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31 de diciembre de 2023

Las 5 Dinoticias más Relevantes del 2023

Así como el 2022, el 2023 fue un año poco activo en el blog, pero como de costumbre, estamos aquí para cerrarlo con algunos de los descubrimientos más impactantes que se realizaron durante el mismo en cuanto al estudio de la vida mesozoica. Este listado, claro está, no comprende todos los hallazgos que se realizaron durante el año, sino un resumen de los que, en la humilde opinión del autor, destacan por sus implicaciones o simplemente, por su impacto. De modo que, en ese aspecto, el siguiente listado es bastante subjetivo y selectivo y no pretende desprestigiar otros hallazgos paleontológicos importantes realizados durante el año. Con esto dicho, comencemos.

1. Ankylosaurian Idol

"Pinny Barnes" canta a gritos en el horizonte
Gif extraído de la miniserie "Dinotopia", de Hallmark Entertainment
Fondo originario del video "Big Enough", lanzado por Terrible Records

Hace unos años publiqué una entrada titulada ¿Cómo sonaban los dinosaurios?, la cual recopila de una manera un tanto concisa lo que se sabía hasta entonces sobre la capacidad de los dinosaurios de vocalizar de acuerdo a lo observado en el registro fósil y a lo que se ve actualmente en el mundo natural, con la mayoría de las pruebas apuntando a que los dinosaurios probablemente habrían emitido sonidos similares a los siseos y ronquidos de los cocodrilianos, a los graznidos de los buitres o a los bufidos que emiten los avestruces con su boca cerrada debido a la poca evidencia que sugiriera que éstos contaban con un órgano fónico complejo como el de la mayoría de las aves y mamíferos de hoy. El pasado 15 de febrero se publicó un estudio bajo la autoría de Junki Yoshida y un equipo del Museo de la Universidad de Hokkaido que insta a actualizar esa conclusión. En esta nueva investigación, Yoshida y su equipo examinan una laringe fosilizada encontrada en el ejemplar IGM100/3186 del anquilosáurido asiático, Pinacosaurus grangeri. Esto de por sí es un hallazgo extraordinario, ya que dicho órgano suele ser cartilaginoso y por consiguiente, es muy difícil que se fosilice. No obstante, pese a que el fósil fue descubierto en 2005 e investigaciones previas ya habían sido realizadas sobre su función en la respiración, el estudio de Yoshida y su equipo constituye el primer esfuerzo realizado a fin de estudiar exhaustivamente esta estructura y analizar su rol en la vocalización del animal. Los autores observaron que, como en la mayoría de los reptiles, la laringe del Pinacosaurus está compuesta por huesos cricoides y aritenoides, pero éstos estaban más estructurados como la siringe de las aves, siendo más extensos y contando con articulaciones para músculos que pudieron haberlos manipulado a fin de modificar el flujo de aire a través de la garganta, permitiendo al dinosaurio emitir una variedad de sonidos. En adición, al comparar esta estructura con las de saurópsidos modernos, los investigadores descubrieron que los aritenoides del Pinacosaurus eran proporcionalmente más grandes, lo que sugiere que el animal probablemente era capaz de emitir sonidos muy fuertes. En pocas palabras, se podría decir que la laringe del Pinacosaurus parece tratarse de una especie de precursor de la siringe de las aves. Teniendo esto en consideración, el equipo, aunque no descarta la posibilidad de que esta estructura fuese una convergencia especializada de los anquilosaurios, propone que este hallazgo es un fuerte indicio de que esta estructura (o al menos, una similar) debió evolucionar antes del origen de las aves, linaje en el que eventualmente daría lugar a la siringe. Dado que las aves descienden del linaje de los saurisquios y los anquilosaurios como el Pinacosaurus son parte del linaje de los ornitisquios, es razonable teorizar que esta condición haya surgido antes de la separación de ambos grupos, lo que implicaría que sería más común en el amplio árbol filogenético de los dinosaurios. Cabe aclarar, sin embargo, que aunque esto presenta un argumento plausible para fundamentar la teoría de que los dinosaurios podían emitir determinados sonidos, dichos sonidos habrían sido más comparables a las vocalizaciones de las aves que a los rugidos y bramidos de los mamíferos que suelen usarse como base para los efectos sonoros en muchos medios audiovisuales.

2. ¡Abuela, qué garras tan grandes tienes!
    Son sólo para exhibición, cariño.

Un Therizinosaurus exhibiendo sus garras
Arte de Luis Rey

El pasado 16 de febrero un equipo internacional de paleontólogos de la Universidad de Bristol y el Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de Beijing, encabezado por Zichuan Qin, publicó un estudio en la revista Nature sobre las funciones y usos de las unguales manuales (los huesos de las garras de las extremidades delanteras) de un par de grupos de terópodos maniraptores con adaptaciones distintivas en estos huesos: los alvarezsáuridos y los terizinosáuridos. El equipo de Zichuan desarrolló un enfoque computacional mediante el cual, se realizaron modelos tridimensionales de las garras de los dinosaurios a partir de tomografías computarizadas. Estos modelos posteriormente fueron puestos a prueba en cuanto a su resistencia al estrés y tensión a la hora de realizar ciertas funciones biomecánicas con relación a lo observado en las garras de animales modernos que realizan dichas funciones. En este caso, tirar, perforar y cavar. Los resultados parecen indicar que los alvarezsaurios y los terizinosaurios siguieron prácticamente, caminos evolutivos opuestos, especialmente en lo que respecta al uso de sus garras. A medida que evolucionaban, los alvaresáuridos parecían ir desarrollando brazos cada vez más cortos dotados de una sola, pero prominente y ancha garra funcional en forma de garfio que, de acuerdo a la investigación, era apta para cavar, pudiendo resistir el estrés necesario para realizar dicha acción. Esto refuerza la teoría de que estos dinosaurios se especializaban en excavar montículos y escondrijos de hormigas y otros insectos subterráneos para alimentarse de ellos. Por otra parte, los terizinosaurios iban desarrollando garras cada vez más largas, pero consecuentemente, menos resistentes al estrés. Los miembros menos derivados del grupo, como el Beipiaosaurus del Cretácico temprano, muestran una resistencia al estrés tolerable en sus unguales manuales a la hora de analizar funciones como tirar de una rama para alcanzarla, pero el Therizinosaurus del Cretácico superior no lo hace. El estudio indica que las alargadas unguales manuales del Therizinosaurus muestran muy poca resistencia al estrés y la tención en todas las funciones analizadas, lo que sugiere que sus garras eran muy frágiles y se romperían con relativa facilidad al momento de realizar las mismas, llevando a los investigadores a concluir que éstas probablemente habrían sido empleadas, más que nada, para propósitos de exhibición. Es decir, como un instrumento visual para ahuyentar rivales o depredadores potenciales o bien, para atraer pareja, de una manera no muy distinta a cómo las iguanas se valen de su saco gular.

3. Abuela, ¿dónde están tus dientes?
    Detrás de mis labios, cariño… ¡Para comerte mejor!

Un Tyrannosaurus con "labios" de varano
Arte de Allan Palmer

Una de las entradas más populares del blog ha sido esta, que se centra en el debate de si los dinosaurios tenían o no un integumento oral a manera de labios. La misma termina en una nota abierta, pues ambos extremos del debate parecían estar más o menos emparejados, pero el pasado 30 de marzo, se publicó por primera vez un estudio exhaustivo sobre esta temática, el cual parece inclinar la balanza a favor de la presencia de este tipo de integumento. Los autores de esta investigación, encabezada por Thomas M. Cullen, no sólo recogen los argumentos que sustentan una cobertura de tejido oral (como la presencia de forámenes nutricios y una capa de esmalte dental relativamente fina), sino que también estudiaron la estructura y los patrones de desgaste en los dientes, así como las características mandibulares de varios reptiles con y sin labios, incluyendo varanos, iguanas, tatuaras y caimanes en un amplio análisis de anatomía comparativa y una vez recopilados estos datos, fueron aplicados a los fósiles de terópodos y de cocodrilomorfos basales. Los resultados apuntan a que los dientes y la anatomía de la boca de los terópodos era mucho más parecida a la de los varanos que a la de los cocodrilos. Al igual que los varanos, no sólo los dinosaurios, sino también algunos cocodrilomorfos primitivos, como el Hesperosuchus presentan un cráneo menos rugoso que el de los cocodrilos modernos, pero con forámenes nutricios que sugieren puntos de inserción de tejido oral que a su vez proveería un espacio hermético en el que se acomodarían los dientes con la boca cerrada, a lo que se suma que los tres grupos presentan una dentadura alineada verticalmente, lo que sugiere una barrera integumentaria que los condicionaba a crecer de esta forma. El hecho de que estas características se aprecian no sólo en dinosaurios, sino también en cocodrilomorfos basales sustenta que esta era la condición ancestral de los arcosaurios y que el arreglo bucal que vemos en los cocodrilos actuales es una especialización que evolucionó más tarde en su linaje. Por otra parte, están los hallazgos relativos a la preservación de los dientes. Los autores analizaron un diente de Daspletosaurus cuya histología sugiere que no fue reemplazado por más de 500 días, pero que aun así conservó gran parte de su fina cubierta de esmalte, lo que sugiere que el mismo se mantuvo hidratado mientras estuvo en la boca del animal y entra en conflicto con lo que se ve en los dientes de los cocodrilos, los cuales tienden a dañarse más fácilmente cuando son usados debido en parte a su más deficiente hidratación por la falta de labios que contengan saliva para lubricarlos, razón por la que deben ser reemplazados con mayor regularidad. Por último, los investigadores realizaron modelos computadorizados para probar cómo funcionaría el cierre de la boca de los terópodos si éstos carecieran de tejido extraoral. Los modelos indicaron que, dada la forma de su cráneo, las mandíbulas se tendrían que aplastar entre sí o la mandíbula inferior tendría que desarticularse de su coyuntura para sellar la boca por completo, siendo escenarios muy poco plausibles. Viendo estos patrones, los autores concluyen que los terópodos contaban con tejido extraoral similar al de los varanos actuales que mantenía su dentadura cubierta, protegida y lubricada, especialmente mientras la boca permanecía cerrada.

4. ¿Qué miras? No. En serio, ¿qué miras?

Un Utahraptor y su cría observan un objeto de interés desde el mismo ángulo
Arte de Wingedwolf94 de ArtSatation

Para los seres humanos, adoptar la posición de sus congéneres para ver lo que observan desde su perspectiva puede parecer tan natural que puede resultar sorprendente el hecho de que este comportamiento es poco común en la naturaleza. Esta conducta, denominada “toma de perspectiva visual” es muy útil para animales gregarios a la hora de identificar objetos de interés común, como una presa o una amenaza potencial, pudiendo marcar una diferencia significativa a la hora de sobrevivir. Sin embargo, sólo se ha identificado en algunos grupos animales diversos, como los caninos, las aves, los primates y algunos reptiles. No obstante, el pasado 19 de mayo se publicó una investigación realizada por un equipo de la Universidad de Lund en Suecia, encabezado por Claudia Zeiträg, que insta a añadir a los dinosaurios no avianos a la lista. Los autores realizaron una serie de experimentos con algunos arcosaurios modernos en cautiverio en los que se les incitaba a mirar en una dirección en particular para evaluar su capacidad de seguir la mirada de otros individuos de su misma especie, incluso a través de barreras. Los participantes consistían en caimanes y aves del grupo de los paleognatos (el cual incluye a las aves más primitivas existentes, como los avestruces, los kiwis y los ñandúes). Durante los experimentos, los caimanes no demostraron tomar la perspectiva visual de sus compañeros, aunque sí seguían la mirada de éstos hacia un punto visible. Las aves, por otra parte, demostraron una clara toma de perspectiva visual al navegar con éxito las barreras para ver lo que observaba su compañero desde su punto de vista. Comparando la neuroanatomía de los paleognatos actuales con la de dinosaurios no avianos, los investigadores notaron numerosas similitudes, lo que los llevó a concluir que la toma de perspectiva visual debió originarse en el linaje de los dinosaurios antes de que evolucionaran las aves, aunque es probable que los primeros dinosaurios no asumieran este comportamiento debido a que su configuración neuroanatómica era más similar a la de los cocodrilomorfos, cuya neuroanatomía se ha mantenido prácticamente inalterada por más de 200 millones de años. Esto a su vez implicaría que la toma de perspectiva visual surgió en los dinosaurios antes que en los mamíferos, en los que evolucionó de manera convergente en linajes distintos originados durante el Cenozoico.

5. Abriendo el telón a nuevos personajes

Como en años anteriores, la quinta “dinoticia” de este año no consistirá en una noticia en particular, sino en una recopilación de noticias sobre algunas de las nuevas especies descritas este año. Curiosamente, este año no tenemos dinosaurios en este listado, pero no por eso estas criaturas dejan de resaltar por sus implicaciones para la paleontología. Dicho esto, conozcámoslas.

Balaenognathus maeuseri, un nuevo pterosaurio filtrador

Arte de Hyrotrioskjan de Deviantart

Comenzamos con Balaenognathus maeuseri, un pterosaurio ctenocasmátido, del cual se recuperó un esqueleto bastante bien preservado en la formación Torleite de Alemania, datando del Jurásico superior. Éste fue descrito el pasado 21 de enero por un equipo encabezado por David M. Martill. La razón por la que resalta el Balaenognathus es porque ofrece una nueva mina de información sobre los ctenocasmátidos con adaptaciones para la alimentación por filtración. Aunque no es el primero descubierto con este tipo de adaptaciones, su configuración bucal es bastante distintiva. Éste presenta un pico curvado hacia arriba y en forma de cuchara que probablemente utilizaba para canalizar el agua y, en adición, estaba repleto de dientes bastante derechos y alineados verticalmente que habrían servido para filtrar el exceso de líquido, dejando a la presa atrapada en su boca. Algunos de los dientes presentan un gancho en el extremo, algo nunca antes visto en un pterosaurio y que sus descriptores deducen que habrían funcionado como anzuelos para atrapar pequeños crustáceos, de modo que no se escabulleran entre la dentadura. Las características vistas en el Balaenognathus nos dan pistas sobre cómo la evolución de los ctenocasmátidos se ramificaba, dando origen a nuevas formas con especializaciones distintas y aptas para explotar diferentes nichos ecológicos, brindándonos una idea de lo realmente diversos que eran estos poco convencionales pterosaurios.

