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31 de diciembre de 2023

Las 5 Dinoticias más Relevantes del 2023

Así como el 2022, el 2023 fue un año poco activo en el blog, pero como de costumbre, estamos aquí para cerrarlo con algunos de los descubrimientos más impactantes que se realizaron durante el mismo en cuanto al estudio de la vida mesozoica. Este listado, claro está, no comprende todos los hallazgos que se realizaron durante el año, sino un resumen de los que, en la humilde opinión del autor, destacan por sus implicaciones o simplemente, por su impacto. De modo que, en ese aspecto, el siguiente listado es bastante subjetivo y selectivo y no pretende desprestigiar otros hallazgos paleontológicos importantes realizados durante el año. Con esto dicho, comencemos.

1. Ankylosaurian Idol

"Pinny Barnes" canta a gritos en el horizonte
Gif extraído de la miniserie "Dinotopia", de Hallmark Entertainment
Fondo originario del video "Big Enough", lanzado por Terrible Records

Hace unos años publiqué una entrada titulada ¿Cómo sonaban los dinosaurios?, la cual recopila de una manera un tanto concisa lo que se sabía hasta entonces sobre la capacidad de los dinosaurios de vocalizar de acuerdo a lo observado en el registro fósil y a lo que se ve actualmente en el mundo natural, con la mayoría de las pruebas apuntando a que los dinosaurios probablemente habrían emitido sonidos similares a los siseos y ronquidos de los cocodrilianos, a los graznidos de los buitres o a los bufidos que emiten los avestruces con su boca cerrada debido a la poca evidencia que sugiriera que éstos contaban con un órgano fónico complejo como el de la mayoría de las aves y mamíferos de hoy. El pasado 15 de febrero se publicó un estudio bajo la autoría de Junki Yoshida y un equipo del Museo de la Universidad de Hokkaido que insta a actualizar esa conclusión. En esta nueva investigación, Yoshida y su equipo examinan una laringe fosilizada encontrada en el ejemplar IGM100/3186 del anquilosáurido asiático, Pinacosaurus grangeri. Esto de por sí es un hallazgo extraordinario, ya que dicho órgano suele ser cartilaginoso y por consiguiente, es muy difícil que se fosilice. No obstante, pese a que el fósil fue descubierto en 2005 e investigaciones previas ya habían sido realizadas sobre su función en la respiración, el estudio de Yoshida y su equipo constituye el primer esfuerzo realizado a fin de estudiar exhaustivamente esta estructura y analizar su rol en la vocalización del animal. Los autores observaron que, como en la mayoría de los reptiles, la laringe del Pinacosaurus está compuesta por huesos cricoides y aritenoides, pero éstos estaban más estructurados como la siringe de las aves, siendo más extensos y contando con articulaciones para músculos que pudieron haberlos manipulado a fin de modificar el flujo de aire a través de la garganta, permitiendo al dinosaurio emitir una variedad de sonidos. En adición, al comparar esta estructura con las de saurópsidos modernos, los investigadores descubrieron que los aritenoides del Pinacosaurus eran proporcionalmente más grandes, lo que sugiere que el animal probablemente era capaz de emitir sonidos muy fuertes. En pocas palabras, se podría decir que la laringe del Pinacosaurus parece tratarse de una especie de precursor de la siringe de las aves. Teniendo esto en consideración, el equipo, aunque no descarta la posibilidad de que esta estructura fuese una convergencia especializada de los anquilosaurios, propone que este hallazgo es un fuerte indicio de que esta estructura (o al menos, una similar) debió evolucionar antes del origen de las aves, linaje en el que eventualmente daría lugar a la siringe. Dado que las aves descienden del linaje de los saurisquios y los anquilosaurios como el Pinacosaurus son parte del linaje de los ornitisquios, es razonable teorizar que esta condición haya surgido antes de la separación de ambos grupos, lo que implicaría que sería más común en el amplio árbol filogenético de los dinosaurios. Cabe aclarar, sin embargo, que aunque esto presenta un argumento plausible para fundamentar la teoría de que los dinosaurios podían emitir determinados sonidos, dichos sonidos habrían sido más comparables a las vocalizaciones de las aves que a los rugidos y bramidos de los mamíferos que suelen usarse como base para los efectos sonoros en muchos medios audiovisuales.

2. ¡Abuela, qué garras tan grandes tienes!
    Son sólo para exhibición, cariño.

Un Therizinosaurus exhibiendo sus garras
Arte de Luis Rey

El pasado 16 de febrero un equipo internacional de paleontólogos de la Universidad de Bristol y el Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de Beijing, encabezado por Zichuan Qin, publicó un estudio en la revista Nature sobre las funciones y usos de las unguales manuales (los huesos de las garras de las extremidades delanteras) de un par de grupos de terópodos maniraptores con adaptaciones distintivas en estos huesos: los alvarezsáuridos y los terizinosáuridos. El equipo de Zichuan desarrolló un enfoque computacional mediante el cual, se realizaron modelos tridimensionales de las garras de los dinosaurios a partir de tomografías computarizadas. Estos modelos posteriormente fueron puestos a prueba en cuanto a su resistencia al estrés y tensión a la hora de realizar ciertas funciones biomecánicas con relación a lo observado en las garras de animales modernos que realizan dichas funciones. En este caso, tirar, perforar y cavar. Los resultados parecen indicar que los alvarezsaurios y los terizinosaurios siguieron prácticamente, caminos evolutivos opuestos, especialmente en lo que respecta al uso de sus garras. A medida que evolucionaban, los alvaresáuridos parecían ir desarrollando brazos cada vez más cortos dotados de una sola, pero prominente y ancha garra funcional en forma de garfio que, de acuerdo a la investigación, era apta para cavar, pudiendo resistir el estrés necesario para realizar dicha acción. Esto refuerza la teoría de que estos dinosaurios se especializaban en excavar montículos y escondrijos de hormigas y otros insectos subterráneos para alimentarse de ellos. Por otra parte, los terizinosaurios iban desarrollando garras cada vez más largas, pero consecuentemente, menos resistentes al estrés. Los miembros menos derivados del grupo, como el Beipiaosaurus del Cretácico temprano, muestran una resistencia al estrés tolerable en sus unguales manuales a la hora de analizar funciones como tirar de una rama para alcanzarla, pero el Therizinosaurus del Cretácico superior no lo hace. El estudio indica que las alargadas unguales manuales del Therizinosaurus muestran muy poca resistencia al estrés y la tención en todas las funciones analizadas, lo que sugiere que sus garras eran muy frágiles y se romperían con relativa facilidad al momento de realizar las mismas, llevando a los investigadores a concluir que éstas probablemente habrían sido empleadas, más que nada, para propósitos de exhibición. Es decir, como un instrumento visual para ahuyentar rivales o depredadores potenciales o bien, para atraer pareja, de una manera no muy distinta a cómo las iguanas se valen de su saco gular.

