marina al emular anatómicamente a los peces luego de que sus ancestros retornaron al agua. De ahí su nombre (ictiosaurio significa: “lagarto pez”). No obstante, ahora sabemos que no fueron los únicos. El pasado 11 de diciembre se publicó la descripción de un esqueleto bastante bien preservado de un mosasaurio de alrededor de 6 metros de largo, encontrado en la formación Toyajo de Wakayama, Japón. De hecho, el fósil se trata del mosasaurio más completo y mejor conservado encontrado en Japón hasta la fecha y fue descubierto en 2006 por Akihiro Misaki, quien participó en el estudio descriptivo recientemente publicado, el cual fue encabezado por Takuya Konishi. La extraordinaria preservación del material permitió identificar características poco usuales entre los fósiles de mosasaurio encontrados hasta ahora, lo que supuso un reto a la hora de clasificarlo. Por ejemplo, sus aletas traseras parecen ser más largas que las delanteras, las cuales a su vez son más largas que su cráneo. De ahí que le dieran el nombre: Megapterygius wakayamaensis, que significa: “Gran alado de Wakayama”. Los autores teorizan que las grandes aletas delanteras podrían haber ayudado al animal a realizar maniobras rápidas, mientras que las aún mayores aletas traseras podrían haber sido útiles para generar propulsión vertical a fin de ayudarlo a sumergirse o a salir a la superficie rápidamente. Adicionalmente, las espinas neurales de sus vértebras dorsales presentan un cambio de orientación repentino tras lo que sería su centro de gravedad, característica también apreciable en los actuales delfínidos, donde corresponde a la base de su aleta dorsal. Teniendo esto en cuenta, los autores hipotetizan que el Megapterygius pudo haber tenido una aleta dorsal similar a la vista en los ictiosaurios y los delfínidos modernos, la cual pudo haberle proporcionado estabilidad mientras se movía bajo el agua. De ser correcta esta hipótesis, sería la primera vez que se identifica tal característica en un mosasaurio. Con todo esto, el Megapterygius parece contar con rasgos propios de los ictiosaurios, pero no deja de presentar características distintivas de los mosasaurios, tales como la típica forma y proporciones del cráneo de éstos, aparte de que comparte sinapomorfías con varios miembros de la subfamilia de los mosasaurinos, lo que llevó a los investigadores a clasificarlo dentro de ésta. De modo que lo observado en el Megapterygius parece sugerir que el grupo estaba diversificándose en formas cada vez más hidrodinámicas, como lo hicieron los ictiosaurios en una época anterior.
Habiendo culminado con el resumen de noticias del año, quisiera disculparme por el largo silencio que ha habido en el blog últimamente. Me gustaría cambiar esa situación, pero me temo que no estoy en posición de prometer que así será. En su lugar, aviso que el blog permanecerá inactivo por un tiempo indeterminado. Esto no necesariamente significa que esta será la última entrada que verán en él (después de todo, aún tengo algunas ideas para entradas que me gustaría publicar en un futuro), pero en vista a la poca dedicación que le he podido dar durante el último par de años, creo que lo más sensato es suspender la actividad hasta que pueda invertir el tiempo que me gustaría en “el rincón de un dinofriki”. De modo que, por el momento, no digo adiós, sino hasta luego.
Fuentes:
- https://phys.org/news/2023-02-larynx-fossil-dinosaur-capable-bird-like.html
- https://www.nature.com/articles/s42003-023-04513-x#Sec9
- https://phys.org/news/2023-02-dinosaurs-claws-display.html
- https://www.nature.com/articles/s42003-023-04552-4
- https://phys.org/news/2023-05-dinosaurs-perspectives.html
- https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adf0405
- https://www.sciencetimes.com/articles/44138/20230604/visual-perspective-taking-originated-dinosaurs-long-before-evolved-mammals-study.htm
- https://markwitton-com.blogspot.com/2023/03/new-paper-fresh-evidence-and-novel.html?m=1
- https://phys.org/news/2023-03-predatory-dinosaurs-rex-sported-lizard-like.html
- https://www.sciencealert.com/tyrannosaurus-rex-had-lips-like-a-lizard-scientists-reveal
- https://link.springer.com/article/10.1007/s12542-022-00644-4
- https://www.sci.news/paleontology/balaenognathus-maeuseri-11586.html
- https://doi.org/10.1016/j.cub.2022.12.053
- https://www.europapress.es/ciencia/ruinas-y-fosiles/noticia-fosiles-ictiosario-alejan-origen-reptiles-marinos-20230313183211.html
- https://academic.oup.com/zoolinnean/article/199/2/327/7231066?login=false
- https://www.sci.news/paleontology/mambachiton-fiandohana-12130.html
- https://www.sci.news/paleontology/megapterygius-wakayamaensis-12526.html
- https://www.uc.edu/news/articles/2023/12/uc-paleontologist-describes-wakayama-blue-dragon-that-ruled-prehistoric-waters-off-japan.html
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