El ictiosaurio más antiguo conocido

Arte de Esther van Hulsen

Durante años, los paleontólogos han pensado que los ictiosaurios (reptiles marinos que desarrollaron forma de pez) evolucionaron a principios del Triásico, pues los fósiles más antiguos de estos animales encontrados hasta ahora datan de alrededor de 248 millones de años, siendo poco posteriores a la gran extinción pérmica, ocurrida hace casi 252 millones de años. Esto condujo a la teoría de que los ancestros de este exitoso grupo se vieron obligados a trasladarse al agua tras el evento de extinción en busca de mejores oportunidades de sobrevivir. Sin embargo, un nuevo descubrimiento publicado en la revista Current Biology el pasado 13 de marzo por un equipo encabezado por Benjamin P. Kear insta a revisar esa teoría. Se trata de 11 vértebras recuperadas en el valle de Flower de la isla Spitsbergen, al norte de Noruega, cuyas rocas datan de alrededor de 250 millones de años. Estos fósiles no fueron asignados a un género y especie nombrado, pero presentan la inconfundible forma de vértebras de ictiosaurio. Lo más intrigante para los paleontólogos, sin embargo, es que las vértebras se asemejan más a las de ictiosaurios derivados que a las de miembros basales del grupo, lo que se traduce en que parecían pertenecer a un animal que ya estaba completamente adaptado a la vida en el océano. Esto implica que los ictiosaurios se habían diversificado y adaptado al mar mucho antes de lo previamente pensado y teniendo en cuenta la escala temporal estimada para la transición evolutiva de animales terrestres a criaturas acuáticas, los autores concluyen que lo más probable es que los ictiosaurios hayan tenido un origen pre-mesozoico, habiendo evolucionado en el Pérmico y sobrevivido al evento de extinción en lugar de haber surgido tras el mismo.

Mambachiton fiandohana: Un avemetatarsaliano basal

Arte de Matt Celeskey

Es sabido que los arcosaurios se dividen en dos grandes grupos: los pseudosuquios, que incluyen el linaje que condujo a los cocodrilianos modernos, y los avemetatarsalianos, que incluyen a los ornitodiros (el linaje que condujo a los dinosaurios y pterosaurios) y a los afanosaurios, como el Teleocrater. Sin embargo, es poco el material fósil que se ha podido recuperar de los miembros más basales de ambas ramas. El pasado 25 de julio, sin embargo, un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Sterling J. Nesbitt describió lo que parece tratarse del avemetatarsaliano más basal conocido hasta la fecha. El material descrito consiste en huesos postcraneales de un par de ejemplares que fueron excavados entre 1997 y 2003 en la formación Makay de Madagascar. La nueva especie se trata de un animal de no más de 2 metros de largo y recibió el nombre de Mambachiton fiandohana, que significa: “armadura de cocodrilo” en alusión a osteodermos que fueron recuperados entre el material, lo que indica que los avemetatarsalianos eran ancestralmente blindados, atributo que perderían con la evolución, pero que volverían a recuperar de manera independiente en varios linajes derivados. Con esto, el Mambachiton apenas empieza a rellenar algunos agujeros en la historia evolutiva de los ornitodiros, pero seguramente será objeto de futuras investigaciones que ayudarán a seguir esclareciéndola.

Megapterygius wakayamaensis: Un mosasaurio que se creeía ictiosaurio

Diagrama por Takumi

Durante mucho tiempo se pensó que los anteriormente mencionados ictiosaurios fueron los reptiles que se adaptaron más eficazmente a la vida marina al emular anatómicamente a los peces luego de que sus ancestros retornaron al agua. De ahí su nombre (ictiosaurio significa: “lagarto pez”). No obstante, ahora sabemos que no fueron los únicos. El pasado 11 de diciembre se publicó la descripción de un esqueleto bastante bien preservado de un mosasaurio de alrededor de 6 metros de largo, encontrado en la formación Toyajo de Wakayama, Japón. De hecho, el fósil se trata del mosasaurio más completo y mejor conservado encontrado en Japón hasta la fecha y fue descubierto en 2006 por Akihiro Misaki, quien participó en el estudio descriptivo recientemente publicado, el cual fue encabezado por Takuya Konishi. La extraordinaria preservación del material permitió identificar características poco usuales entre los fósiles de mosasaurio encontrados hasta ahora, lo que supuso un reto a la hora de clasificarlo. Por ejemplo, sus aletas traseras parecen ser más largas que las delanteras, las cuales a su vez son más largas que su cráneo. De ahí que le dieran el nombre: Megapterygius wakayamaensis, que significa: “Gran alado de Wakayama”. Los autores teorizan que las grandes aletas delanteras podrían haber ayudado al animal a realizar maniobras rápidas, mientras que las aún mayores aletas traseras podrían haber sido útiles para generar propulsión vertical a fin de ayudarlo a sumergirse o a salir a la superficie rápidamente. Adicionalmente, las espinas neurales de sus vértebras dorsales presentan un cambio de orientación repentino tras lo que sería su centro de gravedad, característica también apreciable en los actuales delfínidos, donde corresponde a la base de su aleta dorsal. Teniendo esto en cuenta, los autores hipotetizan que el Megapterygius pudo haber tenido una aleta dorsal similar a la vista en los ictiosaurios y los delfínidos modernos, la cual pudo haberle proporcionado estabilidad mientras se movía bajo el agua. De ser correcta esta hipótesis, sería la primera vez que se identifica tal característica en un mosasaurio. Con todo esto, el Megapterygius parece contar con rasgos propios de los ictiosaurios, pero no deja de presentar características distintivas de los mosasaurios, tales como la típica forma y proporciones del cráneo de éstos, aparte de que comparte sinapomorfías con varios miembros de la subfamilia de los mosasaurinos, lo que llevó a los investigadores a clasificarlo dentro de ésta. De modo que lo observado en el Megapterygius parece sugerir que el grupo estaba diversificándose en formas cada vez más hidrodinámicas, como lo hicieron los ictiosaurios en una época anterior.

Habiendo culminado con el resumen de noticias del año, quisiera disculparme por el largo silencio que ha habido en el blog últimamente. Me gustaría cambiar esa situación, pero me temo que no estoy en posición de prometer que así será. En su lugar, aviso que el blog permanecerá inactivo por un tiempo indeterminado. Esto no necesariamente significa que esta será la última entrada que verán en él (después de todo, aún tengo algunas ideas para entradas que me gustaría publicar en un futuro, aunque eso también dependerá del interés que vea por parte de potenciales lectores), pero en vista a la poca dedicación que le he podido dar durante el último par de años, creo que lo más sensato es suspender la actividad hasta que pueda invertir el tiempo que me gustaría en “el rincón de un dinofriki”. De modo que, por el momento, no digo adiós, sino hasta luego.

Fuentes:

  1. https://phys.org/news/2023-02-larynx-fossil-dinosaur-capable-bird-like.html
  2. https://www.nature.com/articles/s42003-023-04513-x#Sec9
  3. https://phys.org/news/2023-02-dinosaurs-claws-display.html
  4. https://www.nature.com/articles/s42003-023-04552-4
  5. https://phys.org/news/2023-05-dinosaurs-perspectives.html
  6. https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adf0405
  7. https://www.sciencetimes.com/articles/44138/20230604/visual-perspective-taking-originated-dinosaurs-long-before-evolved-mammals-study.htm
  8. https://markwitton-com.blogspot.com/2023/03/new-paper-fresh-evidence-and-novel.html?m=1
  9. https://phys.org/news/2023-03-predatory-dinosaurs-rex-sported-lizard-like.html
  10. https://www.sciencealert.com/tyrannosaurus-rex-had-lips-like-a-lizard-scientists-reveal
  11. https://link.springer.com/article/10.1007/s12542-022-00644-4
  12. https://www.sci.news/paleontology/balaenognathus-maeuseri-11586.html
  13. https://doi.org/10.1016/j.cub.2022.12.053
  14. https://www.europapress.es/ciencia/ruinas-y-fosiles/noticia-fosiles-ictiosario-alejan-origen-reptiles-marinos-20230313183211.html
  15. https://academic.oup.com/zoolinnean/article/199/2/327/7231066?login=false
  16. https://www.sci.news/paleontology/mambachiton-fiandohana-12130.html
  17. https://www.sci.news/paleontology/megapterygius-wakayamaensis-12526.html
  18. https://www.uc.edu/news/articles/2023/12/uc-paleontologist-describes-wakayama-blue-dragon-that-ruled-prehistoric-waters-off-japan.html

20 de mayo de 2023

El “Ubirajara” finalmente vuelve a casa

En diciembre de 2020 se publicó un estudio describiendo los fósiles de un pequeño terópodo retenidos en las colecciones del Museo Estatal de Historia Natural de Karlsruhe en Alemania. El terópodo en cuestión, conocido por un esqueleto parcial que incluye varias vértebras y costillas del cuello y el lomo y casi todos los huesos del brazo izquierdo, así como una capa de protoplumas bastante bien preservadas, fue nombrado “Ubirajara jubatus”, que significa: “Señor de la lanza melenudo” en alusión a una serie de filamentos notablemente extensos y rígidos que parecen extenderse desde el área de los hombros.

Izquierda: Fósil de "Ubirajara". Fotografía por Felipe L. Pinheiro
Derecha: Reconstrucción artística de "Ubirajara". Arte de Pavel Galvan

Sin embargo, la historia de este descubrimiento es un tanto nebulosa. Los fósiles de este pequeño dinosaurio fueron originalmente descubiertos en Brasil (lo que lo convierte en el primer dinosaurio no aviano con integumento filamentoso encontrado en Suramérica), antes de haber sido importados a Alemania en 1995. No obstante, es de tener en cuenta que la exportación de fósiles, en conjunto con la falta de participación de paleontólogos nativos en artículos científicos sobre material extraído en el suelo del país, constituye una violación a las leyes brasileñas sobre el manejo de sus recursos paleontológicos. Dado que el estudio del “Ubirajara” incumple con estas indicaciones, su publicación ha sido objeto de polémica.

Los autores del artículo alegaban tener un permiso otorgado por un funcionario del Departamento de Producción Mineral de Brasil para la exportación de los fósiles, pero el mismo, tras que no es específico en cuanto al material exportado, se concedió sin seguir los debidos procesos legales, haciéndolo inválido. Por lo tanto, la importación de este material a Alemania se realizó de manera ilegal. En adición, las acciones de los publicadores y del personal del Museo Estatal de Historia Natural de Karlsruhe se han considerado como un acto de colonialismo paleontológico, práctica en la que profesionales de la paleontología de naciones económicamente poderosas se apropian de fósiles encontrados en países de menor ingreso sin dar a los científicos nativos de éstos la oportunidad de estudiarlos. Esto ha hecho de este caso uno de los más abordados por sus implicaciones éticas.

Como consecuencia, en septiembre de 2021, el estudio fue permanentemente retirado de la revista científica Cretaceous Research, donde fue publicado y el nombre “Ubirajara jubatus” pasó a ser informal y actualmente, no tiene significado nomenclatural (por eso el uso de las comillas). No obstante, la controversia no paró ahí. Desde que la naturaleza de los fósiles salió a la luz, múltiples entidades han solicitado que éstos sean regresados a Brasil, donde puedan ser conservados y estudiados de manera legítima.

Finalmente, en julio de 2022, el estado alemán de Baden-Württemberg, donde se encuentra el museo de Karlsruhe, declaró que los fósiles serían devueltos a Brasil y el actual mes de mayo de 2023, se anunció que la devolución se haría al Museo Nacional de Río de Janeiro en junio de este mismo año, el cual está en proceso de reconstrucción tras haber sufrido un incendio en 2018 y espera el material del "Ubirajara" como parte de su nueva colección.

Sin embargo, la historia no termina ahí. Se ha alegado que los fósiles del "Ubirajara" no fueron los únicos ilegalmente expatriados y actualmente se está catalogando más material en el Museo Estatal de Historia Natural de Karlsruhe con intenciones de devolverlo a Brasil.

Tal parece que este caso no sólo tendrá un final feliz para la comunidad científica brasileña, sino que también pasará a la historia como un importante punto de referencia a la hora de aplicar una práctica ética en el campo de la paleontología.

Fuentes:

  1. https://www.nationalgeographic.com/science/article/unique-spear-lord-dinosaur-to-be-returned-to-brazil
  2. https://www.nature.com/articles/d41586-023-01603-y
  3. https://www.science.org/content/article/maned-dinosaur-fossil-will-head-back-to-brazil-after-controversy-over-import-to-germany

31 de diciembre de 2022

Las 5 Dinoticias más Relevantes del 2022

El 2022 está llegando a su fin y de más está decir que ha sido el año menos activo del blog hasta ahora. Desafortunadamente, no puedo prometer que eso cambiará en el 2023, pues actualmente estoy atendiendo otras prioridades. Así que quizá, no pueda actualizar el blog tan seguidamente como antes. Sin embargo, procuraré publicar alguna que otra entrada de manera ocasional. Mientras tanto, como es mi costumbre, cerremos este año con un resumen de las noticias que más me cautivaron este año en lo que respecta a la investigación de la vida mesozoica, no sin antes mencionar como siempre que no por eso se le resta mérito a otros importantes descubrimientos realizados durante el 2022 que simplemente, no puedo cubrir aquí por cuestiones de tiempo. Con eso dicho, comencemos.