3. Abuela, ¿dónde están tus dientes?
    Detrás de mis labios, cariño… ¡Para comerte mejor!

Un Tyrannosaurus con "labios" de varano
Arte de Allan Palmer

Una de las entradas más populares del blog ha sido esta, que se centra en el debate de si los dinosaurios tenían o no un integumento oral a manera de labios. La misma termina en una nota abierta, pues ambos extremos del debate parecían estar más o menos emparejados, pero el pasado 30 de marzo, se publicó por primera vez un estudio exhaustivo sobre esta temática, el cual parece inclinar la balanza a favor de la presencia de este tipo de integumento. Los autores de esta investigación, encabezada por Thomas M. Cullen, no sólo recogen los argumentos que sustentan una cobertura de tejido oral (como la presencia de forámenes nutricios y una capa de esmalte dental relativamente fina), sino que también estudiaron la estructura y los patrones de desgaste en los dientes, así como las características mandibulares de varios reptiles con y sin labios, incluyendo varanos, iguanas, tatuaras y caimanes en un amplio análisis de anatomía comparativa y una vez recopilados estos datos, fueron aplicados a los fósiles de terópodos y de cocodrilomorfos basales. Los resultados apuntan a que los dientes y la anatomía de la boca de los terópodos era mucho más parecida a la de los varanos que a la de los cocodrilos. Al igual que los varanos, no sólo los dinosaurios, sino también algunos cocodrilomorfos primitivos, como el Hesperosuchus presentan un cráneo menos rugoso que el de los cocodrilos modernos, pero con forámenes nutricios que sugieren puntos de inserción de tejido oral que a su vez proveería un espacio hermético en el que se acomodarían los dientes con la boca cerrada, a lo que se suma que los tres grupos presentan una dentadura alineada verticalmente, lo que sugiere una barrera integumentaria que los condicionaba a crecer de esta forma. El hecho de que estas características se aprecian no sólo en dinosaurios, sino también en cocodrilomorfos basales sustenta que esta era la condición ancestral de los arcosaurios y que el arreglo bucal que vemos en los cocodrilos actuales es una especialización que evolucionó más tarde en su linaje. Por otra parte, están los hallazgos relativos a la preservación de los dientes. Los autores analizaron un diente de Daspletosaurus cuya histología sugiere que no fue reemplazado por más de 500 días, pero que aun así conservó gran parte de su fina cubierta de esmalte, lo que sugiere que el mismo se mantuvo hidratado mientras estuvo en la boca del animal y entra en conflicto con lo que se ve en los dientes de los cocodrilos, los cuales tienden a dañarse más fácilmente cuando son usados debido en parte a su más deficiente hidratación por la falta de labios que contengan saliva para lubricarlos, razón por la que deben ser reemplazados con mayor regularidad. Por último, los investigadores realizaron modelos computadorizados para probar cómo funcionaría el cierre de la boca de los terópodos si éstos carecieran de tejido extraoral. Los modelos indicaron que, dada la forma de su cráneo, las mandíbulas se tendrían que aplastar entre sí o la mandíbula inferior tendría que desarticularse de su coyuntura para sellar la boca por completo, siendo escenarios muy poco plausibles. Viendo estos patrones, los autores concluyen que los terópodos contaban con tejido extraoral similar al de los varanos actuales que mantenía su dentadura cubierta, protegida y lubricada, especialmente mientras la boca permanecía cerrada.

4. ¿Qué miras? No. En serio, ¿qué miras?

Un Utahraptor y su cría observan un objeto de interés desde el mismo ángulo
Arte de Wingedwolf94 de ArtSatation

Para los seres humanos, adoptar la posición de sus congéneres para ver lo que observan desde su perspectiva puede parecer tan natural que puede resultar sorprendente el hecho de que este comportamiento es poco común en la naturaleza. Esta conducta, denominada “toma de perspectiva visual” es muy útil para animales gregarios a la hora de identificar objetos de interés común, como una presa o una amenaza potencial, pudiendo marcar una diferencia significativa a la hora de sobrevivir. Sin embargo, sólo se ha identificado en algunos grupos animales diversos, como los caninos, las aves, los primates y algunos reptiles. No obstante, el pasado 19 de mayo se publicó una investigación realizada por un equipo de la Universidad de Lund en Suecia, encabezado por Claudia Zeiträg, que insta a añadir a los dinosaurios no avianos a la lista. Los autores realizaron una serie de experimentos con algunos arcosaurios modernos en cautiverio en los que se les incitaba a mirar en una dirección en particular para evaluar su capacidad de seguir la mirada de otros individuos de su misma especie, incluso a través de barreras. Los participantes consistían en caimanes y aves del grupo de los paleognatos (el cual incluye a las aves más primitivas existentes, como los avestruces, los kiwis y los ñandúes). Durante los experimentos, los caimanes no demostraron tomar la perspectiva visual de sus compañeros, aunque sí seguían la mirada de éstos hacia un punto visible. Las aves, por otra parte, demostraron una clara toma de perspectiva visual al navegar con éxito las barreras para ver lo que observaba su compañero desde su punto de vista. Comparando la neuroanatomía de los paleognatos actuales con la de dinosaurios no avianos, los investigadores notaron numerosas similitudes, lo que los llevó a concluir que la toma de perspectiva visual debió originarse en el linaje de los dinosaurios antes de que evolucionaran las aves, aunque es probable que los primeros dinosaurios no asumieran este comportamiento debido a que su configuración neuroanatómica era más similar a la de los cocodrilomorfos, cuya neuroanatomía se ha mantenido prácticamente inalterada por más de 200 millones de años. Esto a su vez implicaría que la toma de perspectiva visual surgió en los dinosaurios antes que en los mamíferos, en los que evolucionó de manera convergente en linajes distintos originados durante el Cenozoico.

5. Abriendo el telón a nuevos personajes

Como en años anteriores, la quinta “dinoticia” de este año no consistirá en una noticia en particular, sino en una recopilación de noticias sobre algunas de las nuevas especies descritas este año. Curiosamente, este año no tenemos dinosaurios en este listado, pero no por eso estas criaturas dejan de resaltar por sus implicaciones para la paleontología. Dicho esto, conozcámoslas.

Balaenognathus maeuseri, un nuevo pterosaurio filtrador

Arte de Hyrotrioskjan de Deviantart

Comenzamos con Balaenognathus maeuseri, un pterosaurio ctenocasmátido, del cual se recuperó un esqueleto bastante bien preservado en la formación Torleite de Alemania, datando del Jurásico superior. Éste fue descrito el pasado 21 de enero por un equipo encabezado por David M. Martill. La razón por la que resalta el Balaenognathus es porque ofrece una nueva mina de información sobre los ctenocasmátidos con adaptaciones para la alimentación por filtración. Aunque no es el primero descubierto con este tipo de adaptaciones, su configuración bucal es bastante distintiva. Éste presenta un pico curvado hacia arriba y en forma de cuchara que probablemente utilizaba para canalizar el agua y, en adición, estaba repleto de dientes bastante derechos y alineados verticalmente que habrían servido para filtrar el exceso de líquido, dejando a la presa atrapada en su boca. Algunos de los dientes presentan un gancho en el extremo, algo nunca antes visto en un pterosaurio y que sus descriptores deducen que habrían funcionado como anzuelos para atrapar pequeños crustáceos, de modo que no se escabulleran entre la dentadura. Las características vistas en el Balaenognathus nos dan pistas sobre cómo la evolución de los ctenocasmátidos se ramificaba, dando origen a nuevas formas con especializaciones distintas y aptas para explotar diferentes nichos ecológicos, brindándonos una idea de lo realmente diversos que eran estos poco convencionales pterosaurios.

El ictiosaurio más antiguo conocido

Arte de Esther van Hulsen

Durante años, los paleontólogos han pensado que los ictiosaurios (reptiles marinos que desarrollaron forma de pez) evolucionaron a principios del Triásico, pues los fósiles más antiguos de estos animales encontrados hasta ahora datan de alrededor de 248 millones de años, siendo poco posteriores a la gran extinción pérmica, ocurrida hace casi 252 millones de años. Esto condujo a la teoría de que los ancestros de este exitoso grupo se vieron obligados a trasladarse al agua tras el evento de extinción en busca de mejores oportunidades de sobrevivir. Sin embargo, un nuevo descubrimiento publicado en la revista Current Biology el pasado 13 de marzo por un equipo encabezado por Benjamin P. Kear insta a revisar esa teoría. Se trata de 11 vértebras recuperadas en el valle de Flower de la isla Spitsbergen, al norte de Noruega, cuyas rocas datan de alrededor de 250 millones de años. Estos fósiles no fueron asignados a un género y especie nombrado, pero presentan la inconfundible forma de vértebras de ictiosaurio. Lo más intrigante para los paleontólogos, sin embargo, es que las vértebras se asemejan más a las de ictiosaurios derivados que a las de miembros basales del grupo, lo que se traduce en que parecían pertenecer a un animal que ya estaba completamente adaptado a la vida en el océano. Esto implica que los ictiosaurios se habían diversificado y adaptado al mar mucho antes de lo previamente pensado y teniendo en cuenta la escala temporal estimada para la transición evolutiva de animales terrestres a criaturas acuáticas, los autores concluyen que lo más probable es que los ictiosaurios hayan tenido un origen pre-mesozoico, habiendo evolucionado en el Pérmico y sobrevivido al evento de extinción en lugar de haber surgido tras el mismo.

Mambachiton fiandohana: Un avemetatarsaliano basal

Arte de Matt Celeskey

Es sabido que los arcosaurios se dividen en dos grandes grupos: los pseudosuquios, que incluyen el linaje que condujo a los cocodrilianos modernos, y los avemetatarsalianos, que incluyen a los ornitodiros (el linaje que condujo a los dinosaurios y pterosaurios) y a los afanosaurios, como el Teleocrater. Sin embargo, es poco el material fósil que se ha podido recuperar de los miembros más basales de ambas ramas. El pasado 25 de julio, sin embargo, un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Sterling J. Nesbitt describió lo que parece tratarse del avemetatarsaliano más basal conocido hasta la fecha. El material descrito consiste en huesos postcraneales de un par de ejemplares que fueron excavados entre 1997 y 2003 en la formación Makay de Madagascar. La nueva especie se trata de un animal de no más de 2 metros de largo y recibió el nombre de Mambachiton fiandohana, que significa: “armadura de cocodrilo” en alusión a osteodermos que fueron recuperados entre el material, lo que indica que los avemetatarsalianos eran ancestralmente blindados, atributo que perderían con la evolución, pero que volverían a recuperar de manera independiente en varios linajes derivados. Con esto, el Mambachiton apenas empieza a rellenar algunos agujeros en la historia evolutiva de los ornitodiros, pero seguramente será objeto de futuras investigaciones que ayudarán a seguir esclareciéndola.

