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31 de diciembre de 2021

Las 5 Dinoticias más Relevantes del 2021

El 2021 no fue el año más próspero para el blog en términos de la cantidad de entradas publicadas, pero eso no quita que haya traído consigo descubrimientos paleontológicos notorios y fascinantes. Por eso hoy, como de costumbre quisiera cerrar este año en el blog con las cinco noticias que más me llamaron la atención en lo que respecta a la investigación de la vida mesozoica sin quitarle mérito a otros hallazgos realizados durante el año que son igualmente importantes para la ciencia y para nuestra comprensión de la vida prehistórica y que lamentablemente no puedo cubrir en esta entrada por falta de tiempo. Dicho esto, pasemos a las noticias.

1. Respiración de los dinosaurios: Dos formas de hacer lo mismo

En el año 2008 se describió una especie de terópodo que fue llamada Aerosteon, que significa "huesos de aire". Esto debido a que sus huesos muestran indicios de neumatización (espacios llenos de aire), lo que sugiere que el animal en vida debió tener un sistema respiratorio basado en sacos de aire similar al de las aves, en el que el aire fluye a través de dichos sacos hacia adentro y hacia afuera de pulmones relativamente inflexibles, contrario a lo que ocurre en los mamíferos, que poseen pulmones flexibles que se expanden y se contraen durante la inhalación y la exhalación respectivamente. Dado que varios fósiles de pterosaurios mostraban características similares, algunos expertos dedujeron que este sistema respiratorio pudo haber sido un rasgo ancestral de los ornitodiros (el grupo que abarca a los dinosauros y pterosaurios) y que por consiguiente, debió haber sido común en todos los dinosaurios con la posible excepción de los ornitisquios, en los cuales la condición neumática no es apreciable fuera del cráneo. El pasado 6 de julio se publicó un nuevo estudio cuyos resultados sustentan esta teoría. El estudio fue realizado por un equipo de investigación encabezado por el Dr. Viktor Radermacher, el cual, utilizando la tecnología del sincrotrón europeo, pudieron recrear una reconstrucción digital de alta precisión del esqueleto de Heterodontosaurus más completo encontrado a la fecha, lo que permitió ver que éste tenía huesos en su pecho y en su vientre capaces de expandirse y contraerse, sugiriendo que tenía un sistema respiratorio basado en pulmones flexibles como los mamíferos. Esto provee la primera prueba sólida de que no todos los dinosaurios respiraban de la misma manera y sugiere que uno de estos mecanismos de respiración en los dinosaurios evolucionó de manera independiente (pudiendo el sistema de sacos aéreos ser convergente con el de los pterosaurios o el de pulmones flexibles serlo con el de los mamíferos). Este descubrimiento es importante no sólo porque ayuda a comprender cómo respiraba este dinosaurio (y posiblemente, el resto de los ornitisquios), sino también porque podría ayudar a descubrir qué características biológicas permitieron a los dinosaurios ser tan diversos y exitosos, aparte de que podría ayudar a arrojar luz sobre otras posibles actividades relacionadas al flujo de aire en el organismo, tales como la vocalización.

Un Heterodontosaurus exhalando vaho por la boca, como se tiende a ver en los mamíferos en ambientes fríos
Arte de Viktor Radermacher

2. Pterosaurios: Conquistadores natos

Desde hace un tiempo se ha estado debatiendo sobre si los pterosaurios nacían aptos para volar, pues varias investigaciones indican que éstos desarrollaban las características óseas necesarias para emprender el vuelo desde su etapa embrionaria, aunque otras sugieren que lo más probable es que debiesen crecer y fortalecerse antes de que pudiesen levantar el vuelo, como ocurre en la mayoría de las especies de vertebrados voladores de hoy. Un estudio publicado por Darren Naish, Mark Witton y Elizabeth Martin-Silverstone el pasado 22 de julio no sólo sustenta la idea de que los pterosaurios podrían haber empezado a volar poco después de romper el cascarón, sino que también se vale de la biomecánica para explicar cómo pudieron haberlo hecho. Utilizando medidas previamente obtenidas de la extensión de las alas y de la fuerza del húmero (el primer hueso del brazo) de fósiles de embriones de Pterodaustro guinazui y de Sinopterus dongi y comparándolas con las de fósiles de individuos adultos, el equipo de investigación pudo modelar las habilidades de vuelo de las crías. La investigación reveló que las alas de las crías tenían la forma y la fuerza adecuada para despegar y sostener el aleteo, pudiendo haberles permitido emplear el vuelo propulsado sin demasiada dificultad, aunque no parecen haber sido aptas para planear. Los autores indican que es probable que las crías de pterosaurio volaran más lentamente y de manera más torpe que sus padres y que fuesen menos eficientes en trayectos largos debido a que sus alas eran más cortas y más anchas que las de los adultos, los cuales tenían un área de ala más grande en relación con su masa y tamaño corporal. No obstante, las crías probablemente habrían sido más ágiles y maniobrables que los adultos, lo que, según teorizan los investigadores, pudo haberles ayudado a escapar de los depredadores, a perseguir presas escurridizas y a volar en espacios densos que los adultos de su especie difícilmente habrían podido atravesar.

Esta teoría es reforzada por las conclusiones de de un equipo encabezado por Roy Smith en otro estudio publicado el pasado 16 de octubre en el que se analizan restos de pterosaurio de edad cretácica desenterrados en las camas de Kem Kem, en Marruecos. Entre esos fósiles se incluyen fragmentos de la punta del pico de varios ejemplares. Dado que a simple vista es difícil determinar si corresponden a especies de pterosaurio pequeñas, a individuos subadultos o si eran la punta del pico de un animal de gran tamaño, el equipo de investigación condujo un estudio histológico para determinar la edad de estos animales al momento de su muerte. El estudio reveló que los fósiles, en efecto, son de individuos juveniles, pues muestran indicios de un crecimiento rápido y pocas capas de recubrimiento óseo (o anillos de crecimiento, como se les tiende a conocer), aparte de que estos ejemplares pequeños presentan una cantidad de forámenes consistente con la vista en fósiles de pterosaurios adultos encontrados en la zona (de pertenecer a la punta del pico de un animal adulto, deberían presentar una fracción de los forámenes vistos en otros especímenes de mayor tamaño). Esto llevó a los investigadores a teorizar que los individuos juveniles de las grandes especies de pterosaurios del Cretácico debieron ocupar el nicho que dejaron las especies más pequeñas del Triásico y el Jurásico, asumiendo un rol comparable al de los cocodrilos en la actualidad, los cuales cambian su alimentación conforme van creciendo (en las etapas iniciales de su vida se tienden a alimentar de insectos y vertebrados pequeños, mientras que al llegar a la adultez su dieta consiste mayormente en otros animales de gran tamaño). Este escenario es consistente con la idea de que los pterosaurios jóvenes empleaban métodos de vuelo especializados, tal y como propone el estudio publicado por Naish, Witton y Martin-Silverstone, lo cual les habría permitido explotar nichos diferentes a los de sus contrapartes adultas, minimizando así la competencia con ellos por el alimento.

Crías de Pterodaustro volando junto con ejemplares adultos. Nótese las diferencias en la posición de las alas, denotando aleteos más abruptos en las crías que en los adultos.
Arte de Mark Witton

3. ¿Identidad oculta?

En 1998 se describió un ejemplar bastante bien preservado (hasta el punto de conservar restos de órganos internos) de un pequeño terópodo al que se le dio el nombre de Scipionyx samniticus. El fósil sugiere que la criatura era un subadulto al momento de su muerte, lo que ha dificultado su clasificación debido entre otras cosas, a que la anatomía de un animal juvenil tiende a conservar características ancestrales bastante marcadas, llevando a sugerir una posición potencialmente menos derivada de lo que era en el árbol evolutivo. En 2011, Scipionyx fue clasificado como un compsognátido (un grupo bastante basal en el linaje de los coelurosaurios) en vista a la cantidad de rasgos que compartía con otros miembros de este grupo, pero el pasado 22 de octubre, en un giro inesperado, un estudio publicado por Andrea Cau plantea la posibilidad de que el ejemplar represente en realidad, una etapa ontogénica temprana de un carcarodontosáurido. Es decir, de acuerdo a este estudio, el Scipionyx pudo haber sido un carcarodontosaurio juvenil. Por si fuera poco, según la investigación, otros posibles compsognátidos conocidos únicamente por fósiles de individuos subadultos, tales como Juravenator y Sciurumimus, pudieron haber sido crías de un tipo diferente de terópodos. Para probar esta hipótesis, Cau realizó un análisis filogenético basándose en aquellos caracteres que diferencian a estos dinosaurios inequívocamente entre sí independientemente de su etapa de desarrollo (excluyendo los caracteres que presentan en común potencialmente debido al estado de madurez de los animales al momento de su muerte), lo que dio como resultado que Scipionyx se situara en una rama bastante cercana a la del Concavenator y que Juravenator y Sciurumimus estuviesen estrechamente emparentados con Dubreilosaurus y Asfaltovenator (ambos, de la rama de los megalosaurios), respectivamente. De ser cierta, esta hipótesis podría explicar la rareza de fósiles de individuos inmaduros de carcarodontosaurios y megalosaurios en contraposición al relativamente alto número de fósiles de compsognátidos juveniles con relación a los de individuos adultos. Asimismo, proporcionaría pruebas adicionales de la presencia de plumaje en terópodos no coelurosaurianos (en adición a los posibles nódulos vistos en la ulna del Concavenator), reforzando la teoría de que esta característica estaba ya bastante diseminada en el linaje terópodo. Es de tener en cuenta sin embargo, que todo lo que hacen los resultados de esta investigación es ofrecer un marco teórico más amplio a la hora de estudiar a estos especímenes y que esta hipótesis sólo puede corroborarse mediante la recuperación de más material fósil.

