Luego de un largo tiempo sin publicar una entrada (por lo cual me disculpo), hoy regreso con una bastante extensa. Y es que en conmemoración a su aniversario #20, esta vez hablaremos de un documental bastante controversial y... Bueno, seamos francos. La verdad, es un documental con una narrativa bastante cuestionable y de poco valor informativo. Dado que no recomiendo este documental, hasta nuevo aviso no encontrará un link en esta entrada mediante el que pueda acceder a verlo (aunque si lo desea, puedo publicar otra más adelante en la que incluya uno, lo cual puede solicitar en los comentarios), sino que simplemente me limitaré a hacer una reseña del mismo. Como ya habrá visto en el título, hablamos de "El Valle del T. rex".
Ups. Los siento. Me equivoqué de imagen.
Ahora sí. Me disculpo nuevamente. Es que casi no podía distinguirlos.
El hilo conductor del programa es la hipótesis de que el famoso Tyrannosaurus rex era incapaz de cazar, siendo un animal exclusivamente carroñero que se limitaba a alimentarse de criaturas que ya habían muerto antes de que se topara ellas, hipótesis cuyo principal (por no decir "único") expositor en la comunidad científica es el propio Dr. Horner, el cual a lo largo del programa presenta argumentos para apoyar esta idea.
Ahora bien, antes de continuar quisiera dejar clara una cosa: El documental no es malo por sugerir que el T. rex era obligatoriamente carroñero. De hecho, en ese aspecto hay que darle crédito por incentivar el pensamiento crítico, especialmente cuando se tiene en cuenta que la imagen popular del T. rex como depredador activo parece estar inculcada en el subconsciente de las masas y ser mundialmente aceptada sin cuestionamiento alguno cuando se supone que uno de los pilares del conocimiento científico es la duda y como producto de ésta, la falsabilidad de hipótesis y teorías (es decir, que éstas sean sujetas a pruebas que puedan contradecirlas para así poder corroborarse). Con eso dicho, la razón por la que el documental es malo como medio didáctico es más bien por la lógica que utiliza y los argumentos con los que procura respaldarla, siendo obvio que su objetivo no necesariamente es educar a la audiencia, sino simplemente ser sensacionalista y llamar la atención del espectador partiendo de una premisa poco convencional, lo que se refleja en la poca solidez de dichos argumentos.
Terminada esta introducción, comencemos con la "review".
El documental comienza con un prólogo que nos explica cómo el Tyrannosaurus rex ha sido popularizado como un depredador feroz desde su descubrimiento y que es muy difícil derribar esa hipótesis pese a que no hay evidencia que la respalde. Y con esto ya empezamos mal, pues si bien es cierto que T. rex fue proclamado como un depredador desde el principio, para el punto en que el documental fue lanzado, ya eso no era una hipótesis, pues desde poco antes había indicios de que éste cazaba presas vivas en el registro fósil y de hecho, esto ya había sido mencionado en programas emitidos previamente, como por ejemplo, el episodio de La Guía Máxima dedicado al Tyrannosaurus rex (del cual podríamos hablar en otra entrada), en el que curiosamente también participó Horner. En un corto segmento de dicho programa el Dr. Kenneth Carpenter nos muestra el ejemplar de Edmontosaurus DMNH 1493, el cual presenta una serie de vértebras caudales con daños en las espinas neurales. A una de ellas incluso le falta un trozo. Carpenter explica que por la forma del daño, la espina neural aparenta haber sido arrancada de una mordida y que el único animal carnívoro con las características necesarias para producir una herida así en el entorno del Edmontosaurus era el Tyrannosaurus rex, lo cual es respaldado por el hecho de que la herida en la vértebra coincide con la forma de los dientes de un T. rex adulto. Lo más curioso sin embargo, es que la herida muestra signos de cicatrización, lo que indica que ese Edmontosaurus vivió lo suficiente después de recibir la herida como para que ésta sanara, lo que según Carpenter, se traduce en que un T. rex lo atacó mientras estaba vivo. A continuación, una serie de capturas del segmento en el que el Dr. Carpenter explica esto. Desde ya les sugiero que se acostumbren a estas imágenes porque las verán varias veces más en esta entrada.
*Nota: Disculpen la calidad de los subtítulos. Las capturas provienen de un video en YouTube, por lo que algunas partes se repiten debido al desplazamiento del texto. En vista a esto, subrayé en rojo las partes donde continúa el diálogo en aquellas capturas donde aún queda parte del texto anterior.
Sólo este dato desacredita el prólogo y toda la premisa de "El Valle del T. rex" incluso antes de que el programa si quiera termine su introducción. Sin embargo, el documental lo ignora por completo (presuntamente por conveniencia, aunque arriesgándose a quedar en ridículo, lo cual hace) y procede a maquillarse y a ponerse una peluca colorida acompañada de una nariz falsa de color rojo mientras se dispone a contar un laaargo chiste... Quiero decir, se viste de gala mientras se dispone a presentar una serie de argumentos para respaldar una idea cuya solidez iremos analizando conforme avancemos en la entrada.
Tras la introducción, vemos una secuencia en la que se nos muestra a un T. rex cazando a una manada de Edmontosaurus hace 66 millones de años en lo que hoy es el estado de Montana y dispersándola hasta alcanzar y derribar a uno de ellos. Entre tanto, cortes ocasionales nos remontan al Siglo XXI y nos muestran al Dr. Horner preparando una expedición a la formación Hell Creek mientras propone desafiar esa imagen del T. rex al no haber pruebas de que éste haya sido capaz de cazar presas vivas y que por el contrario, todo apunta a que sólo se habría alimentado de restos de animales que habían muerto antes de que los interceptara.
No obstante, tres años antes:
De aquí pasamos a quizá una de las pocas cosas que vale la pena ver en el documental: la excavación de nuevos fósiles de T. rex por parte de un equipo del Museo de las Rocosas, con Horner indicando que espera recuperar partes completas del esqueleto no recuperadas en ejemplares previamente desenterrados, tales como la cola. Esto lo lleva a aludir al ejemplar comúnmente conocido como Wankel Rex (en honor a su descubridora, Kathy Wankel), desenterrado en 1988 por un equipo encabezado por el propio Horner, siendo el primer espécimen en el que se encontró un brazo completo. Y aquí es donde se empieza a abrir el telón para la entrada del payaso.