Megapterygius wakayamaensis: Un mosasaurio que se creeía ictiosaurio

Diagrama por Takumi

Durante mucho tiempo se pensó que los anteriormente mencionados ictiosaurios fueron los reptiles que se adaptaron más eficazmente a la vida marina al emular anatómicamente a los peces luego de que sus ancestros retornaron al agua. De ahí su nombre (ictiosaurio significa: “lagarto pez”). No obstante, ahora sabemos que no fueron los únicos. El pasado 11 de diciembre se publicó la descripción de un esqueleto bastante bien preservado de un mosasaurio de alrededor de 6 metros de largo, encontrado en la formación Toyajo de Wakayama, Japón. De hecho, el fósil se trata del mosasaurio más completo y mejor conservado encontrado en Japón hasta la fecha y fue descubierto en 2006 por Akihiro Misaki, quien participó en el estudio descriptivo recientemente publicado, el cual fue encabezado por Takuya Konishi. La extraordinaria preservación del material permitió identificar características poco usuales entre los fósiles de mosasaurio encontrados hasta ahora, lo que supuso un reto a la hora de clasificarlo. Por ejemplo, sus aletas traseras parecen ser más largas que las delanteras, las cuales a su vez son más largas que su cráneo. De ahí que le dieran el nombre: Megapterygius wakayamaensis, que significa: “Gran alado de Wakayama”. Los autores teorizan que las grandes aletas delanteras podrían haber ayudado al animal a realizar maniobras rápidas, mientras que las aún mayores aletas traseras podrían haber sido útiles para generar propulsión vertical a fin de ayudarlo a sumergirse o a salir a la superficie rápidamente. Adicionalmente, las espinas neurales de sus vértebras dorsales presentan un cambio de orientación repentino tras lo que sería su centro de gravedad, característica también apreciable en los actuales delfínidos, donde corresponde a la base de su aleta dorsal. Teniendo esto en cuenta, los autores hipotetizan que el Megapterygius pudo haber tenido una aleta dorsal similar a la vista en los ictiosaurios y los delfínidos modernos, la cual pudo haberle proporcionado estabilidad mientras se movía bajo el agua. De ser correcta esta hipótesis, sería la primera vez que se identifica tal característica en un mosasaurio. Con todo esto, el Megapterygius parece contar con rasgos propios de los ictiosaurios, pero no deja de presentar características distintivas de los mosasaurios, tales como la típica forma y proporciones del cráneo de éstos, aparte de que comparte sinapomorfías con varios miembros de la subfamilia de los mosasaurinos, lo que llevó a los investigadores a clasificarlo dentro de ésta. De modo que lo observado en el Megapterygius parece sugerir que el grupo estaba diversificándose en formas cada vez más hidrodinámicas, como lo hicieron los ictiosaurios en una época anterior.

Habiendo culminado con el resumen de noticias del año, quisiera disculparme por el largo silencio que ha habido en el blog últimamente. Me gustaría cambiar esa situación, pero me temo que no estoy en posición de prometer que así será. En su lugar, aviso que el blog permanecerá inactivo por un tiempo indeterminado. Esto no necesariamente significa que esta será la última entrada que verán en él (después de todo, aún tengo algunas ideas para entradas que me gustaría publicar en un futuro, aunque eso también dependerá del interés que vea por parte de potenciales lectores), pero en vista a la poca dedicación que le he podido dar durante el último par de años, creo que lo más sensato es suspender la actividad hasta que pueda invertir el tiempo que me gustaría en “el rincón de un dinofriki”. De modo que, por el momento, no digo adiós, sino hasta luego.

Fuentes:

  1. https://phys.org/news/2023-02-larynx-fossil-dinosaur-capable-bird-like.html
  2. https://www.nature.com/articles/s42003-023-04513-x#Sec9
  3. https://phys.org/news/2023-02-dinosaurs-claws-display.html
  4. https://www.nature.com/articles/s42003-023-04552-4
  5. https://phys.org/news/2023-05-dinosaurs-perspectives.html
  6. https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adf0405
  7. https://www.sciencetimes.com/articles/44138/20230604/visual-perspective-taking-originated-dinosaurs-long-before-evolved-mammals-study.htm
  8. https://markwitton-com.blogspot.com/2023/03/new-paper-fresh-evidence-and-novel.html?m=1
  9. https://phys.org/news/2023-03-predatory-dinosaurs-rex-sported-lizard-like.html
  10. https://www.sciencealert.com/tyrannosaurus-rex-had-lips-like-a-lizard-scientists-reveal
  11. https://link.springer.com/article/10.1007/s12542-022-00644-4
  12. https://www.sci.news/paleontology/balaenognathus-maeuseri-11586.html
  13. https://doi.org/10.1016/j.cub.2022.12.053
  14. https://www.europapress.es/ciencia/ruinas-y-fosiles/noticia-fosiles-ictiosario-alejan-origen-reptiles-marinos-20230313183211.html
  15. https://academic.oup.com/zoolinnean/article/199/2/327/7231066?login=false
  16. https://www.sci.news/paleontology/mambachiton-fiandohana-12130.html
  17. https://www.sci.news/paleontology/megapterygius-wakayamaensis-12526.html
  18. https://www.uc.edu/news/articles/2023/12/uc-paleontologist-describes-wakayama-blue-dragon-that-ruled-prehistoric-waters-off-japan.html

31 de diciembre de 2020

Las (más de) 5 "Dinoticias" más relevantes del 2020

El 2020 ha sido un año difícil, marcado por múltiples eventos nefastos, como desastres naturales en diversas partes del mundo, la propagación de un virus mortal en todo el planeta y desde luego, la muerte de numerosas personas, incluyendo el afamado paleoartista Brian Franczak, conocido por sus trabajos realizados mayormente en la década de 1990 (que en paz descanse junto con todos los que perdieron la vida este año). Teniendo esto en cuenta, quisiera ofrecer mis condolencias a todo aquel que haya perdido a algún ser querido durante este año, al mismo tiempo que les deseo fortaleza para seguir adelante enfrentando las adversidades de la vida, confiando en que vendrán tiempos mejores y a no perder de perspectiva los rayos de luz en medio de la oscuridad por muy tenues que sean. Después de todo, si bien es cierto que este año trajo consigo tragedia, miedo y dolor, no todo lo que trajo fue malo. Por ejemplo, la disminución de la actividad humana masiva contribuyó a la recuperación de varios espacios silvestres previamente en un estado precario y al restablecimiento de la calidad de vida en muchos lugares al reducirse la emisión de contaminantes. Del mismo modo, se ha hecho más conciencia de la importancia de la ciencia en la sociedad y pese a todo, ha sido un año lleno de avances científicos, algo especialmente reflejado en el desarrollo de tratamientos y vacunas para combatir enfermedades emergentes, como lo es el COVID-19. Sin embargo, esto no se limita al ámbito de la medicina. Incluso para la paleontología el 2020 fue un año bastante fructífero en lo que respecta a descubrimientos e investigaciones. Tanto, que mientras usualmente tiendo a culminar con un resumen de las cinco noticias más relevantes del año en lo que respecta al estudio de los dinosaurios y otros organismos mesozoicos, esta vez no encuentro un mejor modo de hacerlo que con 5 categorías de noticias, lo cual supongo que es una buena forma de cerrar este año en el blog. Pero antes de pasar a las noticias, quiero aclarar como de costumbre que esta es una selección de descubrimientos paleontológicos que me resultaron particularmente interesantes debido a sus implicaciones para nuestro entendimiento de la vida en el Mesozoico y que durante el año hubo muchos otros hallazgos e investigaciones igualmente fascinantes, reveladores e importantes para la ciencia, pero que por cuestiones de tiempo, no cubro en esta entrada, sin mencionar que la misma ya es bastante extensa. Con eso dicho, comencemos con las noticias.