1. Tesoros macabros del sitio Tanis

El sitio Tanis es un yacimiento fosilífero al sur del estado de North Dakota, EE.UU, perteneciente a la formación Hell Creek, el cual se caracteriza por presentar signos de una gran inundación ocurrida durante la etapa maastrichtiense del Cretácico tardío. Desde su descubrimiento en 2008, este lugar nos ha provisto de fósiles de animales marinos y dulceacuícolas, así como de dinosaurios y pterosaurios, cuyos restos fueron depositados en relativa cercanía unos de otros, probablemente por las grandes oleadas ocurridas durante el evento de inundación. Varios de estos fósiles están muy bien preservados y algunos incluso conservan restos de piel. A esta colección se suma una pata “momificada” de tescelosáurido recuperada el pasado mes de abril, siendo el primer fósil de este tipo de dinosaurio en el que se encuentran restos de piel. La pata muestra indicios de haber sido desgarrada, pero no hay señales patológicas que sugieran que fue arrancada por un depredador o carroñero, tales como marcas de mordida o huesos faltantes, ni tampoco hay signos de desgaste producidos por alguna enfermedad, lo que fortalece la hipótesis de que fue separada del resto del cuerpo y sepultada de manera instantánea a causa de las violentas marejadas. Pese a que Tanis no es el único sitio con este tipo de propiedades, algunos paleontólogos teorizan que, en este caso, los indicios de inundación reflejados en sus rocas podrían representar pruebas de un tsunami causado por el impacto del meteorito que produjo lo que hoy es el cráter Chicxulub en la península de Yucatán hace 66 millones de años, por lo que los fósiles encontrados aquí podrían contener pistas directamente asociadas al evento K-Pg, lo que podría ayudarnos a comprender mejor cómo se desenlazó la extinción de los dinosaurios no avianos y otros integrantes importantes de la biosfera mesozoica. Esta teoría es reforzada por la identificación de microtectitas (partículas diminutas de lo que probablemente fueron escombros lanzados a la atmósfera y reingresados a la Tierra como resultado del impacto del meteorito) en la zona con una composición química semejante a la de la litología del sitio del impacto, algunas de las cuales han sido encontradas entre las branquias de peces fosilizados preservados en posiciones indicativas de sofocación, sugiriendo que murieron al respirar estas partículas cuando éstas reingresaron a la Tierra tras el impacto. Los paleontólogos Robert DePalma y Phil Manning, quienes reportaron el descubrimiento, indican que los fósiles del tescelosaurio y de los peces provienen de la misma capa estratigráfica, lo que incrementaría la probabilidad de que este dinosaurio hubiese sido una víctima directa del impacto del asteroide. No obstante, hay quien sugiere la posibilidad de que el tescelosaurio y otros organismos fosilizados encontrados en el lugar hubiesen muerto antes del impacto, con sus cuerpos habiendo sido exhumados, arrastrados y enterrados nuevamente por las marejadas. Independientemente de cuál haya sido el caso, es sumamente raro encontrar fósiles con tal nivel de preservación, por lo que este descubrimiento no deja de ser significativo, pudiendo revelarnos información importante sobre cómo era este dinosaurio en vida y sobre cómo murió. Aparte de la pata de tescelosaurio, también se reportó el hallazgo de un huevo de pterosaurio (probablemente, azdárquido) con un embrión fosilizado en su interior que parece sugerir que éstos nacían de huevos de cáscara blanda, llevando a la hipótesis de que las madres enterraban los huevos en sedimento blando. Estos descubrimientos aún no han sido formalmente detallados y publicados en una revista científica, pero los paleontólogos a cargo del mismo aseguran que dicha gestión está en proceso.

El bloque de piedra que contiene la pata "momificada" de tescelosaurio
Crédito de la fotografía: BBC

2. ¿Sangre caliente o sangre fría? ¿Por qué no las dos?

Uno de los mayores misterios que ha intrigado a la humanidad sobre los dinosaurios es si éstos eran endotérmicos (de sangre caliente) como las aves o ectotérmicos (de sangre fría) como los cocodrilos y otros reptiles. Es decir, si su tasa metabólica le permitía retener calor y mantener una temperatura corporal estable o si eran más dependientes de factores ambientales para ello. Varios estudios realizados previamente a partir de análisis químicos de los huesos fosilizados han arrojado resultados diferentes, con los modelos pareciendo favorecer la endotermia y la mesotermia (un punto intermedio entre la ectotermia y la endotermia). No obstante, es de notar que varios de estos métodos se basan en el estudio de rastros isotópicos que pudieron haber sido alterados durante la fosilización en medidas desconocidas. El pasado mes de mayo fue publicado un estudio por parte de un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Jasmina Wiemann que plantea un nuevo método consistente en analizar los residuos moleculares en los huesos surgidos como subproducto de los procesos metabólicos, los cuales son más estables e insolubles en agua, por lo que es más probable que se conserven durante la fosilización. De esta forma, los investigadores analizaron huesos de 55 grupos diferentes de animales tanto vivos como extintos, comparando la cantidad de subproductos moleculares asociados a la respiración con las tasas metabólicas de los animales modernos y utilizando esos datos para inferir las de los grupos extintos. Los resultados sugieren que los dinosaurios son ancestralmente endotérmicos y que los saurisquios mantuvieron esa adaptación durante su historia evolutiva, aunque los ornitisquios parecieron inclinarse hacia la ectotermia a medida que evolucionaban y se diversificaban. Esto sugiere que los primeros dinosaurios, los terópodos y los grandes saurópodos debían tener un estilo de vida activo y habrían requerido comer con determinada frecuencia para mantener sus funciones corporales, mientras que los ornitisquios, gracias a su metabolismo más lento, habrían podido permitirse un estilo de vida menos activo y mayores períodos sin alimento, aunque habrían sido más dependientes de la temperatura ambiental para la termorregulación. El estudio también abarca a los pterosaurios y plesiosaurios, con los resultados indicando que ambos grupos estaban conformados por animales endotérmicos. De hecho, según la investigación, tal parece que la endotermia es la condición ancestral de los ornitodiros (el grupo de arcosaurios del que derivan los dinosaurios y pterosaurios). Este aspecto de su biología probablemente fue clave para su éxito, especialmente cuando se tiene en cuenta aspectos como el que se discute en la próxima noticia.

Dos terópodos coelurosaurianos (un tiranosáurido y un ave) resaltan en una imagen infrarroja gracias a su condición endotérmica
Arte de Brian Engh

3. Un Ascenso Frío

La extinción del Triásico-Jurásico hace alrededor de 202 millones de años fue un lapso en el que los grupos de arcosaurios terrestres dominantes hasta entonces, tales como los rauisuquios, se extinguieron, lo que le dio a los dinosaurios la oportunidad de escalar y ocupar su lugar en la cadena alimentaria. Sin embargo, es uno de los eventos transicionales más misteriosos y desconocidos en lo que respecta a nuestra comprensión del Mesozoico y se sabe muy poco sobre las causas de tal suceso, aunque se han encontrado pruebas de que hubo una intensa actividad volcánica a nivel global en ese período, probablemente producida por la ruptura del supercontinente Pangea, por lo que algunos expertos asocian la extinción con este evento. El pasado 1 de julio se publicó un estudio realizado por un equipo encabezado por Paul Olsen que parece respaldar esa línea teórica. El estudio consiste en el análisis de huellas fosilizadas de dinosaurio excavadas en el desierto de la cuenca Junggar al noroeste de China junto con fragmentos inusuales de roca que solo podrían haber sido depositados por hielo. Según Olsen y sus colaboradores, tal parece que los dinosaurios estaban adaptándose a climas más fríos que otros arcosaurios eran incapaces de tolerar. Esto les dio una ventaja durante las fases más violentas de vulcanismo, en las que enormes cantidades de azufre habrían sido arrojadas a la atmósfera, superando los niveles de gases de efecto invernadero y desviando la luz solar en el proceso, causando repetidos y duraderos inviernos volcánicos en todo el mundo. Esto probablemente creó condiciones que la mayoría de los reptiles ectotérmicos no pudo resistir, pero sí los dinosaurios que ya estaban adaptados al frío, algo que probablemente fue gracias, en parte, al desarrollo de una capa aislante de plumaje en algunos de ellos y a su potencial endotermia ancestral.

Arte de Larry Felder

4. Los ornitisquios silesaurianos contraatacan

En 2020 se publicó un estudio encabezado por Rodrigo Müller y Mauricio García, cuyos resultados parecen sacudir el árbol filogenético de los dinosaurios ornitisquios como lo conocemos, pero que explicarían por qué resulta tan difícil identificar fósiles de edad triásica que puedan referirse de manera innegable a este grupo. Los autores plantean la hipótesis de que los silesáuridos (un linaje de dinosauriformes que, hasta entonces, estaba separado de Dinosauria) conformaban un grupo parafilético (es decir, que excluye a varios de sus descendientes, como se hace con las aves cuando se habla de los reptiles) de ornitisquios basales. Este año, David B. Norman publicó un estudio junto a Müller, García y su exalumno, Matthew Baron, famoso por su hipótesis del linaje ornitoscélido (según la cual, los terópodos y los ornitisquios son grupos hermanos dentro de un conjunto mayor llamado Ornithoscelida). Este estudio consecutivo parece respaldar la hipótesis de que los silesaurios son ornitisquios basales al poner a prueba el análisis filogenético propuesto por Müller y García con la adición de especies anteriormente no consideradas. En vista a esto, los autores proponen la designación de un par de clados para redefinir al grupo Ornithischia, separándolo en Parapredentata, que incluiría a los linajes del grupo más basales y de edad triásica (lo que inicialmente era el grupo parafilético de los silesaurios) y Prionodontia, que incluiría a lo que tradicionalmente hemos conocido como ornitisquios, los cuales parecen haberse originado en el Jurásico. Aunque de momento siguen siendo de carácter hipotético, las conclusiones de investigaciones como esta contribuyen a llenar lagunas en nuestro entendimiento sobre la evolución de los primeros dinosaurios.

Crédito de la imagen: Norman et al., 2022

5. Pequeños revolucionarios

Pachagnathus benitoi y Yelaphomte pradeori: Los 1ros pterosaurios triásicos del hemisferio sur

El pasado mes de marzo se publicó el hallazgo de restos óseos de pterosaurio encontrados en la formación Quebrada del Barro, al noroeste de Argentina. Las rocas de esta formación datan del triásico superior, por lo que estos fósiles consisten en los primeros huesos inequívocos de pterosaurio de edad triásica encontrados no sólo en Sudamérica, sino en todo el hemisferio sur. Por si fuera poco, los restos parecen representar no uno, sino dos taxones distintos, ambos pertenecientes a la familia de los raeticodactílidos. Pese a estar estrechamente emparentados, es notable una marcada diferencia de tamaño entre ambos ejemplares y dado que, en ambos casos, la osteología sugiere que se trataba de animales maduros al momento de su muerte, es muy poco probable que representen etapas ontogénicas distintas de un mismo taxón. De esta forma, se nombraron dos especies. La de mayor tamaño fue llamada Pachagnathus benitoi y sus restos consisten en una mandíbula parcial sin el extremo anterior, la cual conserva un diente del lado izquierdo y las raíces de tres dientes del lado derecho, mientras que la de menor tamaño recibió el nombre de Yelaphomte praderioi y sus restos consisten en un cráneo parcial con la parte anterior de ambos maxilares y la parte posterior de ambos premaxilares. Hallazgos como este sugieren que los pterosaurios se diversificaron y se expandieron en un punto bastante temprano de su historia evolutiva, siendo esto probablemente una de las claves de su éxito.

 

Un trío de Pachagnathus sobrevuela el paisaje de la Argentina triásica mientras un Yelaphomte los observa alertamente desde un tronco cercano.
Arte de Jorge Blanco

 Jakapil kanikukura: Un eslabón perdido en el árbol filogenético de los tieróforos

Es sabido que los tieróforos (los notorios dinosaurios herbívoros con osteodermos sofisticados, tales como los estegosáuridos y los ankylosáuridos) evolucionaron de ornitisquios pequeños que probablemente asumían una postura bípeda. Sin embargo, a medida que se fueron diversificando empezaron a desarrollar cuerpos más grandes y macizos que parecían restringirse a una postura cuadrúpeda para soportar eficazmente su peso, con sus ancestros bípedos de pequeño tamaño aparentando haber llegado al final de su historia evolutiva en algún punto del Jurasíco medio hasta que un descubrimiento sin precedentes, publicado el pasado 11 de agosto, demostró lo contrario. Entra el Jakapil kanikukura: un tieróforo encontrado en la formación Candeleros de Argentina, cuyas rocas datan de la etapa cenomaniana del Cretácico. El único ejemplar reportado consiste en un esqueleto bastante fragmentario descrito por un equipo encabezado por Facundo J. Riguetti e incluye una mandíbula inferior completa, algunas vértebras y costillas, partes de algunos huesos de las extremidades y varios osteodermos. Sin embargo, dicho material es suficiente para denotar que, pese a su edad geológica, este dinosaurio presenta características que bien pueden asociarse a una etapa transicional entre los tieróforos basales y los más diversificados. Entre éstas, un cuerpo pequeño que, a pesar de todo, está cubierto de osteodermos prominentes y proporcionalmente más grandes que los de tieróforos más primitivos, como Scutellosaurus y Scelidosaurus, siendo más semejantes a los de los ankylosaurios en ese aspecto. Adicionalmente, los restos sugieren que las extremidades traseras eran considerablemente más largas que las delanteras, las cuales parecían ser bastante pequeñas, lo que indica que el Jakapil, probablemente, pertenece a un linaje de tieróforos en el que las patas delanteras se fueron reduciendo con la evolución, propiciando la postura y locomoción bípeda. El descubrimiento de Jakapil tiene importantes implicaciones para nuestra comprensión de la historia evolutiva de los tieróforos, pues muestra que los miembros antiguos del grupo tuvieron una distribución geográfica mucho más amplia de lo que se pensaba, llegando hasta lo que hoy es Sudamérica en un punto relativamente temprano de su evolución, además de indicar que, contrario a lo que se pensaba hasta ahora, los primeros linajes del grupo en divergir no se extinguieron en el Jurásico, habiendo sobrevivido hasta el Cretácico.