Horner destaca que se sorprende con lo cortos que son los brazos del T. rex y empieza a contar chistes... Quiero decir, a presentar argumentos por la línea de que no tiene sentido que un depredador tenga brazos tan cortos. Para empezar, según Horner, estos brazos no le permitirían sujetar a la presa mientras ésta forcejea ni tampoco frenar caídas o levantarse después de una mientras luchaba para abatir a una víctima potencial como muchos depredadores terrestres de hoy. Sin embargo, parece olvidar algunas cosas:
1. No todas las especies de depredadores cazan de la misma manera ni emplean las mismas estrategias de caza, sino que cada una cuenta con mecanismos especializados para atrapar y derribar a sus víctimas según lo dispongan sus adaptaciones. Es de tener en cuenta por ejemplo, que no todos los depredadores terrestres se valen de sus extremidades delanteras para sujetar a su presa al momento de cazar. De hecho, hay depredadores, tales como las serpientes, que ni siquiera presentan extremidades, mas no por eso carecen de mecanismos para matar a sus presas (como un cuerpo constrictor o glándulas venenosas, dependiendo de la especie). Por otra parte, los caninos salvajes, como los lobos y los licaones, tienden a recurrir únicamente a sus fauces al atacar presas vivas. De modo que decir que un animal es incapaz de cazar porque no tiene extremidades aptas para sujetar una víctima resistente podría considerarse una falacia de hombre de paja. Es probable que el Tyrannosaurus simplemente no necesitara extremidades largas y fuertes para capturar y matar a sus presas, especialmente cuando se considera que éste era poseedor de las fauces con la mayor fuerza de mordida registrada hasta ahora en un dinosaurio.
2. El registro fósil indica que había carnívoros terrestres con extremidades delanteras aún más cortas que las del T. rex, tales como los fororrácidos (las llamadas "aves del terror") y los abelisáuridos, de los cuales se sabe que tenían adaptaciones que probablemente les habrían permitido cazar (como patas traseras aptas para correr y por consiguiente, para perseguir presas relativamente rápidas... y es muy poco probable que un animal ya muerto caiga en esta categoría).
3. No hay pruebas que sugieran que los terópodos utilizaban sus extremidades delanteras para frenar caídas (de hecho, la disposición de sus brazos no parece estar hecha para eso). No obstante, eso no necesariamente es impedimento para que pudiesen volver a ponerse de pie después de una (siempre y cuando no haya sufrido lesiones serias, lo cual no siempre es el caso, como parece indicar Horner).
Luego de una breve explicación de lo que es el límite K/Pg y el papel de la estratigrafía a la hora de saber dónde buscar fósiles de dinosaurios en el campo, Horner recurre nuevamente al ejemplar Wankel Rex, esta vez aludiendo a su diseño corporal como un animal macizo y robusto y cuyas patas traseras no parecen estar hechas para moverse a gran velocidad.
Dejando de lado que de momento no es posible determinar con exactitud la rapidez a la que podía moverse un animal extinto y que las estimaciones sobre la velocidad máxima que podía alcanzar el T. rex varían desde los 11 km/h hasta los 40 km/h dependiendo del método y las herramientas implementadas en cada estudio realizado sobre ese aspecto, Horner nuevamente parece desconsiderar un par de cosas:
1. Gracias al registro fósil, sabemos que el menú de un T. rex adulto consistía en dinosaurios herbívoros similares en peso, tales como Edmontosaurus y Triceratops, los cuales, por su complexión corporal y su diseño anatómico, probablemente no hubiesen podido desplazarse mucho más rápido que él, a lo que cabe agregar que a fin de minimizar el gasto de energía y el riesgo de sufrir daños, los depredadores generalmente tienden a cazar a las presas más fácilmente accesibles, como los individuos heridos, enfermos o seniles de las especies que cazan, por lo que es posible que el T. rex no necesitara ser un corredor veloz para alcanzarlos si huían de él.
2. Aún si los animales de los que se alimentaba fuesen más rápidos, es de tener en cuenta que no todas las especies depredadoras necesitan correr a altas velocidades para atrapar a su presa, habiendo diferentes estrategias de caza en las que la rapidez pasa a un plano secundario. Los licaones, por ejemplo, emplean la caza por persistencia, la cual consiste en perseguir a sus presas a paso lento, pero consistente, mientras éstas corren por tramos cortos intentando huir, gastando mucha energía y quedando exhaustas en el proceso hasta terminar por ser alcanzadas sin poder hacer mucho para defenderse, estando la ventaja del depredador en la resistencia y en la minimización del gasto de energía más que en la velocidad. Por otra parte, está la cacería grupal, estrategia mediante la que varios individuos de la especie depredadora forman grupos que les permiten acorralar a su presa potencial, algo para lo que la rapidez no es tan importante como la coordinación. Cabe la posibilidad de que el T. rex empleara alguna estrategia similar (sin perder de perspectiva lo mencionado en el punto anterior de que los depredadores tienden a cazar principalmente a los individuos generalmente débiles y el T. rex probablemente no era la excepción) y de hecho, hay indicios de comportamiento gregario en la familia de los tiranosaurios. Eso, por mencionar algunos ejemplos.
A su vez, Horner sugiere que durante el Maastrichtiano el rol de depredadores en lo que hoy es la formación Hell Creek lo ocupaban terópodos pequeños y ágiles como los dromeosáuridos, aparentemente olvidando que éstos eran criaturas notablemente frágiles y pese a que para el tiempo en que fue emitido el documental la idea de que éstos cazaban en grupo era comúnmente aceptada, incluso en ese entonces la mayoría de los expertos parecía coincidir en que éstos probablemente lo pensarían dos veces antes de intentar atacar a un Triceratops o un Edmontosaurus adulto, ya que aún en grupo, lo más probable es que acabaran muertos antes que la presa (si no morían aplastados en el proceso de derribarla, probablemente terminarían exhaustos antes que ella), por lo que lo más probable es que se limitaran a cazar individuos juveniles. A eso cabe agregar que de acuerdo a lo indicado en el registro fósil hasta ahora, estos herbívoros de al menos, 6 toneladas eran los más comunes de ese ecosistema y dado que los dormeosaurios difícilmente habían podido abatir individuos maduros, el único candidato entre los carnívoros encontrados hasta ahora con potencial para hacerlo y mantener la población de éstos a un nivel estable para el ecosistema era el T. rex.