1. Más que cambios de look

El pasado mes de abril se publicó el descubrimiento de sobre 30 vértebras caudales de Spinosaurus por parte de una serie de expediciones dirigidas por Nizar Ibrahim a las camas de Kem Kem en Marruecos, de donde anteriormente logró extraer lo que hoy se considera el ejemplar de Spinosaurus más completo encontrado hasta ahora. Las vértebras recuperadas en estas nuevas expediciones conformaban una cola bastante completa que muestra características muy poco comunes en los dinosaurios, incluyendo espinas neurales y cheurones inusualmente extensos que le daban forma de remo, además de que la parte posterior de la cola no estaba reforzada como ocurre en la mayoría de los terópodos (en los que la misma suele estar reforzada por puntos de anclaje en las vértebras para tendones, haciéndola relativamente rígida) y mostraba una reducción de los procesos articulares de las vértebras mientras más alejadas estaban las mismas de la base, sugiriendo que ésta tenía bastante flexibilidad para moverse de lado a lado, permitiéndole al animal propulsarse en el agua, lo cual es sustentado por estudios biomecánicos realizados para poner a prueba esta hipótesis. Análisis de los huesos recientemente recuperados muestran varias similitudes con el material descrito originalmente por Ernst Stromer a principios del Siglo XX, pero la historia no termina ahí. Resulta que el material de la cola es referible al mismo espécimen descrito por Ibrahim en 2014, ya que su tamaño y su nivel de preservación coinciden, además de que no hay huesos repetidos y por si fuera poco, varios de los huesos se articulan perfectamente con los del esqueleto descrito en 2014. Todo esto parece indicar que el material recién descrito pertenece al mismo ejemplar. Sin embargo, un análisis realizado por el anatomista Scott Hartman abre paso a la posibilidad de que este no haya sido el caso.

Y es que pese a que los huesos de la cola encajan con los de la pelvis, no hay material que permita corroborar con certeza que los huesos de la mitad posterior del animal (la pelvis, las patas y la cola) encajen con los de la mitad delantera (las costillas, espinas neurales, vértebras dorsales y del cuello y huesos del cráneo), a lo que se suma que las vértebras de la cola miden menos de la mitad de lo que miden las vértebras dorales cuando lo común incluso en otros espinosáuridos es que midan más o menos lo mismo o incluso un poco más que éstas. Por si fuera poco, Hartman revisó las comparaciones previamente hechas entre este ejemplar y los pocos huesos de las patas traseras descritos y referidos a Spinosaurus por Stromer (de los que sólo quedan ilustraciones, por lo que al no poderse estudiar con precisión, no se descarta la posibilidad de que no pertenezcan a un solo individuo o siquiera, a una sola especie) y notó una disparidad significativa en las proporciones al ajustar el método de medición (anteriormente, esto se había hecho midiendo los extremos inferiores de las vértebras del nuevo ejemplar y comparando estas medidas con la longitud total de las vértebras descritas por Stromer, por lo que Hartman estimó la longitud total de las vértebras del nuevo espécimen para establecer una comparación más acorde). Esto dio como resultado una diferencia de casi un 8% entre las proporciones de ambos especímenes, lo que de verificarse, abriría paso a la posibilidad de que los fósiles descritos por Ibrahim y los descritos por Stromer pertenezcan a especies diferentes. Asimismo, si se corroborase que el nuevo ejemplar representa más de un individuo, cabría la posibilidad de que las patas traseras del Spinosaurus fuesen ligeramente más largas de lo propuesto inicialmente por Ibrahim asumiendo que sus proporciones fuesen consistentes con las de las ilustraciones paleontográficas de Stromer (aunque no tanto como las de otros terópodos, incluyendo a otros espinosáuridos como el Baryonyx, siendo proporcionalmente más comparables a las del Majungasaurus), lo que descartaría la idea de que fuese un cuadrúpedo obligado. No obstante, la histología del nuevo espécimen (es decir, el estudio realizado para determinar la edad de éste al momento de su muerte) refleja una edad consistente tanto para los huesos de la mitad posterior como para los de la mitad delantera del esqueleto, siendo esto un indicio de que representa un solo individuo. A esto se suman los resultados de otro estudio publicado el pasado mes de mayo por un equipo conformado por Robert Smyth, Nizar Ibrahim y David Martill según el cual, la morfología de las vértebras de espinosáurido encontradas en Marruecos parece representar una sola especie. De acuerdo a este equipo, los exámenes morfológicos de las vértebras (que anteriormente habían sido referidas a diferentes especies como Sigilmassasaurus brevicollis o Spinosaurus marocannus) indican que éstas no presentan variaciones que permitan distinguirlas como especies diferentes a la descrita por Stromer a partir de material proveniente de Egipto. Es decir, el Spinosaurus aegyptiacus. Los autores indican que las pocas diferencias identificadas en la morfología de las vértebras son atribuibles a distinciones individuales (es decir, al hecho de que no todos los miembros de una misma especie se desarrollan igual). Pero eso no es todo. Al analizar también la morfología de las vértebras de Oxalaia quilombensis, proveniente de la formación Alcântara, en la Isla Cajual de Brasil, los investigadores obtuvieron los mismos resultados, sugiriendo que el Oxalaia se trata en realidad de un ejemplar de Spinosaurus, lo que de ser cierto significaría que el Spinosaurus habría estado presente en Sudamérica, tratándose de un género de dinosaurio transcontinental.

Pese al debate que circula en torno a la taxonomía (el estudio de la definición de los organismos a raíz de su clasificación) y anatomía (el estudio de la estructura corporal de los organismos) del material descrito por Ibrahim en tiempos recientes, lo cierto es que se han identificado múltiples similitudes entre éste y los fósiles asignados a Spinosaurus por Stromer, lo cual es indicio de que pertenecen a animales muy parecidos y estrechamente emparentados si es que no eran de la misma especie. De modo que sea cual haya sido el caso, una cosa es clara: el Spinosaurus y sus parientes más cercanos parecían estar hechos para llevar un estilo de vida semiacuático, noción que parece resultar más plausible a medida que se recupera más material.

Teniendo esto en cuenta, los hábitos y el estilo de vida propuestos para el Spinosaurus con la recuperación del material de la cola son reforzados por un estudio tafonómico publicado el pasado mes de agosto, el cual indica que los fósiles referidos a este dinosaurio se hallan regularmente en sedimentos asociados a aguas poco profundas. A eso se suma que tienden a encontrarse en depósitos en los que se ve una cantidad considerable de fósiles de fauna acuática y un bajo porcentaje de fósiles de animales terrestres. Dada la poca cantidad de restos de fauna terrestre en estos sedimentos y debido a que el grueso de los fósiles asignados a Spinosaurus son dientes con indicios de haber sido mudados, es improbable que estos depósitos reflejen un escenario en el que los restos hubiesen sido arrastrados desde la tierra por una corriente u otro agente externo, siendo por tanto el escenario más plausible que el dinosaurio habitara en estos cuerpos de agua.

Estos descubrimientos indican que el Spinosaurus estaba adaptado para explotar eficaz y eficientemente un nicho ecológico en el agua, rompiendo la barrera que parecía limitar el dominio de los dinosaurios a tierra firme. De modo que irónicamente, pese haber ganado fama en la cultura popular como un macrodepredador terrestre gracias a la cinta Jurassic Park 3, si algo acertó la misma fue el mostrarlo también como un dinosaurio hidrodinámico, algo que en ese entonces era una hipótesis con bases limitadas.

Arriba: Arte de Masato Hattori
Abajo: Arte de Lindsey Wakefield

No sólo al dinosaurio que asumió el rol de principal antagonista en la tercera película de Jurassic Park "le pegó la pubertad" fuertemente. También le pegó a una de las estrellas de la primera película. Se trata nada más y nada menos que del Dilophosaurus, hecho famoso por escupir el karma y un poco de veneno en la cara de Dennis Nedry, uno de los antagonistas principales de la cinta.