Reconstrucción artística del Jakapil en vida
Arte de Daniel LopPer de ArtStation.com

Mbiresaurus raathi: El sauropodomorfo basal más antiguo de África

Los restos de dinosaurio inequívocos más antiguos conocidos datan de poco más de 230 millones de años y han sido encontrados en formaciones de Sudamérica como la del Ischigualasto en Argentina o la de Santa María en Brasil. También se ha reportado el hallazgo de fósiles de sauropodomorfos de edad similar en India. En vista a esto, los paleontólogos llevan un tiempo teorizando que una flora y fauna parecida a la de estos sitios debió haber estado distribuida en regiones intermedias del hemisferio sur, siguiendo “cinturones climáticos” con condiciones similares en lo que entonces era el supercontinente Pangea, siendo lo que hoy es el continente africano una de estas regiones. El pasado 31 de agosto se publicó una investigación que valida dicha teoría con evidencia directa, la cual consiste en la descripción de un sauropodomorfo basal de mediano tamaño, cuyos restos fueron encontrados en la Cuenca del Río Cabora Bassa en Zimbabwe. Las rocas de este lugar datan de aproximadamente, 230 millones de años, teniendo una edad similar a la de las localizadas en Sudamérica e India, lo que convierte a este sauropodomorfo en el más antiguo de África, así como en uno de los más antiguos del mundo. Por si eso fuera poco, el material recuperado consiste en un esqueleto bastante completo, lo cual es inusual en fósiles de esta edad. Gracias a esto, se puede tener una idea bastante precisa de su anatomía, la cual refuerza la teoría de que los sauropodomorfos eran ancestralmente bípedos. El equipo de investigación encargado de este descubrimiento fue encabezado por Christopher Griffin, quien le dio al sauropodomorfo el nombre de Mbiresaurus raathi y en su publicación, menciona además la recuperación de restos de lo que probablemente es un herresasáurido (lo que de corroborarse, también lo convertiría en el primero de su tipo descubierto en África), así como de cinodontes, aetosaurios y rincosaurios que esperan ser descritos formalmente, aunque desde ya sugieren una paleofauna semejante a la del Ischigualasto y a la de la formación Santa María. Este hallazgo es importante por su potencial para despertar el interés de continuar investigando este yacimiento tan poco conocido, lo que puede contribuir a ampliar nuestro entendimiento sobre los inicios del reinado de los dinosaurios.  

Reconstrucción artística del Mbiresaurus en el Zimbabwe triásico junto con otros integrantes de su ecosistema en el fondo
Arte de Andrey Atuchin

Referencias:

  1. https://svs.gsfc.nasa.gov/14140
  2. https://www.bbc.com/news/science-environment-61013740
  3. https://www.smithsonianmag.com/smart-news/paleontologists-find-fossilized-remains-of-a-dinosaur-killed-in-the-mass-extinction-180979912/
  4. https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.abo6342
  5. https://www.sciencedaily.com/releases/2022/07/220701143118.htm
  6. https://www.nature.com/articles/s41586-022-04770-6
  7. https://www.sciencedaily.com/releases/2022/05/220525110846.htm
  8. https://phys.org/news/2022-09-dinosaur-family-tree-bird-hipped-dinosaurs.html
  9. https://academic.oup.com/zoolinnean/advance-article/doi/10.1093/zoolinnean/zlac062/6680019
  10. https://paleonerdish.wordpress.com/2022/03/18/first-triassic-records-of-pterosaurs-in-the-southern-hemisphere/comment-page-1/
  11. https://www.nature.com/articles/s41598-022-15535-6
  12. https://www.livescience.com/new-armored-dinosaur-south-america
  13. https://www.science.org/content/article/i-ve-got-dinosaur-african-find-illuminates-dawn-dinos

31 de diciembre de 2021

Las 5 Dinoticias más Relevantes del 2021

El 2021 no fue el año más próspero para el blog en términos de la cantidad de entradas publicadas, pero eso no quita que haya traído consigo descubrimientos paleontológicos notorios y fascinantes. Por eso hoy, como de costumbre quisiera cerrar este año en el blog con las cinco noticias que más me llamaron la atención en lo que respecta a la investigación de la vida mesozoica sin quitarle mérito a otros hallazgos realizados durante el año que son igualmente importantes para la ciencia y para nuestra comprensión de la vida prehistórica y que lamentablemente no puedo cubrir en esta entrada por falta de tiempo. Dicho esto, pasemos a las noticias.

1. Respiración de los dinosaurios: Dos formas de hacer lo mismo

En el año 2008 se describió una especie de terópodo que fue llamada Aerosteon, que significa "huesos de aire". Esto debido a que sus huesos muestran indicios de neumatización (espacios llenos de aire), lo que sugiere que el animal en vida debió tener un sistema respiratorio basado en sacos de aire similar al de las aves, en el que el aire fluye a través de dichos sacos hacia adentro y hacia afuera de pulmones relativamente inflexibles, contrario a lo que ocurre en los mamíferos, que poseen pulmones flexibles que se expanden y se contraen durante la inhalación y la exhalación respectivamente. Dado que varios fósiles de pterosaurios mostraban características similares, algunos expertos dedujeron que este sistema respiratorio pudo haber sido un rasgo ancestral de los ornitodiros (el grupo que abarca a los dinosauros y pterosaurios) y que por consiguiente, debió haber sido común en todos los dinosaurios con la posible excepción de los ornitisquios, en los cuales la condición neumática no es apreciable fuera del cráneo. El pasado 6 de julio se publicó un nuevo estudio cuyos resultados sustentan esta teoría. El estudio fue realizado por un equipo de investigación encabezado por el Dr. Viktor Radermacher, el cual, utilizando la tecnología del sincrotrón europeo, pudieron recrear una reconstrucción digital de alta precisión del esqueleto de Heterodontosaurus más completo encontrado a la fecha, lo que permitió ver que éste tenía huesos en su pecho y en su vientre capaces de expandirse y contraerse, sugiriendo que tenía un sistema respiratorio basado en pulmones flexibles como los mamíferos. Esto provee la primera prueba sólida de que no todos los dinosaurios respiraban de la misma manera y sugiere que uno de estos mecanismos de respiración en los dinosaurios evolucionó de manera independiente (pudiendo el sistema de sacos aéreos ser convergente con el de los pterosaurios o el de pulmones flexibles serlo con el de los mamíferos). Este descubrimiento es importante no sólo porque ayuda a comprender cómo respiraba este dinosaurio (y posiblemente, el resto de los ornitisquios), sino también porque podría ayudar a descubrir qué características biológicas permitieron a los dinosaurios ser tan diversos y exitosos, aparte de que podría ayudar a arrojar luz sobre otras posibles actividades relacionadas al flujo de aire en el organismo, tales como la vocalización.

Un Heterodontosaurus exhalando vaho por la boca, como se tiende a ver en los mamíferos en ambientes fríos
Arte de Viktor Radermacher

2. Pterosaurios: Conquistadores natos

Desde hace un tiempo se ha estado debatiendo sobre si los pterosaurios nacían aptos para volar, pues varias investigaciones indican que éstos desarrollaban las características óseas necesarias para emprender el vuelo desde su etapa embrionaria, aunque otras sugieren que lo más probable es que debiesen crecer y fortalecerse antes de que pudiesen levantar el vuelo, como ocurre en la mayoría de las especies de vertebrados voladores de hoy. Un estudio publicado por Darren Naish, Mark Witton y Elizabeth Martin-Silverstone el pasado 22 de julio no sólo sustenta la idea de que los pterosaurios podrían haber empezado a volar poco después de romper el cascarón, sino que también se vale de la biomecánica para explicar cómo pudieron haberlo hecho. Utilizando medidas previamente obtenidas de la extensión de las alas y de la fuerza del húmero (el primer hueso del brazo) de fósiles de embriones de Pterodaustro guinazui y de Sinopterus dongi y comparándolas con las de fósiles de individuos adultos, el equipo de investigación pudo modelar las habilidades de vuelo de las crías. La investigación reveló que las alas de las crías tenían la forma y la fuerza adecuada para despegar y sostener el aleteo, pudiendo haberles permitido emplear el vuelo propulsado sin demasiada dificultad, aunque no parecen haber sido aptas para planear. Los autores indican que es probable que las crías de pterosaurio volaran más lentamente y de manera más torpe que sus padres y que fuesen menos eficientes en trayectos largos debido a que sus alas eran más cortas y más anchas que las de los adultos, los cuales tenían un área de ala más grande en relación con su masa y tamaño corporal. No obstante, las crías probablemente habrían sido más ágiles y maniobrables que los adultos, lo que, según teorizan los investigadores, pudo haberles ayudado a escapar de los depredadores, a perseguir presas escurridizas y a volar en espacios densos que los adultos de su especie difícilmente habrían podido atravesar.

Esta teoría es reforzada por las conclusiones de de un equipo encabezado por Roy Smith en otro estudio publicado el pasado 16 de octubre en el que se analizan restos de pterosaurio de edad cretácica desenterrados en las camas de Kem Kem, en Marruecos. Entre esos fósiles se incluyen fragmentos de la punta del pico de varios ejemplares. Dado que a simple vista es difícil determinar si corresponden a especies de pterosaurio pequeñas, a individuos subadultos o si eran la punta del pico de un animal de gran tamaño, el equipo de investigación condujo un estudio histológico para determinar la edad de estos animales al momento de su muerte. El estudio reveló que los fósiles, en efecto, son de individuos juveniles, pues muestran indicios de un crecimiento rápido y pocas capas de recubrimiento óseo (o anillos de crecimiento, como se les tiende a conocer), aparte de que estos ejemplares pequeños presentan una cantidad de forámenes consistente con la vista en fósiles de pterosaurios adultos encontrados en la zona (de pertenecer a la punta del pico de un animal adulto, deberían presentar una fracción de los forámenes vistos en otros especímenes de mayor tamaño). Esto llevó a los investigadores a teorizar que los individuos juveniles de las grandes especies de pterosaurios del Cretácico debieron ocupar el nicho que dejaron las especies más pequeñas del Triásico y el Jurásico, asumiendo un rol comparable al de los cocodrilos en la actualidad, los cuales cambian su alimentación conforme van creciendo (en las etapas iniciales de su vida se tienden a alimentar de insectos y vertebrados pequeños, mientras que al llegar a la adultez su dieta consiste mayormente en otros animales de gran tamaño). Este escenario es consistente con la idea de que los pterosaurios jóvenes empleaban métodos de vuelo especializados, tal y como propone el estudio publicado por Naish, Witton y Martin-Silverstone, lo cual les habría permitido explotar nichos diferentes a los de sus contrapartes adultas, minimizando así la competencia con ellos por el alimento.

Crías de Pterodaustro volando junto con ejemplares adultos. Nótese las diferencias en la posición de las alas, denotando aleteos más abruptos en las crías que en los adultos.
Arte de Mark Witton

3. ¿Identidad oculta?

En 1998 se describió un ejemplar bastante bien preservado (hasta el punto de conservar restos de órganos internos) de un pequeño terópodo al que se le dio el nombre de Scipionyx samniticus. El fósil sugiere que la criatura era un subadulto al momento de su muerte, lo que ha dificultado su clasificación debido entre otras cosas, a que la anatomía de un animal juvenil tiende a conservar características ancestrales bastante marcadas, llevando a sugerir una posición potencialmente menos derivada de lo que era en el árbol evolutivo. En 2011, Scipionyx fue clasificado como un compsognátido (un grupo bastante basal en el linaje de los coelurosaurios) en vista a la cantidad de rasgos que compartía con otros miembros de este grupo, pero el pasado 22 de octubre, en un giro inesperado, un estudio publicado por Andrea Cau plantea la posibilidad de que el ejemplar represente en realidad, una etapa ontogénica temprana de un carcarodontosáurido. Es decir, de acuerdo a este estudio, el Scipionyx pudo haber sido un carcarodontosaurio juvenil. Por si fuera poco, según la investigación, otros posibles compsognátidos conocidos únicamente por fósiles de individuos subadultos, tales como Juravenator y Sciurumimus, pudieron haber sido crías de un tipo diferente de terópodos. Para probar esta hipótesis, Cau realizó un análisis filogenético basándose en aquellos caracteres que diferencian a estos dinosaurios inequívocamente entre sí independientemente de su etapa de desarrollo (excluyendo los caracteres que presentan en común potencialmente debido al estado de madurez de los animales al momento de su muerte), lo que dio como resultado que Scipionyx se situara en una rama bastante cercana a la del Concavenator y que Juravenator y Sciurumimus estuviesen estrechamente emparentados con Dubreilosaurus y Asfaltovenator (ambos, de la rama de los megalosaurios), respectivamente. De ser cierta, esta hipótesis podría explicar la rareza de fósiles de individuos inmaduros de carcarodontosaurios y megalosaurios en contraposición al relativamente alto número de fósiles de compsognátidos juveniles con relación a los de individuos adultos. Asimismo, proporcionaría pruebas adicionales de la presencia de plumaje en terópodos no coelurosaurianos (en adición a los posibles nódulos vistos en la ulna del Concavenator), reforzando la teoría de que esta característica estaba ya bastante diseminada en el linaje terópodo. Es de tener en cuenta sin embargo, que todo lo que hacen los resultados de esta investigación es ofrecer un marco teórico más amplio a la hora de estudiar a estos especímenes y que esta hipótesis sólo puede corroborarse mediante la recuperación de más material fósil.