Viñeta humorística representando al Scipionyx como una cría de carcarodontosáurido
Arte de Scipionyx por Conty de Wikipedia
Arte de carcarodontosáurido por Metratton de Deviantart

4. Nuevas claves en los fósiles para estudiar el comportamiento de los dinosaurios

Hay muchos aspectos sobre la vida de los dinosaurios no avianos que se desconocen y probablemente nunca se podrán comprender completamente debido a que van más allá de lo que nos revelan los fósiles, especialmente en lo que respecta al comportamiento y estilo de vida de estos seres. Sin embargo, pese a que no pueden darnos todas las respuestas, los fósiles pueden ofrecernos pistas sobre dichos aspectos y así lo ejemplifica un estudio publicado el pasado 6 de mayo por un equipo de investigación conformado por paleontólogos del Museo Peabody de Historia Natural y del Museo Americano de Historia Natural en el que se investiga el papel del oído interno en el comportamiento de unas 128 especies de arcosauromorfos, incluyendo cocodrilianos, dinosaurios avianos y no avianos, y pterosaurios. Y es que, según señalan los autores, el oído interno es posiblemente la estructura más parecida a un dispositivo mecánico, por lo que si puede reconstruir su forma y estudiar su estructuración, sería posible deducir con cierta precisión varios aspectos del comportamiento de animales extintos. Teniendo esto en cuenta, los investigadores desarrollaron modelos tridimensionales utilizando los fósiles de las especies estudiadas y compilaron una matriz de datos del oído interno para las mismas, entre las que se encuentran el ave acuática Hesperornis, el dromeosáurido Velociraptor, y el pterosaurio Anhanguera. Tras reunir los datos, los autores identificaron rasgos similares entre las especies estudiadas de acuerdo a la estructuración del sistema vestibular de su oído interno, el cual tiene la función de procesar la información pertinente a la maniobrabilidad del animal, siendo por tanto una clave para comprender cómo se movían. Esto permitió a los autores agrupar las características apreciadas en tres morfotipos vestibulares, lo que a su vez les permitió agrupar a las especies estudiadas en tres categorías locomotoras:

1. Cuadrúpedos

2. Bípedos y voladores simples

3. Voladores altamente maniobrables.

En el primer grupo caen, desde luego, los cocodrilianos y algunos arcosaurios poco diversificados. En el segundo grupo caen los deinonicosaurios, tales como los troodóntidos y los dromeosáuridos, así como los pterosaurios, las aves acuáticas como el Hesperornis y aves planeadoras o que vuelan en ráfagas rápidas y directas, como probablemente sucedía en el caso del Archaeopteryx, según indica el estudio. En el último grupo caen la mayoría de las aves rapaces y pájaros cantores de hoy.

Los investigadores identificaron también un alargamiento del sistema coclear del oído interno de los arcosaurios, lo cual indica que estos animales tenían la capacidad de detectar sonidos de alta frecuencia. Esto, en conjunto con el hallazgo de una cóclea transicional en arcosaurios basales como el Euparkeria, llevó a los autores a la conclusión de que esta adaptación tuvo su origen evolutivo en los primeros miembros de este grupo y a teorizar que esta adaptación está probablemente ligada a la detección de las llamadas de eclosión o de auxilio de las crías, algo que se ve en las aves y cocodrilianos de hoy y que posiblemente contribuyó al éxito de este linaje. Asimismo, los resultados de este estudio abren paso a la teoría de que las vocalizaciones de las aves de hoy y el desarrollo de la siringe evolucionaron como una retención en los adultos de los chirridos agudos que emitían los juveniles de sus ancestros extintos.

Sin embargo, este estudio no es el único que revela detalles sobre cómo los fósiles pueden ayudarnos a entender mejor el comportamiento de animales extintos. Un segundo estudio publicado el mismo día por un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Jonah Choiniere analiza la estructuración de los canales auditivos de 17 especies de dinosaurios terópodos. Los resultados de la investigación refuerzan las conclusiones de los autores del estudio anteriormente mencionado e indican que los terópodos carnívoros tenían un sentido auditivo bastante agudo, lo que se evidencia en canales alargados en el sistema coclear de su oído interno. No obstante, da un paso adicional y nos permite ver hasta qué extremos podían llegar algunos dinosaurios, como el alvarezsáurido Shuvuuia deserti. Los canales auditivos del sistema coclear de este pequeño dinosaurio no sólo son proporcionalmente más alargados que los de otros terópodos estudiados, sino que a su vez son estructuralmente similares a los de las aves nocturnas de hoy, tales como los búhos y las lechuzas, lo que sugiere que, como éstas, probablemente era un animal nocturno. No obstante, la investigación no sólo aborda la capacidad auditiva de los terópodos estudiados, sino también la visual. Para esto, los paleontólogos reconstruyeron modelos digitales del anillo escleral (una serie de huesos que rodean la pupila) de cada especie estudiada para analizar sus proporciones, pues es sabido que cuanto más grande el anillo esclerar (y por lo tanto, la pupila), más luz puede captar el ojo y por consiguiente, mayor agudeza visual tiene el animal. Los resultados del estudio sugieren que la mayoría de los terópodos tenía un sentido bastante agudo de la visión, aunque en la mayoría de los casos éste parece haber estado optimizado para el día, con lo visto en el Shuvuuia y su pariente más basal, el Haplocheirus sollers siendo nuevamente una excepción destacable. La investigación indica que éstos probablemente tenían visión nocturna, ya que el tamaño de sus pupilas estimado a partir de la reconstrucción de los anillos esclerales constituía más de la mitad del tamaño de sus ojos, como ocurre en los animales nocturnos de hoy. Para corroborarlo, el equipo posteriormente realizó un análisis en el que comparó los fósiles de estos dinosaurios con 55 especies vivas de lagartos y 367 especies de aves, lo que arrojó una probabilidad de más de 90% de que el Haplocheirus y el Shuvuuia fuesen nocturnos. Sin embargo, no son los únicos. Como ya se había reportado en estudios previos, dromeosáuridos como el Velociraptor también tenían una visión adaptada a un ambiente con poca luz e incluso terópodos más primitivos, como el Megapnosaurus/Coelophysis kayentakatae ya mostraban esta adaptación.

Investigaciones como estas son relevantes al mostrarnos cómo algunos fósiles pueden ayudarnos a comprender la forma en que animales extintos hace millones de años vivían, se movían y percibían su entorno y las diversas maneras en que respondían a éste.

Un Shuvuuia cazando en la noche
Arte de Viktor Radermaker

5. Nuevas especies con grandes implicaciones

El pasado 23 de septiembre, un equipo de investigación encabezado por Susannah Maidment publicó la descripción de un fragmento de costilla dorsal proveniente de las Montañas de Middle Atlas en Marruecos, África, cuyas rocas tienen una edad de alrededor de 168 millones de años, datando de mediados del Jurásico. La costilla tiene cuatro púas cónicas adheridas a ella, característica que pese a no haber sido vista antes en el registro fósil, se teoriza que bien puede tratarse de una condición basal de los anquilosaurios, la cual posteriormente evolucionaría en osteodermos que estarían incrustados en la piel en vez de en los huesos. Esto llevó al equipo a deducir que el fósil pertenece a un género de anquilosaurio basal al que le dieron el nombre de Spicomellus afer, estando probablemente emparentado con el Sarcolestes de Europa y con el Tianchiasaurus de China, y siendo el primer miembro descrito de este grupo descubierto en África. De corroborarse que este es el caso, el descubrimiento del Spicomellus indicaría que poco después de su evolución, los anquilosaurios habrían alcanzado una distribución global y llevaría a reconsiderar la teoría de que éstos contribuyeron a la extinción de los estegosaurios, ya que el Spicomellus data de una edad similar a la de los estegosaurios más antiguos conocidos, sugiriendo que ambos grupos evolucionaron a la par y coexistieron durante gran parte del Jurásico.

Las púas en el fragmento de costilla fosilizado de Spicomellus
Fotografía tomada de Maidment et al., 2021

El nuevo escenario es reforzado por la posterior descripción de otro anquilosaurio el pasado 1 de diciembre a manos de un equipo encabezado por el Dr. Sergio Soto. Esta vez, se trata de un ejemplar más completo descubierto en la Patagonia de Chile, Sudamérica, datando de aproximadamente, 74 millones de años de antigüedad y siendo por tanto, de edad cretácica. Este nuevo anquilosaurio fue llamado Stegouros, que significa: "cola techada", aludiendo a los siete pares de huesos dérmicos (osteodermos) ubicados en los costados de la mitad posterior de su cola, los cuales parecían fusionarse en una sola estructura mientras más cerca estaban de la punta de la misma y le daban un aspecto similar al de la fronda de los helechos. Esta estructuración ósea indica que el Stegouros pertenece a un linaje transicional de anquilosaurios en el que las vértebras de su cola empezaban a fusionarse para formar el mazo óseo visto en la punta de la cola de los miembros más derivados del grupo, tales como el Ankylosaurus y el Euplocephalus. Al realizar un análisis filogenético, los autores concluyeron que el Stegouros estaba estrechamente relacionado con el Kunbarrasaurus ieversi de Australia y el Antarctopelta oliveroi de la Antártida, formando un linaje de anquilosaurios al que llamaron Parankylosauria, cuyos miembros hasta ahora sólo se han encontrado en el hemisferio sur y probablemente siguieron un camino evolutivo distinto a los de sus parientes del hemisferio norte. Esto da más peso a la emergente teoría de que los anquilosaurios evolucionaron y se diseminaron rápidamente por todo el globo, prosperando y diversificándose más de lo previamente pensado y llegando incluso a colonizar gran parte del hemisferio sur, donde sus fósiles habían sido relativamente escasos hasta ahora.