Tras esto, Horner parece empezar a quedarse sin argumentos (lo cual se refuerza cuando se tiene en cuenta que a partir de aquí, la lógica que utiliza para fundamentarlos cae en picada... más de lo que lo ha hecho hasta ahora, por imposible que parezca) y aparentemente decide apelar a las emociones del público diciendo cosas como: "Los estudiantes de cuarto a sexto grado se muestran testarudos, me critican y me lanzan cosas, se niegan a creerlo aún pese a que yo también crecí creyendo que el T. rex era un depredador."
Pobrecito Horner. Ya no necesito más argumentos. Esto era justo lo que hacía falta para convencerme... No de que el T. rex fue exclusivamente carroñero, sino de que el buen Dr. Horner sólo quiere llamar la atención. Es simplemente increíble que esto venga de un hombre adulto y especialmente, de un científico. No sé cómo pretende ser tomado en serio dándole suficiente importancia a las mofas de algunos niños de primaria como para hacer mención de ello en un programa presuntamente de ciencia. Esto no prueba otra cosa fuera de que Horner parece tendencioso al victimismo y si de verdad pretende sustentar su hipótesis, debería limitarse a presentar datos objetivos. Poner aspectos personales o sentimentales sobre la mesa es contraproducente, pues refleja parcialidad en un ámbito en el que se supone que se sea neutral.
Pero se pone mejor. Justo después, Horner dice lo siguiente: "Todo lo que intento hacer es lograr que la gente piense en hacer ciencia objetiva. Que no partan de ideas preconcebidas. No me importa si el T. rex fue depredador. Muéstrenme la evidencia."
De acuerdo. Permítame referirlo a su colega, el Dr. Carpenter. Él se la puede mostrar. Aquí está:
¿Quiere más? Después de que lanzó este trabajo de propaganda sensacionalista se encontraron estas otras:
- Una parte de la gola del ejemplar de Triceratops VMNH 120763, el cual presenta marcas de mordida que coinciden con la forma y el tamaño de los dientes de un T. rex. Los círculos rojos en la foto original (a la izquierda) señalan las lesiones en el hueso. La imagen en rayos X a la derecha muestra que el área afectada es más densa que el hueso a su alrededor, lo que indica recrecimiento óseo. La única forma de que esto haya ocurrido es que el Triceratops hubiese vivido lo suficiente después de recibir esta herida como para que ésta cicatrizara.
- El cuerno izquierdo roto del mismo ejemplar de Triceratops (VMNH 120763), el cual también presenta dos marcas de dientes (señaladas por las flechas amarillas) que coinciden con la forma y el tamaño de los de un T. rex, sugiriendo que éste fue el responsable de la ruptura del hueso. Al igual que el trozo de la gola, las lesiones del cuerno muestran signos de cicatrización.
- Lo que podríamos llamar "la pistola humeante" (por hispanizar la expresión de origen anglosajón, "the smoking gun" usualmente utilizada para referirse a una prueba innegable): El espécimen PBMNH.P.09.039, consistente en un par de vértebras caudales de hadrosaurio (probablemente, Edmontosaurus) con un trozo de la corona de un diente de T. rex incrustado en una de ellas, el cual está parcialmente cubierto por una capa de hueso regenerado de la vértebra, indicando que, como el Triceratops en el caso anterior, este hadrosaurio fue mordido por un T. rex en vida y sobrevivió el tiempo suficiente después del ataque como para que la herida cicatrizara y el recrecimiento óseo cubriera parte del diente. Las vértebras muestran también indicios de una posible infección, la cual pudo o no haber sido consecuencia de la mordida.
Dicho esto, lo apoyo en eso de no partir de ideas preconcebidas y hacer ciencia objetiva, pero es difícil tomarle en serio estas palabras cuando segundos antes se ponía en el papel de víctima en un claro intento de incitar al sentimentalismo. Por si eso no fuese suficiente, pedir evidencia cuando sabe que la tiene y simplemente la ignora de manera deliberada no es hacer ciencia objetiva; es hacer el ridículo.
Siguiendo con el programa, éste luego pasa a lo que quizá es la parte más interesante: El hallazgo de un nuevo ejemplar que posteriormente es apodado "G Rex", el cual destaca por ser el más antiguo encontrado hasta la fecha. Usualmente, las implicaciones de este hallazgo darían tela para toda case de interrogantes sobre los orígenes de la especie, el rango temporal durante el que vivió, los cambios en el entorno durante ese período de tiempo y su posible rol en la extinción de la especie, entre otras. Horner sin embargo, aparentemente no puede evitar limitarse a sacar argumentos para su hipótesis del T. rex carroñero, proponiendo que este ejemplar refleja cómo la estructura ósea de las patas traseras parece haber evolucionado para hacer a éste más lento con cada generación que pasaba y por consiguiente, menos capaz de perseguir presas. Esto debido a que el nuevo ejemplar presenta un fémur y una tibia de longitud similar, mientras que en ejemplares encontrados en rocas más recientes se ve un fémur más largo que la tibia, lo que según Horner, es indicativo de un animal lento.