Por supuesto, el Dilophosaurus nunca fue como se ve en la película y ya desde un principio se sabía que en realidad, era una criatura muy diferente, habiendo alcanzado una longitud de alrededor de 6 metros y probablemente, careciendo de glándulas venenosas y del abanico de piel que despliega de su cuello en la película. Sin embargo, resulta que el material originalmente descrito por Samuel P. Welles en 1984 fue parcialmente reconstruido con yeso y el documento no es muy claro en cuanto a cuáles partes fueron reconstruidas y cuáles no, aparte de que para cuando fue publicado no se contaba con muchos de los métodos y herramientas utilizados actualmente para analizar los fósiles de una manera más precisa y minuciosa. Por tal razón, hasta este año, el Dilophosaurus era concebido como un terópodo de complexión esbelta especializado en cazar criaturas mucho más pequeñas que él. Gracias a un estudio publicado el pasado mes de julio por Adam D. Marsh y Timothy B. Rowe, hoy sabemos que este no parecía ser el caso. Una revisión del material descrito por Welles y la recuperación de nuevos fósiles revelaron que el Dilophosaurus era un animal más apto para la macrodepredación de lo que se interpretó inicialmente. Resulta que su cráneo era más robusto y que sus mandíbulas pudieron haber servido de anclaje para músculos más grandes y fuertes de lo que se pensó en un principio, lo cual es sustentado por la presencia de sacos de aire en los huesos que en vida habrían ayudado a que el esqueleto fuese más ligero, a la vez que habría reforzado los huesos, funcionando de una manera comparable al plástico de burbujas. Asimismo, los autores del nuevo estudio descubrieron que la característica cresta doble no fue interpretada correctamente en la descripción original de Welles. Por ejemplo, la punta en el borde trasero de la cresta que se tiende a ver en las reconstrucciones tradicionales resultó ser una prolongación de los lagrimales que se extendía y se elevaba hasta atrás de las órbitas. Por otra parte, dado que los bordes de la cresta resultaron ser una de las partes moldeadas para la reconstrucción original, es difícil asegurar si en verdad tenían la clásica forma semicircular o no. Lo que sí se sabe es que en realidad, no eran lisas, sino rugosas y según los autores, es probable que estuviesen cubiertas por una capa de queratina como se ve en varias aves crestadas como el cálao, pudiendo haber servido para comunicación visual (en cuyo caso, es posible que tuviese una coloración brillante en vida) o para termorregulación. Sin embargo, las mayores implicaciones de esta reinterpretación del Dilophosaurus están en lo que respecta a su clasificación. Anteriormente, había discrepancia sobre su posición en el árbol filogenético de los terópodos, con algunos sugiriendo que se trataba de un ceratosaurio basal, otros indicando que pudo haber sido un celofísido avanzado y otros asignándolo a una familia propia (Dilophosauridae), mas los autores del nuevo estudio, tras haber analizado el material anteriormente descrito y los nuevos ejemplares recuperados concluyeron que se trataba de un neoterópodo más diversificado que el Zupaysaurus y que el Cryolophosaurus y bastante cercano al clado Averostra (grupo del cual descienden los terópodos más "estandarizados" y con cráneos usualmente cuadriformes), reflejando un estado transitorio entre los terópodos basales del Triásico y que aún eran comunes en su época y los más avanzados que se verían a partir de mediados del Jurásico, "trazando el plano" morfológico que seguirían éstos últimos, con el arreglo visto en los huesos lagrimales y nasales siendo una condición ancestral que habría sido modificada (y en algunos casos, suprimida) durante la evolución, razonamiento sustentado por las estructuras vistas en ceratosaurios, como el propio Ceratosaurus y en tetanuros, como el Allosaurus.

Arriba: Modelo por CM Studio
Abajo: Arte de Lindsey Wakefield

Otro dinosaurio que se sometió a un "cambio de look" con implicaciones sustanciales fue el Scelidosaurus, un dinosaurio tieróforo (del grupo al que pertenecen los llamados "dinosaurios acorazados", como el Stegosaurus y el Ankylosaurus) descubierto durante los primeros días de la paleontología.

A finales del pasado año se publicó un estudio realizado por el Dr. David Norman en el que se revela que este dinosaurio había sido erróneamente reconstruido durante más de 150 años debido a las técnicas de preparación entonces empleadas y a la falta de un análisis anatómico de los especímenes recolectados más riguroso y llevado a cabo con técnicas más modernas, análisis que fue finalmente hecho por el Dr. Norman y según el cual, resulta que el Scelidosaurus era un animal más robusto de lo que se pensó en un principio y que su pelvis era más fuerte y estaba configurada de tal manera que en teoría, pudo haberle permitido apoyarse y moverse sólo sobre sus patas traseras al menos ocasionalmente. Sin embargo, esto fue sólo el principio. El pasado mes de agosto Norman publicó un nuevo estudio en el que analiza más exhaustivamente el cráneo de este dinosaurio, determinando que éste era más robusto, con la parte posterior siendo más ancha de lo que se concibió inicialmente, lo que en vida habría proporcionado espacio para músculos grandes. Por si fuera poco, el cráneo muestra claros indicios de que en vida estaba cubierto de escamas grandes y compactas y que presentaba osteodermos alargados y relativamente robustos  comparables a cuernos en la parte posterior. Estos aspectos de su anatomía previamente malinterpretados y desconocidos llevaron a Norman a reevaluar la posición del Scelidosaurus en el árbol filogenético de los dinosaurios, concluyendo a partir de varios análisis que éste, contrario a la concepción tradicional, no era un tieróforo basal, sino un anquilosaurio poco diversificado, lo que significaría que éstos se originaron mucho antes de lo que se pensaba hasta ahora.

Arriba: Arte de Lu Feng Shan
Abajo: Arte de Jack Wood

2. Fiesta caliente a finales del Cretáceo

Arte de Douglas Henderson

Durante medio siglo se ha asociado la extinción de los dinosaurios no avianos al final del Cretácico a la actividad volcánica. Esto debido en gran parte al hallazgo de formaciones con numerosas capas de basalto (un tipo de roca formada por lava volcánica tras su enfriamiento) en lo que actualmente es India que indican un intenso y extenso vulcanismo en el área a finales de dicho período. Estas formaciones hoy son conocidas como las "Deccan Traps" o "Trampas del Decán" y algunos expertos han considerado que la actividad volcánica que evidencian fue uno de los contribuyentes al evento de extinción ocurrido hace alrededor de 66 millones de años al provocar un decaimiento de la biodiversidad debido a la emisión de gases tóxicos y otros contaminantes en el ambiente a nivel global y al eventual enfriamiento causado por la liberación de gases sulfurosos. Sin embargo, un estudio publicado el pasado mes de julio por un equipo encabezado por Alfio Alessandro Chiarenza nos dice que la historia probablemente fue diferente. Utilizando marcadores geológicos del clima y modelos matemáticos y estadísticos, así como datos sobre los factores ambientales (tales como la temperatura y la humedad) necesarios para la prosperidad de la fauna de ese entonces, el equipo de investigación pudo trazar un mapa de dónde se daban estas condiciones tras el impacto de un asteroide o un vulcanismo masivo y prolongado. Los resultados de este nuevo estudio sugieren que los efectos de las erupciones volcánicas ocurridas en las Trampas del Decán no fueron lo suficientemente devastadores como para comprometer los ecosistemas a nivel global. Por el contrario, tal parece que los efectos del vulcanismo resultaron beneficiosos, pues propiciaron el desarrollo de condiciones idóneas para la prosperidad y diversidad de la fauna, conclusión reforzada por otro estudio publicado el pasado mes de noviembre por un equipo de investigación encabezado por Joseph A. Bonsor, en el cual se analizaron unos 12 árboles filogenéticos y se aplicaron modelos estadísticos para evaluar si cada linaje de dinosaurios estudiado aún era capaz de producir nuevas especies al final del Cretáceo. Sus resultados sugieren que aunque algunos grupos de dinosaurios parecieron haber experimentado un decaimiento, no todos lo hicieron y muchos continuaban diversificándose. Para determinarlo el equipo de investigación se valió de la tasa de especiación de los linajes estudiados en lugar de recurrir exclusivamente al muestreo de fósiles, ya que éste tiene sesgos a tener en cuenta, pudiendo sugerir una disminución de especies durante el Cretáceo que no necesariamente reflejaría la realidad en esos entonces. Esto da más soporte a la teoría de que los dinosaurios continuaban prosperando durante el Cretáceo tardío en lugar de estar experimentando un decaimiento.