Viñeta humorística representando al Scipionyx como una cría de carcarodontosáurido
Arte de Scipionyx por Conty de Wikipedia
Arte de carcarodontosáurido por Metratton de Deviantart

4. Nuevas claves en los fósiles para estudiar el comportamiento de los dinosaurios

Hay muchos aspectos sobre la vida de los dinosaurios no avianos que se desconocen y probablemente nunca se podrán comprender completamente debido a que van más allá de lo que nos revelan los fósiles, especialmente en lo que respecta al comportamiento y estilo de vida de estos seres. Sin embargo, pese a que no pueden darnos todas las respuestas, los fósiles pueden ofrecernos pistas sobre dichos aspectos y así lo ejemplifica un estudio publicado el pasado 6 de mayo por un equipo de investigación conformado por paleontólogos del Museo Peabody de Historia Natural y del Museo Americano de Historia Natural en el que se investiga el papel del oído interno en el comportamiento de unas 128 especies de arcosauromorfos, incluyendo cocodrilianos, dinosaurios avianos y no avianos, y pterosaurios. Y es que, según señalan los autores, el oído interno es posiblemente la estructura más parecida a un dispositivo mecánico, por lo que si puede reconstruir su forma y estudiar su estructuración, sería posible deducir con cierta precisión varios aspectos del comportamiento de animales extintos. Teniendo esto en cuenta, los investigadores desarrollaron modelos tridimensionales utilizando los fósiles de las especies estudiadas y compilaron una matriz de datos del oído interno para las mismas, entre las que se encuentran el ave acuática Hesperornis, el dromeosáurido Velociraptor, y el pterosaurio Anhanguera. Tras reunir los datos, los autores identificaron rasgos similares entre las especies estudiadas de acuerdo a la estructuración del sistema vestibular de su oído interno, el cual tiene la función de procesar la información pertinente a la maniobrabilidad del animal, siendo por tanto una clave para comprender cómo se movían. Esto permitió a los autores agrupar las características apreciadas en tres morfotipos vestibulares, lo que a su vez les permitió agrupar a las especies estudiadas en tres categorías locomotoras:

1. Cuadrúpedos

2. Bípedos y voladores simples

3. Voladores altamente maniobrables.

En el primer grupo caen, desde luego, los cocodrilianos y algunos arcosaurios poco diversificados. En el segundo grupo caen los deinonicosaurios, tales como los troodóntidos y los dromeosáuridos, así como los pterosaurios, las aves acuáticas como el Hesperornis y aves planeadoras o que vuelan en ráfagas rápidas y directas, como probablemente sucedía en el caso del Archaeopteryx, según indica el estudio. En el último grupo caen la mayoría de las aves rapaces y pájaros cantores de hoy.

Los investigadores identificaron también un alargamiento del sistema coclear del oído interno de los arcosaurios, lo cual indica que estos animales tenían la capacidad de detectar sonidos de alta frecuencia. Esto, en conjunto con el hallazgo de una cóclea transicional en arcosaurios basales como el Euparkeria, llevó a los autores a la conclusión de que esta adaptación tuvo su origen evolutivo en los primeros miembros de este grupo y a teorizar que esta adaptación está probablemente ligada a la detección de las llamadas de eclosión o de auxilio de las crías, algo que se ve en las aves y cocodrilianos de hoy y que posiblemente contribuyó al éxito de este linaje. Asimismo, los resultados de este estudio abren paso a la teoría de que las vocalizaciones de las aves de hoy y el desarrollo de la siringe evolucionaron como una retención en los adultos de los chirridos agudos que emitían los juveniles de sus ancestros extintos.

Sin embargo, este estudio no es el único que revela detalles sobre cómo los fósiles pueden ayudarnos a entender mejor el comportamiento de animales extintos. Un segundo estudio publicado el mismo día por un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Jonah Choiniere analiza la estructuración de los canales auditivos de 17 especies de dinosaurios terópodos. Los resultados de la investigación refuerzan las conclusiones de los autores del estudio anteriormente mencionado e indican que los terópodos carnívoros tenían un sentido auditivo bastante agudo, lo que se evidencia en canales alargados en el sistema coclear de su oído interno. No obstante, da un paso adicional y nos permite ver hasta qué extremos podían llegar algunos dinosaurios, como el alvarezsáurido Shuvuuia deserti. Los canales auditivos del sistema coclear de este pequeño dinosaurio no sólo son proporcionalmente más alargados que los de otros terópodos estudiados, sino que a su vez son estructuralmente similares a los de las aves nocturnas de hoy, tales como los búhos y las lechuzas, lo que sugiere que, como éstas, probablemente era un animal nocturno. No obstante, la investigación no sólo aborda la capacidad auditiva de los terópodos estudiados, sino también la visual. Para esto, los paleontólogos reconstruyeron modelos digitales del anillo escleral (una serie de huesos que rodean la pupila) de cada especie estudiada para analizar sus proporciones, pues es sabido que cuanto más grande el anillo esclerar (y por lo tanto, la pupila), más luz puede captar el ojo y por consiguiente, mayor agudeza visual tiene el animal. Los resultados del estudio sugieren que la mayoría de los terópodos tenía un sentido bastante agudo de la visión, aunque en la mayoría de los casos éste parece haber estado optimizado para el día, con lo visto en el Shuvuuia y su pariente más basal, el Haplocheirus sollers siendo nuevamente una excepción destacable. La investigación indica que éstos probablemente tenían visión nocturna, ya que el tamaño de sus pupilas estimado a partir de la reconstrucción de los anillos esclerales constituía más de la mitad del tamaño de sus ojos, como ocurre en los animales nocturnos de hoy. Para corroborarlo, el equipo posteriormente realizó un análisis en el que comparó los fósiles de estos dinosaurios con 55 especies vivas de lagartos y 367 especies de aves, lo que arrojó una probabilidad de más de 90% de que el Haplocheirus y el Shuvuuia fuesen nocturnos. Sin embargo, no son los únicos. Como ya se había reportado en estudios previos, dromeosáuridos como el Velociraptor también tenían una visión adaptada a un ambiente con poca luz e incluso terópodos más primitivos, como el Megapnosaurus/Coelophysis kayentakatae ya mostraban esta adaptación.

Investigaciones como estas son relevantes al mostrarnos cómo algunos fósiles pueden ayudarnos a comprender la forma en que animales extintos hace millones de años vivían, se movían y percibían su entorno y las diversas maneras en que respondían a éste.

Un Shuvuuia cazando en la noche
Arte de Viktor Radermaker

5. Nuevas especies con grandes implicaciones

El pasado 23 de septiembre, un equipo de investigación encabezado por Susannah Maidment publicó la descripción de un fragmento de costilla dorsal proveniente de las Montañas de Middle Atlas en Marruecos, África, cuyas rocas tienen una edad de alrededor de 168 millones de años, datando de mediados del Jurásico. La costilla tiene cuatro púas cónicas adheridas a ella, característica que pese a no haber sido vista antes en el registro fósil, se teoriza que bien puede tratarse de una condición basal de los anquilosaurios, la cual posteriormente evolucionaría en osteodermos que estarían incrustados en la piel en vez de en los huesos. Esto llevó al equipo a deducir que el fósil pertenece a un género de anquilosaurio basal al que le dieron el nombre de Spicomellus afer, estando probablemente emparentado con el Sarcolestes de Europa y con el Tianchiasaurus de China, y siendo el primer miembro descrito de este grupo descubierto en África. De corroborarse que este es el caso, el descubrimiento del Spicomellus indicaría que poco después de su evolución, los anquilosaurios habrían alcanzado una distribución global y llevaría a reconsiderar la teoría de que éstos contribuyeron a la extinción de los estegosaurios, ya que el Spicomellus data de una edad similar a la de los estegosaurios más antiguos conocidos, sugiriendo que ambos grupos evolucionaron a la par y coexistieron durante gran parte del Jurásico.

Las púas en el fragmento de costilla fosilizado de Spicomellus
Fotografía tomada de Maidment et al., 2021

El nuevo escenario es reforzado por la posterior descripción de otro anquilosaurio el pasado 1 de diciembre a manos de un equipo encabezado por el Dr. Sergio Soto. Esta vez, se trata de un ejemplar más completo descubierto en la Patagonia de Chile, Sudamérica, datando de aproximadamente, 74 millones de años de antigüedad y siendo por tanto, de edad cretácica. Este nuevo anquilosaurio fue llamado Stegouros, que significa: "cola techada", aludiendo a los siete pares de huesos dérmicos (osteodermos) ubicados en los costados de la mitad posterior de su cola, los cuales parecían fusionarse en una sola estructura mientras más cerca estaban de la punta de la misma y le daban un aspecto similar al de la fronda de los helechos. Esta estructuración ósea indica que el Stegouros pertenece a un linaje transicional de anquilosaurios en el que las vértebras de su cola empezaban a fusionarse para formar el mazo óseo visto en la punta de la cola de los miembros más derivados del grupo, tales como el Ankylosaurus y el Euplocephalus. Al realizar un análisis filogenético, los autores concluyeron que el Stegouros estaba estrechamente relacionado con el Kunbarrasaurus ieversi de Australia y el Antarctopelta oliveroi de la Antártida, formando un linaje de anquilosaurios al que llamaron Parankylosauria, cuyos miembros hasta ahora sólo se han encontrado en el hemisferio sur y probablemente siguieron un camino evolutivo distinto a los de sus parientes del hemisferio norte. Esto da más peso a la emergente teoría de que los anquilosaurios evolucionaron y se diseminaron rápidamente por todo el globo, prosperando y diversificándose más de lo previamente pensado y llegando incluso a colonizar gran parte del hemisferio sur, donde sus fósiles habían sido relativamente escasos hasta ahora.

Reconstrucción artística del Stegouros en vida por Mauricio Alvarez

Los anquilosaurios sin embargo, no son los únicos cuyos fósiles han aparecido en lugares sin precedentes. El pasado 3 de noviembre un equipo internacional de paleontólogos publicó el hallazgo de un nuevo género de dinosaurio encontrado en Groenlandia, siendo el primer dinosaurio no aviano descrito de dicho lugar. Se trata de un sauropodomorfo basal, al que se le dio el nombre de Issi saaneq, el cual fue encontrado en la formación Malmros Klint, datando de aproximadamente, 214 millones de años de antigüedad, siendo así de edad triásica. El Issi fue descrito a base de un par de cráneos parciales pertenecientes a dos individuos subadultos que irónicamente, fueron descubiertos en 1994, mas no habían sido estudiados de una manera tan minuciosa hasta ahora, por lo que inicialmente fueron referidos al género Plateosaurus. La nueva investigación sugiere que en realidad, pertenecían a animales más similares al Macrocollum itaquii y al Unaysaurus tolentinoi, indicando que se trataba de un género distinto a Plateosaurus, aunque de la misma familia (los plateosáuridos). Este descubrimiento no sólo arroja luz sobre la distribución y diversificación de los sauropodomorfos a finales del Triásico, sino que también abre las puertas al potencial hallazgo de otros tipos de dinosaurios en una zona tan poco conocida para la paleontología como lo es Groenlandia. Después de todo, es raro que en la naturaleza una especie viva fuera de un ecosistema conformado por múltiples organismos y niveles tróficos, por lo que este bien podría ser un paso importante para ayudarnos a comprender mejor la biosfera del Triásico superior.

Reconstrucción artística del Issi en vida por Victor Beccari

Finalmente, una nueva especie de terópodo poco convencional encontrada en Brasil fue descrita el pasado 18 de noviembre por un equipo conformado por paleontólogos de varias instituciones del país. Se le dio el nombre de Berthasaura leopoldinae y es conocida por un esqueleto bastante completo recuperado de la formación Goio-Erê, la cual data de edad cretácica (aunque de momento no ha sido posible fecharla con precisión y determinar si data del Cretáceo medio o tardío) y la completitud del animal permitió identificarlo como un noasáurido, una familia de ceratosaurios emparentada con los abelisáuridos, tales como el Carnotaurus y el Majungasaurus. A diferencia de éstos, sin embargo, el Berthasaura presenta un pico desdentado en lugar de fauces llenas de dientes, un rasgo previamente visto en al menos, otro noasáurido: el Limusaurus, el cual perdía los dientes a medida que crecía. Teniendo esto en cuenta, los expertos teorizan que, como el Limusaurus, el Berthasaura pudo haber sido herbívoro o quizás, omnívoro. Irónicamente, su anatomía sugiere que no era un animal tan estrechamente emparentado con el Limusaurus y el análisis filogenético realizado por el equipo de investigación indica que se trata de un miembro más basal de la familia. Esto sugiere que la evolución de un pico desdentado ocurrió al menos, dos veces en el grupo o bien, que la divergencia en los hábitos alimentarios de estos dinosaurios pudo haber ocurrido mucho antes en su historia evolutiva, ya que los otros noasaurios desdentados conocidos (el Limusaurus y probablemente, sus parientes más cercanos, como el Elaphrosaurus) ya estaban bastante diversificados. Sea cual haya sido el caso, el Berthasaura no sólo ayuda a comprender mejor los ecosistemas cretácicos de lo que hoy es Brasil, sino que también puede ayudarnos a aclarar dudas sobre los orígenes y la evolución de esta enigmática familia de ceratosaurios.

