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31 de diciembre de 2023

Las 5 Dinoticias más Relevantes del 2023

Así como el 2022, el 2023 fue un año poco activo en el blog, pero como de costumbre, estamos aquí para cerrarlo con algunos de los descubrimientos más impactantes que se realizaron durante el mismo en cuanto al estudio de la vida mesozoica. Este listado, claro está, no comprende todos los hallazgos que se realizaron durante el año, sino un resumen de los que, en la humilde opinión del autor, destacan por sus implicaciones o simplemente, por su impacto. De modo que, en ese aspecto, el siguiente listado es bastante subjetivo y selectivo y no pretende desprestigiar otros hallazgos paleontológicos importantes realizados durante el año. Con esto dicho, comencemos.

1. Ankylosaurian Idol

"Pinny Barnes" canta a gritos en el horizonte
Gif extraído de la miniserie "Dinotopia", de Hallmark Entertainment
Fondo originario del video "Big Enough", lanzado por Terrible Records

Hace unos años publiqué una entrada titulada ¿Cómo sonaban los dinosaurios?, la cual recopila de una manera un tanto concisa lo que se sabía hasta entonces sobre la capacidad de los dinosaurios de vocalizar de acuerdo a lo observado en el registro fósil y a lo que se ve actualmente en el mundo natural, con la mayoría de las pruebas apuntando a que los dinosaurios probablemente habrían emitido sonidos similares a los siseos y ronquidos de los cocodrilianos, a los graznidos de los buitres o a los bufidos que emiten los avestruces con su boca cerrada debido a la poca evidencia que sugiriera que éstos contaban con un órgano fónico complejo como el de la mayoría de las aves y mamíferos de hoy. El pasado 15 de febrero se publicó un estudio bajo la autoría de Junki Yoshida y un equipo del Museo de la Universidad de Hokkaido que insta a actualizar esa conclusión. En esta nueva investigación, Yoshida y su equipo examinan una laringe fosilizada encontrada en el ejemplar IGM100/3186 del anquilosáurido asiático, Pinacosaurus grangeri. Esto de por sí es un hallazgo extraordinario, ya que dicho órgano suele ser cartilaginoso y por consiguiente, es muy difícil que se fosilice. No obstante, pese a que el fósil fue descubierto en 2005 e investigaciones previas ya habían sido realizadas sobre su función en la respiración, el estudio de Yoshida y su equipo constituye el primer esfuerzo realizado a fin de estudiar exhaustivamente esta estructura y analizar su rol en la vocalización del animal. Los autores observaron que, como en la mayoría de los reptiles, la laringe del Pinacosaurus está compuesta por huesos cricoides y aritenoides, pero éstos estaban más estructurados como la siringe de las aves, siendo más extensos y contando con articulaciones para músculos que pudieron haberlos manipulado a fin de modificar el flujo de aire a través de la garganta, permitiendo al dinosaurio emitir una variedad de sonidos. En adición, al comparar esta estructura con las de saurópsidos modernos, los investigadores descubrieron que los aritenoides del Pinacosaurus eran proporcionalmente más grandes, lo que sugiere que el animal probablemente era capaz de emitir sonidos muy fuertes. En pocas palabras, se podría decir que la laringe del Pinacosaurus parece tratarse de una especie de precursor de la siringe de las aves. Teniendo esto en consideración, el equipo, aunque no descarta la posibilidad de que esta estructura fuese una convergencia especializada de los anquilosaurios, propone que este hallazgo es un fuerte indicio de que esta estructura (o al menos, una similar) debió evolucionar antes del origen de las aves, linaje en el que eventualmente daría lugar a la siringe. Dado que las aves descienden del linaje de los saurisquios y los anquilosaurios como el Pinacosaurus son parte del linaje de los ornitisquios, es razonable teorizar que esta condición haya surgido antes de la separación de ambos grupos, lo que implicaría que sería más común en el amplio árbol filogenético de los dinosaurios. Cabe aclarar, sin embargo, que aunque esto presenta un argumento plausible para fundamentar la teoría de que los dinosaurios podían emitir determinados sonidos, dichos sonidos habrían sido más comparables a las vocalizaciones de las aves que a los rugidos y bramidos de los mamíferos que suelen usarse como base para los efectos sonoros en muchos medios audiovisuales.

2. ¡Abuela, qué garras tan grandes tienes!
    Son sólo para exhibición, cariño.

Un Therizinosaurus exhibiendo sus garras
Arte de Luis Rey

El pasado 16 de febrero un equipo internacional de paleontólogos de la Universidad de Bristol y el Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de Beijing, encabezado por Zichuan Qin, publicó un estudio en la revista Nature sobre las funciones y usos de las unguales manuales (los huesos de las garras de las extremidades delanteras) de un par de grupos de terópodos maniraptores con adaptaciones distintivas en estos huesos: los alvarezsáuridos y los terizinosáuridos. El equipo de Zichuan desarrolló un enfoque computacional mediante el cual, se realizaron modelos tridimensionales de las garras de los dinosaurios a partir de tomografías computarizadas. Estos modelos posteriormente fueron puestos a prueba en cuanto a su resistencia al estrés y tensión a la hora de realizar ciertas funciones biomecánicas con relación a lo observado en las garras de animales modernos que realizan dichas funciones. En este caso, tirar, perforar y cavar. Los resultados parecen indicar que los alvarezsaurios y los terizinosaurios siguieron prácticamente, caminos evolutivos opuestos, especialmente en lo que respecta al uso de sus garras. A medida que evolucionaban, los alvaresáuridos parecían ir desarrollando brazos cada vez más cortos dotados de una sola, pero prominente y ancha garra funcional en forma de garfio que, de acuerdo a la investigación, era apta para cavar, pudiendo resistir el estrés necesario para realizar dicha acción. Esto refuerza la teoría de que estos dinosaurios se especializaban en excavar montículos y escondrijos de hormigas y otros insectos subterráneos para alimentarse de ellos. Por otra parte, los terizinosaurios iban desarrollando garras cada vez más largas, pero consecuentemente, menos resistentes al estrés. Los miembros menos derivados del grupo, como el Beipiaosaurus del Cretácico temprano, muestran una resistencia al estrés tolerable en sus unguales manuales a la hora de analizar funciones como tirar de una rama para alcanzarla, pero el Therizinosaurus del Cretácico superior no lo hace. El estudio indica que las alargadas unguales manuales del Therizinosaurus muestran muy poca resistencia al estrés y la tención en todas las funciones analizadas, lo que sugiere que sus garras eran muy frágiles y se romperían con relativa facilidad al momento de realizar las mismas, llevando a los investigadores a concluir que éstas probablemente habrían sido empleadas, más que nada, para propósitos de exhibición. Es decir, como un instrumento visual para ahuyentar rivales o depredadores potenciales o bien, para atraer pareja, de una manera no muy distinta a cómo las iguanas se valen de su saco gular.