Pero eso no es todo. Según la investigación realizada por el equipo de Chiarenza, la actividad volcánica también contribuyó a crear ecosistemas más resistentes al exponerlos a condiciones similares a las que provocaría el eventual impacto del asteroide, propiciando la adaptación a dichas condiciones y haciendo posible la recuperación de varios hábitats y formas de vida tras la caída del meteorito, la cual sí fue perjudicial, según sugiere otro estudio publicado en mayo por el Profesor Gareth Collins y colegas, quienes analizaron la formación del cráter de Chicxulub, la cual muestra indicios de que hubo un desplazamiento de tierra desde el noreste en dirección al suroeste. Utilizando esta información produjeron un modelo tridimensional que permitió recrear el impacto a partir de sus observaciones, con lo que llegaron a la conclusión de que el asteroide impactó lo que hoy es la península de Yucatán en México desde el noreste en un ángulo de 45 a 60 grados sobre el horizonte, lo cual suscitó el escenario más destructivo posible, ya que a esa inclinación, la colisión habría provocado el lanzamiento de una mayor cantidad de escombros a la atmósfera en todas direcciones (de haber impactado en una dirección casi vertical o casi horizontal, el lanzamiento de escombros probablemente habría sido minimizado y menos diseminado, por lo que es posible que los efectos no hubiesen sido tan devastadores en algunas partes del planeta), eventualmente provocando un invierno global durante el que la luz solar sería bloqueada, impidiendo la fotosíntesis de las plantas y ocasionando un efecto dominó en la cadena alimentaria. Sin embargo, la investigación de Chiarenza indica que el vulcanismo, además de haberle permitido a varias formas de vida a adaptarse a condiciones de este tipo, a largo plazo también contribuyó al calentamiento del planeta durante el invierno global causado por el asteroide gracias a la liberación de dióxido de carbono, lo que probablemente propició la supervivencia de especies que de otra forma se hubieran extinto.

3. Huevos de cáscaras blandas

Hasta hace poco la idea de que los dinosaurios ponían huevos de cáscara dura se consideraba una regla general. Esto debido mayormente a que los fósiles de huevos de dinosaurios identificados hasta el momento presentaban una capa de calcita como los de las aves y cocodrilos de la actualidad, haciendo que su cascarón fuese duro y rígido. A esto que se suma el hecho de que los dinosaurios, en conjunto con los pterosaurios, los cocodrilos y las tortugas, pertenecen a un grupo conocido como los arquelosaurios y los miembros de este linaje suelen poner huevos con cáscaras duras (aunque hay excepciones). Sin embargo, un estudio publicado el pasado 17 de junio por un equipo encabezado por el Dr. Mark Norell cambió esos paradigmas. El equipo de investigación realizó análisis químicos de embriones fosilizados de Mussaurus (un miembro del linaje de los sauropodomorfos) y de Protoceratops (un miembro del linaje de los ceratopsios), examinando con precisión un área circular de color oscuro en el sedimento en torno a éstos. Los análisis revelaron que dicha área consiste en residuos moleculares de una membrana no mineralizada, lo que sugiere que estos fósiles se tratan de huevos que no estaban cubiertos por una capa de calcita, lo cual a su vez se traduce en que estos dinosaurios ponían huevos con cáscaras blandas como los lagartos y serpientes y no con cáscara dura como las aves y cocodrilos. Por si fuera poco, hallazgos previos indican que los pterosaurios también ponían huevos con cáscara blanda. Esto llevó a los autores a teorizar que el ancestro común de los dinosaurios y de los pterosaurios debió también poner huevos de este tipo, por lo que es probable que esta fuese la condición general no sólo para los primeros dinosaurios, sino también para la mayoría del grupo y que los huevos con cáscara dura hayan evolucionado a posteriori de manera independiente en diferentes ramas, tales como la de los ornitópodos (como Maiasaura), la de los saurópodos macronarios (como el Saltasaurus) y la de los terópodos (incluyendo a las aves modernas), que incluyen los ejemplares en los que se suele ver esta característica. Los investigadores teorizan además que esta podría ser la causa por la que es difícil encontrar huevos de dinosaurio fosilizados, ya que las cáscaras blandas tienen menos probabilidades de preservarse y fosilizarse. Sin embargo, un segundo estudio publicado el mismo día por un equipo encabezado por Lucas J. Legendre demostró que pese a que es difícil, no es imposible.

Arte de Jorge González

Este otro estudio consiste en la descripción de un fósil de alrededor de 68 millones de años de antigüedad descubierto en la Isla de Seymour, en las cercanías del continente antártico hace casi una década, pero que no había sido identificado hasta ahora. El ejemplar consiste en una pieza estructuralmente ovalada de poco más de 30 cm de diámetro y su sedimentología sugiere que fue depositado en el lecho marino. Tras examinarlo, Legendre y su equipo determinaron que se trata de un huevo que, como en los anteriores casos, no muestra indicios de una cáscara dura y rígida, sino blanda y relativamente flexible, algo que queda evidenciado en su morfología, ya que el mismo parecía haberse abierto antes de fosilizarse, mostrando surcos en lugar de grietas, adoptando una forma parecida a la de un balón desinflado. Sin embargo, este huevo presenta una capa calcárea, algo que no se ve en los huevos descritos por el equipo de Norell. Dado que no se encontró un embrión dentro del huevo, determinar a qué criatura pertenece ha resultado ser un desafío, pero hay pistas que permiten teorizar de qué es. Por ejemplo, sus propiedades se asemejan a las de los huevos de los lepidosaurios actuales como las lagartijas y las serpientes, los cuales ponen huevos con una capa calcárea fina y dúctil, que es precisamente lo que se observa en el huevo descrito por el equipo de Legendre, sugiriendo que pertenecía a una especie emparentada con este grupo de reptiles. Esto, en conjunto con su gran tamaño y su procedencia de momento permite a los investigadores restringir la lista de candidatos más probables a un grupo: los mosasaurios. No obstante, investigaciones previas habían revelado que éstos parían crías vivas. De modo que a primera impresión, un huevo no parece ser una pieza que encaje mucho en este rompecabezas, pero es de tener en cuenta que los mosasaurios probablemente no se reproducían como los mamíferos acuáticos de hoy, sino de una manera más parecida a la de las serpientes marinas, las cuales son catalogadas por algunos científicos como ovovivíparas. Es decir, que no expulsan los huevos hasta que las crías están por eclosionar, con lo que básicamente las paren vivas, aunque la alimentación y respiración de éstas hasta ese momento ocurría de la misma forma en que ocurre en cualquier animal que nace de un huevo. La investigación de Legendre y su equipo apunta a que este haya sido también el caso de los mosasaurios.

Arte de Francisco Hueichaleo

4. Nuevas pistas sobre los diversos orígenes del vuelo en los reptiles

La aviación como la conocemos hoy es el fruto de múltiples experimentos realizados a lo largo de la historia en un intento de replicar lo que observábamos en la naturaleza, sobre todo en las aves (por algo la llamamos "aviación"). Curiosamente, parece que sin percatarnos la replicamos en más de un aspecto, pues según sugiere un estudio publicado el pasado mes de agosto por Rui Pei, Michael Pittman y colaboradores, ésta estaba realizando sus propios experimentos durante el Mesozoico para producir auténticas "máquinas voladoras", siendo las aves modernas apenas uno de sus frutos. De acuerdo a este estudio, el vuelo propulsado (es decir, el que se realiza batiendo las alas y en lugar de planeando) evolucionó al menos, tres veces en los dinosaurios. Es decir, que tres linajes de dinosaurios desarrollaron adaptaciones propicias para el vuelo de manera independiente, cada uno originándose a partir de ancestros no voladores. Estos son: los unenlanginos (como el Rahonavis), los microraptorinos (como el Microraptor) y por supuesto, los avialanos (como el Archaeopteryx y las aves modernas). Pese a que el vuelo evolucionó de manera independiente en los tres grupos, éstos están estrechamente emparentados, siendo todos terópodos paravianos, con los unenlanginos y los microraptorinos perteneciendo a la familia de los dromeosaurios (la misma a la que pertenecen el famoso Velociraptor y el Deinonychus), lo que se traduce en que el vuelo evolucionó al menos, dos veces en esta familia. Los avialanos por su parte son un grupo hermano de los deinonicosaurios (grupo que alberga a los dromeosaurios y los troodóntidos) y de acuerdo al nuevo estudio, agrupa a los anquiornitinos, que anteriormente eran una familia aparte conocida como los anquiornítidos.