Reconstrucción artística del Berthasaura en vida por Maurilio Olivera

Fuentes:

  1. http://bristol.ac.uk/news/2021/july/pterosaurs-flight.html
  2. http://www.sci-news.com/paleontology/berthasaura-leopoldinae-10285.html
  3. http://www.sci-news.com/paleontology/spicomellus-afer-10102.html
  4. http://www.sci-news.com/paleontology/stegouros-elengassen-10348.html
  5. https://elifesciences.org/articles/66036#s1
  6. https://news.yale.edu/2021/05/06/what-can-dinosaurs-inner-ear-tell-us-just-listen
  7. https://science.sciencemag.org/content/372/6542/601.full
  8. https://www.mdpi.com/1424-2818/13/11/561
  9. https://www.nature.com/articles/s41559-021-01553-6
  10. https://www.nature.com/articles/s41586-021-04147-1
  11. https://www.nature.com/articles/s41598-021-01312-4
  12. https://www.researchgate.net/publication/354418322_Comments_on_the_Mesozoic_theropod_dinosaurs_from_Italy
  13. https://www.science.org/doi/full/10.1126/science.abe7941
  14. https://www.sciencedaily.com/releases/2021/07/210706115312.htm
  15. https://www.sciencedaily.com/releases/2021/10/211027122040.htm
  16. https://www.wits.ac.za/news/latest-news/opinion/2021/2021-05/nocturnal-dinosaurs-night-vision-and-superb-hearing-suggest-moonlight-predator.html
  17. https://youtu.be/7CRlXzLCAgM

31 de diciembre de 2020

Las (más de) 5 "Dinoticias" más relevantes del 2020

El 2020 ha sido un año difícil, marcado por múltiples eventos nefastos, como desastres naturales en diversas partes del mundo, la propagación de un virus mortal en todo el planeta y desde luego, la muerte de numerosas personas, incluyendo el afamado paleoartista Brian Franczak, conocido por sus trabajos realizados mayormente en la década de 1990 (que en paz descanse junto con todos los que perdieron la vida este año). Teniendo esto en cuenta, quisiera ofrecer mis condolencias a todo aquel que haya perdido a algún ser querido durante este año, al mismo tiempo que les deseo fortaleza para seguir adelante enfrentando las adversidades de la vida, confiando en que vendrán tiempos mejores y a no perder de perspectiva los rayos de luz en medio de la oscuridad por muy tenues que sean. Después de todo, si bien es cierto que este año trajo consigo tragedia, miedo y dolor, no todo lo que trajo fue malo. Por ejemplo, la disminución de la actividad humana masiva contribuyó a la recuperación de varios espacios silvestres previamente en un estado precario y al restablecimiento de la calidad de vida en muchos lugares al reducirse la emisión de contaminantes. Del mismo modo, se ha hecho más conciencia de la importancia de la ciencia en la sociedad y pese a todo, ha sido un año lleno de avances científicos, algo especialmente reflejado en el desarrollo de tratamientos y vacunas para combatir enfermedades emergentes, como lo es el COVID-19. Sin embargo, esto no se limita al ámbito de la medicina. Incluso para la paleontología el 2020 fue un año bastante fructífero en lo que respecta a descubrimientos e investigaciones. Tanto, que mientras usualmente tiendo a culminar con un resumen de las cinco noticias más relevantes del año en lo que respecta al estudio de los dinosaurios y otros organismos mesozoicos, esta vez no encuentro un mejor modo de hacerlo que con 5 categorías de noticias, lo cual supongo que es una buena forma de cerrar este año en el blog. Pero antes de pasar a las noticias, quiero aclarar como de costumbre que esta es una selección de descubrimientos paleontológicos que me resultaron particularmente interesantes debido a sus implicaciones para nuestro entendimiento de la vida en el Mesozoico y que durante el año hubo muchos otros hallazgos e investigaciones igualmente fascinantes, reveladores e importantes para la ciencia, pero que por cuestiones de tiempo, no cubro en esta entrada, sin mencionar que la misma ya es bastante extensa. Con eso dicho, comencemos con las noticias.

1. Más que cambios de look

El pasado mes de abril se publicó el descubrimiento de sobre 30 vértebras caudales de Spinosaurus por parte de una serie de expediciones dirigidas por Nizar Ibrahim a las camas de Kem Kem en Marruecos, de donde anteriormente logró extraer lo que hoy se considera el ejemplar de Spinosaurus más completo encontrado hasta ahora. Las vértebras recuperadas en estas nuevas expediciones conformaban una cola bastante completa que muestra características muy poco comunes en los dinosaurios, incluyendo espinas neurales y cheurones inusualmente extensos que le daban forma de remo, además de que la parte posterior de la cola no estaba reforzada como ocurre en la mayoría de los terópodos (en los que la misma suele estar reforzada por puntos de anclaje en las vértebras para tendones, haciéndola relativamente rígida) y mostraba una reducción de los procesos articulares de las vértebras mientras más alejadas estaban las mismas de la base, sugiriendo que ésta tenía bastante flexibilidad para moverse de lado a lado, permitiéndole al animal propulsarse en el agua, lo cual es sustentado por estudios biomecánicos realizados para poner a prueba esta hipótesis. Análisis de los huesos recientemente recuperados muestran varias similitudes con el material descrito originalmente por Ernst Stromer a principios del Siglo XX, pero la historia no termina ahí. Resulta que el material de la cola es referible al mismo espécimen descrito por Ibrahim en 2014, ya que su tamaño y su nivel de preservación coinciden, además de que no hay huesos repetidos y por si fuera poco, varios de los huesos se articulan perfectamente con los del esqueleto descrito en 2014. Todo esto parece indicar que el material recién descrito pertenece al mismo ejemplar. Sin embargo, un análisis realizado por el anatomista Scott Hartman abre paso a la posibilidad de que este no haya sido el caso.

Y es que pese a que los huesos de la cola encajan con los de la pelvis, no hay material que permita corroborar con certeza que los huesos de la mitad posterior del animal (la pelvis, las patas y la cola) encajen con los de la mitad delantera (las costillas, espinas neurales, vértebras dorsales y del cuello y huesos del cráneo), a lo que se suma que las vértebras de la cola miden menos de la mitad de lo que miden las vértebras dorales cuando lo común incluso en otros espinosáuridos es que midan más o menos lo mismo o incluso un poco más que éstas. Por si fuera poco, Hartman revisó las comparaciones previamente hechas entre este ejemplar y los pocos huesos de las patas traseras descritos y referidos a Spinosaurus por Stromer (de los que sólo quedan ilustraciones, por lo que al no poderse estudiar con precisión, no se descarta la posibilidad de que no pertenezcan a un solo individuo o siquiera, a una sola especie) y notó una disparidad significativa en las proporciones al ajustar el método de medición (anteriormente, esto se había hecho midiendo los extremos inferiores de las vértebras del nuevo ejemplar y comparando estas medidas con la longitud total de las vértebras descritas por Stromer, por lo que Hartman estimó la longitud total de las vértebras del nuevo espécimen para establecer una comparación más acorde). Esto dio como resultado una diferencia de casi un 8% entre las proporciones de ambos especímenes, lo que de verificarse, abriría paso a la posibilidad de que los fósiles descritos por Ibrahim y los descritos por Stromer pertenezcan a especies diferentes. Asimismo, si se corroborase que el nuevo ejemplar representa más de un individuo, cabría la posibilidad de que las patas traseras del Spinosaurus fuesen ligeramente más largas de lo propuesto inicialmente por Ibrahim asumiendo que sus proporciones fuesen consistentes con las de las ilustraciones paleontográficas de Stromer (aunque no tanto como las de otros terópodos, incluyendo a otros espinosáuridos como el Baryonyx, siendo proporcionalmente más comparables a las del Majungasaurus), lo que descartaría la idea de que fuese un cuadrúpedo obligado. No obstante, la histología del nuevo espécimen (es decir, el estudio realizado para determinar la edad de éste al momento de su muerte) refleja una edad consistente tanto para los huesos de la mitad posterior como para los de la mitad delantera del esqueleto, siendo esto un indicio de que representa un solo individuo. A esto se suman los resultados de otro estudio publicado el pasado mes de mayo por un equipo conformado por Robert Smyth, Nizar Ibrahim y David Martill según el cual, la morfología de las vértebras de espinosáurido encontradas en Marruecos parece representar una sola especie. De acuerdo a este equipo, los exámenes morfológicos de las vértebras (que anteriormente habían sido referidas a diferentes especies como Sigilmassasaurus brevicollis o Spinosaurus marocannus) indican que éstas no presentan variaciones que permitan distinguirlas como especies diferentes a la descrita por Stromer a partir de material proveniente de Egipto. Es decir, el Spinosaurus aegyptiacus. Los autores indican que las pocas diferencias identificadas en la morfología de las vértebras son atribuibles a distinciones individuales (es decir, al hecho de que no todos los miembros de una misma especie se desarrollan igual). Pero eso no es todo. Al analizar también la morfología de las vértebras de Oxalaia quilombensis, proveniente de la formación Alcântara, en la Isla Cajual de Brasil, los investigadores obtuvieron los mismos resultados, sugiriendo que el Oxalaia se trata en realidad de un ejemplar de Spinosaurus, lo que de ser cierto significaría que el Spinosaurus habría estado presente en Sudamérica, tratándose de un género de dinosaurio transcontinental.

Pese al debate que circula en torno a la taxonomía (el estudio de la definición de los organismos a raíz de su clasificación) y anatomía (el estudio de la estructura corporal de los organismos) del material descrito por Ibrahim en tiempos recientes, lo cierto es que se han identificado múltiples similitudes entre éste y los fósiles asignados a Spinosaurus por Stromer, lo cual es indicio de que pertenecen a animales muy parecidos y estrechamente emparentados si es que no eran de la misma especie. De modo que sea cual haya sido el caso, una cosa es clara: el Spinosaurus y sus parientes más cercanos parecían estar hechos para llevar un estilo de vida semiacuático, noción que parece resultar más plausible a medida que se recupera más material.

Teniendo esto en cuenta, los hábitos y el estilo de vida propuestos para el Spinosaurus con la recuperación del material de la cola son reforzados por un estudio tafonómico publicado el pasado mes de agosto, el cual indica que los fósiles referidos a este dinosaurio se hallan regularmente en sedimentos asociados a aguas poco profundas. A eso se suma que tienden a encontrarse en depósitos en los que se ve una cantidad considerable de fósiles de fauna acuática y un bajo porcentaje de fósiles de animales terrestres. Dada la poca cantidad de restos de fauna terrestre en estos sedimentos y debido a que el grueso de los fósiles asignados a Spinosaurus son dientes con indicios de haber sido mudados, es improbable que estos depósitos reflejen un escenario en el que los restos hubiesen sido arrastrados desde la tierra por una corriente u otro agente externo, siendo por tanto el escenario más plausible que el dinosaurio habitara en estos cuerpos de agua.

Estos descubrimientos indican que el Spinosaurus estaba adaptado para explotar eficaz y eficientemente un nicho ecológico en el agua, rompiendo la barrera que parecía limitar el dominio de los dinosaurios a tierra firme. De modo que irónicamente, pese haber ganado fama en la cultura popular como un macrodepredador terrestre gracias a la cinta Jurassic Park 3, si algo acertó la misma fue el mostrarlo también como un dinosaurio hidrodinámico, algo que en ese entonces era una hipótesis con bases limitadas.

Arriba: Arte de Masato Hattori
Abajo: Arte de Lindsey Wakefield

No sólo al dinosaurio que asumió el rol de principal antagonista en la tercera película de Jurassic Park "le pegó la pubertad" fuertemente. También le pegó a una de las estrellas de la primera película. Se trata nada más y nada menos que del Dilophosaurus, hecho famoso por escupir el karma y un poco de veneno en la cara de Dennis Nedry, uno de los antagonistas principales de la cinta.

Por supuesto, el Dilophosaurus nunca fue como se ve en la película y ya desde un principio se sabía que en realidad, era una criatura muy diferente, habiendo alcanzado una longitud de alrededor de 6 metros y probablemente, careciendo de glándulas venenosas y del abanico de piel que despliega de su cuello en la película. Sin embargo, resulta que el material originalmente descrito por Samuel P. Welles en 1984 fue parcialmente reconstruido con yeso y el documento no es muy claro en cuanto a cuáles partes fueron reconstruidas y cuáles no, aparte de que para cuando fue publicado no se contaba con muchos de los métodos y herramientas utilizados actualmente para analizar los fósiles de una manera más precisa y minuciosa. Por tal razón, hasta este año, el Dilophosaurus era concebido como un terópodo de complexión esbelta especializado en cazar criaturas mucho más pequeñas que él. Gracias a un estudio publicado el pasado mes de julio por Adam D. Marsh y Timothy B. Rowe, hoy sabemos que este no parecía ser el caso. Una revisión del material descrito por Welles y la recuperación de nuevos fósiles revelaron que el Dilophosaurus era un animal más apto para la macrodepredación de lo que se interpretó inicialmente. Resulta que su cráneo era más robusto y que sus mandíbulas pudieron haber servido de anclaje para músculos más grandes y fuertes de lo que se pensó en un principio, lo cual es sustentado por la presencia de sacos de aire en los huesos que en vida habrían ayudado a que el esqueleto fuese más ligero, a la vez que habría reforzado los huesos, funcionando de una manera comparable al plástico de burbujas. Asimismo, los autores del nuevo estudio descubrieron que la característica cresta doble no fue interpretada correctamente en la descripción original de Welles. Por ejemplo, la punta en el borde trasero de la cresta que se tiende a ver en las reconstrucciones tradicionales resultó ser una prolongación de los lagrimales que se extendía y se elevaba hasta atrás de las órbitas. Por otra parte, dado que los bordes de la cresta resultaron ser una de las partes moldeadas para la reconstrucción original, es difícil asegurar si en verdad tenían la clásica forma semicircular o no. Lo que sí se sabe es que en realidad, no eran lisas, sino rugosas y según los autores, es probable que estuviesen cubiertas por una capa de queratina como se ve en varias aves crestadas como el cálao, pudiendo haber servido para comunicación visual (en cuyo caso, es posible que tuviese una coloración brillante en vida) o para termorregulación. Sin embargo, las mayores implicaciones de esta reinterpretación del Dilophosaurus están en lo que respecta a su clasificación. Anteriormente, había discrepancia sobre su posición en el árbol filogenético de los terópodos, con algunos sugiriendo que se trataba de un ceratosaurio basal, otros indicando que pudo haber sido un celofísido avanzado y otros asignándolo a una familia propia (Dilophosauridae), mas los autores del nuevo estudio, tras haber analizado el material anteriormente descrito y los nuevos ejemplares recuperados concluyeron que se trataba de un neoterópodo más diversificado que el Zupaysaurus y que el Cryolophosaurus y bastante cercano al clado Averostra (grupo del cual descienden los terópodos más "estandarizados" y con cráneos usualmente cuadriformes), reflejando un estado transitorio entre los terópodos basales del Triásico y que aún eran comunes en su época y los más avanzados que se verían a partir de mediados del Jurásico, "trazando el plano" morfológico que seguirían éstos últimos, con el arreglo visto en los huesos lagrimales y nasales siendo una condición ancestral que habría sido modificada (y en algunos casos, suprimida) durante la evolución, razonamiento sustentado por las estructuras vistas en ceratosaurios, como el propio Ceratosaurus y en tetanuros, como el Allosaurus.

Arriba: Modelo por CM Studio
Abajo: Arte de Lindsey Wakefield

Otro dinosaurio que se sometió a un "cambio de look" con implicaciones sustanciales fue el Scelidosaurus, un dinosaurio tieróforo (del grupo al que pertenecen los llamados "dinosaurios acorazados", como el Stegosaurus y el Ankylosaurus) descubierto durante los primeros días de la paleontología.