Tomemos un momento para analizar esto. Tras que no hay forma de determinar con exactitud la rapidez a la que podía desplazarse un T. rex (o cualquier especie fósil), la conclusión de Horner parece apresurada y hasta forzada a fin de meterla en el programa como fuese. Para empezar, mediciones realizadas a posteriori indican que el fémur del ejemplar "G Rex" mide aproximadamente, 1.26 metros de largo, mientras que su tibia apenas alcanza los 1.12 metros, lo que levanta dudas sobre las dimensiones estimadas para estos huesos y a su vez, hace cuestionable el escenario propuesto por Horner (especialmente considerando que él nunca especifica las medidas exactas de los huesos de este ejemplar en el programa). Por otra parte, aún si lo que dice Horner fuese verdad, hacen falta varios ejemplares para hacer las debidas comparaciones y así poder probar su hipótesis de que las proporciones de los huesos del T. rex iban cambiando a medida que pasaban las generaciones; no basta con uno solo, pues es de tener en cuenta que los individuos de una misma especie no necesariamente tienen todos los huesos iguales (ni siquiera nosotros, los humanos). Tercero, aún si su teoría fuese correcta y pese a que en animales no corredores es común encontrar una disposición de las patas traseras en la que el fémur es más largo que la tibia, es de tener en cuenta que ese no siempre es el caso. Por poner un ejemplo visual, la siguiente imagen muestra la anatomía de una de las patas traseras de un caballo, una criatura que puede correr a más de 50 km/h:
Diagrama anatómico por Blue Roan Pony modificado por un servidor para resaltar el fémur (en azul) y la tibia (en rojo)
Vemos que el caballo también presenta un fémur más largo que la tibia, por lo que la relación entre las proporciones de estos huesos y la velocidad a la que puede desplazarse un animal no debería tratarse como una regla general, pues no es el único factor a tener en cuenta a la hora de determinar si un animal es capaz de correr o no. Por ejemplo, en el caso del caballo, unos metatarsos (la parte ósea de la pata que conecta los huesos de los dedos con los tobillos y que en el diagrama de arriba está identificada como "cannon bone") relativamente largos también influyen en su capacidad locomotora al permitirle cubrir más distancia en un solo paso. Curiosamente, esta característica también puede verse en el T. rex y según algunos paleontólogos, como el Dr. Thomas Holtz, probablemente habría compensado las potenciales limitaciones de tener una tibia proporcionalmente más corta que el fémur a la hora de desplazarse, algo a lo que Horner no hace referencia en el programa. Por supuesto, también cabe considerar que el caballo y el T. rex tienen métodos de locomoción muy diferentes (el caballo es un cuadrúpedo y el T. rex era bípedo) y que hay una notable diferencia en masa entre ambos, así que esto no automáticamente se traduce en que un T. rex fuese capaz de correr como un caballo. Sin embargo, es de tener en cuenta que una configuración ósea en la que el fémur es más largo que la tibia no necesariamente es impedimento para que un animal pueda correr o moverse con relativa rapidez. Por otra parte, cabe mencionar que desde antes del lanzamiento del documental, se había observado en el T. rex (y en los tiranosáuridos en general) la condición arctometatarsiana, la cual se caracteriza por un metatarso central comprimido por aquellos que lo rodean, formando una sola pieza, con lo que la fuerza aplicada a estos huesos durante la actividad locomotora se habría distribuido de manera uniforme, aparte de probablemente haber reducido la movilidad entre los huesos del pie al realizar movimientos ágiles, haciendo más eficientes dichos movimientos. Pese a que no se puede determinar con certeza qué papel habría jugado en un animal con las características de un T. rex adulto, es de tener en cuenta que esta condición es comúnmente encontrada en dinosaurios (particularmente, coelurosaurios) con adaptaciones formidables para desplazarse con rapidez, tales como los ornitomimosaurios y los troodóntidos y el consenso es que lo más probable es que sirviese para ayudarles a correr más eficientemente, dando espacio a la posibilidad de que el T. rex también tuviese cierta capacidad para correr (quizá, especialmente durante su juventud). Sin embargo, Horner no hace la más mínima mención de esta característica en el programa ni siquiera para presentar un contraargumento.
El documental continúa con Horner insistiendo en ahondar más en la biología del Tyrannosaurus y en la tumba de su propia dignidad al disponerse a examinar un molde del endocasto (la cavidad donde se sitúa el cerebro) de un T. rex para tener una idea de cómo estaba configurado el cerebro de éste. Horner señala que los lóbulos olfativos parecen estar muy bien desarrollados, lo que sugiere un agudo sentido del olfato, mientras que los nervios ópticos parecían pequeños en comparación, lo que lo lleva a sugerir que el T. rex probablemente no podía ver muy bien en un ambiente de poca luz. Esto lo lleva a proponer que lo más probable sería que el T. rex se especializara en detectar cadáveres a gran distancia gracias a su agudo sentido del olfato, algo para lo que no sería muy necesario tener una visión excelente, como sí lo habría sido para un depredador.
Siendo justos, la visión del T. rex no había sido estudiada muy a fondo para el tiempo en que fue emitido el programa, por lo que pese a que hoy tenemos estudios que indican que el T. rex probablemente tenía mayor agudeza visual que los halcones modernos (los cuales a su vez tienen casi cuatro veces mayor agudeza visual que los humanos), en retrospectiva se le podría dar al documental el beneficio de la duda en cuanto a los detalles sobre la visión del T. rex. Sin embargo, no por eso queda completamente impune. Para empezar, Horner parece aludir exclusivamente a las limitaciones del T. rex para ver en ambientes poco iluminados, lo cual no dice mucho sobre su capacidad para cazar fuera de que probablemente no era un depredador nocturno (lo cual no es razón para suponer que era completamente incapaz de cazar, sino que simplemente es probable que se limitara a hacerlo durante el día). Fuera de eso, Horner parece desconsiderar (o tal vez, omitir deliberadamente) algo que sí se sabía desde antes del lanzamiento del documental y que nos da pistas de que el T. rex pudo haber cazado presas vivas. Se trata del hecho de que el T. rex tenía visión binocular estereoscópica, con ojos situados en la parte alta de la cabeza y posicionados hacia el frente.
Esto le habría permitido percibir la profundidad y divisar objetos de interés desde un punto ventajoso y sin ser estorbado por su propio hocico, siendo una adaptación beneficiosa para fijar un objetivo a distancia, para permitirle enfocarse en una presa en particular cuando ésta fuese parte de un grupo más grande y para mantenerse atento a posibles obstáculos o amenazas al enfrentar a una presa potencial, resultando muy útil si ésta tiene cuernos en su cabeza o un mazo óseo en la punta de la cola.