Reconstrucción artística del Stegouros en vida por Mauricio Alvarez

Los anquilosaurios sin embargo, no son los únicos cuyos fósiles han aparecido en lugares sin precedentes. El pasado 3 de noviembre un equipo internacional de paleontólogos publicó el hallazgo de un nuevo género de dinosaurio encontrado en Groenlandia, siendo el primer dinosaurio no aviano descrito de dicho lugar. Se trata de un sauropodomorfo basal, al que se le dio el nombre de Issi saaneq, el cual fue encontrado en la formación Malmros Klint, datando de aproximadamente, 214 millones de años de antigüedad, siendo así de edad triásica. El Issi fue descrito a base de un par de cráneos parciales pertenecientes a dos individuos subadultos que irónicamente, fueron descubiertos en 1994, mas no habían sido estudiados de una manera tan minuciosa hasta ahora, por lo que inicialmente fueron referidos al género Plateosaurus. La nueva investigación sugiere que en realidad, pertenecían a animales más similares al Macrocollum itaquii y al Unaysaurus tolentinoi, indicando que se trataba de un género distinto a Plateosaurus, aunque de la misma familia (los plateosáuridos). Este descubrimiento no sólo arroja luz sobre la distribución y diversificación de los sauropodomorfos a finales del Triásico, sino que también abre las puertas al potencial hallazgo de otros tipos de dinosaurios en una zona tan poco conocida para la paleontología como lo es Groenlandia. Después de todo, es raro que en la naturaleza una especie viva fuera de un ecosistema conformado por múltiples organismos y niveles tróficos, por lo que este bien podría ser un paso importante para ayudarnos a comprender mejor la biosfera del Triásico superior.

Reconstrucción artística del Issi en vida por Victor Beccari

Finalmente, una nueva especie de terópodo poco convencional encontrada en Brasil fue descrita el pasado 18 de noviembre por un equipo conformado por paleontólogos de varias instituciones del país. Se le dio el nombre de Berthasaura leopoldinae y es conocida por un esqueleto bastante completo recuperado de la formación Goio-Erê, la cual data de edad cretácica (aunque de momento no ha sido posible fecharla con precisión y determinar si data del Cretáceo medio o tardío) y la completitud del animal permitió identificarlo como un noasáurido, una familia de ceratosaurios emparentada con los abelisáuridos, tales como el Carnotaurus y el Majungasaurus. A diferencia de éstos, sin embargo, el Berthasaura presenta un pico desdentado en lugar de fauces llenas de dientes, un rasgo previamente visto en al menos, otro noasáurido: el Limusaurus, el cual perdía los dientes a medida que crecía. Teniendo esto en cuenta, los expertos teorizan que, como el Limusaurus, el Berthasaura pudo haber sido herbívoro o quizás, omnívoro. Irónicamente, su anatomía sugiere que no era un animal tan estrechamente emparentado con el Limusaurus y el análisis filogenético realizado por el equipo de investigación indica que se trata de un miembro más basal de la familia. Esto sugiere que la evolución de un pico desdentado ocurrió al menos, dos veces en el grupo o bien, que la divergencia en los hábitos alimentarios de estos dinosaurios pudo haber ocurrido mucho antes en su historia evolutiva, ya que los otros noasaurios desdentados conocidos (el Limusaurus y probablemente, sus parientes más cercanos, como el Elaphrosaurus) ya estaban bastante diversificados. Sea cual haya sido el caso, el Berthasaura no sólo ayuda a comprender mejor los ecosistemas cretácicos de lo que hoy es Brasil, sino que también puede ayudarnos a aclarar dudas sobre los orígenes y la evolución de esta enigmática familia de ceratosaurios.

Reconstrucción artística del Berthasaura en vida por Maurilio Olivera

Fuentes:

  1. http://bristol.ac.uk/news/2021/july/pterosaurs-flight.html
  2. http://www.sci-news.com/paleontology/berthasaura-leopoldinae-10285.html
  3. http://www.sci-news.com/paleontology/spicomellus-afer-10102.html
  4. http://www.sci-news.com/paleontology/stegouros-elengassen-10348.html
  5. https://elifesciences.org/articles/66036#s1
  6. https://news.yale.edu/2021/05/06/what-can-dinosaurs-inner-ear-tell-us-just-listen
  7. https://science.sciencemag.org/content/372/6542/601.full
  8. https://www.mdpi.com/1424-2818/13/11/561
  9. https://www.nature.com/articles/s41559-021-01553-6
  10. https://www.nature.com/articles/s41586-021-04147-1
  11. https://www.nature.com/articles/s41598-021-01312-4
  12. https://www.researchgate.net/publication/354418322_Comments_on_the_Mesozoic_theropod_dinosaurs_from_Italy
  13. https://www.science.org/doi/full/10.1126/science.abe7941
  14. https://www.sciencedaily.com/releases/2021/07/210706115312.htm
  15. https://www.sciencedaily.com/releases/2021/10/211027122040.htm
  16. https://www.wits.ac.za/news/latest-news/opinion/2021/2021-05/nocturnal-dinosaurs-night-vision-and-superb-hearing-suggest-moonlight-predator.html
  17. https://youtu.be/7CRlXzLCAgM

28 de noviembre de 2021

Lo que hace bien y lo que hace mal el prólogo de Jurassic World: Dominion

Jurassic Park es posiblemente la propiedad intelectual tematizada en dinosaurios más reconocida del mundo moderno. La franquicia se enfoca en el concepto de traer a estos seres "de vuelta a la vida" en el mundo actual gracias a la bioingeniería y ha demostrado ser un éxito comercial, contando con dos novelas publicadas por Knopf Doubleday Publishing Group, una saga cinematográfica de mano de Universal Pictures y múltiples formas de arte derivadas, incluyendo una serie animada, videojuegos, comics, etc. El 10 de junio del próximo año se espera estrenar la sexta película, titulada "Jurassic World: Dominion", siendo la primera entrega de la saga en llegar a la pantalla grande luego de que la pandemia del COVID-19 asolara al mundo. Con el fin de volver a atraer a la gente a las salas de cine tras el cierre de éstas debido a la pandemia, el pasado mes de junio Universal Pictures lanzó un cortometraje a manera de prólogo para dicha película. El cortometraje fue exclusivamente mostrado en las salas de IMAX acompañando a Fast 9 y salvo por algunas filtraciones, no estuvo disponible en internet hasta el pasado 23 de noviembre, cuando Universal finalmente lo hizo accesible en su canal de YouTube. De modo que si lo desea, puede verlo haciendo click aquí.

El prólogo muestra unas 10 especies de ornitodiros (dinosaurios y pterosaurios), la mayoría de las cuales no habían sido vistas antes en la saga. Éstas son:

El saurópodo titanosauriano Dreadnoughtus schrani:

Imagen de Universal Pictures

El azdárquido Quetzalcoatlus northropi:

Imagen de Universal Pictures

El pteranodóntido Pteranodon longiceps:

Imagen de Universal Pictures

El anquilosáurido Ankylosaurus magniventris:

Imagen de Universal Pictures

El oviraptórido Oviraptor philoceratops (o Citipati osmolskae, si nos basamos en su anatomía craneal):

Imagen de Universal Pictures

El ceratópsido Nasutoceratops titusi:

Imagen de Universal Pictures

El tiranosauroide basal Moros intrepidus:

Imagen de Universal Pictures

El carcarodontosáurido Giganotosaurus carolinii:

Imagen de Universal Pictures

El iguanodóntido Iguanodon bernissartensis:

Imagen de Universal Pictures

El tiranosáurido Tyrannosaurus rex:

Imagen de Universal Pictures

Pese a destacar por sus efectos visuales bien logrados, el prólogo, así como las películas, tiende a tomarse algunas libertades creativas con varios de los animales mostrados. En la diégesis de la saga se han reconocido y abordado las diferencias entre las criaturas clonadas y sus contrapartes reales, atribuyéndose a la modificación genética en vista a la falta de secuencias completas de ADN de animales extintos hace millones de años, razón por la que los genetistas deben rellenar los huecos en el genoma con el de otros animales para completar las secuencias de ADN, lo que hace que los dinosaurios "revividos" no sean exactamente como sus contrapartes de origen natural. Este prólogo sin embargo, muestra por primera vez en la saga a los dinosaurios "originales" en el mundo prehistórico y pese a que lo apreciable en esta secuencia refuerza la idea de que la modificación genética influye en el aspecto y los atributos de los animales clonados vistos previamente en la saga, no por eso deja de transmitir una visión inconsistente con lo que nos dice la ciencia sobre los dinosaurios en el mundo real. Por eso en esta entrada vamos a ver algunas cosas que este cortometraje hace bien y otras que no hace tan bien con respecto a lo que sabemos sobre las criaturas mostradas gracias a la paleontología.

Dicho eso, comencemos con lo que hace bien:

1. En la mayoría de los casos, el comportamiento de los dinosaurios es bastante convincente. Fuera de la pelea entre el T. rex y el Giganotosaurus, las criaturas mostradas actúan como animales de carne y hueso y no como monstruos o personajes adheridos a un guión. Se les ve alimentándose, abrevando e interactuando entre sí y con el entorno de una manera no muy diferente a lo apreciable en los ecosistemas de hoy. Por ejemplo, se puede ver a los pterosaurios más grandes valiéndose de su tamaño para ahuyentar a los más pequeños y robar su comida, a los Nasutoceratops migrando en manada (un comportamiento que se puede deducir a partir de varios hallazgos de ceratópsidos en Norteamérica) y jugando en el agua para refrescarse y al Moros "limpiando" las mandíbulas del Giganotosaurus, mostrando una relación simbiótica entre ambas especies. Incluso en la secuencia del Siglo XXI al final del prólogo, la T. rex no actúa como un monstruo antropófago que pretende causar caos o aterrorizar a sus víctimas intencionalmente. Es un animal asustado y confundido (posiblemente, por el ruido y las luces) que no entiende lo que está sucediendo a su alrededor o por qué esa cosa ruidosa con una luz extraña (el helicóptero) no deja de perseguirla.

La T. rex clonada visiblemente incómoda debido quizás, al ruido y las luces
Imagen de Universal Pictures

2. Por primera vez en la saga, vemos terópodos coelurosaurianos con un cuerpo cubierto de plumaje (lo más cercano que habíamos tenido hasta ahora eran los Velociraptores machos en Jurassic Park 3 con algunos penachos en su cabeza). Dado que se ha encontrado al menos, un miembro de cada linaje de coelurosaurios con evidencia directa de plumaje, lo más probable es que esta fuese una característica ancestral del grupo y que por consiguiente, todos los miembros del mismo tuviesen, en mayor o menor grado, un integumento filamentoso. El prólogo muestra tres coelurosaurios: el Oviraptor/Citipati, el Moros y el T. rex y en todos se puede ver una cobertura de plumaje, tal y como probablemente la tuvieron en la vida real.