A finales del pasado año se publicó un estudio realizado por el Dr. David Norman en el que se revela que este dinosaurio había sido erróneamente reconstruido durante más de 150 años debido a las técnicas de preparación entonces empleadas y a la falta de un análisis anatómico de los especímenes recolectados más riguroso y llevado a cabo con técnicas más modernas, análisis que fue finalmente hecho por el Dr. Norman y según el cual, resulta que el Scelidosaurus era un animal más robusto de lo que se pensó en un principio y que su pelvis era más fuerte y estaba configurada de tal manera que en teoría, pudo haberle permitido apoyarse y moverse sólo sobre sus patas traseras al menos ocasionalmente. Sin embargo, esto fue sólo el principio. El pasado mes de agosto Norman publicó un nuevo estudio en el que analiza más exhaustivamente el cráneo de este dinosaurio, determinando que éste era más robusto, con la parte posterior siendo más ancha de lo que se concibió inicialmente, lo que en vida habría proporcionado espacio para músculos grandes. Por si fuera poco, el cráneo muestra claros indicios de que en vida estaba cubierto de escamas grandes y compactas y que presentaba osteodermos alargados y relativamente robustos  comparables a cuernos en la parte posterior. Estos aspectos de su anatomía previamente malinterpretados y desconocidos llevaron a Norman a reevaluar la posición del Scelidosaurus en el árbol filogenético de los dinosaurios, concluyendo a partir de varios análisis que éste, contrario a la concepción tradicional, no era un tieróforo basal, sino un anquilosaurio poco diversificado, lo que significaría que éstos se originaron mucho antes de lo que se pensaba hasta ahora.

Arriba: Arte de Lu Feng Shan
Abajo: Arte de Jack Wood

2. Fiesta caliente a finales del Cretáceo

Arte de Douglas Henderson

Durante medio siglo se ha asociado la extinción de los dinosaurios no avianos al final del Cretácico a la actividad volcánica. Esto debido en gran parte al hallazgo de formaciones con numerosas capas de basalto (un tipo de roca formada por lava volcánica tras su enfriamiento) en lo que actualmente es India que indican un intenso y extenso vulcanismo en el área a finales de dicho período. Estas formaciones hoy son conocidas como las "Deccan Traps" o "Trampas del Decán" y algunos expertos han considerado que la actividad volcánica que evidencian fue uno de los contribuyentes al evento de extinción ocurrido hace alrededor de 66 millones de años al provocar un decaimiento de la biodiversidad debido a la emisión de gases tóxicos y otros contaminantes en el ambiente a nivel global y al eventual enfriamiento causado por la liberación de gases sulfurosos. Sin embargo, un estudio publicado el pasado mes de julio por un equipo encabezado por Alfio Alessandro Chiarenza nos dice que la historia probablemente fue diferente. Utilizando marcadores geológicos del clima y modelos matemáticos y estadísticos, así como datos sobre los factores ambientales (tales como la temperatura y la humedad) necesarios para la prosperidad de la fauna de ese entonces, el equipo de investigación pudo trazar un mapa de dónde se daban estas condiciones tras el impacto de un asteroide o un vulcanismo masivo y prolongado. Los resultados de este nuevo estudio sugieren que los efectos de las erupciones volcánicas ocurridas en las Trampas del Decán no fueron lo suficientemente devastadores como para comprometer los ecosistemas a nivel global. Por el contrario, tal parece que los efectos del vulcanismo resultaron beneficiosos, pues propiciaron el desarrollo de condiciones idóneas para la prosperidad y diversidad de la fauna, conclusión reforzada por otro estudio publicado el pasado mes de noviembre por un equipo de investigación encabezado por Joseph A. Bonsor, en el cual se analizaron unos 12 árboles filogenéticos y se aplicaron modelos estadísticos para evaluar si cada linaje de dinosaurios estudiado aún era capaz de producir nuevas especies al final del Cretáceo. Sus resultados sugieren que aunque algunos grupos de dinosaurios parecieron haber experimentado un decaimiento, no todos lo hicieron y muchos continuaban diversificándose. Para determinarlo el equipo de investigación se valió de la tasa de especiación de los linajes estudiados en lugar de recurrir exclusivamente al muestreo de fósiles, ya que éste tiene sesgos a tener en cuenta, pudiendo sugerir una disminución de especies durante el Cretáceo que no necesariamente reflejaría la realidad en esos entonces. Esto da más soporte a la teoría de que los dinosaurios continuaban prosperando durante el Cretáceo tardío en lugar de estar experimentando un decaimiento.

Pero eso no es todo. Según la investigación realizada por el equipo de Chiarenza, la actividad volcánica también contribuyó a crear ecosistemas más resistentes al exponerlos a condiciones similares a las que provocaría el eventual impacto del asteroide, propiciando la adaptación a dichas condiciones y haciendo posible la recuperación de varios hábitats y formas de vida tras la caída del meteorito, la cual sí fue perjudicial, según sugiere otro estudio publicado en mayo por el Profesor Gareth Collins y colegas, quienes analizaron la formación del cráter de Chicxulub, la cual muestra indicios de que hubo un desplazamiento de tierra desde el noreste en dirección al suroeste. Utilizando esta información produjeron un modelo tridimensional que permitió recrear el impacto a partir de sus observaciones, con lo que llegaron a la conclusión de que el asteroide impactó lo que hoy es la península de Yucatán en México desde el noreste en un ángulo de 45 a 60 grados sobre el horizonte, lo cual suscitó el escenario más destructivo posible, ya que a esa inclinación, la colisión habría provocado el lanzamiento de una mayor cantidad de escombros a la atmósfera en todas direcciones (de haber impactado en una dirección casi vertical o casi horizontal, el lanzamiento de escombros probablemente habría sido minimizado y menos diseminado, por lo que es posible que los efectos no hubiesen sido tan devastadores en algunas partes del planeta), eventualmente provocando un invierno global durante el que la luz solar sería bloqueada, impidiendo la fotosíntesis de las plantas y ocasionando un efecto dominó en la cadena alimentaria. Sin embargo, la investigación de Chiarenza indica que el vulcanismo, además de haberle permitido a varias formas de vida a adaptarse a condiciones de este tipo, a largo plazo también contribuyó al calentamiento del planeta durante el invierno global causado por el asteroide gracias a la liberación de dióxido de carbono, lo que probablemente propició la supervivencia de especies que de otra forma se hubieran extinto.

3. Huevos de cáscaras blandas

Hasta hace poco la idea de que los dinosaurios ponían huevos de cáscara dura se consideraba una regla general. Esto debido mayormente a que los fósiles de huevos de dinosaurios identificados hasta el momento presentaban una capa de calcita como los de las aves y cocodrilos de la actualidad, haciendo que su cascarón fuese duro y rígido. A esto que se suma el hecho de que los dinosaurios, en conjunto con los pterosaurios, los cocodrilos y las tortugas, pertenecen a un grupo conocido como los arquelosaurios y los miembros de este linaje suelen poner huevos con cáscaras duras (aunque hay excepciones). Sin embargo, un estudio publicado el pasado 17 de junio por un equipo encabezado por el Dr. Mark Norell cambió esos paradigmas. El equipo de investigación realizó análisis químicos de embriones fosilizados de Mussaurus (un miembro del linaje de los sauropodomorfos) y de Protoceratops (un miembro del linaje de los ceratopsios), examinando con precisión un área circular de color oscuro en el sedimento en torno a éstos. Los análisis revelaron que dicha área consiste en residuos moleculares de una membrana no mineralizada, lo que sugiere que estos fósiles se tratan de huevos que no estaban cubiertos por una capa de calcita, lo cual a su vez se traduce en que estos dinosaurios ponían huevos con cáscaras blandas como los lagartos y serpientes y no con cáscara dura como las aves y cocodrilos. Por si fuera poco, hallazgos previos indican que los pterosaurios también ponían huevos con cáscara blanda. Esto llevó a los autores a teorizar que el ancestro común de los dinosaurios y de los pterosaurios debió también poner huevos de este tipo, por lo que es probable que esta fuese la condición general no sólo para los primeros dinosaurios, sino también para la mayoría del grupo y que los huevos con cáscara dura hayan evolucionado a posteriori de manera independiente en diferentes ramas, tales como la de los ornitópodos (como Maiasaura), la de los saurópodos macronarios (como el Saltasaurus) y la de los terópodos (incluyendo a las aves modernas), que incluyen los ejemplares en los que se suele ver esta característica. Los investigadores teorizan además que esta podría ser la causa por la que es difícil encontrar huevos de dinosaurio fosilizados, ya que las cáscaras blandas tienen menos probabilidades de preservarse y fosilizarse. Sin embargo, un segundo estudio publicado el mismo día por un equipo encabezado por Lucas J. Legendre demostró que pese a que es difícil, no es imposible.

Arte de Jorge González

Este otro estudio consiste en la descripción de un fósil de alrededor de 68 millones de años de antigüedad descubierto en la Isla de Seymour, en las cercanías del continente antártico hace casi una década, pero que no había sido identificado hasta ahora. El ejemplar consiste en una pieza estructuralmente ovalada de poco más de 30 cm de diámetro y su sedimentología sugiere que fue depositado en el lecho marino. Tras examinarlo, Legendre y su equipo determinaron que se trata de un huevo que, como en los anteriores casos, no muestra indicios de una cáscara dura y rígida, sino blanda y relativamente flexible, algo que queda evidenciado en su morfología, ya que el mismo parecía haberse abierto antes de fosilizarse, mostrando surcos en lugar de grietas, adoptando una forma parecida a la de un balón desinflado. Sin embargo, este huevo presenta una capa calcárea, algo que no se ve en los huevos descritos por el equipo de Norell. Dado que no se encontró un embrión dentro del huevo, determinar a qué criatura pertenece ha resultado ser un desafío, pero hay pistas que permiten teorizar de qué es. Por ejemplo, sus propiedades se asemejan a las de los huevos de los lepidosaurios actuales como las lagartijas y las serpientes, los cuales ponen huevos con una capa calcárea fina y dúctil, que es precisamente lo que se observa en el huevo descrito por el equipo de Legendre, sugiriendo que pertenecía a una especie emparentada con este grupo de reptiles. Esto, en conjunto con su gran tamaño y su procedencia de momento permite a los investigadores restringir la lista de candidatos más probables a un grupo: los mosasaurios. No obstante, investigaciones previas habían revelado que éstos parían crías vivas. De modo que a primera impresión, un huevo no parece ser una pieza que encaje mucho en este rompecabezas, pero es de tener en cuenta que los mosasaurios probablemente no se reproducían como los mamíferos acuáticos de hoy, sino de una manera más parecida a la de las serpientes marinas, las cuales son catalogadas por algunos científicos como ovovivíparas. Es decir, que no expulsan los huevos hasta que las crías están por eclosionar, con lo que básicamente las paren vivas, aunque la alimentación y respiración de éstas hasta ese momento ocurría de la misma forma en que ocurre en cualquier animal que nace de un huevo. La investigación de Legendre y su equipo apunta a que este haya sido también el caso de los mosasaurios.

Arte de Francisco Hueichaleo

4. Nuevas pistas sobre los diversos orígenes del vuelo en los reptiles

La aviación como la conocemos hoy es el fruto de múltiples experimentos realizados a lo largo de la historia en un intento de replicar lo que observábamos en la naturaleza, sobre todo en las aves (por algo la llamamos "aviación"). Curiosamente, parece que sin percatarnos la replicamos en más de un aspecto, pues según sugiere un estudio publicado el pasado mes de agosto por Rui Pei, Michael Pittman y colaboradores, ésta estaba realizando sus propios experimentos durante el Mesozoico para producir auténticas "máquinas voladoras", siendo las aves modernas apenas uno de sus frutos. De acuerdo a este estudio, el vuelo propulsado (es decir, el que se realiza batiendo las alas y en lugar de planeando) evolucionó al menos, tres veces en los dinosaurios. Es decir, que tres linajes de dinosaurios desarrollaron adaptaciones propicias para el vuelo de manera independiente, cada uno originándose a partir de ancestros no voladores. Estos son: los unenlanginos (como el Rahonavis), los microraptorinos (como el Microraptor) y por supuesto, los avialanos (como el Archaeopteryx y las aves modernas). Pese a que el vuelo evolucionó de manera independiente en los tres grupos, éstos están estrechamente emparentados, siendo todos terópodos paravianos, con los unenlanginos y los microraptorinos perteneciendo a la familia de los dromeosaurios (la misma a la que pertenecen el famoso Velociraptor y el Deinonychus), lo que se traduce en que el vuelo evolucionó al menos, dos veces en esta familia. Los avialanos por su parte son un grupo hermano de los deinonicosaurios (grupo que alberga a los dromeosaurios y los troodóntidos) y de acuerdo al nuevo estudio, agrupa a los anquiornitinos, que anteriormente eran una familia aparte conocida como los anquiornítidos.