3. Abuela, ¿dónde están tus dientes?
    Detrás de mis labios, cariño… ¡Para comerte mejor!

Un Tyrannosaurus con "labios" de varano
Arte de Allan Palmer

Una de las entradas más populares del blog ha sido esta, que se centra en el debate de si los dinosaurios tenían o no un integumento oral a manera de labios. La misma termina en una nota abierta, pues ambos extremos del debate parecían estar más o menos emparejados, pero el pasado 30 de marzo, se publicó por primera vez un estudio exhaustivo sobre esta temática, el cual parece inclinar la balanza a favor de la presencia de este tipo de integumento. Los autores de esta investigación, encabezada por Thomas M. Cullen, no sólo recogen los argumentos que sustentan una cobertura de tejido oral (como la presencia de forámenes nutricios y una capa de esmalte dental relativamente fina), sino que también estudiaron la estructura y los patrones de desgaste en los dientes, así como las características mandibulares de varios reptiles con y sin labios, incluyendo varanos, iguanas, tatuaras y caimanes en un amplio análisis de anatomía comparativa y una vez recopilados estos datos, fueron aplicados a los fósiles de terópodos y de cocodrilomorfos basales. Los resultados apuntan a que los dientes y la anatomía de la boca de los terópodos era mucho más parecida a la de los varanos que a la de los cocodrilos. Al igual que los varanos, no sólo los dinosaurios, sino también algunos cocodrilomorfos primitivos, como el Hesperosuchus presentan un cráneo menos rugoso que el de los cocodrilos modernos, pero con forámenes nutricios que sugieren puntos de inserción de tejido oral que a su vez proveería un espacio hermético en el que se acomodarían los dientes con la boca cerrada, a lo que se suma que los tres grupos presentan una dentadura alineada verticalmente, lo que sugiere una barrera integumentaria que los condicionaba a crecer de esta forma. El hecho de que estas características se aprecian no sólo en dinosaurios, sino también en cocodrilomorfos basales sustenta que esta era la condición ancestral de los arcosaurios y que el arreglo bucal que vemos en los cocodrilos actuales es una especialización que evolucionó más tarde en su linaje. Por otra parte, están los hallazgos relativos a la preservación de los dientes. Los autores analizaron un diente de Daspletosaurus cuya histología sugiere que no fue reemplazado por más de 500 días, pero que aun así conservó gran parte de su fina cubierta de esmalte, lo que sugiere que el mismo se mantuvo hidratado mientras estuvo en la boca del animal y entra en conflicto con lo que se ve en los dientes de los cocodrilos, los cuales tienden a dañarse más fácilmente cuando son usados debido en parte a su más deficiente hidratación por la falta de labios que contengan saliva para lubricarlos, razón por la que deben ser reemplazados con mayor regularidad. Por último, los investigadores realizaron modelos computadorizados para probar cómo funcionaría el cierre de la boca de los terópodos si éstos carecieran de tejido extraoral. Los modelos indicaron que, dada la forma de su cráneo, las mandíbulas se tendrían que aplastar entre sí o la mandíbula inferior tendría que desarticularse de su coyuntura para sellar la boca por completo, siendo escenarios muy poco plausibles. Viendo estos patrones, los autores concluyen que los terópodos contaban con tejido extraoral similar al de los varanos actuales que mantenía su dentadura cubierta, protegida y lubricada, especialmente mientras la boca permanecía cerrada.

4. ¿Qué miras? No. En serio, ¿qué miras?

Un Utahraptor y su cría observan un objeto de interés desde el mismo ángulo
Arte de Wingedwolf94 de ArtSatation

Para los seres humanos, adoptar la posición de sus congéneres para ver lo que observan desde su perspectiva puede parecer tan natural que puede resultar sorprendente el hecho de que este comportamiento es poco común en la naturaleza. Esta conducta, denominada “toma de perspectiva visual” es muy útil para animales gregarios a la hora de identificar objetos de interés común, como una presa o una amenaza potencial, pudiendo marcar una diferencia significativa a la hora de sobrevivir. Sin embargo, sólo se ha identificado en algunos grupos animales diversos, como los caninos, las aves, los primates y algunos reptiles. No obstante, el pasado 19 de mayo se publicó una investigación realizada por un equipo de la Universidad de Lund en Suecia, encabezado por Claudia Zeiträg, que insta a añadir a los dinosaurios no avianos a la lista. Los autores realizaron una serie de experimentos con algunos arcosaurios modernos en cautiverio en los que se les incitaba a mirar en una dirección en particular para evaluar su capacidad de seguir la mirada de otros individuos de su misma especie, incluso a través de barreras. Los participantes consistían en caimanes y aves del grupo de los paleognatos (el cual incluye a las aves más primitivas existentes, como los avestruces, los kiwis y los ñandúes). Durante los experimentos, los caimanes no demostraron tomar la perspectiva visual de sus compañeros, aunque sí seguían la mirada de éstos hacia un punto visible. Las aves, por otra parte, demostraron una clara toma de perspectiva visual al navegar con éxito las barreras para ver lo que observaba su compañero desde su punto de vista. Comparando la neuroanatomía de los paleognatos actuales con la de dinosaurios no avianos, los investigadores notaron numerosas similitudes, lo que los llevó a concluir que la toma de perspectiva visual debió originarse en el linaje de los dinosaurios antes de que evolucionaran las aves, aunque es probable que los primeros dinosaurios no asumieran este comportamiento debido a que su configuración neuroanatómica era más similar a la de los cocodrilomorfos, cuya neuroanatomía se ha mantenido prácticamente inalterada por más de 200 millones de años. Esto a su vez implicaría que la toma de perspectiva visual surgió en los dinosaurios antes que en los mamíferos, en los que evolucionó de manera convergente en linajes distintos originados durante el Cenozoico.