Cabe resaltar el caso del T. rex teniendo en cuenta que la versión clonada carece de plumaje, lo cual denota que en la diégesis de las películas, las diferencias entre la variante natural y la clonada efectivamente son producto de la modificación genética (aunque sabemos que en realidad, esto se debe a que para el tiempo en que se produjo la primera película no habían pistas que sugirieran la presencia de plumas en el linaje al que pertenece). Varios han argumentado que la idea de que el T. rex de origen natural presente un integumento filamentoso no es del todo plausible considerando lo que se ha reportado hasta ahora de los restos integumentarios recuperados de la especie. Sin embargo, es de tener en cuenta que el material encontrado hasta ahora es insuficiente para determinar de manera conclusiva cómo lucía el integumento del Tyrannosaurus en vida, siendo el asunto aún objeto de debate entre los expertos. A eso cabe agregar que lo que se ve en la variante de origen natural en el prólogo es una cobertura de plumaje simple, lo cual no es inconsistente con lo que se sabe hasta ahora gracias tanto a la evidencia fósil como a los métodos deductivos, tales como el horquillado filogenético.

3. Así como los coelurosaurios son mostrados con plumaje, los pterosaurios (o al menos, los Quetzalcoatlus, ya que los Pteranodon no se aprecian muy bien) son mostrados con picnofibras (lo que hoy sabemos que es un tipo de plumaje primitivo similar al pelo), algo respaldado por el registro fósil, aunque con frecuencia ignorado en la saga, la cual generalmente muestra pterosaurios con un integumento escamoso.

4. El Moros, el Giganotosaurus y el T. rex no tienen sus manos en pronación (dobladas hacia abajo y con los dedos apuntando hacia atrás, como si fuesen a tocar el piano), como usualmente las tienen los terópodos en la saga. En el prólogo se puede ver que sus manos están posicionadas de forma que una apunta hacia la otra, tal y como probablemente lo estaban en la vida real, ya que colocar las manos en pronación probablemente les habría quebrado las muñecas.

Con eso dicho, pasemos ahora a aquello que el prólogo no hace bien:

1. El primer error que salta a la vista es que la secuencia transcurrida en la prehistoria muestra animales de diferentes épocas y puntos geográficos coexistiendo en el mismo lugar al mismo tiempo. De las 10 especies mostradas, sólo el Quetzalcoatlus, el Ankylosaurus y el Tyrannosaurus coexistieron en lo que hoy es el oeste de Norteamérica hace entre 68 y 66 millones de años. Otros dos que posiblemente eran "vecinos" contemporáneos son el Nasutoceratops y el Pteranodon. Los demás pertenecen a unidades geológicas distintas, por lo que pese a que durante el Cretácico los continentes estaban configurados de una manera ligeramente diferente de como lo están hoy, cuando estos animales no estaban separados por cientos de kilómetros, lo estaban por decenas de millones de años, de modo que nunca se toparon entre sí en el mundo real. A continuación, un pequeño atlas (disponible aquí en alta resolución) indicando la localización y la edad geológica de las especies vistas en el prólogo según el registro fósil y la litología:

MYA significa: "Millions of Years Ago" (Millones de Años Atrás). La virgulilla (~) que precede a algunas de las fechas geológicas quiere decir "aproximadamente" o "alrededor de".

 2. Tras el salto temporal al día presente, vemos la inscripción: "65 millones de años después". Esto denota que los cineastas pasaron por alto el hecho de que actualmente el consenso es que el fin del Mesozoico fue hace 66 millones de años (lo cual se sabe desde 2012) y no hace 65 millones de años como se pensaba anteriormente (de hecho, es probable que para entonces ya los dinosaurios no avianos estuviesen extintos), perpetuando una idea desactualizada.

3. Pese a dejar claro que los dinosaurios clonados por el hombre difieren de sus contrapartes de origen natural debido a la modificación genética, el cortometraje no deja de tomarse varias libertades artísticas en cuanto al diseño de las criaturas mostradas y mucho de lo visto en el prólogo difiere bastante de lo que nos indica la paleontología en la vida real. Por ejemplo, si bien es cierto que el Quetzalcoatlus era enorme, los ejemplares vistos en esta secuencia son exageradamente grandes, pareciendo ser cuatro o hasta cinco veces más grandes que los Pteranodon pese a que en realidad, su envergadura probablemente era apenas, el doble de larga que la del Pteranodon.

Comparativa de tamaño entre un Quetzalcoatlus y un Pteranodon realistas junto a un humano para fines de referencia
Arte de Mark Witton

Por otra parte, los Ankylosaurus presentan un cráneo redondeado y voluminoso, así como un "caparazón de cochinilla" con varias filas de osteodermos que se extienden a lo ancho del lomo desde un costado del animal hasta el otro, estando rodeados de púas alargadas, tal y como se les tiende a ver en las películas. No obstante, lo que nos dicen los fósiles es que los anquilosaurios tenían un cráneo más o menos cuadriforme y no tan robusto y una armadura consistente en múltiples osteodermos similares a los de los cocodrilos, aunque proporcionalmente más grandes, estando distribuidos en patrones lineales por todo el lomo y parte de los costados. No obstante, es parcialmente comprensible que el equipo de diseño haya optado por reciclar el modelo previamente utilizado para las películas no sólo porque es una estrategia eficiente a la hora de ahorrar tiempo y dinero, sino también porque permite que el dinosaurio sea reconocible con respecto a otros ejemplares vistos anteriormente en la saga, mas eso no significa que deje de ser una representación errónea.

Arriba: Ankylosaurus según se muestra en el prólogo. Imagen de Universal Pictures
Abajo: Ilustración de un Ankylosaurus realista por Luke Mancini

Continuando con los ejemplos, si bien la mayoría de los terópodos vistos en el prólogo tiene las manos correctamente posicionadas de tal modo que una apunta en la dirección de la otra, no se puede decir lo mismo del Oviraptor/Citipati, el cual es mostrado con manos posicionadas en pronación, lo que implicaría que sus muñecas estén rotas. En adición a eso, es sabido que los oviraptóridos tenían alas bien desarrolladas que probablemente utilizaban para empollar los huevos y es posible que también sirviesen para termorregulación y/o comunicación visual. No obstante, el ejemplar visto en el prólogo carece de ellas.

Arriba: Oviraptor/Citipati según se muestra en el prólogo. Imagen de Universal Pictures
Abajo: Ilustración de un Citipati realista por Luke Mancini

Pese a que no es algo que necesariamente esté errado, podríamos también aludir al hecho de que se ve al Oviraptor/Citipati saqueando un nido en vista a que esto podría dar a sobreentender el mito que le dio a los oviraptóridos su nombre, pues como es sabido, Oviraptor significa: "Ladrón de huevos" debido a que el primer esqueleto de este género se descubrió junto a una pila de alrededor de 15 huevos que entonces se pensó que eran de Protoceratops en vista a su proximidad a restos de dicho ceratopsiano. Posteriormente se descubriría que en realidad, los huevos eran de Oviraptor y que éste los estaba empollando, con lo que al parecer, literalmente se le dio un mal nombre a este pobre dinosaurio. No obstante, eso no descarta la posibilidad de que los oviraptóridos hubiesen saqueado los nidos de otros dinosaurios ni de que se hayan alimentado de huevos. Después de todo, presentan adaptaciones idóneas para eso, tales como patas delanteras aptas para la manipulación de alimento y un pico que probablemente era lo suficientemente fuerte para quebrar el cascarón de un huevo, por lo que bien se le podría dar al escenario visto en el prólogo el beneficio de la duda.

Por otro lado, contrario al caso del Quetzalcoatlus, el Moros parece haber sido reducido de tamaño, pues con los fósiles recuperados hasta ahora se estima que el animal real debió tener un tamaño comparable al de un reno adulto, posiblemente alcanzando una longitud cercana a los 3 metros y una altura de poco más de 1 metro. El ejemplar visto en el prólogo no parece alcanzar esas dimensiones, siendo demasiado pequeño en comparación con el Giganotosaurus (apenas alcanza las mandíbulas inferiores de éste mientras está recostado en el suelo cuando debería poder alcanzar las superiores). Si esto bien podría interpretarse como que el Moros visto en el cortometraje es un ejemplar juvenil, no hay confirmación de que este sea el caso.

Tamaño estimado de un Moros adulto según deducido por los fósiles recuperados
Arte de Tom Parker

Fuera de eso, el Giganotosaurus visto en el cortometraje presenta una estructura en su lomo semejante a una vela o joroba. Pese a que hay registro de una estructura similar en otros carcarodontosáuridos, como el Concavenator, no hay indicios en los fósiles de Giganotosaurus que sugieran la presencia de tal estructura.

Arriba: Giganotosaurus según se muestra en el prólogo. Imagen de Universal Pictures
Abajo: Ilustración de un Giganotosaurus realista por Julius Csotonyi

Reconstrucción gráfica del esqueleto de Giganotosaurus a partir del material recuperado y descrito hasta la fecha. Nótese que las vértebras no presentan una prolongación de las espinas neurales que sugieran la formación de una vela o joroba.
Arte de Scott Hartman

Por último, pese a que la adición de plumaje en el T. rex es plausible y la disposición de sus brazos es correcta, su situación no es muy diferente a la de los Ankylosaurus. Es decir, se trata del mismo modelo utilizado en las películas, el cual difiere un tanto del animal real, especialmente en el cráneo. Por ejemplo, el modelo utilizado en el prólogo (y en la saga en general) se caracteriza por presentar un hocico más robusto que el del animal real, así como pómulos más curvos y pronunciados hacia abajo y la zona encima de los ojos, donde se unen los huesos lagrimales y postorbitales, es notablemente puntiaguda. El T. rex real presenta un cráneo más alargado y de forma rectangular, pómulos pronunciados hacia afuera y la zona donde se unen los lagrimales y postorbitales no es tan puntiaguda y en vida, probablemente estaba cubierta por un "escudo" de queratina, como también es posible que lo estuviesen los pómulos. Aparte de eso, cabe resaltar también que los brazos del modelo de T. rex visto en la saga son proporcionalmente más alargados y menos robustos que los del animal real. No obstante, como ocurre en el caso del Ankylosaurus, es parcialmente comprensible que se haya decidido reutilizar el modelo de las películas para fines de eficiencia y familiaridad.