Diversos paravianos
Arte de Julius Csotonyi

Adicionalmente, los autores de esta investigación destacan que otros dinosaurios (incluyendo dromeosaurios como el Bambiraptor, el cual no pertenece al linaje de los unenlanginos ni de los microraptorinos) parecían estar experimentando con el uso de sus alas antes de dar origen al vuelo propiamente dicho y así lo sugiere un estudio publicado posteriormente, el pasado mes de octubre por un equipo encabezado por el Dr. Thomas A. Dececchi, el cual se enfoca en las capacidades aerodinámicas de otro linaje de dinosaurios alados: los escansoriopterígidos (como el Yi y el Ambopteryx), caracterizados por poseer lo que parecían ser alas membranosas en lugar de emplumadas. A diferencia de los paravianos voladores, los escansoriopterígidos parecían no estar adaptados para aletear, estando limitados a planear según indica el equipo de investigación, el cual escaneó los fósiles del Yi y el Ambopteryx utilizando fluorescencia estimulada por láser para detectar detalles del tejido blando indistinguibles a simple vista, posteriormente aplicando sus observaciones a modelos matemáticos para deducir cómo pudieron haber volado estos dinosaurios considerando variables como su peso, envergadura y la posible disposición de sus músculos. Los modelos sugieren que para emplear el vuelo propulsado, los escansoriopterígidos habrían requerido una complexión corporal menos maciza y músculos más fuertes de los que probablemente tuvieron. El equipo de investigación estimó además una carga alar más alta en los escansoriopterígidos que en otros dinosaurios alados (es decir, un mayor peso corporal con respecto al área comprendida por las alas), indicando que su modo de planeación era poco eficiente. Teniendo esto en cuenta, los autores teorizan que este grupo de dinosaurios estaba especializado para desempeñarse en un hábitat forestal con brechas pequeñas y frecuentes en el que pudieran planear de árbol en árbol en busca de alimento, pero cuando ese hábitat comenzó a ser ocupado por vertebrados más aerodinámicos, éstos no pudieron competir, lo que en última instancia los conduciría a la extinción. No obstante, los escansoriopterígidos siguen siendo un ejemplo de las varias maneras en que el vuelo evolucionó en los dinosaurios antes de ser perfeccionado por los avialanos.

Arte de Gabriel Ugueto

Sin embargo, no hay que olvidar que la naturaleza ya había realizado un experimento exitoso a la hora de dar origen a un grupo de vertebrados que desafiaran a la gravedad. Hablamos por supuesto de los pterosaurios. El registro fósil sugiere que éstos evolucionaron de arcosaurios terrestres mucho antes de que surgieran los primeros dinosaurios voladores, pero siempre ha habido bastante incertidumbre en cuanto a de qué clase de arcosaurios éstos procedían. No obstante, este año fue testigo de un par de descubrimientos que parecen encaminarse a cambiar eso. El primero consiste en una investigación publicada el pasado mes de julio en la que se describen los fósiles de un arcosaurio de pequeño tamaño encontrado en rocas de edad triásica en Madagascar durante una expedición organizada por el Museo Americano de Historia Natural en 1998, el cual fue llamado Kongonaphon kely por el equipo de investigación encabezado por Christian F. Kammerer. Curiosamente, es el primer miembro de este grupo del que se ha descrito material del cráneo y las características observadas en el mismo (particularmente, en su dentadura) sugieren que probablemente se alimentaba de insectos y de ahí su nombre (que en malgache significa: "asesino de insectos"). Sin embargo, lo más curioso es que pese a que fue identificado como un lagerpétido (una familia de arcosaurios usualmente definidos como dinosauromorfos basales), el equipo encontró que las raíces de su árbol familiar no parecían estar muy firmemente cimentadas, pues pese a que un análisis soporta la clasificación tradicional del grupo como dinosauromorfos, otro abre paso a la posibilidad de que éstos fuesen en realidad pterosauromorfos, dificultando la posición de esta familia en la cadena evolutiva, al mismo tiempo que presenta potencial para aclarar una de las mayores incógnitas en cuanto a nuestro entendimiento de la evolución de los arcosaurios. Es aquí donde entra el segundo descubrimiento, consistente en un estudio realizado por un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Martín D. Ezcurra y publicado el pasado 9 de diciembre en la revista Nature. El mismo parte de un análisis más completo del material recuperado de lagerpétidos hasta ahora gracias a que con descubrimientos como el del Kongonaphon hoy se dispone de elementos anteriormente poco conocidos de los miembros de esta familia. Este nuevo análisis no sólo revela múltiples semejanzas entre la estructura esquelética de los lagerpétidos y la de los pterosaurios (incluyendo huesos con una contextura altamente ligera), sino también que ambos linajes comparten una neuroanatomía similar que parece indicar que varias de las adaptaciones asociadas al origen del vuelo en los pterosaurios, tales como la coordinación de los movimientos de la cabeza, los ojos y el cuello, estaban presentes en los lagerpétidos. Esto llevó a los autores a teorizar que estas adaptaciones fueron probablemente heredadas de un ancestro común, lo que reforzaría la idea de que los lagerpétidos son pterosauromorfos y aunque no pueden reconocerse como ancestros propiamente dichos de los pterosaurios, se podrían considerar como un linaje hermano de éstos. Pero esto es sólo la mitad de la historia, pues el 2020 no sólo nos trajo indicios de cómo fueron los orígenes de los pterosaurios como grupo, sino también de cómo fue la evolución de su vuelo.

Representación del Kongonaphon en la que se puede apreciar su tamaño y posibles proporciones
Arte de Frank Ippolito

Y es que otro estudio publicado el pasado mes de octubre por un equipo encabezado por Chris Venditti indica que la transición de la locomoción terrestre a la aerodinámica fue un reto para los primeros pterosaurios al imponer una alta carga energética, limitándolos a recorrer una distancia relativamente corta, algo que parece consistente con los resultados obtenidos posteriormente por el equipo de Ezcurra teniendo en cuenta que sus presuntos parientes (y por extensión, sus ancestros) eran probablemente bípedos hechos para movilizarse rápidamente en tierra, por lo que tiene sentido que la transición fuese lenta y poco eficiente. Sin embargo, la investigación de Venditti y sus colegas indica que eso no fue impedimento para que a lo largo de su evolución lograran adaptar la forma y el tamaño de su cuerpo para utilizar hasta un 50% menos de energía mientras estaban en el aire, convirtiéndose en aviadores capaces de mantener el vuelo de manera estable por períodos prolongados pese a que muchas especies se hacían cada vez más pesadas. Para determinarlo, el equipo de investigación analizó unas 75 especies de pterosaurios representativas de diferentes etapas de la evolución del grupo, recopilando datos tales como su tamaño y envergadura y aplicándolos a modelos biofísicos empleados en el estudio de la eficiencia de vuelo de las aves actuales. La investigación arrojó que los pterosaurios fueron optimizando su eficiencia en el aire gradual y consistentemente durante su evolución, mostrando ligeras mejoras en sus adaptaciones para el vuelo a medida que iban diversificándose. Todos los tipos de pterosaurios estudiados parecieron reflejar estas mejoras excepto uno: los azdárquidos (como el Quetzalcoatlus y el Hatzegopteryx). La anatomía de éstos (particularmente el hecho de que tenían alas proporcionalmente más pequeñas con respecto al tamaño de su cuerpo en comparación con otros pterosaurios) y los modelos biofísicos reflejaron una reducción en la eficiencia de vuelo en este grupo que si bien no les impedía volar, sugiere que el vuelo altamente eficiente probablemente no les brindaba una ventaja significativa, pudiendo haberse limitado a volar en trayectos relativamente cortos volando y a pasar gran parte del tiempo en tierra.

Diversos pterosaurios del período jurásico
Arte de Gabriel Ugueto

5. La (hipotética) revancha del Pisanosaurus y de los ornitisquios triásicos

En 2017 publiqué una entrada en la que discutía la rareza y posible ausencia de ornitisquios de edad triásica en el registro fósil, destacando por ejemplo la eventual integración del Pisanosaurus (considerado hasta entonces como el ornitisquio más basal conocido) al linaje de los silesaurios (un grupo de arcosaurios estrechamente emparentados con los dinosaurios). Desde entonces, varios estudios han dificultado las cosas en cuanto a la identificación de ornitisquios basales, generando múltiples interrogantes sobre los orígenes del grupo, pero este año salieron dos estudios que parecen darle al asunto un giro de 180 grados.

El primero fue publicado el pasado mes de julio por un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Julia B. Desojo y recupera al Pisanosaurus como un dinosaurio ornitisquio. El estudio sin embargo, no se limita a esto y los resultados son parte de una investigación geocronológica y paleogeográfica mucho más abarcadora de la región norte de la formación Ischigualasto, ubicada en la provincia argentina de La Rioja y de la que proceden los fósiles de Pisanosaurus. Los investigadores dataron una edad ligeramente más reciente para esta parte de la formación que la de la región ubicada en la provincia de San Juan (de donde proceden otros dinosaurios primitivos como el Eoraptor y el Herrerasaurus). Como parte de su análisis paleogeográfico, los autores revisaron los fósiles del Pisanosaurus y destacaron que éste presenta características vistas en los dinosaurios ornitisquios, mas no en otros dinosauromorfos como los silesaurios. Ejemplo de esto es que sus mandíbulas presentan una hendidura tras el dentario que sólo se aprecia en los heterodontosáuridos, los cuales son considerados una familia de ornitisquios no muy derivada. Esto condujo a la hipótesis de que el Pisanosaurus se trataba de un ornitisquio basal, como se interpretó en un principio y no de un silesáurido. Partiendo de sus observaciones, los investigadores concluyeron que los primeros ornitisquios evolucionaron hace alrededor de 229 millones de años, más o menos al mismo tiempo que los primeros saurisquios. No obstante, no todos están de acuerdo con las conclusiones del equipo de investigación, mas eso no necesariamente desacredita la clasificación que éste propuso para el Pisanosaurus.