Por supuesto, no porque un animal sea depredador debe tener visión binocular, pero encontrar esta característica en un animal carnívoro incrementa las probabilidades de que este sea el caso, ya que usualmente encontramos esta adaptación en dos tipos de animales:
1. Depredadores terrestres que utilizan el sentido de la vista para percibir la distancia entre ellos y sus presas, tales como los felinos, los caninos y las aves rapaces.
2. Animales con la capacidad de trepar árboles y que requieren percibir la distancia entre ellos y las ramas a fin de movilizarse en ese medio, tales como los primates.
Y seamos francos. No parece muy plausible que un animal carnívoro de más de 6 toneladas de peso con brazos cortos pudiese o tuviese necesidad de trepar árboles y moverse de rama en rama, ¿o sí?
Vale. Retiro lo dicho. No tengo forma de negar la evidencia cuando la tengo frente a mis ojos. Tal parece que el T. rex efectivamente es un trepador de árboles. ¿Cómo no lo vi venir?
Pero dejando el sarcasmo de lado y continuando con el programa, Horner procede a comparar los bulbos olfativos del T. rex con los de un buitre moderno, notando que ambos son muy similares. Horner indica que, como carroñeros, los buitres se valen de su agudo sentido del olfato para detectar cadáveres a distancias considerables y dado que el T. rex presenta bulbos olfativos tan desarrollados como los de los buitres de hoy, éste también debió haberse valido de su agudo sentido del olfato para detectar cadáveres a gran distancia e ir por ellos. Partiendo de esta lógica, podemos retomar el sarcasmo y decir que la punta del pico de los buitres es triangular y la punta de los dientes del T. rex también es triangular. Ilumnati confirmado.
En este punto, la amnesia de Horner parece haber alcanzado un punto crítico, pues parece haber olvidado que muchos depredadores, tales como los caninos salvajes también tienen un sentido del olfato altamente desarrollado que no sólo les permite detectar presas vivas a distancias que exceden su campo visual, sino también seguir su rastro si éstas se alejan. Eso, sin mencionar que los buitres pueden permitirse recorrer grandes distancias en busca de carroña porque pueden llegar a ella volando y dado que son excelentes planeadores, gastan muy poca energía en el trayecto. El T. rex, a diferencia de los buitres, tendría que caminar hasta su comida, lo cual implicaría un mayor gasto de energía, ya que tendría que mantenerse en constante movimiento, sin mencionar la posibilidad de que para cuando un T. rex alcanzara una fuente de alimento potencial, otros carroñeros hubiesen llegado antes y consumido ya la mayoría de los restos.
Tras condenar al T. rex a llevar una vida de trotamundos casi estando a dieta, Horner dice que hasta que alguien aparezca con evidencia de lo contrario, todo apunta a que el T. rex fue 100% carroñero.
Parece un buen momento para convocar nuevamente al Dr. Carpenter, ¿no?
¿Quiere hablar sobre eso, Dr. Horner? Aún está a tiempo para salvar su dignidad, ¿sabe? Todavía quedan 16 minutos y medio de documental... ¿O debería decir, "propaganda"?
Pues creo que debería quedarme con el término "propaganda" porque luego de esto y de algunas tomas del equipo desenterrando más fósiles de T. rex y de un Edmontosaurus en las rocas de Hell Creek, Horner procede a hablar de cómo los dientes del T. rex también sugieren que era exclusivamente carroñero, recurriendo a un sacro de Triceratops hallado en 1990 con marcas de mordida en las que un diente de T. rex encaja a la perfección. Horner indica que eso prueba que el T. rex se alimentó de ese Triceratops, pero no que lo mató, lo cual es muy cierto. No obstante, es de tener en cuenta que si un T. rex tenía una cacería exitosa y mataba a otro animal del cual posteriormente se habría alimentado, hoy no habría forma de probarlo, contrario a lo que sucedería en el caso de un intento fallido en el que el T. rex atacara a la víctima sin lograr matarla y ésta viviera lo suficiente después del evento como para que las heridas producidas en el ataque sanaran, que es lo que aparentemente ocurrió con los ejemplares mencionados más arriba. Pero volviendo al programa, Horner parte de lo observado en el sacro de Triceratops para sugerir que siendo un triturador de huesos, el T. rex debió ser el tipo de carnívoro que evolucionó para mordisquear los restos de las víctimas de otros carnívoros después de que éstos hubiesen desgarrado una buena parte de la carne y el tejido.
Aún sintiendo que he perdido una docena de neuronas tras escuchar esto, simplemente no puedo sacarle sentido, pues es como decir que animales conocidos por triturar o romper huesos con sus mandíbulas, tales como los lobos, las hienas, los cocodrilos y los caimanes, por mencionar algunos ejemplos, no deberían ser depredadores porque esta adaptación es indicio de que evolucionaron para mordisquear restos pese a que es evidente que son depredadores y que de hecho, se valen de ella para matar a sus presas (se ha visto por ejemplo, cómo pueden inmovilizar a sus víctimas al lesionar huesos de sus extremidades con sus fuertes mordidas). En este punto, lo que refleja Horner no es amnesia; es demencia.
A medida que concluye la expedición y con ella, el documental (gracias al cielo), Horner, inspirándose en los buitres e irónicamente, en las hienas (de las cuales se sabe que son depredadores), visualiza y presenta una nueva imagen del T. rex conforme a la información (que más bien es desinformación) que nos ha estado exponiendo a lo largo del programa. Según Horner, el T. rex, como carroñero, debió ser una criatura de aspecto repulsivo y que constantemente tuviese mal olor debido al frecuente contacto con la carne putrefacta de la que generalmente se alimentaba, lo que le habría ayudado a ahuyentar a otros carnívoros para robar su comida.