Arriba: Tyrannosaurus rex según se muestra en el prólogo. Imagen de Universal Pictures
Abajo: Modelo de un Tyrannosaurus rex realista por Max Bellomio

4. Los dinosaurios en el prólogo pueden oírse emitiendo bramidos y rugidos comparables a los de algunos mamíferos o chirridos semejantes a los de algunas aves cantoras, lo cual se piensa que es poco probable que hayan hecho en el mundo real. Lo más probable es que los dinosaurios emitieran ronquidos y siseos similares a los de los cocodrilos y caimanes, graznidos parecidos a los de los buitres modernos y algunos tipos de vocalización por boca cerrada. No obstante, tratándose este cortometraje de un derivado de una saga de ficción, es de esperarse que los dinosauros emitan cualquier clase de sonido que cumpla con la intención de la escena, sea asustar, maravillar, conmover, etc.

Dicho esto, si bien no se pierde de perspectiva que este cortometraje, así como la saga en general, es un trabajo de ficción, es de tener en cuenta que esta franquicia es muy influyente en lo que respecta a la percepción de las masas sobre los dinosaurios, por lo que al representar a estas criaturas de manera errónea e inconsistente con lo que nos dice la ciencia y el registro fósil puede contribuir a la difusión y aceptación de ideas equivocadas como si de hechos se tratasen. De modo que ahora más que nunca cabe resaltar estos errores, ya que si bien las inconsistencias de los dinosaurios de la saga con respecto a los del mundo real se tienden a atribuir a la modificación genética, en este caso dicha explicación pierde validez, pues a excepción de la T. rex en la secuencia transcurrida tras el salto temporal, los animales mostrados en este cortometraje no son clonados, sino que supuestamente representan a los dinosaurios tal y como eran en el Mesozoico, lo cual, como vimos, no es del todo cierto.

Con eso dicho, está muy bien disfrutar de medios de entretenimiento hechos para alimentar nuestra imaginación y sacarnos de la cotidianidad. Simplemente tengamos en cuenta que aunque dichos medios utilicen o se basen en elementos de la vida real con el fin de ayudarnos a asimilar la información que pretenden transmitir, dichos elementos pueden ser alterados para efectos de sensacionalismo, familiaridad, etc., por lo que no hay que olvidar ser críticos y separar la ficción de la realidad.

14 de febrero de 2021

¿Amamos a los dinosaurios con el corazón o con la razón?

Ah, el Día de San Valentín, día en el que se conmemora todo lo que tiene que ver con el amor y la confraternidad. La mayoría de la gente lo celebra compartiendo dulces, regalos, una cena o algún gesto especial con su ser o seres más allegados como muestra de las expresiones de su corazón. Aquí lo celebraremos indagando en nuestra afición por los dinosaurios y por el estudio de la vida prehistórica, pues lo que define a un dinofriki es precisamente una palpable y profunda apreciación por estos seres que sólo podemos conocer a través de la paleontología, apreciación que se ha desarrollado hasta el punto en que podríamos decir que éstos, de cierto modo, son el amor de la vida de un dinofriki (por eso somos frikis... y también por eso muchos de nosotros seguimos solteros). No obstante, los dinosaurios y la vida prehistórica han cautivado nuestro corazón y nuestra mente de diferentes formas y hay quien los ama con el corazón y piensa en ellos con la mente y quien los ama con la mente y piensa en ellos con el corazón. Y, como ya habrán visto en el título, es de esto que se trata la entrada de hoy, pero antes de entrar de lleno al tema, quiero dar crédito al paleontólogo Andrea Cau por la idea para esta entrada, pues la misma está inspirada en un artículo que él publicó hace unos años en su blog, Theropoda, titulada "Deja de mirar al Tyrannosaurus con el corazón". Esta entrada parte de la misma corriente, pero podría considerarse una bifurcación que va por una vía distinta, pues pretende ahondar más en los aspectos psicológicos y culturales de nuestra percepción de los dinosaurios, aunque sin dejar de tocar cuestiones estrictamente científicas, aparte de explorar el fenómeno desde una perspectiva más general.

Dicho esto, de más está decir que ante los ojos de nuestra cultura, los dinosaurios han trascendido su definición biológica y se han convertido en un fenómeno no sólo de interés científico, sino también en uno popular, habiendo cautivado a la humanidad desde que se empezó a estudiar a los fósiles a través de los ojos de la ciencia moderna, nutriendo nuestra imaginación y nuestra percepción de la historia natural de la Tierra. Y con razones de sobra. Después de todo, ¿quién no sentiría fascinación por una criatura que combina características de ave y de reptil y que verdaderamente existió en este planeta muchísimo antes de que nuestra especie apareciera? No es de extrañarse que hoy, teniendo conocimiento de que conformaban un grupo más diverso y exitoso de lo que podemos imaginar, sean admirados por las masas y ocupen un lugar especial en el corazón y la mente de muchos.

¿Cómo no amar a los dinosaurios?
Arte de Nika Rupar

Sin embargo, cabe resaltar que esto lo hacen de diferentes formas y de más está decir que los dinofrikis no nos "enamoramos" de estas criaturas del mismo modo. Cada cual tiene sus propias experiencias en torno al tema y su admiración y apreciación por estos seres se desarrolla de manera individual y por consiguiente, distinta. No obstante, comúnmente nuestro primer contacto suele ocurrir en algún punto de nuestra infancia y por lo general, es a través de un medio gráfico, como un libro, una película o programa televisivo o incluso, una mera imagen.

A falta de un ejemplo mejor que pueda describir con lujo de detalle, procedo a compartir mi historia personal, comenzando por decir que fue hace muchos años, cuando ni siquiera había empezado a estudiar en la escuela y la vida aún parecía simple. Me encontraba sentado frente a una pantalla de televisión que restregaba en mis pupilas algo que cambiaría el curso de mi existencia y frustraría para siempre los esfuerzos de mis padres por criar a un ser humano íntegro y mentalmente sano. Lo que se veía en la pantalla era un escenario muy peculiar en el que unas personas con sombrero montaban a caballo y lanzaban sogas al cuello de una enorme bestia con aspecto de lagarto, pero que contrario a éstos, caminaba a dos patas de un modo parecido al de un pájaro, al mismo tiempo que emitía atemorizantes rugidos. Como si el solo aspecto de aquella criatura no fuese suficiente para cautivarme, no pude evitar quedar impresionado por su poder. Los intentos de esas valientes personas por capturarlo parecían ser fútiles. Por si fuera poco, eventualmente apareció una segunda bestia aún más bizarra que no parecía nada que hubiese visto antes. Su cuerpo era como el de un elefante, mientras que su cabeza se asemejaba a la de una tortuga, pero estaba cubierta de cuernos. Pronto, ambas bestias se abalanzaron una contra la otra mientras los humanos abandonaban la escena impotentes. Tras un corto, pero intenso choque de poderes, la primera bestia derrotó a la segunda, tras lo cual fue en persecución del grupo de personas que trató de capturarlo, alcanzando a uno y devorándolo como si fuese no más que una golosina. La bestia parecía invencible y desde entonces, no he dejado de sentir admiración por ella. "¿Qué es eso?", le pregunte a mi madre, que estaba sentada junto a mí contemplando aquel espectáculo, aunque con un interés menos notorio. "Es un dinosaurio.", contestó, inconsciente del error que estaba cometiendo y de que a partir de entonces, su hijo perdería la cordura y se convertiría en un dinofriki obsesionado sin que hubiera marcha atrás.

La imagen que cambió mi vida al introducirme al concepto de los dinosaurios.
Imagen propiedad de Warner Bros. Pictures

Hoy sé que la revelación mística que tuve aquel día fue en realidad una película titulada "El Valle de Gwangi", dirigida por Jim O'Connolly, con Ray Harryhausen (uno de los animadores más importantes en la historia del cine) a la cabeza de los efectos especiales (que si bien para los estándares de hoy son algo anticuados, para la época de su filmación estaban a la vanguardia). La verdad, mis recuerdos de aquel momento son vagos y sólo he podido mantenerlo vivo con la ayuda de mi pobre madre (que fue la que estuvo ahí para atestiguar cómo sus esfuerzos por convertirme en un integrante sano de la sociedad se empezarían a desmoronar por completo), pero la impresión que me dejó la majestuosidad de la criatura titular, un Allosaurus al que llaman "Gwangi" (que para los curiosos, es un vocablo de la lengua de los indígenas norteamericanos que significa "lagarto") sigue fresca y latente, como si lo hubiese vivido segundos antes de escribir esta entrada. Si bien la película no ha envejecido muy bien y podría perfectamente categorizarse como una cinta de serie B o incluso, como una parodia de King Kong, no deja de ocupar un lugar especial en mi corazón y cada vez que la veo, me envuelve una profunda nostalgia.