Diversos paravianos
Arte de Julius Csotonyi

Adicionalmente, los autores de esta investigación destacan que otros dinosaurios (incluyendo dromeosaurios como el Bambiraptor, el cual no pertenece al linaje de los unenlanginos ni de los microraptorinos) parecían estar experimentando con el uso de sus alas antes de dar origen al vuelo propiamente dicho y así lo sugiere un estudio publicado posteriormente, el pasado mes de octubre por un equipo encabezado por el Dr. Thomas A. Dececchi, el cual se enfoca en las capacidades aerodinámicas de otro linaje de dinosaurios alados: los escansoriopterígidos (como el Yi y el Ambopteryx), caracterizados por poseer lo que parecían ser alas membranosas en lugar de emplumadas. A diferencia de los paravianos voladores, los escansoriopterígidos parecían no estar adaptados para aletear, estando limitados a planear según indica el equipo de investigación, el cual escaneó los fósiles del Yi y el Ambopteryx utilizando fluorescencia estimulada por láser para detectar detalles del tejido blando indistinguibles a simple vista, posteriormente aplicando sus observaciones a modelos matemáticos para deducir cómo pudieron haber volado estos dinosaurios considerando variables como su peso, envergadura y la posible disposición de sus músculos. Los modelos sugieren que para emplear el vuelo propulsado, los escansoriopterígidos habrían requerido una complexión corporal menos maciza y músculos más fuertes de los que probablemente tuvieron. El equipo de investigación estimó además una carga alar más alta en los escansoriopterígidos que en otros dinosaurios alados (es decir, un mayor peso corporal con respecto al área comprendida por las alas), indicando que su modo de planeación era poco eficiente. Teniendo esto en cuenta, los autores teorizan que este grupo de dinosaurios estaba especializado para desempeñarse en un hábitat forestal con brechas pequeñas y frecuentes en el que pudieran planear de árbol en árbol en busca de alimento, pero cuando ese hábitat comenzó a ser ocupado por vertebrados más aerodinámicos, éstos no pudieron competir, lo que en última instancia los conduciría a la extinción. No obstante, los escansoriopterígidos siguen siendo un ejemplo de las varias maneras en que el vuelo evolucionó en los dinosaurios antes de ser perfeccionado por los avialanos.

Arte de Gabriel Ugueto

Sin embargo, no hay que olvidar que la naturaleza ya había realizado un experimento exitoso a la hora de dar origen a un grupo de vertebrados que desafiaran a la gravedad. Hablamos por supuesto de los pterosaurios. El registro fósil sugiere que éstos evolucionaron de arcosaurios terrestres mucho antes de que surgieran los primeros dinosaurios voladores, pero siempre ha habido bastante incertidumbre en cuanto a de qué clase de arcosaurios éstos procedían. No obstante, este año fue testigo de un par de descubrimientos que parecen encaminarse a cambiar eso. El primero consiste en una investigación publicada el pasado mes de julio en la que se describen los fósiles de un arcosaurio de pequeño tamaño encontrado en rocas de edad triásica en Madagascar durante una expedición organizada por el Museo Americano de Historia Natural en 1998, el cual fue llamado Kongonaphon kely por el equipo de investigación encabezado por Christian F. Kammerer. Curiosamente, es el primer miembro de este grupo del que se ha descrito material del cráneo y las características observadas en el mismo (particularmente, en su dentadura) sugieren que probablemente se alimentaba de insectos y de ahí su nombre (que en malgache significa: "asesino de insectos"). Sin embargo, lo más curioso es que pese a que fue identificado como un lagerpétido (una familia de arcosaurios usualmente definidos como dinosauromorfos basales), el equipo encontró que las raíces de su árbol familiar no parecían estar muy firmemente cimentadas, pues pese a que un análisis soporta la clasificación tradicional del grupo como dinosauromorfos, otro abre paso a la posibilidad de que éstos fuesen en realidad pterosauromorfos, dificultando la posición de esta familia en la cadena evolutiva, al mismo tiempo que presenta potencial para aclarar una de las mayores incógnitas en cuanto a nuestro entendimiento de la evolución de los arcosaurios. Es aquí donde entra el segundo descubrimiento, consistente en un estudio realizado por un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Martín D. Ezcurra y publicado el pasado 9 de diciembre en la revista Nature. El mismo parte de un análisis más completo del material recuperado de lagerpétidos hasta ahora gracias a que con descubrimientos como el del Kongonaphon hoy se dispone de elementos anteriormente poco conocidos de los miembros de esta familia. Este nuevo análisis no sólo revela múltiples semejanzas entre la estructura esquelética de los lagerpétidos y la de los pterosaurios (incluyendo huesos con una contextura altamente ligera), sino también que ambos linajes comparten una neuroanatomía similar que parece indicar que varias de las adaptaciones asociadas al origen del vuelo en los pterosaurios, tales como la coordinación de los movimientos de la cabeza, los ojos y el cuello, estaban presentes en los lagerpétidos. Esto llevó a los autores a teorizar que estas adaptaciones fueron probablemente heredadas de un ancestro común, lo que reforzaría la idea de que los lagerpétidos son pterosauromorfos y aunque no pueden reconocerse como ancestros propiamente dichos de los pterosaurios, se podrían considerar como un linaje hermano de éstos. Pero esto es sólo la mitad de la historia, pues el 2020 no sólo nos trajo indicios de cómo fueron los orígenes de los pterosaurios como grupo, sino también de cómo fue la evolución de su vuelo.

Representación del Kongonaphon en la que se puede apreciar su tamaño y posibles proporciones
Arte de Frank Ippolito

Y es que otro estudio publicado el pasado mes de octubre por un equipo encabezado por Chris Venditti indica que la transición de la locomoción terrestre a la aerodinámica fue un reto para los primeros pterosaurios al imponer una alta carga energética, limitándolos a recorrer una distancia relativamente corta, algo que parece consistente con los resultados obtenidos posteriormente por el equipo de Ezcurra teniendo en cuenta que sus presuntos parientes (y por extensión, sus ancestros) eran probablemente bípedos hechos para movilizarse rápidamente en tierra, por lo que tiene sentido que la transición fuese lenta y poco eficiente. Sin embargo, la investigación de Venditti y sus colegas indica que eso no fue impedimento para que a lo largo de su evolución lograran adaptar la forma y el tamaño de su cuerpo para utilizar hasta un 50% menos de energía mientras estaban en el aire, convirtiéndose en aviadores capaces de mantener el vuelo de manera estable por períodos prolongados pese a que muchas especies se hacían cada vez más pesadas. Para determinarlo, el equipo de investigación analizó unas 75 especies de pterosaurios representativas de diferentes etapas de la evolución del grupo, recopilando datos tales como su tamaño y envergadura y aplicándolos a modelos biofísicos empleados en el estudio de la eficiencia de vuelo de las aves actuales. La investigación arrojó que los pterosaurios fueron optimizando su eficiencia en el aire gradual y consistentemente durante su evolución, mostrando ligeras mejoras en sus adaptaciones para el vuelo a medida que iban diversificándose. Todos los tipos de pterosaurios estudiados parecieron reflejar estas mejoras excepto uno: los azdárquidos (como el Quetzalcoatlus y el Hatzegopteryx). La anatomía de éstos (particularmente el hecho de que tenían alas proporcionalmente más pequeñas con respecto al tamaño de su cuerpo en comparación con otros pterosaurios) y los modelos biofísicos reflejaron una reducción en la eficiencia de vuelo en este grupo que si bien no les impedía volar, sugiere que el vuelo altamente eficiente probablemente no les brindaba una ventaja significativa, pudiendo haberse limitado a volar en trayectos relativamente cortos volando y a pasar gran parte del tiempo en tierra.

Diversos pterosaurios del período jurásico
Arte de Gabriel Ugueto

5. La (hipotética) revancha del Pisanosaurus y de los ornitisquios triásicos

En 2017 publiqué una entrada en la que discutía la rareza y posible ausencia de ornitisquios de edad triásica en el registro fósil, destacando por ejemplo la eventual integración del Pisanosaurus (considerado hasta entonces como el ornitisquio más basal conocido) al linaje de los silesaurios (un grupo de arcosaurios estrechamente emparentados con los dinosaurios). Desde entonces, varios estudios han dificultado las cosas en cuanto a la identificación de ornitisquios basales, generando múltiples interrogantes sobre los orígenes del grupo, pero este año salieron dos estudios que parecen darle al asunto un giro de 180 grados.

El primero fue publicado el pasado mes de julio por un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Julia B. Desojo y recupera al Pisanosaurus como un dinosaurio ornitisquio. El estudio sin embargo, no se limita a esto y los resultados son parte de una investigación geocronológica y paleogeográfica mucho más abarcadora de la región norte de la formación Ischigualasto, ubicada en la provincia argentina de La Rioja y de la que proceden los fósiles de Pisanosaurus. Los investigadores dataron una edad ligeramente más reciente para esta parte de la formación que la de la región ubicada en la provincia de San Juan (de donde proceden otros dinosaurios primitivos como el Eoraptor y el Herrerasaurus). Como parte de su análisis paleogeográfico, los autores revisaron los fósiles del Pisanosaurus y destacaron que éste presenta características vistas en los dinosaurios ornitisquios, mas no en otros dinosauromorfos como los silesaurios. Ejemplo de esto es que sus mandíbulas presentan una hendidura tras el dentario que sólo se aprecia en los heterodontosáuridos, los cuales son considerados una familia de ornitisquios no muy derivada. Esto condujo a la hipótesis de que el Pisanosaurus se trataba de un ornitisquio basal, como se interpretó en un principio y no de un silesáurido. Partiendo de sus observaciones, los investigadores concluyeron que los primeros ornitisquios evolucionaron hace alrededor de 229 millones de años, más o menos al mismo tiempo que los primeros saurisquios. No obstante, no todos están de acuerdo con las conclusiones del equipo de investigación, mas eso no necesariamente desacredita la clasificación que éste propuso para el Pisanosaurus.

El segundo estudio, publicado el pasado 26 de agosto por Rodrigo Temp Müller y Maurício Silva García, no sigue las conclusiones del equipo de Desojo, sino que da un paso más allá y en lugar de sacar al Pisanosaurus de la familia de los silesáuridos para reubicarlo en el linaje de los dinosaurios, invita a toda la familia de los silesaurios a formar parte de la dinastía de los dinosaurios. De modo que según los autores de este estudio, los silesaurios ya no serían considerados como un linaje hermano de los dinosaurios, sino como dinosaurios propiamente dichos y por si fuera poco, el equipo propone una hipótesis que podría resolver el enigma de la aparente ausencia de ornitisquios de edad triásica al sugerir que los silesaurios podrían tratarse en realidad de ornitisquios basales partiendo de la premisa de que los dos grupos comparten un rasgo en común no hallado en miembros de otros linajes: el hueso predentario (lo que se podría considerar la parte ósea del pico en la mandíbula inferior), con la única diferencia de que en los silesáuridos éste parece estar dividido, mientras que en los ornitisquios está compuesto por una sola pieza. Sin embargo, es posible que esto pueda deberse a aspectos relacionados a la derivación del grupo, ya que no sería el primer caso en que se ve que varios huesos en un organismo están fusionados en sus descendientes, formando un solo hueso, tal y como se ve por ejemplo, en el pigóstilo de las aves (un hueso conformado por la fusión de varias vértebras al final de la cola, lo cual no se ve en terópodos menos derivados), por lo que esto no es impedimento para agrupar a ambos linajes en uno. No obstante, cabe destacar que en esta nueva investigación, los silesaurios no son reconocidos como una familia, sino como un grupo con determinadas características en común que se extiende desde la base de Ornithischia y se separa de los ornitisquios de edad jurásica como un linaje hermano de éstos (igual que como ocurre con los prosaurópodos, que son varios grupos de sauropodomorfos que se extienden desde la base de Sauropodomorpha hasta el linaje de los saurópodos sin incluir a éste último). De resultar cierta esta nueva hipótesis, podría explicar por qué por ejemplo, el Pisanosaurus presenta características anatómicas tanto de ornitisquios poco derivados como de silesaurios avanzados (cosa que ha dificultado su clasificación), pues no se trataría de si es uno o el otro, sino que sería prueba de que los dos representan en realidad, un solo linaje, pudiendo tratarse de una etapa transitoria. De modo que tal parece que la respuesta que los paleontólogos habían estado buscando siempre estuvo ahí. Sólo había que saber hacia dónde mirar.

Pisanosaurus representado como un ornitisquio tradicional (izquierda) y como un silesaurio (derecha)
Arte de Gabriel Ugueto

Es de recordar sin embargo, que lo propuesto en estas investigaciones de momento es sólo hipotético y es necesario verificarlo mediante la recuperación de más material fósil y la realización de estudios adicionales.

Fuentes:

1.       http://news.mit.edu/2020/study-timing-dinosaurs-evolution-0729

2.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/06/el-huevo-blando-mas-grande-del-mundo.html

3.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/07/el-nuevo-rostro-de-dilophosaurus.html

4.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/07/fue-el-meteorito-y-no-los-volcanes.html

5.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/08/los-silesauridos-dinosaurios.html

6.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/08/spinosaurus-mas-acuatico-que-nunca.html

7.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/08/y-volaron-tres-veces.html

8.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/10/cambios-scelidosaurus.html

9.       http://theropoda.blogspot.com/2020/04/spinosaurus-revolution-extended-edition.html

10.   http://www.sci-news.com/paleontology/eggs-earliest-dinosaurs-soft-leathery-shells-08549.html

11.   http://www.sci-news.com/paleontology/gliding-scansoriopterygid-dinosaurs-08981.html

12.   https://doi.org/10.1016/j.cub.2020.06.105

13.   https://doi.org/10.1093/zoolinnean/zlz078

14.   https://redibinforma.com/art/1391/el-analisis-de-cientos-de-fosiles-revela-una-joya-paleontologica-de-230-millones-de-anos

15.   https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rsos.201195

16.   https://scitechdaily.com/ceratopsian-dinosaur-mystery-solved-by-soft-shelled-eggs/

17.   https://www.nationalgeographic.com/science/2020/04/first-spinosaurus-tail-found-confirms-dinosaur-was-swimming/

18.   https://www.nature.com/articles/s41586-020-2190-3

19.   https://www.nature.com/articles/s41598-020-67854-1

20.   https://www.pnas.org/content/117/29/17084

21.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/05/200526111320.htm

22.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/06/200629150544.htm

23.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/07/200707183920.htm

24.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/08/200827101819.htm

25.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/11/201117192626.htm

26.   https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0195667120302068

27.   https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2589004220307665

28.   https://www.sciencemag.org/news/2020/06/researchers-say-theyve-solved-mystery-missing-dinosaur-eggs

29.   https://www.skeletaldrawing.com/home/the-road-to-spinosaurus-iii-of-chimeras-and-leg-proportions11262020

30.   https://www.texasmonthly.com/the-culture/texas-scientists-discover-that-a-dinosaur-made-famous-by-jurassic-park-was-even-more-formidable-than-they-thought/