Así, el Dr. Horner nos introduce a su "Thicc Rex": Una criatura bastante robusta con una cabeza roja y llena de verrugas y otras protuberancias con un cuerpo de coloración oscura y que guiada por su olfato, avanza lentamente hacia los cuerpos en descomposición de otros animales, espantando a cualquier otro ser que ya se estuviese alimentando de ellos con su apariencia abominable y dándole un giro de 180 grados al escenario que vimos al inicio como representación de la imagen popular del Tyrannosaurus rex.
Si bien es cierto que el escenario presentado al comienzo del programa no parece del todo plausible (ya que representa al T. rex mayormente como un depredador por persecución), la visión propuesta por Horner al final lo parece menos aún por una sencilla razón:
Sucede que incluso los fundamentos de los que parte Horner para recrear este escenario hipotético requieren algunas correcciones. Para empezar, cabe señalar que las hienas, a las que, siendo depredadores, Horner se refiere como carroñeros y utiliza como ejemplo para sugerir que el T. rex debió espantar a otros carnívoros que se estuviesen alimentando previamente de los cadáveres con su mal olor y aspecto grotesco, no ahuyentan a sus rivales por su esencia o apariencia, sino porque pueden agredirlos e incluso, matarlos. Del mismo modo, los buitres pueden reaccionar agresivamente si se sienten presionados, especialmente cuando se aglomeran en parvadas (algo que curiosamente, se ve de forma breve en el documental), por lo que tampoco es que espanten por parecer desagradables, lo que nos lleva al mayor problema con la lógica de este argumento: es puramente subjetiva. Y es que la percepción de un animal como grotesco, majestuoso, tierno, repulsivo, etc. depende meramente de una opinión personal y no es para nada un hecho universal. Dicho esto, tal vez para Horner un buitre parezca desagradable, pero no por eso resultará desagradable para el resto del mundo, por lo que no tiene sentido tratar esto como una adaptación natural. Si bien es cierto que hay características que evolucionan como medios de comunicación visual, el punto de las mismas tiende a estar dirigido a mostrar el estado de madurez o de salud del animal, a causar la impresión de que es más grande de lo que es en realidad o a servir como una señal de peligro, por mencionar algunos ejemplos, lo cual poco tiene que ver con que los animales que las presentan sean percibidos como visualmente agradables o no (quizá, con la excepción de aquellas características que evolucionaron para resultar apelativas para el sexo opuesto). A esto cabe agregar que este no parece ser el caso de los animales que Horner utiliza de ejemplo. Por su parte, los buitres, de acuerdo a varios zoólogos, tienen la cabeza desplumada probablemente por razones asociadas a la higiene y a la termorregulación y no necesariamente a la impresión que puedan causar. En el caso de las hienas, la principal característica a destacar al momento de mantener a sus rivales a distancia es su dentadura capaz de causarles heridas serias o inclusive la muerte, siendo efectiva no por parecer desagradable, sino por ser legítimamente amenazante y peligrosa.
Y afortunadamente para mis últimas dos neuronas, con esto termina el programa...
Hazle caso a tu presidente antes de que provoques otro ataque terrorista, Horner.
Ahora, sí. Se acabó... Por fin.
Y bueno, habiendo presentado mis cuestionamientos sobre los argumentos de Horner a medida que discutía el documental, a continuación procederé a dar una opinión más general y a hacer algunas notas adicionales mientras intento recuperar mis neuronas.
Comenzaré reiterando que el documental no es malo por tratar de vender la idea de que el T. rex fue un carroñero obligado, sino por la forma en que sustenta esa idea. La mitad de los argumentos que utiliza Horner tiene cimientos muy poco sólidos y la otra mitad, parece que ni siquiera los tiene, basándose mayormente en falacias y opiniones. De hecho, Horner parece no terminar de entender la premisa que trata de divulgar, lo cual resalta cuando se tiene en cuenta que casi todos sus argumentos giran en torno a lo que podía o no podía hacer el T. rex. Para empezar, el que un animal sea carroñero no automáticamente se traduce en que sea completamente inapto para cazar. Es sabido por ejemplo, que hasta los buitres ocasionalmente matan a otros animales (usualmente, invertebrados) para alimentarse. De hecho, la línea que separa a un depredador de un carroñero en realidad es muy fina y poco distinguible y no tiene que ver tanto con lo que es capaz o no es capaz de hacer el animal como con el rol que desempeña en su ecosistema. Los depredadores generalmente mantienen la población de las especies que cazan bajo control (propiciando a su vez la estabilidad de las especies vegetales de las que éstas se alimentan), mientras que los carroñeros se encargan mayormente de "limpiar" la biomasa en descomposición (manteniendo bajo control el esparcimiento de enfermedades y ayudando a aminorar el impacto de las fluctuaciones de la disponibilidad de recursos alimentarios). Esto no significa que un carroñero no pueda practicar la depredación activa o que por el contrario, un depredador no pueda practicar la necrofagia seguidamente. Un ejemplo bastante notorio son los chacales, que pese a ser principalmente carroñeros, se sabe que también cazan especies animales usualmente más pequeñas que ellos, aunque quizá no de un modo muy significativo para el control de población del ecosistema. Asimismo, es sabido que los leones, pese a ser depredadores generalistas que contribuyen al control poblacional de varias especies herbívoras de las sabanas de África, con frecuencia tienden a consumir restos de animales no derribados por ellos. Es de tener en cuenta además que los patrones alimentarios de un animal pueden cambiar dependiendo de factores como su etapa de desarrollo, la época del año, el alimento disponible, entre otros. Teniendo estos aspectos en cuenta, lo más probable es que el T. rex haya sido tanto depredador como carroñero y actualmente, es difícil determinar si alguno de estos roles habría tenido más peso que el otro en su vida (y si siempre habría sido así o si variaba de acuerdo a las circunstancias o/y a las etapas de su desarrollo). No sé si lo hizo por desconocimiento, por irse por la vía sensacionalista o por ambas razones, pero es evidente que la noción de carroñero que propone y presenta Horner en este programa no es del todo plausible.