Cartel promocional de "El Valle de Gwangi"
Imagen propiedad de Warner Bros. Pictures

A medida que avanzaba mi infancia, seguía consumiendo más y más material tematizado en dinosaurios, incluyendo más películas, programas de televisión, libros y un largo etcétera, con lo que poco a poco fui comprendiendo varias cosas sobre los dinosaurios, como por ejemplo, que éstos no caminaban arrastrando la cola por el suelo, como lo hacían en lo que ante mis ojos fue su manifestación inicial. Asimismo, aprendí que aquellos que eran bípedos en realidad no asumían una postura casi erguida, similar a la de un canguro, sino una en la que su lomo quedaba más o menos paralelo al suelo (Gwangi, por ejemplo, asumía la postura de los terópodos según eran representados en las obras del paleoartista Charles Knight). Aprendí que eran más ágiles y dinámicos y posiblemente, más coloridos de lo que se veía usualmente en los medios. Y más importante, al adentrarme un poco en la historia de la paleontología, aprendí que nuestra visión de ellos había cambiado mucho desde que empezaron a ser comprendidos por la ciencia y eventualmente aprendería que ésta seguía e iba a seguir cambiando. Hoy sé que "El Valle de Gwangi" está lejos de ostentar una representación fiel de los dinosaurios, mas eso no supone ningún problema para que pueda seguir disfrutándola ni la desacredita por ser el detonante de mi actual interés por la paleontología. Aún con su diseño desactualizado y con todas sus inconsistencias, Gwangi es un personaje al que no puedo sino querer con el corazón, mas debo agregar que no por eso pienso en él con el corazón y por consiguiente, el cariño que le tengo no me impide en lo absoluto reconocer que la realidad no es como lo que se ve en pantalla. Y es que usualmente, lo que vemos de los dinosaurios en los medios son personificaciones retocadas para apelar a la audiencia (o más propiamente, a sus emociones) que, como lo pone un buen amigo mío que trabaja en ese ámbito, están hechas de tal manera que entren por los ojos. Es decir, que cumplan con nuestras expectativas. Para esto, se saca provecho de las características psicológicas del público (lo que en mercadotecnia se conoce como psicografía). A la hora de representar a los dinosaurios, la industria mediática por ejemplo se vale de factores como nuestra curiosidad por lo exótico, nuestra admiración y temor por animales de gran tamaño o de apariencia imponente, nuestro miedo ancestral por los depredadores y de la percepción popular de los reptiles como criaturas indómitas, frías, escurridizas y usualmente repugnantes. De modo que las representaciones de los dinosaurios que solemos ver en los medios se rigen más por los principios de oferta y demanda que por motivaciones didácticas y como tal, sólo pretenden apelar a nuestros ideales para darnos el entretenimiento y la estética que esperamos y demandamos, valiéndose de lo que en mercadeo se conoce como el modelo AIDA (siglas compuestas por las iniciales de Atención, Interés, Deseo y Acción). Es decir, buscan llamar la atención del espectador para así despertar su interés en el producto ofrecido a fin de provocar el deseo que conduzca a la acción de poseerlo, consumirlo o disfrutarlo de una manera que resulte rentable.

Por supuesto, no hay daño en disfrutar de la ficción ni de estas representaciones tergiversadas de los dinosaurios o incluso de encariñarse de ellas, pero no debemos olvidar que no son más que personajes ficticios y consiguientemente, como sugiere la propia palabra "ficción", se trata de algo que se finge y no es real. Personalmente, lo veo como algo similar a una dinámica de personajes y actores. En este caso, se podría decir que Gwangi es un personaje adherido al maquillaje y al guión, mientras que el verdadero Allosaurus es el actor que lo interpreta, tratándose de una situación comparable a lo que ocurre con actores conocidos por protagonizar cintas de acción, como por ejemplo, Keanu Reeves, reconocido por interpretar a personajes heroicos a los que se les atribuyen hazañas épicas y extraordinarias, tales como Neo en la franquicia de "The Matrix" o John Wick en la saga cinematográfica homónima. Sin embargo, sabemos que en la vida real, es una persona ordinaria con sus necesidades y limitaciones, mas no por eso menos digno de estima ni su trabajo, menos reconocible. Al fin y al cabo, Keanu Reeves tiene más potencial para inspirar a la gente que los personajes a los que interpreta al ser una persona más asimilable, identificable y sobre todo, real, sin mencionar que sin él no hay Neo ni John Wick (o al menos, no como los conocemos y apreciamos hoy). En este caso, Gwangi tal vez sea un personaje regio en una historia épica y entretenida, pero es poco o nada parecido al "actor" que lo interpreta (es decir, al verdadero Allosaurus), que no es ni por asomo menos digno de aprecio y admiración, sobre todo cuando se tiene en cuenta que su historia no es una obra de ficción, sino una de hechos que habiendo quedado escrita en las páginas geológicas de nuestro planeta por más de 150 millones de años, ponen de manifiesto la versatilidad de la naturaleza, la vida y la evolución, así como su éxito.

Allosaurus como es representado en "El Valle de Gwangi"
Imagen propiedad de Warner Bros. Pictures

Representación realista y más actualizada de un Allosaurus 
Arte de Bob Walters Tess Kissinger

Dicho esto, es comprensible el que una representación determinada de un dinosaurio en algún medio gráfico nos inspire admiración y se gane un lugar especial en nuestra memoria debido a las emociones que genera en nuestro corazón. Un ejemplo bastante notorio (si no es que el más notorio) es el caso de la Tyrannosaurus de Jurassic Park. Y no es para menos, pues tras que forma parte de la propiedad intelectual más reconocida e influyente en lo que a dinosaurios se refiere en la cultura popular, se caracteriza por haber contribuido a una revolución en la industria de efectos especiales, habiendo sido diseñada por el difunto Stan Winston y su equipo de tal manera que luciera virtualmente creíble en todos los aspectos. En adición, fue perpetuada de tal modo que logra despertar en el espectador una auténtica sensación de miedo, impotencia, respeto, admiración y prácticamente, todas las emociones que esperaríamos tener si nos encontráramos cara a cara con un auténtico Tyrannosaurus rex. Todo esto ha hecho que esta T. rex se haya convertido en un personaje muy aclamado y apreciado por muchos, pareciendo incluso ser considerada en la cultura popular como "el Tyrannosaurus modelo" al establecer una especie de estándar a la hora de conceptualizar a esta especie en múltiples y diversos medios, cosa que no es de extrañarse debido al funcionamiento del ya mencionado modelo AIDA, el cual explota la efectividad de este tipo de estándar para aprovechar nuestra susceptibilidad a fenómenos como la nostalgia. Sin embargo, debemos tener siempre presente que la paleontología, como toda ciencia, es progresiva y se actualiza con cada nuevo descubrimiento, lo que implica que nuestra percepción de los dinosaurios y otros animales extintos cambia constantemente, razón por la que no es conveniente aferrarse a una idea específica plasmada en un medio gráfico sobre cómo luciría uno de estos seres en vida.

T. rex como aparece en Jurassic Park
Imagen de Universal Pictures

Teniendo esto en mente, si bien para la época en que fue diseñada, la T. rex de Jurassic Park lucía conforme a la percepción de entonces salvo por algunas libertades artísticas (tales como un hocico más robusto y menos alargado, pómulos más pronunciados y puntiagudos y manos posicionadas en pronación, por mencionar algunos ejemplos), hemos aprendido mucho más del Tyrannosaurus desde aquellos días y con estos nuevos conocimientos, nuestra imagen de él se ha vuelto más compleja y dinámica. Ejemplo de esto es que en tiempos recientes ha resonado la posibilidad de que éste tuviese algún tipo de plumaje, deducción a la que se ha llegado mediante la aplicación de técnicas como la del horquillado filogenético pese a la falta de evidencia física directa. De acuerdo a esta premisa, si dos organismos emparentados presentan una característica en común, lo más probable es que dicha característica estuviese presente de alguna forma en su ancestro común, así como en todos los descendientes del mismo. El expositor de este sistema, el Dr. Lawrence Witmer usa de ejemplo al Hesperornis regalis, un ave nadadora del Cretácico superior de la cual se han encontrado parientes cercanos con rastros de escamas, mas no de plumaje (o al menos, no distinguibles, ya que se aprecian estructuras en los fósiles que algunos interpretan como posibles impresiones de plumaje, mientras que otros las interpretan como posibles pliegues de piel). Witmer analiza la posible presencia de plumaje como un rasgo ancestral en el Hesperornis considerando sus relaciones de parentesco con el Archeopteryx lithographica (un ave del Jurásico tardío de la cual sí se tiene rastros de plumas) y las aves modernas. Dado que el Hesperornis comparte el mismo ancestro común que el Archeopteryx y las aves modernas (formando parte de un mismo linaje) y dado que las plumas son un rasgo anatómico presente en ambos grupos (sugiriendo que es una característica heredada del ancestro común de ambos antes de que siguieran caminos evolutivos separados), lo más probable es que el Hesperornis también las tuviese, lo cual no debería resultar extraño considerando que también es un ave. El mismo procedimiento puede aplicarse reemplazando al Hesperornis con el T. rex y al Archaeopteryx, con el Sciurumimus (un terópodo posiblemente coelurosauriano de edad jurásica y menos diversificado del que se tiene evidencia directa de plumaje), lo que daría para el T. rex el mismo resultado que dio para el Hesperornis, siendo esto a su vez sustentado por el hallazgo de coelurosaurios más avanzados con evidencia directa de plumaje, incluyendo parientes del propio T. rex, como el Dilong y el Yutyrannus. Esto, por supuesto, no es prueba irrefutable de que el T. rex haya tenido plumas, pero sí indica que hay una probabilidad de que este haya sido el caso.