5. Abriendo el telón a nuevos personajes

Como en años anteriores, la quinta “dinoticia” de este año no consistirá en una noticia en particular, sino en una recopilación de noticias sobre algunas de las nuevas especies descritas este año. Curiosamente, este año no tenemos dinosaurios en este listado, pero no por eso estas criaturas dejan de resaltar por sus implicaciones para la paleontología. Dicho esto, conozcámoslas.

Balaenognathus maeuseri, un nuevo pterosaurio filtrador

Arte de Hyrotrioskjan de Deviantart

Comenzamos con Balaenognathus maeuseri, un pterosaurio ctenocasmátido, del cual se recuperó un esqueleto bastante bien preservado en la formación Torleite de Alemania, datando del Jurásico superior. Éste fue descrito el pasado 21 de enero por un equipo encabezado por David M. Martill. La razón por la que resalta el Balaenognathus es porque ofrece una nueva mina de información sobre los ctenocasmátidos con adaptaciones para la alimentación por filtración. Aunque no es el primero descubierto con este tipo de adaptaciones, su configuración bucal es bastante distintiva. Éste presenta un pico curvado hacia arriba y en forma de cuchara que probablemente utilizaba para canalizar el agua y, en adición, estaba repleto de dientes bastante derechos y alineados verticalmente que habrían servido para filtrar el exceso de líquido, dejando a la presa atrapada en su boca. Algunos de los dientes presentan un gancho en el extremo, algo nunca antes visto en un pterosaurio y que sus descriptores deducen que habrían funcionado como anzuelos para atrapar pequeños crustáceos, de modo que no se escabulleran entre la dentadura. Las características vistas en el Balaenognathus nos dan pistas sobre cómo la evolución de los ctenocasmátidos se ramificaba, dando origen a nuevas formas con especializaciones distintas y aptas para explotar diferentes nichos ecológicos, brindándonos una idea de lo realmente diversos que eran estos poco convencionales pterosaurios.

El ictiosaurio más antiguo conocido

Arte de Esther van Hulsen

Durante años, los paleontólogos han pensado que los ictiosaurios (reptiles marinos que desarrollaron forma de pez) evolucionaron a principios del Triásico, pues los fósiles más antiguos de estos animales encontrados hasta ahora datan de alrededor de 248 millones de años, siendo poco posteriores a la gran extinción pérmica, ocurrida hace casi 252 millones de años. Esto condujo a la teoría de que los ancestros de este exitoso grupo se vieron obligados a trasladarse al agua tras el evento de extinción en busca de mejores oportunidades de sobrevivir. Sin embargo, un nuevo descubrimiento publicado en la revista Current Biology el pasado 13 de marzo por un equipo encabezado por Benjamin P. Kear insta a revisar esa teoría. Se trata de 11 vértebras recuperadas en el valle de Flower de la isla Spitsbergen, al norte de Noruega, cuyas rocas datan de alrededor de 250 millones de años. Estos fósiles no fueron asignados a un género y especie nombrado, pero presentan la inconfundible forma de vértebras de ictiosaurio. Lo más intrigante para los paleontólogos, sin embargo, es que las vértebras se asemejan más a las de ictiosaurios derivados que a las de miembros basales del grupo, lo que se traduce en que parecían pertenecer a un animal que ya estaba completamente adaptado a la vida en el océano. Esto implica que los ictiosaurios se habían diversificado y adaptado al mar mucho antes de lo previamente pensado y teniendo en cuenta la escala temporal estimada para la transición evolutiva de animales terrestres a criaturas acuáticas, los autores concluyen que lo más probable es que los ictiosaurios hayan tenido un origen pre-mesozoico, habiendo evolucionado en el Pérmico y sobrevivido al evento de extinción en lugar de haber surgido tras el mismo.

Mambachiton fiandohana: Un avemetatarsaliano basal

Arte de Matt Celeskey

Es sabido que los arcosaurios se dividen en dos grandes grupos: los pseudosuquios, que incluyen el linaje que condujo a los cocodrilianos modernos, y los avemetatarsalianos, que incluyen a los ornitodiros (el linaje que condujo a los dinosaurios y pterosaurios) y a los afanosaurios, como el Teleocrater. Sin embargo, es poco el material fósil que se ha podido recuperar de los miembros más basales de ambas ramas. El pasado 25 de julio, sin embargo, un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Sterling J. Nesbitt describió lo que parece tratarse del avemetatarsaliano más basal conocido hasta la fecha. El material descrito consiste en huesos postcraneales de un par de ejemplares que fueron excavados entre 1997 y 2003 en la formación Makay de Madagascar. La nueva especie se trata de un animal de no más de 2 metros de largo y recibió el nombre de Mambachiton fiandohana, que significa: “armadura de cocodrilo” en alusión a osteodermos que fueron recuperados entre el material, lo que indica que los avemetatarsalianos eran ancestralmente blindados, atributo que perderían con la evolución, pero que volverían a recuperar de manera independiente en varios linajes derivados. Con esto, el Mambachiton apenas empieza a rellenar algunos agujeros en la historia evolutiva de los ornitodiros, pero seguramente será objeto de futuras investigaciones que ayudarán a seguir esclareciéndola.