Por otra parte, si siguiéramos la lógica de Horner en cuanto a las características necesarias para un depredador, podríamos descartar a casi todos los terópodos carnívoros de gran tamaño (con la posible excepción del Spinosaurus, ya que parecía estar especializado en un estilo de vida mayormente acuático, presentando por tanto adaptaciones diferentes a las que vemos en las mayoría de los terópodos), pues la mayoría de ellos comparten varias similitudes con el T. rex, las cuales Horner describe como rasgos incompatibles con un estilo de vida predatorio, como por ejemplo, una anatomía de las patas traseras con el fémur más largo que la tibia (que según Horner, es indicativo de un animal lento y posiblemente, incapaz de correr, aunque sabemos que este no necesariamente es el caso) y patas delanteras no aptas para frenar caídas, con algunos de ellos, como los abelisaurios, presentando brazos aún más cortos que los del T. rex (pudiendo incluso haber sido vestigiales). Por si fuera poco, la visión binocular es poco usual fuera del linaje de los coelurosaurios (al cual pertenece el T. rex), con lo que éstos habrían tenido menos características usualmente vistas en depredadores modernos que el T. rex.
Dicho esto, respeto el trabajo del Dr. Horner en otros ámbitos de la paleontología, en los que parece ser más objetivo. Por ejemplo, gracias a él conocemos a dinosaurios como el Maiasaura y tenemos un buen entendimiento de cómo los hadrosaurios y otros dinosaurios cuidaban de sus crías y sabemos que éstos formaban nidadas comunales. También gracias a él sabemos que no todos los dinosaurios crecían igual y que algunos experimentaban cambios notables durante su desarrollo, con los juveniles y los adultos pareciendo especies diferentes en algunos casos, entre los que cabe mencionar al propio T. rex, que aparentemente, comenzaba su vida como un corredor ágil y de complexión esbelta y poco a poco pasaba a ser una mole de alrededor de 6 toneladas, por lo que hasta hace poco, varios ejemplares de T. rex subadultos habían sido identificados como miembros de una especie diferente conocida como Nanotyrannus lancensis, la cual hoy está puesta en duda. No obstante, a la hora de centrarse en el estilo de alimentación del T. rex, es evidente que Horner sólo pretende ser amarillista y llamar la atención. De hecho, en más de una ocasión ha admitido que realmente no cree que el T. rex haya sido exclusivamente carroñero y que su fin principal es incentivar el pensamiento crítico en las personas, intención que se le aplaude, pero no de la forma en la que lo está haciendo, ya que tiende a desinformar más de lo que informa, a lo que cabría agregar que ignorar hallazgos que no sustentan sus argumentos es un descaro hacia sus colegas y hacia su propio campo de estudio.
Con eso dicho, pese a que me remito bastante a la explicación de Carpenter sobre la herida en el ejemplar de Edmontosaurus DMNH 1493, estoy consciente de que en 2014 se publicó un estudio que sugiere que las vértebras de este Edmontosaurus pudieron haber sido pisoteadas por otro miembro de su especie mientras éste estaba recostado y de que en 2020 se propuso que la lesión pudo simplemente haber sido causada por movimientos inapropiados de la cola, añadiendo otras posibilidades para el origen de la herida. Pese a que para entonces no se habían sugerido estas alternativas, en el documental Horner pudo simplemente haber sugerido que la herida en este Edmontosaurus no necesariamente fue causada por un ataque de T. rex, pudiendo haber otras posibilidades en lugar de simplemente omitir toda referencia al fósil. Sólo esto hubiese hecho que el documental tuviese al menos, un poco más de sentido. Es de tener en cuenta sin embargo, un detalle interesante que podría explicar por qué no se alude al fósil de ninguna forma en el programa y es que todos los ejemplares referenciados y todos los hallazgos presentados o mencionados fueron realizados por personal del Museum of the Rockies (Museo de las Rocosas), del cual Horner era miembro entonces, así que en cierto sentido, el documental es un comercial largo para dicho museo. Considerando esto, parece acertado referirse a este programa como un trabajo de propaganda. Más criticable sin embargo, es el hecho de que Horner es el único asesor científico del documental, lo que denota un sesgo de confirmación que dificulta aún más tomarlo en serio como medio de divulgación.
Quizá como resultado de eso, en parte se siente que la visión transmitida en el programa está incompleta, pues el Dr. Horner nunca alude por ejemplo, a cómo habría interactuado el Tyrannosaurus con otros miembros de su misma especie ni a aspectos como la competencia intraespecífica por el alimento, haciendo eco de ello el hecho de que en los segmentos animados, siempre se suele ver un solo T. rex. Esto es especialmente curioso cuando se tiene en cuenta la tendencia de Horner a compararlo con los buitres, los cuales con frecuencia se aglomeran en grandes cantidades cuando la comida es abundante y comparten el botín, aunque sin dejar de establecer ciertos límites, reaccionando agresivamente entre sí si es necesario. Tratándose de un programa en el que aparentemente se procura recrear el estilo de vida del T. rex, desconsiderar u omitir estos aspectos de su comportamiento resulta contraproducente a la hora de reconstruir un escenario lo más completo posible. A eso cabe agregar que sólo se habla del T. rex en su etapa adulta y no se consideran las implicaciones de la especialización alimentaria propuesta en el programa de acuerdo a las etapas de desarrollo del T. rex, particularmente en los individuos juveniles. Si bien es cierto que en ese entonces no se tenía mucho conocimiento de la ontogenia del T. rex, ya se habían recuperado fósiles de tiranosáuridos subadultos que ofrecían pistas de que éstos eran más ágiles que los adultos, aunque no tan robustos ni tan fuertes, sugiriendo la posibilidad de que habrían tenido un estilo de vida y una alimentación diferentes (algo que parece más probable con cada descubrimiento que se realiza y se publica). El documental sin embargo, sólo se limita a rascar la superficie aludiendo a la rareza de los fósiles de individuos subadultos, sin molestarse en profundizar en lo que revelan los pocos especímenes recuperados en ese entonces, pareciendo incluso evadir el tema intencionalmente.
Fuera de eso, mentiría si dijera que el documental no tiene nada de bueno. Hay cosas que están bien hechas y aunque no compensan lo demás, hay que darle al programa mérito donde lo lleva.