Representación artística del T. rex con un revestimiento de plumaje simple y siguiendo más de cerca la visión científica actual
Arte de Todd Marshall

Esta idea, sin embargo, no ha sido muy bien recibida por muchas personas pese a lo mucho que aparentan querer al T. rex y de hecho, hay a quien parece romperle el corazón considerar esta posibilidad, con algunas incluso llegando a asumir actitudes de negación. Si bien es cierto que no hay evidencia directa que permita determinar conclusivamente cómo habría sido el integumento del T. rex y que hay material fósil de esta especie con indicios de lo que parecen ser escamas (aunque hay quien considera que en lugar de escamas, podría tratarse en realidad de protuberancias producidas por fenómenos tafonómicos), lo que sumado a la premisa de que a mayor masa corporal, mayor retención calorífica ha levantado razones válidas para cuestionar la idea de que un animal del tamaño del T. rex estuviese cubierto de plumas o protoplumas, la realidad es que hay debate entre los expertos sobre este asunto, habiendo quien sostiene que es una cuestión más compleja de lo que se suele pensar y que hay otros factores a considerar aparte del tamaño y la masa del animal y de lo que se aprecia a simple vista (especialmente dado lo fragmentario que es el material de piel fosilizada de T. rex recuperado hasta ahora), razonamiento sustentado por lo que se puede ver en otros dinosaurios similares en tamaño al T. rex, como el Deinocheirus, que pese a estimársele unos 12 metros de largo y una masa de entre 6 y 7 toneladas aproximadamente, presenta una estructura comparable al pigóstilo visto en la cola de las aves de hoy y de otros dinosaurios maniraptoriformes, sugiriendo que pudo haber tenido una especie de abanico de plumas similar al de éstos al final de su cola, lo que a su vez da paso a la posibilidad de que tuviese plumas al menos, en algunas partes de su cuerpo o bien, de que su cuerpo entero estuviese recubierto de algún tipo de plumaje. Un caso parecido es el del Therizinosaurus, que pese a que se le estima una masa comparable a la del T. rex, hay quien sostiene que probablemente tuvo plumas al provenir de un linaje de dinosaurios del que se sabe que las tenía (como se evidencia en el caso del Beipiaosaurus).

Representaciones artísticas del Deinocheirus (izquierda) y el Therizinosaurus (derecha). Nótese la cobertura de plumaje.
Arte de sphenaphinae, de Deviantart

Como ocurre con el T. rex, la evidencia disponible para deducir que estos dinosaurios tenían un integumento filamentoso no es directa, pero la evidencia indirecta, como la ya mencionada estructura ósea similar a un pigóstilo en el caso del Deinocheirus y la presencia de estructuras filamentosas en fósiles tanto de parientes del Deinocheirus como del Therizinosaurus, sugiere que ese es el escenario más plausible. Sin embargo, casi nadie parece tener problemas con eso, mas sí cuando se aplica esta lógica al caso del T. rex. Esto, probablemente debido al aferramiento emocional a nociones obsoletas sobre este afamado dinosaurio que usualmente siguen siendo popularizadas por los medios precisamente para apelar a la nostalgia y a los sentimientos. No obstante, lo mismo puede ocurrir en el caso contrario y pese a que la idea de que el T. rex haya tenido plumas es poco popular y sólo ha sido explorada en medios minoritarios, no falta quien la acepta como un hecho axiomático a pesar de la falta de evidencia directa que así permita concluirlo y de que el asunto es aún objeto de debate en la comunidad científica, siendo ambos casos repercusión de cuando se ama a los dinosaurios con la mente y se piensa en ellos con el corazón.

Es aquí donde cobran relevancia las palabras del paleontólogo Andrea Cau al decir que "cuando estamos enamorados, tendemos a ser irracionales y mientras dicha irracionalidad mitigue los defectos de un ser querido, puede ser tolerable, mas cuando ésta distorsione el razonamiento científico, entonces es grave". Teniendo en cuenta que el único medio para en verdad conocer a los dinosaurios es la ciencia y particularmente, la paleontología (pues de no ser por los hallazgos paleontológicos, tampoco habría dinosaurios en los medios) y que, como decía el filósofo Raimon Panikkar, "sólo se conoce de verdad lo que se ama y sólo puede amarse lo que se conoce", cabe preguntarnos: ¿Apreciamos verdaderamente a los dinosaurios o sólo nos gusta la versión acondicionada por los medios para apelar a nuestras expectativas? ¿Estamos genuinamente interesados en ellos hasta el punto de conocerlos lo mejor posible y de aceptarlos tal cual eran, aunque haya aspectos de ellos que no coincidan con nuestros ideales o sólo nos gustan cuando se nos presentan de forma apelativa? ¿Pensamos en ellos con la mente y los queremos con el corazón o por el contrario, los queremos con la mente y pensamos en ellos con el corazón?

Si bien, como decía el filósofo Blaise Pascal, "el corazón tiene razones que la razón desconoce", cuando verdaderamente nos interesa la paleontología y queremos conocer, apreciar y comprender a fondo a los dinosaurios, no podemos sino pensar en ellos con la mente, aplicando el razonamiento científico, pues el corazón se aferra emocionalmente a las cosas y al hacerlo, compromete nuestra percepción, creándonos convicciones que no siempre conducen por vías objetivas o veraces, pues por lo general, el corazón es parcial. Es decir, adopta posturas en favor de lo que quiere o le gusta y en contra de lo que no quiere o no le gusta. Es por esto que, como dice Andrea Cau, es normal que nos pongamos irracionales cuando seguimos las razones del corazón, llegando incluso a mitigar las cosas que no nos gustan de alguien a quien amamos por muy obvias que sean, pero cuando entramos en un ámbito de carácter científico, como el de la paleontología, no hay cabida para eso. A fin de cuentas, pensar que algo es como queremos que sea y tratar de ignorar las cosas que no nos gustan no cambiará lo que se observa o se demuestra a través de medios empíricos. Sólo los datos objetivos y verificables pueden sustentar o validar un punto de vista científico, razonable y certero, el cual podría cambiar conforme se obtengan nuevos datos, haciendo inútil y absurda la adopción de estándares y visiones idealistas de cómo debería ser un dinosaurio (o cualquier organismo prehistórico) como si se tratase de un producto hecho para satisfacer nuestras necesidades y expectativas, como ocurre con sus contrapartes artificiales.

Nuestra cabeza se encarga de procesar información lógica, mientras que el corazón se especializa más en aspectos sentimentales y estéticos, lo que ocasiona que a veces discrepen en cuanto a la percepción de la realidad. Mientras la cabeza entiende que no importa si algo es apelativo o no a la hora de enfrentar los hechos, el corazón tiende a negarse a aceptarlo y a no hacer caso.
Viñeta de artista desconocido

De modo que si bien no hay problema con que las percepciones antiguas y las representaciones mediáticas de los dinosaurios nos inspiren una amplia gama de emociones, a la hora de incursionar en el ámbito de la paleontología debemos procurar que estas emociones no comprometan nuestra racionalidad. A fin de cuentas, si por ejemplo, parece razonable concebir al Hesperornis, al Deinocheirus o al Therizinosaurus con plumaje, ¿por qué no puede parecerlo también concebir al Tyrannosaurus rex de esta manera, tratándose de un caso similar al que se puede aplicar la misma lógica siguiendo el método científico?

Y como este, hay muchos otros casos, como por ejemplo, el del famoso Liopleurodon tratándose de un animal que no parecía superar por mucho los 6 metros de largo, contrario a la idea popularizada por medios como el documental "Walking with Dinosaurs" de que alcanzaba una longitud de 25 metros. También está el caso del Spinosaurus siendo un animal semiacuático que pasaba la mayor parte del tiempo cerca o dentro del agua, alimentándose mayormente de peces, contrario a la creencia popular difundida en medios, como la franquicia de Jurassic Park de que era un macrodepredador que destruía todo lo que se le cruzara en frente y de igual manera, está el caso de la "garra asesina" de los dromeosaurios, que tal parece que no era tan "asesina" como se pensaba y como se suele representar en el ámbito mediático. De cierto modo, parecería lógico pensar que estos cambios en nuestra visión de dichas criaturas sean el objeto del descontento de varias personas, mas lo cierto es que la razón de dicho descontento parece radicar más bien en nuestro arraigo a lo que nos transmiten e inculcan los medios gráficos, lo cual no debería resultar extraño considerando la apelación de éstos a la psique del público. De hecho, se puede decir que son los propios medios los que incitan a la controversia, cosa que se puede apreciar en el hecho de que ésta no necesariamente se limita a casos en los que nuestra nostalgia y la imagen de estos seres a la que nos hemos adherido se ven comprometidas.

Representación artística del Liopleurodon con un tamaño realista.
Arte de Joschua Knüppe

Representación artística según la noción actual del Spinosaurus como un depredador principalmente acuático.
Arte de Mohamad Haghani

Izquierda: Representación desactualizada del Deinonychus como un depredador gregario capaz de cazar criaturas mucho más grandes que él. Arte de Alain Bénéteau
Derecha: Deinonychus representado de una manera más acorde a la visión actual, actuando como un depredador solitario que utiliza sus garras para inmovilizar presas más pequeñas que él. Arte de Emily Willoughby

Quizá el ejemplo más notorio de esto es la famosa escena del combate entre el Tyrannosaurus y el Spinosaurus en Jurassic Park 3, donde el Spinosaurus emerge victorioso, ante lo que comenzó a ganar fama como una bestia capaz de destronar al T. rex como "el nuevo rey de los dinosaurios", mientras que muchos fanáticos de éste último quedaron desconsolados por la derrota de su ídolo, despertando así una intensa controversia que aún hoy se ve en varios medios interactivos en los que los fanáticos del T. rex tienden a cuestionar la veracidad de dicha escena, mientras que los del Spinosaurus suelen considerarla realista, lo que denota que esta polémica es impulsada primariamente por la parcialidad. Si bien no falta quien lleva el asunto al ámbito paleontológico y analiza esta escena aplicando la lógica y los conocimientos científicos (cosa que no tiene nada de malo), lo cierto es que esto poca utilidad tiene, pues el asunto en cuestión no se trata sino de un producto de la imaginación humana que gira en torno a dos personajes que no hacen nada que no esté estipulado en un guión a fin de mantener la narrativa de una historia de ficción fluyendo, por lo que la ciencia poco o nada tiene que ver en discusiones de este tipo. De modo que aunque se puede analizar la escena desde una perspectiva fundamentada en la ciencia, el antedicho enfrentamiento no puede tratarse como un tema de índole científica y por consiguiente, poca o ninguna relación guarda con la paleontología y con los dinosaurios de carne y hueso que respiraron y vagaron por nuestro mundo durante el Mesozoico, pues se trata simplemente de un fenómeno de la cultura popular que nunca pudo darse en el mundo real y que por consiguiente, no puede estudiarse con la debida precisión, por lo que todo lo que resulte de un análisis de esta escena es puramente de carácter especulativo.