Megapterygius wakayamaensis: Un mosasaurio que se creeía ictiosaurio

Diagrama por Takumi

Durante mucho tiempo se pensó que los anteriormente mencionados ictiosaurios fueron los reptiles que se adaptaron más eficazmente a la vida marina al emular anatómicamente a los peces luego de que sus ancestros retornaron al agua. De ahí su nombre (ictiosaurio significa: “lagarto pez”). No obstante, ahora sabemos que no fueron los únicos. El pasado 11 de diciembre se publicó la descripción de un esqueleto bastante bien preservado de un mosasaurio de alrededor de 6 metros de largo, encontrado en la formación Toyajo de Wakayama, Japón. De hecho, el fósil se trata del mosasaurio más completo y mejor conservado encontrado en Japón hasta la fecha y fue descubierto en 2006 por Akihiro Misaki, quien participó en el estudio descriptivo recientemente publicado, el cual fue encabezado por Takuya Konishi. La extraordinaria preservación del material permitió identificar características poco usuales entre los fósiles de mosasaurio encontrados hasta ahora, lo que supuso un reto a la hora de clasificarlo. Por ejemplo, sus aletas traseras parecen ser más largas que las delanteras, las cuales a su vez son más largas que su cráneo. De ahí que le dieran el nombre: Megapterygius wakayamaensis, que significa: “Gran alado de Wakayama”. Los autores teorizan que las grandes aletas delanteras podrían haber ayudado al animal a realizar maniobras rápidas, mientras que las aún mayores aletas traseras podrían haber sido útiles para generar propulsión vertical a fin de ayudarlo a sumergirse o a salir a la superficie rápidamente. Adicionalmente, las espinas neurales de sus vértebras dorsales presentan un cambio de orientación repentino tras lo que sería su centro de gravedad, característica también apreciable en los actuales delfínidos, donde corresponde a la base de su aleta dorsal. Teniendo esto en cuenta, los autores hipotetizan que el Megapterygius pudo haber tenido una aleta dorsal similar a la vista en los ictiosaurios y los delfínidos modernos, la cual pudo haberle proporcionado estabilidad mientras se movía bajo el agua. De ser correcta esta hipótesis, sería la primera vez que se identifica tal característica en un mosasaurio. Con todo esto, el Megapterygius parece contar con rasgos propios de los ictiosaurios, pero no deja de presentar características distintivas de los mosasaurios, tales como la típica forma y proporciones del cráneo de éstos, aparte de que comparte sinapomorfías con varios miembros de la subfamilia de los mosasaurinos, lo que llevó a los investigadores a clasificarlo dentro de ésta. De modo que lo observado en el Megapterygius parece sugerir que el grupo estaba diversificándose en formas cada vez más hidrodinámicas, como lo hicieron los ictiosaurios en una época anterior.

Habiendo culminado con el resumen de noticias del año, quisiera disculparme por el largo silencio que ha habido en el blog últimamente. Me gustaría cambiar esa situación, pero me temo que no estoy en posición de prometer que así será. En su lugar, aviso que el blog permanecerá inactivo por un tiempo indeterminado. Esto no necesariamente significa que esta será la última entrada que verán en él (después de todo, aún tengo algunas ideas para entradas que me gustaría publicar en un futuro, aunque eso también dependerá del interés que vea por parte de potenciales lectores), pero en vista a la poca dedicación que le he podido dar durante el último par de años, creo que lo más sensato es suspender la actividad hasta que pueda invertir el tiempo que me gustaría en “el rincón de un dinofriki”. De modo que, por el momento, no digo adiós, sino hasta luego.

Fuentes:

  1. https://phys.org/news/2023-02-larynx-fossil-dinosaur-capable-bird-like.html
  2. https://www.nature.com/articles/s42003-023-04513-x#Sec9
  3. https://phys.org/news/2023-02-dinosaurs-claws-display.html
  4. https://www.nature.com/articles/s42003-023-04552-4
  5. https://phys.org/news/2023-05-dinosaurs-perspectives.html
  6. https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adf0405
  7. https://www.sciencetimes.com/articles/44138/20230604/visual-perspective-taking-originated-dinosaurs-long-before-evolved-mammals-study.htm
  8. https://markwitton-com.blogspot.com/2023/03/new-paper-fresh-evidence-and-novel.html?m=1
  9. https://phys.org/news/2023-03-predatory-dinosaurs-rex-sported-lizard-like.html
  10. https://www.sciencealert.com/tyrannosaurus-rex-had-lips-like-a-lizard-scientists-reveal
  11. https://link.springer.com/article/10.1007/s12542-022-00644-4
  12. https://www.sci.news/paleontology/balaenognathus-maeuseri-11586.html
  13. https://doi.org/10.1016/j.cub.2022.12.053
  14. https://www.europapress.es/ciencia/ruinas-y-fosiles/noticia-fosiles-ictiosario-alejan-origen-reptiles-marinos-20230313183211.html
  15. https://academic.oup.com/zoolinnean/article/199/2/327/7231066?login=false
  16. https://www.sci.news/paleontology/mambachiton-fiandohana-12130.html
  17. https://www.sci.news/paleontology/megapterygius-wakayamaensis-12526.html
  18. https://www.uc.edu/news/articles/2023/12/uc-paleontologist-describes-wakayama-blue-dragon-that-ruled-prehistoric-waters-off-japan.html

31 de diciembre de 2021

Las 5 Dinoticias más Relevantes del 2021

El 2021 no fue el año más próspero para el blog en términos de la cantidad de entradas publicadas, pero eso no quita que haya traído consigo descubrimientos paleontológicos notorios y fascinantes. Por eso hoy, como de costumbre quisiera cerrar este año en el blog con las cinco noticias que más me llamaron la atención en lo que respecta a la investigación de la vida mesozoica sin quitarle mérito a otros hallazgos realizados durante el año que son igualmente importantes para la ciencia y para nuestra comprensión de la vida prehistórica y que lamentablemente no puedo cubrir en esta entrada por falta de tiempo. Dicho esto, pasemos a las noticias.