Para empezar, he de admitir que me gusta la estructura del programa. Particularmente, cómo empieza mostrando una noción un tanto estandarizada que va evolucionando conforme se presenta información que parece desafiarla hasta culminar con una visión completamente diferente y no del todo popular. Se me ocurren casos en los que habría funcionado mucho mejor siendo sustentada por argumentos mucho más sólidos y mejor respaldados. De hecho, puedo imaginar una versión más plausible del programa adoptando un acercamiento más centrado en aspectos de índole ecológica para sustentar la premisa de que el T. rex pudo haber sido carroñero, como lo hicieron Graeme Ruxton y David Houston en un estudio publicado en 2003 en el que básicamente se propone que si el hábitat del T. rex proporcionaba una cantidad de carroña similar a la que proporciona el Serengueti actual, éste no tendría mucha necesidad de cazar, pues probablemente habría suficiente carroña disponible para sustentarlo. El estudio no pretende probar que el T. rex fuese exclusivamente carroñero, sino que no necesariamente tenía que ocupar un rol primario de depredador. Si "El Valle del T. rex" hubiese adoptado una premisa por esta línea probablemente habría salido un documental con una mayor calidad informativa y quizá le hubiese hecho justicia a la estructura del programa, pero la forma en que es implementada en la versión que tenemos en realidad lleva a que pierda mucho de su potencial. No obstante, se le da mérito por intentarlo.
Por otra parte, la excavación de nuevos fósiles siempre es fascinante de presenciar y la forma en que "El Valle del T. rex" nos lo presenta, es como si tuviésemos acceso exclusivo a una expedición a Hell Creek, ya que muestra casi todo el proceso de excavación, aparte de que podemos atestiguar la recuperación de varios especímenes valiosos (algunos de los cuales están decentemente preservados) como lo es por ejemplo, el apodado "G Rex", tratándose del ejemplar de Tyrannosaurus rex más antiguo conocido.
Y desde luego, los efectos visuales de los segmentos animados mostrando la vida en el Maastrichtiano en lo que hoy es la formación Hell Creek son de lo mejor que se ha visto en un documental de vida prehistórica. Pese a que el diseño de los dinosaurios está desactualizado (lo cual es comprensible, excepto por aspectos como las manos pronadas en los terópodos), los efectos y la animación recreados por la hoy clausurada Meteor Studios superan a los de muchos de los documentales que salieron en esa época e incluso rivalizan con algunos de los de ahora.
En una nota similar, cabe mencionar que la versión del T. rex cabezirojo de Horner tiene su gracia. Pese a que no está hecho para lucir del todo realista, hay puntos en los que supera a varios diseños utilizados en otros medios. Entre esos puntos, cabe resaltar que no peca de lo que en inglés se conoce como "shrink-wrapping". Es decir, no es una mera aplicación de piel sobre el esqueleto en la que se ignoran elementos como músculos, tendones, grasa, etc. Si bien es cierto que parece exagerar un poco en ese aspecto (ya que pretende transmitir una notable sensación de peso), tiene puntos por dar un paso que muchos diseñadores tendían a omitir en aquel entonces. No obstante, en mi opinión, este diseño no parece del todo propicio para un medio presuntamente educativo, pues nuevamente, no pretende ser del todo realista, sino grotesco, por lo que probablemente sería más apropiadamente implementado en un trabajo de ficción. Dicho eso, cabe agregar que verlo caminar entre un grupo de Edmontosaurus sin atacarlos es una escena que se siente de lo más natural en mi opinión. Después de todo, es de tener en cuenta que aún en el mundo actual, los animales carnívoros no están constantemente aterrorizando a todo organismo a su alrededor ni los herbívoros siempre huyen impulsivamente apenas ven a un depredador. De modo que aunque fuese depredador, el T. rex no necesariamente reaccionaría violentamente tan presto viera otro dinosaurio y los herbívoros con los que coexistía no necesariamente echarían a correr tan pronto lo interceptaran como usualmente se muestra en los medios. Dicho eso, aunque esté hecha desde un contexto cuestionable, se agradece que el documental muestre una escena que rompa ese esquema.
En conclusión, "El Valle del T. rex" es un documental estructural y visualmente decente, pero con una premisa sensacionalista tan pésimamente respaldada que impide que lo poco que tiene de bueno pueda compensar la mediocre calidad de la información presentada.
En una escala del 1 al 10, le doy un 3.
Referencias:
- https://archosaurmusings.wordpress.com/2011/10/19/guest-post-love-the-tyrant-not-the-hype/
- https://doi.org/10.2110/palo.2019.079
- https://www.myfossil.org/featured-fossil-triceratops-vs-tyrannosaurus/
- https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3732924/
- https://www.researchgate.net/publication/290310286_Paleopathology_in_Late_Cretaceous_Hadrosauridae_from_Alberta_Canada
- https://www.researchgate.net/publication/40661585_Evidence_of_predatory_behavior_by_carnivorous_dinosaurs
- https://www.sciencenews.org/article/was-t-rex-just-big-freeloader
- https://www.smithsonianmag.com/science-nature/caught-in-the-act-scientists-find-a-t-rex-tooth-stuck-in-a-hadrosaur-tail-11569193/
Excelente entrada, realmente Jack Horner cayó bajo con su dinpollo y su T.rex carroñero.
ResponderEliminarme pareció muy irresponsable por parte del paleontólogo Francesco Gasco haberlo invitado a su canal.
saludos, te conocí comentando en el blog de palaeos.
Excelente artículo, recuerdo con mucho cariño ese capítulo de la guía máxima y la evidencia del rex depredador, me gusta que tú artículo enfatiza el hecho de que el programa no es malo por la teoría del rex carroñero sino por el sustento y argumentos que presenta, una teoría que desee hace años siempre escuchaba mencionar por dicho paleontólogo, felicidades por el blog, continúa así
ResponderEliminarExcelente publicación. Estaba rogando por que algún día reseñaras este documental y puedo decir que, además que de ser muy educativo, me arrancaste varias carcajadas.
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