El Spinosaurus emerge triunfante tras una batalla a muerte contra un T. rex en Jurassic Park 3
Imagen de Universal Pictures y Winston Studio

Casos como este parecen apoyar la idea de que los propios medios circunstancialmente establecen las bases para el estallido de controversias entre el público al crear y difundir una imagen sobrenatural de los dinosaurios que hace que éste tienda a asociarlos con personajes épicos a manera de héroes, antihéroes, villanos, monstruos o musas de leyenda al suscitar cierta identificación con lo mostrado, lo que consecuentemente crea una inclinación parcial hacia estos personajes o hacia una minoría subjetivamente seleccionada de acuerdo a la impresión que causen o dejen en el espectador. En este caso, por ejemplo, la controversia en torno a la batalla del Tyrannosaurus rex contra el Spinosaurus en Jurassic Park 3 podría atribuirse al hecho de que el T. rex es posiblemente el dinosaurio más célebre y aclamado de todos los conocidos hasta ahora, habiéndose convertido en un ícono de la cultura popular y recibido el título de "rey de los dinosaurios" tanto por los medios como por fanáticos en todo el mundo que lo han adoptado como su dinosaurio favorito. En parte esto podría atribuirse al hecho de que el título de “rey” está adherido a su nombre científico ("rex" significa rey en latín), mas es de tener en cuenta que el nombre no hace a la cosa. De modo que aunque se le llame al T. rex "el rey de los dinosaurios" y se le trate como una estrella, una leyenda o incluso como una especie de deidad, al final esto es fútil y sólo tiene utilidad en el ámbito publicitario, pues lo cierto es que no era nada de eso. Era un animal con sus respectivas adaptaciones, limitaciones y debilidades que sólo procuraba sobrevivir en su entorno y al que le valía un bledo si 66 millones de años después de extinto iba a ser elogiado por un montón de primates ruidosos esmerados en concebirlo como algo que nunca fue.

Lo mismo ocurre con el Spinosaurus. Su victoria sobre el T. rex y su sucesión como antagonista en la franquicia tematizada en dinosaurios más notoria del mundo moderno llevaron a que este dinosaurio tuviera una recepción dividida en la cultura popular. Por un lado, ganó el aprecio de algunos fanáticos que lo llegaron a anteponer sobre el T. rex como el nuevo y verdadero "rey de los dinosaurios", incluso llegando a expresar repudio hacia éste último. Por otro, recibió también un gran desprecio por una parte significativa del público, habiendo quien lo considera la cosa más infame y lo repulsa como un vil y patético usurpador. Naturalmente, es normal que un personaje ficticio inspire diversas emociones y que sea aceptado o repulsado conforme a las acciones que realiza, pero el que el actor que interpreta a ese personaje sea percibido y tratado como si fuese el personaje al que interpreta ya deja de ser plausible y tal parece ser el caso del Spinosaurus, pues el impacto causado por su enfrentamiento con el T. rex en Jurassic Park 3 parece haber influido marcadamente en la forma en que se percibe a esta especie en general hasta el punto de que incluso la asimilación de información de origen y carácter científico se ha visto comprometida. Ejemplo de esto ha sido la recepción que han tenido las recientes publicaciones de nuevo material referido a Spinosaurus indicando que éste era probablemente un animal de hábitos semiacuáticos cuya dieta consistía mayormente en peces y fauna acuícola, tras lo que se ha visto cómo muchos de sus presuntos fanáticos han adoptado una actitud de negación al ver que su supuesto dinosaurio favorito no era como lo concebían (posiblemente debido al acogimiento de una determinada representación gráfica de este dinosaurio sin tener en cuenta que el mismo es conocido sólo por restos incompletos, por lo que toda reconstrucción de éste está sujeta a revisión conforme se obtenga más información) y se ha visto también cómo los detractores del enfrentamiento apreciado en Jurassic Park 3 se han valido de lo que sugieren estos descubrimientos para alegar que el Spinosaurus era inferior al T. rex, dando a relucir que hay una tendencia a no pensar en este dinosaurio si no es a raíz de la imagen difundida en Jurassic Park 3 y concretada en su enfrentamiento con el T. rex. De modo que el motor de esta controversia y del malestar inherente a la misma parece radicar en el hecho de que se ha utilizado al Spinosaurus como una herramienta comercial con el fin de intentar superar o reemplazar al T. rex como el favorito de las masas (lo que irónicamente sólo ha conseguido el efecto contrario al hacer que difícilmente brille fuera de la sombra de éste). No obstante, independientemente de lo que se opine de él, el Spinosaurus no es ni superior ni inferior al T. rex y exaltarlo o denigrarlo es igualmente fútil, pues lo cierto es que al igual que éste último, era simplemente un animal con sus capacidades y debilidades naturales especializado en hacer lo que necesitaba hacer para sobrevivir en el ambiente donde habitaba. Lo último que se le pasaba por la cabeza era si 93 millones de años después de extinto un grupo de primates estrepitosos lo compararía con otra criatura de cuya existencia nunca supo y si esos primates estarían a gusto o no con su apariencia y estilo de vida y con la forma en que lo representarían en medios que ellos mismos inventarían y mucho menos, si sería aclamado o despreciado por ellos (y aún si esas ideas se le hubiesen pasado por la cabeza, probablemente estaría demasiado esmerado en intentar sobrevivir y prosperar en su hábitat como para darles la más mínima importancia).

Pese a lo notorio que se ha vuelto el Spinosaurus, lo cierto es que conocemos muy poco de él debido a que actualmente sólo se dispone de restos parciales asignados al género, a lo que se suma que el material original fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial y sólo quedan fotografías como esta, por lo que mucho de lo que creemos saber sobre este dinosaurio podría estar errado.
Fotografía extraída del Journal of Paleontology

Por supuesto, no hay problema con tener un dinosaurio favorito ni con aclamarlo. El problema viene cuando la parcialidad sesga nuestra percepción de la realidad. Después de todo, nuestros dinosaurios favoritos no necesitan que protejamos el estatus que nosotros mismos les hemos dado y mucho menos, de lo que la ciencia revela sobre ellos como si se tratase de defender a nuestra pareja de un ataque personal. Eso más bien es contraproducente, pues al fin y al cabo, promulgar dictámenes no verificables, más que una defensa, es una calumnia.

De modo que si por ejemplo, creció con un Tyrannosaurus como su juguete favorito, si se maravilló por la extravagancia del Triceratops en un libro, si le impactó el Spinosaurus en Jurassic Park 3 o en algún otro medio, si fue cautivado por la majestuosidad del Brachiosaurus u otro saurópodo enorme en las reconstrucciones de un museo o parque de diversiones o si es de Argentina y le gusta el Giganotosaurus porque sus restos fueron encontrados en su país, eso está muy bien, mas no hay que dejarse llevar por la parcialidad y llegar al extremo de idolatrar a su especie favorita y de menospreciar a otras al compararlas con ésta, imaginando cómo las superaba en tal o cual aspecto o cómo las habría derrotado en un enfrentamiento hipotético y en última instancia, proclamándola como el mejor dinosaurio de todos, pues lo cierto es que no existe tal cosa. Y es que para empezar, cabe señalar que "mejor" es un concepto de carácter subjetivo que utilizamos para emitir un juicio sobre dos o más opciones en función de los atributos de cada una analizados bajo nuestros criterios personales a fin de determinar la que presente las cualidades que nos resulten más convenientes o preferibles. Debido a la subjetividad inherente al concepto, es de tener en cuenta que lo que es mejor para una persona no necesariamente es mejor para otra, lo que puede dificultar (por no decir "imposibilitar") llegar a un acuerdo definitivo. Por tal razón, cualificar algo como "mejor" no define la verdadera naturaleza de las cosas; simplemente se basa en nuestra percepción de ellas, siendo por tanto una opinión y no un hecho. Cuando se tiene esto en cuenta es fácil entender que desde un punto de vista objetivo, en la naturaleza ningún organismo es mejor que otro, por lo que aplicar criterios humanos para valorar a una especie sobre otra es algo puramente ilusorio, pues cada especie posee adaptaciones que otras no necesitan o bien, compensan con otras a fin de hacer lo necesario para sobrevivir y prosperar en su hábitat y cada organismo es eficaz a su manera a la hora de desempeñar su rol específico en el ecosistema del que forma parte. En otras palabras, cada organismo es "el mejor" haciendo lo que hace, por lo que la denigración o devaluación de una especie en favor de otra al final es algo absurdo. Cada especie es un ejemplo de éxito que fue puesto a prueba por el proceso evolutivo y de adaptación y los dinosaurios, habiendo prosperado en este planeta por más de 160 millones de años (y más de 230 si incluimos a las aves), no son la excepción.

Dicho esto, cabe preguntarnos: ¿Nuestro dinosaurio favorito es un animal real que alguna vez vivió y anduvo en nuestro planeta o una versión tergiversada del mismo que sólo existe como un producto de la imaginación y de la explotación comercial? ¿De verdad nos gustan los dinosaurios o lo que realmente nos gusta es una interpretación idealizada o romantizada de ellos?

Queda en manos de cada uno de nosotros por individual responder estas preguntas, pues si bien está en los medios el mostrarnos o no una imagen de los dinosaurios fiel a lo que nos dice la ciencia y el registro fósil, no es su responsabilidad determinar cómo el público los percibe y los asimila. Nosotros somos quienes debemos determinar si los amamos con el corazón y pensamos en ellos con la mente o si los amamos con la mente y pensamos en ellos con el corazón.

Referencias:

  1. http://dinogoss.blogspot.com/2013/03/who-cares-about-dinosaurs.html
  2. http://palaeos-blog.blogspot.com/2014/08/dinosaurios-superheroes-o-animales.html
  3. http://theropoda.blogspot.com/2019/02/smettete-di-guardare-tyrannosaurus-col.html
  4. https://www.ionos.es/digitalguide/online-marketing/analisis-web/el-modelo-aida-la-formula-del-exito/