1. Respiración de los dinosaurios: Dos formas de hacer lo mismo

En el año 2008 se describió una especie de terópodo que fue llamada Aerosteon, que significa "huesos de aire". Esto debido a que sus huesos muestran indicios de neumatización (espacios llenos de aire), lo que sugiere que el animal en vida debió tener un sistema respiratorio basado en sacos de aire similar al de las aves, en el que el aire fluye a través de dichos sacos hacia adentro y hacia afuera de pulmones relativamente inflexibles, contrario a lo que ocurre en los mamíferos, que poseen pulmones flexibles que se expanden y se contraen durante la inhalación y la exhalación respectivamente. Dado que varios fósiles de pterosaurios mostraban características similares, algunos expertos dedujeron que este sistema respiratorio pudo haber sido un rasgo ancestral de los ornitodiros (el grupo que abarca a los dinosauros y pterosaurios) y que por consiguiente, debió haber sido común en todos los dinosaurios con la posible excepción de los ornitisquios, en los cuales la condición neumática no es apreciable fuera del cráneo. El pasado 6 de julio se publicó un nuevo estudio cuyos resultados sustentan esta teoría. El estudio fue realizado por un equipo de investigación encabezado por el Dr. Viktor Radermacher, el cual, utilizando la tecnología del sincrotrón europeo, pudieron recrear una reconstrucción digital de alta precisión del esqueleto de Heterodontosaurus más completo encontrado a la fecha, lo que permitió ver que éste tenía huesos en su pecho y en su vientre capaces de expandirse y contraerse, sugiriendo que tenía un sistema respiratorio basado en pulmones flexibles como los mamíferos. Esto provee la primera prueba sólida de que no todos los dinosaurios respiraban de la misma manera y sugiere que uno de estos mecanismos de respiración en los dinosaurios evolucionó de manera independiente (pudiendo el sistema de sacos aéreos ser convergente con el de los pterosaurios o el de pulmones flexibles serlo con el de los mamíferos). Este descubrimiento es importante no sólo porque ayuda a comprender cómo respiraba este dinosaurio (y posiblemente, el resto de los ornitisquios), sino también porque podría ayudar a descubrir qué características biológicas permitieron a los dinosaurios ser tan diversos y exitosos, aparte de que podría ayudar a arrojar luz sobre otras posibles actividades relacionadas al flujo de aire en el organismo, tales como la vocalización.

Un Heterodontosaurus exhalando vaho por la boca, como se tiende a ver en los mamíferos en ambientes fríos
Arte de Viktor Radermacher

2. Pterosaurios: Conquistadores natos

Desde hace un tiempo se ha estado debatiendo sobre si los pterosaurios nacían aptos para volar, pues varias investigaciones indican que éstos desarrollaban las características óseas necesarias para emprender el vuelo desde su etapa embrionaria, aunque otras sugieren que lo más probable es que debiesen crecer y fortalecerse antes de que pudiesen levantar el vuelo, como ocurre en la mayoría de las especies de vertebrados voladores de hoy. Un estudio publicado por Darren Naish, Mark Witton y Elizabeth Martin-Silverstone el pasado 22 de julio no sólo sustenta la idea de que los pterosaurios podrían haber empezado a volar poco después de romper el cascarón, sino que también se vale de la biomecánica para explicar cómo pudieron haberlo hecho. Utilizando medidas previamente obtenidas de la extensión de las alas y de la fuerza del húmero (el primer hueso del brazo) de fósiles de embriones de Pterodaustro guinazui y de Sinopterus dongi y comparándolas con las de fósiles de individuos adultos, el equipo de investigación pudo modelar las habilidades de vuelo de las crías. La investigación reveló que las alas de las crías tenían la forma y la fuerza adecuada para despegar y sostener el aleteo, pudiendo haberles permitido emplear el vuelo propulsado sin demasiada dificultad, aunque no parecen haber sido aptas para planear. Los autores indican que es probable que las crías de pterosaurio volaran más lentamente y de manera más torpe que sus padres y que fuesen menos eficientes en trayectos largos debido a que sus alas eran más cortas y más anchas que las de los adultos, los cuales tenían un área de ala más grande en relación con su masa y tamaño corporal. No obstante, las crías probablemente habrían sido más ágiles y maniobrables que los adultos, lo que, según teorizan los investigadores, pudo haberles ayudado a escapar de los depredadores, a perseguir presas escurridizas y a volar en espacios densos que los adultos de su especie difícilmente habrían podido atravesar.

Esta teoría es reforzada por las conclusiones de de un equipo encabezado por Roy Smith en otro estudio publicado el pasado 16 de octubre en el que se analizan restos de pterosaurio de edad cretácica desenterrados en las camas de Kem Kem, en Marruecos. Entre esos fósiles se incluyen fragmentos de la punta del pico de varios ejemplares. Dado que a simple vista es difícil determinar si corresponden a especies de pterosaurio pequeñas, a individuos subadultos o si eran la punta del pico de un animal de gran tamaño, el equipo de investigación condujo un estudio histológico para determinar la edad de estos animales al momento de su muerte. El estudio reveló que los fósiles, en efecto, son de individuos juveniles, pues muestran indicios de un crecimiento rápido y pocas capas de recubrimiento óseo (o anillos de crecimiento, como se les tiende a conocer), aparte de que estos ejemplares pequeños presentan una cantidad de forámenes consistente con la vista en fósiles de pterosaurios adultos encontrados en la zona (de pertenecer a la punta del pico de un animal adulto, deberían presentar una fracción de los forámenes vistos en otros especímenes de mayor tamaño). Esto llevó a los investigadores a teorizar que los individuos juveniles de las grandes especies de pterosaurios del Cretácico debieron ocupar el nicho que dejaron las especies más pequeñas del Triásico y el Jurásico, asumiendo un rol comparable al de los cocodrilos en la actualidad, los cuales cambian su alimentación conforme van creciendo (en las etapas iniciales de su vida se tienden a alimentar de insectos y vertebrados pequeños, mientras que al llegar a la adultez su dieta consiste mayormente en otros animales de gran tamaño). Este escenario es consistente con la idea de que los pterosaurios jóvenes empleaban métodos de vuelo especializados, tal y como propone el estudio publicado por Naish, Witton y Martin-Silverstone, lo cual les habría permitido explotar nichos diferentes a los de sus contrapartes adultas, minimizando así la competencia con ellos por el alimento.