El segundo estudio, publicado el pasado 26 de agosto por Rodrigo Temp Müller y Maurício Silva García, no sigue las conclusiones del equipo de Desojo, sino que da un paso más allá y en lugar de sacar al Pisanosaurus de la familia de los silesáuridos para reubicarlo en el linaje de los dinosaurios, invita a toda la familia de los silesaurios a formar parte de la dinastía de los dinosaurios. De modo que según los autores de este estudio, los silesaurios ya no serían considerados como un linaje hermano de los dinosaurios, sino como dinosaurios propiamente dichos y por si fuera poco, el equipo propone una hipótesis que podría resolver el enigma de la aparente ausencia de ornitisquios de edad triásica al sugerir que los silesaurios podrían tratarse en realidad de ornitisquios basales partiendo de la premisa de que los dos grupos comparten un rasgo en común no hallado en miembros de otros linajes: el hueso predentario (lo que se podría considerar la parte ósea del pico en la mandíbula inferior), con la única diferencia de que en los silesáuridos éste parece estar dividido, mientras que en los ornitisquios está compuesto por una sola pieza. Sin embargo, es posible que esto pueda deberse a aspectos relacionados a la derivación del grupo, ya que no sería el primer caso en que se ve que varios huesos en un organismo están fusionados en sus descendientes, formando un solo hueso, tal y como se ve por ejemplo, en el pigóstilo de las aves (un hueso conformado por la fusión de varias vértebras al final de la cola, lo cual no se ve en terópodos menos derivados), por lo que esto no es impedimento para agrupar a ambos linajes en uno. No obstante, cabe destacar que en esta nueva investigación, los silesaurios no son reconocidos como una familia, sino como un grupo con determinadas características en común que se extiende desde la base de Ornithischia y se separa de los ornitisquios de edad jurásica como un linaje hermano de éstos (igual que como ocurre con los prosaurópodos, que son varios grupos de sauropodomorfos que se extienden desde la base de Sauropodomorpha hasta el linaje de los saurópodos sin incluir a éste último). De resultar cierta esta nueva hipótesis, podría explicar por qué por ejemplo, el Pisanosaurus presenta características anatómicas tanto de ornitisquios poco derivados como de silesaurios avanzados (cosa que ha dificultado su clasificación), pues no se trataría de si es uno o el otro, sino que sería prueba de que los dos representan en realidad, un solo linaje, pudiendo tratarse de una etapa transitoria. De modo que tal parece que la respuesta que los paleontólogos habían estado buscando siempre estuvo ahí. Sólo había que saber hacia dónde mirar.

Pisanosaurus representado como un ornitisquio tradicional (izquierda) y como un silesaurio (derecha)
Arte de Gabriel Ugueto

Es de recordar sin embargo, que lo propuesto en estas investigaciones de momento es sólo hipotético y es necesario verificarlo mediante la recuperación de más material fósil y la realización de estudios adicionales.

Fuentes:

1.       http://news.mit.edu/2020/study-timing-dinosaurs-evolution-0729

2.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/06/el-huevo-blando-mas-grande-del-mundo.html

3.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/07/el-nuevo-rostro-de-dilophosaurus.html

4.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/07/fue-el-meteorito-y-no-los-volcanes.html

5.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/08/los-silesauridos-dinosaurios.html

6.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/08/spinosaurus-mas-acuatico-que-nunca.html

7.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/08/y-volaron-tres-veces.html

8.       http://palaeos-blog.blogspot.com/2020/10/cambios-scelidosaurus.html

9.       http://theropoda.blogspot.com/2020/04/spinosaurus-revolution-extended-edition.html

10.   http://www.sci-news.com/paleontology/eggs-earliest-dinosaurs-soft-leathery-shells-08549.html

11.   http://www.sci-news.com/paleontology/gliding-scansoriopterygid-dinosaurs-08981.html

12.   https://doi.org/10.1016/j.cub.2020.06.105

13.   https://doi.org/10.1093/zoolinnean/zlz078

14.   https://redibinforma.com/art/1391/el-analisis-de-cientos-de-fosiles-revela-una-joya-paleontologica-de-230-millones-de-anos

15.   https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rsos.201195

16.   https://scitechdaily.com/ceratopsian-dinosaur-mystery-solved-by-soft-shelled-eggs/

17.   https://www.nationalgeographic.com/science/2020/04/first-spinosaurus-tail-found-confirms-dinosaur-was-swimming/

18.   https://www.nature.com/articles/s41586-020-2190-3

19.   https://www.nature.com/articles/s41598-020-67854-1

20.   https://www.pnas.org/content/117/29/17084

21.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/05/200526111320.htm

22.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/06/200629150544.htm

23.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/07/200707183920.htm

24.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/08/200827101819.htm

25.   https://www.sciencedaily.com/releases/2020/11/201117192626.htm

26.   https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0195667120302068

27.   https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2589004220307665

28.   https://www.sciencemag.org/news/2020/06/researchers-say-theyve-solved-mystery-missing-dinosaur-eggs

29.   https://www.skeletaldrawing.com/home/the-road-to-spinosaurus-iii-of-chimeras-and-leg-proportions11262020

30.   https://www.texasmonthly.com/the-culture/texas-scientists-discover-that-a-dinosaur-made-famous-by-jurassic-park-was-even-more-formidable-than-they-thought/

28 de junio de 2020

Documental "Monstruos Marinos: Una Aventura Prehistórica"

Llegó el verano, el tiempo más caluroso del año y por consiguiente, una época en la que muchas personas tienden a darse una escapada al mar para refrescarse y relajarse, pero dadas la situación de la pandemia del COVID-19, este año no parece propicio para darse ese lujo. Por esta razón, El Rincón de un Dinofriki optó por traer el mar a ustedes con el documental "Sea Monsters: A Prehistoric Adventure" (Monstruos Marinos: Una Aventura Prehistórica).


Este documental producido por IMAX y National Geographic nos lleva 82 millones de años en el pasado y nos adentra a lo que hoy conocemos como el Mar de Niobrara o Mar Interior Occidental de Norteamérica, el cual, durante gran parte del período cretácico, atravesaba lo que hoy es el continente norteamericano, dividiéndolo en dos masas de tierra: Laramidia al oeste y Appalachia al este. Este mar conformaba el hábitat de una amplia gama de animales, incluyendo peces, moluscos, equinodermos y reptiles marinos, por mencionar algunos ejemplos. 

El largometraje combina un estilo de documental de naturaleza con entrevistas a expertos y dramatización para contar la historia de una Dolichorhynchops hembra desde su nacimiento hasta su muerte. Para hacerlo, recurre a descubrimientos realizados en diversas partes del mundo que desvelan detalles sobre la vida de los reptiles marinos del mesozoico y de las criaturas con las que compartían su hábitat, además de utilizar la especulación basada en lo observable en la naturaleza actualmente para representar cómo habría sido la vida en el océano cretácico. Pese a que la historia de esta Dolichorhynchops en particular es un producto de ficción, con incluso el descubrimiento de sus restos siendo un montaje dramatizado, cabe destacar que está contada de tal manera que se podría considerar una representación decente de cómo habría sido la vida de un Dolichorhynchops real y de lo que hubiéramos visto en el Mar de Niobrara real, hace 82 millones de años atrás. Cabe mencionar, sin embargo, que el documental fue lanzado en 2007 y que muchas cosas han cambiado desde entonces en lo que respecta a nuestro entendimiento sobre las criaturas que protagonizan el largometraje. Por ejemplo, ahora se sabe que los plesiosaurios, como el Dolichorhynchops y los mosasaurios, como el Tylosaurus tenían estructuras en su cola análogas a las aletas caudales vistas en los peces, algo que no se refleja en el documental.

En una nota final, quisiera aclarar como siempre que los derechos de propiedad del documental pertenecen a National Geographic y a IMAX y dar crédito al la página de Facebook, Monstruos Marinos por subir el video.

Con eso dicho, pueden ver el documental aquí.