Crías de Pterodaustro volando junto con ejemplares adultos. Nótese las diferencias en la posición de las alas, denotando aleteos más abruptos en las crías que en los adultos.
Arte de Mark Witton

3. ¿Identidad oculta?

En 1998 se describió un ejemplar bastante bien preservado (hasta el punto de conservar restos de órganos internos) de un pequeño terópodo al que se le dio el nombre de Scipionyx samniticus. El fósil sugiere que la criatura era un subadulto al momento de su muerte, lo que ha dificultado su clasificación debido entre otras cosas, a que la anatomía de un animal juvenil tiende a conservar características ancestrales bastante marcadas, llevando a sugerir una posición potencialmente menos derivada de lo que era en el árbol evolutivo. En 2011, Scipionyx fue clasificado como un compsognátido (un grupo bastante basal en el linaje de los coelurosaurios) en vista a la cantidad de rasgos que compartía con otros miembros de este grupo, pero el pasado 22 de octubre, en un giro inesperado, un estudio publicado por Andrea Cau plantea la posibilidad de que el ejemplar represente en realidad, una etapa ontogénica temprana de un carcarodontosáurido. Es decir, de acuerdo a este estudio, el Scipionyx pudo haber sido un carcarodontosaurio juvenil. Por si fuera poco, según la investigación, otros posibles compsognátidos conocidos únicamente por fósiles de individuos subadultos, tales como Juravenator y Sciurumimus, pudieron haber sido crías de un tipo diferente de terópodos. Para probar esta hipótesis, Cau realizó un análisis filogenético basándose en aquellos caracteres que diferencian a estos dinosaurios inequívocamente entre sí independientemente de su etapa de desarrollo (excluyendo los caracteres que presentan en común potencialmente debido al estado de madurez de los animales al momento de su muerte), lo que dio como resultado que Scipionyx se situara en una rama bastante cercana a la del Concavenator y que Juravenator y Sciurumimus estuviesen estrechamente emparentados con Dubreilosaurus y Asfaltovenator (ambos, de la rama de los megalosaurios), respectivamente. De ser cierta, esta hipótesis podría explicar la rareza de fósiles de individuos inmaduros de carcarodontosaurios y megalosaurios en contraposición al relativamente alto número de fósiles de compsognátidos juveniles con relación a los de individuos adultos. Asimismo, proporcionaría pruebas adicionales de la presencia de plumaje en terópodos no coelurosaurianos (en adición a los posibles nódulos vistos en la ulna del Concavenator), reforzando la teoría de que esta característica estaba ya bastante diseminada en el linaje terópodo. Es de tener en cuenta sin embargo, que todo lo que hacen los resultados de esta investigación es ofrecer un marco teórico más amplio a la hora de estudiar a estos especímenes y que esta hipótesis sólo puede corroborarse mediante la recuperación de más material fósil.

Viñeta humorística representando al Scipionyx como una cría de carcarodontosáurido
Arte de Scipionyx por Conty de Wikipedia
Arte de carcarodontosáurido por Metratton de Deviantart

4. Nuevas claves en los fósiles para estudiar el comportamiento de los dinosaurios

Hay muchos aspectos sobre la vida de los dinosaurios no avianos que se desconocen y probablemente nunca se podrán comprender completamente debido a que van más allá de lo que nos revelan los fósiles, especialmente en lo que respecta al comportamiento y estilo de vida de estos seres. Sin embargo, pese a que no pueden darnos todas las respuestas, los fósiles pueden ofrecernos pistas sobre dichos aspectos y así lo ejemplifica un estudio publicado el pasado 6 de mayo por un equipo de investigación conformado por paleontólogos del Museo Peabody de Historia Natural y del Museo Americano de Historia Natural en el que se investiga el papel del oído interno en el comportamiento de unas 128 especies de arcosauromorfos, incluyendo cocodrilianos, dinosaurios avianos y no avianos, y pterosaurios. Y es que, según señalan los autores, el oído interno es posiblemente la estructura más parecida a un dispositivo mecánico, por lo que si puede reconstruir su forma y estudiar su estructuración, sería posible deducir con cierta precisión varios aspectos del comportamiento de animales extintos. Teniendo esto en cuenta, los investigadores desarrollaron modelos tridimensionales utilizando los fósiles de las especies estudiadas y compilaron una matriz de datos del oído interno para las mismas, entre las que se encuentran el ave acuática Hesperornis, el dromeosáurido Velociraptor, y el pterosaurio Anhanguera. Tras reunir los datos, los autores identificaron rasgos similares entre las especies estudiadas de acuerdo a la estructuración del sistema vestibular de su oído interno, el cual tiene la función de procesar la información pertinente a la maniobrabilidad del animal, siendo por tanto una clave para comprender cómo se movían. Esto permitió a los autores agrupar las características apreciadas en tres morfotipos vestibulares, lo que a su vez les permitió agrupar a las especies estudiadas en tres categorías locomotoras:

1. Cuadrúpedos

2. Bípedos y voladores simples

3. Voladores altamente maniobrables.

En el primer grupo caen, desde luego, los cocodrilianos y algunos arcosaurios poco diversificados. En el segundo grupo caen los deinonicosaurios, tales como los troodóntidos y los dromeosáuridos, así como los pterosaurios, las aves acuáticas como el Hesperornis y aves planeadoras o que vuelan en ráfagas rápidas y directas, como probablemente sucedía en el caso del Archaeopteryx, según indica el estudio. En el último grupo caen la mayoría de las aves rapaces y pájaros cantores de hoy.

Los investigadores identificaron también un alargamiento del sistema coclear del oído interno de los arcosaurios, lo cual indica que estos animales tenían la capacidad de detectar sonidos de alta frecuencia. Esto, en conjunto con el hallazgo de una cóclea transicional en arcosaurios basales como el Euparkeria, llevó a los autores a la conclusión de que esta adaptación tuvo su origen evolutivo en los primeros miembros de este grupo y a teorizar que esta adaptación está probablemente ligada a la detección de las llamadas de eclosión o de auxilio de las crías, algo que se ve en las aves y cocodrilianos de hoy y que posiblemente contribuyó al éxito de este linaje. Asimismo, los resultados de este estudio abren paso a la teoría de que las vocalizaciones de las aves de hoy y el desarrollo de la siringe evolucionaron como una retención en los adultos de los chirridos agudos que emitían los juveniles de sus ancestros extintos.

Sin embargo, este estudio no es el único que revela detalles sobre cómo los fósiles pueden ayudarnos a entender mejor el comportamiento de animales extintos. Un segundo estudio publicado el mismo día por un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Jonah Choiniere analiza la estructuración de los canales auditivos de 17 especies de dinosaurios terópodos. Los resultados de la investigación refuerzan las conclusiones de los autores del estudio anteriormente mencionado e indican que los terópodos carnívoros tenían un sentido auditivo bastante agudo, lo que se evidencia en canales alargados en el sistema coclear de su oído interno. No obstante, da un paso adicional y nos permite ver hasta qué extremos podían llegar algunos dinosaurios, como el alvarezsáurido Shuvuuia deserti. Los canales auditivos del sistema coclear de este pequeño dinosaurio no sólo son proporcionalmente más alargados que los de otros terópodos estudiados, sino que a su vez son estructuralmente similares a los de las aves nocturnas de hoy, tales como los búhos y las lechuzas, lo que sugiere que, como éstas, probablemente era un animal nocturno. No obstante, la investigación no sólo aborda la capacidad auditiva de los terópodos estudiados, sino también la visual. Para esto, los paleontólogos reconstruyeron modelos digitales del anillo escleral (una serie de huesos que rodean la pupila) de cada especie estudiada para analizar sus proporciones, pues es sabido que cuanto más grande el anillo esclerar (y por lo tanto, la pupila), más luz puede captar el ojo y por consiguiente, mayor agudeza visual tiene el animal. Los resultados del estudio sugieren que la mayoría de los terópodos tenía un sentido bastante agudo de la visión, aunque en la mayoría de los casos éste parece haber estado optimizado para el día, con lo visto en el Shuvuuia y su pariente más basal, el Haplocheirus sollers siendo nuevamente una excepción destacable. La investigación indica que éstos probablemente tenían visión nocturna, ya que el tamaño de sus pupilas estimado a partir de la reconstrucción de los anillos esclerales constituía más de la mitad del tamaño de sus ojos, como ocurre en los animales nocturnos de hoy. Para corroborarlo, el equipo posteriormente realizó un análisis en el que comparó los fósiles de estos dinosaurios con 55 especies vivas de lagartos y 367 especies de aves, lo que arrojó una probabilidad de más de 90% de que el Haplocheirus y el Shuvuuia fuesen nocturnos. Sin embargo, no son los únicos. Como ya se había reportado en estudios previos, dromeosáuridos como el Velociraptor también tenían una visión adaptada a un ambiente con poca luz e incluso terópodos más primitivos, como el Megapnosaurus/Coelophysis kayentakatae ya mostraban esta adaptación.

Investigaciones como estas son relevantes al mostrarnos cómo algunos fósiles pueden ayudarnos a comprender la forma en que animales extintos hace millones de años vivían, se movían y percibían su entorno y las diversas maneras en que respondían a éste.

Un Shuvuuia cazando en la noche
Arte de Viktor Radermaker

5. Nuevas especies con grandes implicaciones

El pasado 23 de septiembre, un equipo de investigación encabezado por Susannah Maidment publicó la descripción de un fragmento de costilla dorsal proveniente de las Montañas de Middle Atlas en Marruecos, África, cuyas rocas tienen una edad de alrededor de 168 millones de años, datando de mediados del Jurásico. La costilla tiene cuatro púas cónicas adheridas a ella, característica que pese a no haber sido vista antes en el registro fósil, se teoriza que bien puede tratarse de una condición basal de los anquilosaurios, la cual posteriormente evolucionaría en osteodermos que estarían incrustados en la piel en vez de en los huesos. Esto llevó al equipo a deducir que el fósil pertenece a un género de anquilosaurio basal al que le dieron el nombre de Spicomellus afer, estando probablemente emparentado con el Sarcolestes de Europa y con el Tianchiasaurus de China, y siendo el primer miembro descrito de este grupo descubierto en África. De corroborarse que este es el caso, el descubrimiento del Spicomellus indicaría que poco después de su evolución, los anquilosaurios habrían alcanzado una distribución global y llevaría a reconsiderar la teoría de que éstos contribuyeron a la extinción de los estegosaurios, ya que el Spicomellus data de una edad similar a la de los estegosaurios más antiguos conocidos, sugiriendo que ambos grupos evolucionaron a la par y coexistieron durante gran parte del Jurásico.

Las púas en el fragmento de costilla fosilizado de Spicomellus
Fotografía tomada de Maidment et al., 2021

El nuevo escenario es reforzado por la posterior descripción de otro anquilosaurio el pasado 1 de diciembre a manos de un equipo encabezado por el Dr. Sergio Soto. Esta vez, se trata de un ejemplar más completo descubierto en la Patagonia de Chile, Sudamérica, datando de aproximadamente, 74 millones de años de antigüedad y siendo por tanto, de edad cretácica. Este nuevo anquilosaurio fue llamado Stegouros, que significa: "cola techada", aludiendo a los siete pares de huesos dérmicos (osteodermos) ubicados en los costados de la mitad posterior de su cola, los cuales parecían fusionarse en una sola estructura mientras más cerca estaban de la punta de la misma y le daban un aspecto similar al de la fronda de los helechos. Esta estructuración ósea indica que el Stegouros pertenece a un linaje transicional de anquilosaurios en el que las vértebras de su cola empezaban a fusionarse para formar el mazo óseo visto en la punta de la cola de los miembros más derivados del grupo, tales como el Ankylosaurus y el Euplocephalus. Al realizar un análisis filogenético, los autores concluyeron que el Stegouros estaba estrechamente relacionado con el Kunbarrasaurus ieversi de Australia y el Antarctopelta oliveroi de la Antártida, formando un linaje de anquilosaurios al que llamaron Parankylosauria, cuyos miembros hasta ahora sólo se han encontrado en el hemisferio sur y probablemente siguieron un camino evolutivo distinto a los de sus parientes del hemisferio norte. Esto da más peso a la emergente teoría de que los anquilosaurios evolucionaron y se diseminaron rápidamente por todo el globo, prosperando y diversificándose más de lo previamente pensado y llegando incluso a colonizar gran parte del hemisferio sur, donde sus fósiles habían sido relativamente escasos hasta ahora.

Reconstrucción artística del Stegouros en vida por Mauricio Alvarez

Los anquilosaurios sin embargo, no son los únicos cuyos fósiles han aparecido en lugares sin precedentes. El pasado 3 de noviembre un equipo internacional de paleontólogos publicó el hallazgo de un nuevo género de dinosaurio encontrado en Groenlandia, siendo el primer dinosaurio no aviano descrito de dicho lugar. Se trata de un sauropodomorfo basal, al que se le dio el nombre de Issi saaneq, el cual fue encontrado en la formación Malmros Klint, datando de aproximadamente, 214 millones de años de antigüedad, siendo así de edad triásica. El Issi fue descrito a base de un par de cráneos parciales pertenecientes a dos individuos subadultos que irónicamente, fueron descubiertos en 1994, mas no habían sido estudiados de una manera tan minuciosa hasta ahora, por lo que inicialmente fueron referidos al género Plateosaurus. La nueva investigación sugiere que en realidad, pertenecían a animales más similares al Macrocollum itaquii y al Unaysaurus tolentinoi, indicando que se trataba de un género distinto a Plateosaurus, aunque de la misma familia (los plateosáuridos). Este descubrimiento no sólo arroja luz sobre la distribución y diversificación de los sauropodomorfos a finales del Triásico, sino que también abre las puertas al potencial hallazgo de otros tipos de dinosaurios en una zona tan poco conocida para la paleontología como lo es Groenlandia. Después de todo, es raro que en la naturaleza una especie viva fuera de un ecosistema conformado por múltiples organismos y niveles tróficos, por lo que este bien podría ser un paso importante para ayudarnos a comprender mejor la biosfera del Triásico superior.

Reconstrucción artística del Issi en vida por Victor Beccari

Finalmente, una nueva especie de terópodo poco convencional encontrada en Brasil fue descrita el pasado 18 de noviembre por un equipo conformado por paleontólogos de varias instituciones del país. Se le dio el nombre de Berthasaura leopoldinae y es conocida por un esqueleto bastante completo recuperado de la formación Goio-Erê, la cual data de edad cretácica (aunque de momento no ha sido posible fecharla con precisión y determinar si data del Cretáceo medio o tardío) y la completitud del animal permitió identificarlo como un noasáurido, una familia de ceratosaurios emparentada con los abelisáuridos, tales como el Carnotaurus y el Majungasaurus. A diferencia de éstos, sin embargo, el Berthasaura presenta un pico desdentado en lugar de fauces llenas de dientes, un rasgo previamente visto en al menos, otro noasáurido: el Limusaurus, el cual perdía los dientes a medida que crecía. Teniendo esto en cuenta, los expertos teorizan que, como el Limusaurus, el Berthasaura pudo haber sido herbívoro o quizás, omnívoro. Irónicamente, su anatomía sugiere que no era un animal tan estrechamente emparentado con el Limusaurus y el análisis filogenético realizado por el equipo de investigación indica que se trata de un miembro más basal de la familia. Esto sugiere que la evolución de un pico desdentado ocurrió al menos, dos veces en el grupo o bien, que la divergencia en los hábitos alimentarios de estos dinosaurios pudo haber ocurrido mucho antes en su historia evolutiva, ya que los otros noasaurios desdentados conocidos (el Limusaurus y probablemente, sus parientes más cercanos, como el Elaphrosaurus) ya estaban bastante diversificados. Sea cual haya sido el caso, el Berthasaura no sólo ayuda a comprender mejor los ecosistemas cretácicos de lo que hoy es Brasil, sino que también puede ayudarnos a aclarar dudas sobre los orígenes y la evolución de esta enigmática familia de ceratosaurios.

Reconstrucción artística del Berthasaura en vida por Maurilio Olivera

Fuentes:

  1. http://bristol.ac.uk/news/2021/july/pterosaurs-flight.html
  2. http://www.sci-news.com/paleontology/berthasaura-leopoldinae-10285.html
  3. http://www.sci-news.com/paleontology/spicomellus-afer-10102.html
  4. http://www.sci-news.com/paleontology/stegouros-elengassen-10348.html
  5. https://elifesciences.org/articles/66036#s1
  6. https://news.yale.edu/2021/05/06/what-can-dinosaurs-inner-ear-tell-us-just-listen
  7. https://science.sciencemag.org/content/372/6542/601.full
  8. https://www.mdpi.com/1424-2818/13/11/561
  9. https://www.nature.com/articles/s41559-021-01553-6
  10. https://www.nature.com/articles/s41586-021-04147-1
  11. https://www.nature.com/articles/s41598-021-01312-4
  12. https://www.researchgate.net/publication/354418322_Comments_on_the_Mesozoic_theropod_dinosaurs_from_Italy
  13. https://www.science.org/doi/full/10.1126/science.abe7941
  14. https://www.sciencedaily.com/releases/2021/07/210706115312.htm
  15. https://www.sciencedaily.com/releases/2021/10/211027122040.htm
  16. https://www.wits.ac.za/news/latest-news/opinion/2021/2021-05/nocturnal-dinosaurs-night-vision-and-superb-hearing-suggest-moonlight-predator.html
  17. https://youtu.be/7CRlXzLCAgM