Hoy cerramos lo que ha demostrado ser un año lleno de importantes descubrimientos en lo que respecta al estudio de los dinosaurios y como en el año pasado, en este blog me gustaría hacerlo con una entrada recapitulando cinco de los descubrimientos paleontológicos que más me llamaron la atención en el 2017 debido a lo que aportan a nuestra comprensión sobre estos animales. Pero antes, enfatizo en que este listado está basado más que nada en la opinión del autor y lo cierto es que hay otros descubrimientos igualmente interesantes e importantes que no son cubiertos aquí, por lo que les exhorto a considerar el contenido de esta entrada desde su naturaleza subjetiva. Dicho esto, comencemos.
1. El asteroide sólo fue "la gota que colmó el vaso"
Arte de Mark Garlick
Hace aproximadamente 66 millones de años, un asteroide impactó la Tierra, estrellándose en lo que hoy es la península de Yucatán, formando lo que hoy llamamos "El Cráter de Chicxulub" y llegando tarde para arrasar con el grupo animal dominante del planeta en ese entonces. Desde hace tiempo, los paleontólogos han estado cuestionándose si el famoso asteroide fue verdaderamente la causa principal de la extinción de los dinosaurios no avianos. El pasado 1 de marzo, un equipo de geólogos mexicanos y alemanes encabezado por el Dr. Wolfgang Stinnesbeck presentó más razones para validar tales cuestionamientos, publicando un estudio donde analiza rastros fosilizados en dos localidades cuyas rocas datan de una edad poco anterior al impacto del asteroide. El yacimiento revela múltiples rastros de al menos, cinco tipos de ave y en cambio, una escasa presencia de huellas de dinosaurios no avianos. De hecho, sólo una huella de un terópodo no aviano fue encontrada, indicando que éstos no eran muy comunes en esas circunstancias. Los autores concluyen que esto se debe a que los dinosaurios no avianos ya estaban experimentando una decadencia gradual al final del Cretáceo y que para cuando el asteroide finalmente impactó la Tierra, ya éstos eran considerablemente escasos, mientras que los dinosaurios avianos estaban proliferando. De hecho, fósiles de los famosos amonites indican que éstos sobrevivieron hasta poco después del impacto y que este grupo no comenzó a experimentar un declive tan peligroso hasta entonces, lo que sustenta la hipótesis de que otros grupos, como los dinosaurios no avianos y los pterosaurios ya estaban pasando por un proceso de extinción gradual y el asteroide simplemente los terminó de extinguir, pero su impacto no fue tan catastrófico como se pensó inicialmente.
2. La saga de la Revolución Ornithoscelida
Arte de Nobu Tamura editado por un servidor
El 22 de marzo de 2017 se hizo pública una hipótesis con el potencial de sacudir el árbol familiar de los dinosaurios desde sus raíces. Luego de aproximadamente 130 años de aceptación general por la mayor parte de la comunidad científica, la clasificación tradicional de los dinosaurios ha pasado a ser objeto de controversia. Un equipo encabezado por el paleontólogo Matthew G. Baron analizó sobre 457 características diferentes en 74 especies distintas de dinosaurios y sus observaciones los llevaron a revisar el árbol filogenético de éstos, proponiendo un nuevo arreglo en el que en lugar de dividirse en Saurischia y Ornithischia con los saurodpodomorfos y los terópodos integrados en el primer grupo, los dinosaurios se dividirían en Saurischia, ahora compuesto por los sauropodomorfos y los herrerasaurios, y Ornithoscelida, grupo que albergaría a los terópodos y a los ornitisquios. Posteriormente, a mediados de agosto, Baron analizaría más a fondo la especie Chilesaurus diegosuarezi, cuestionando su clasificación inicial como terópodo y sugiriendo que en su lugar, era un ornitisquio y que los rasgos vistos en este dinosaurio ofrecen pruebas que sustentan la nueva clasificación propuesta por él y sus colegas. No obstante, eventualmente propondría hacer una reevaluación de su hipótesis, indicando que debía ser revisada considerando aspectos como la actual falta de fósiles de dinosaurios ornitisquios de edad triásica. Dicha revisión consistiría en reclasificar a los ornitisquios como un grupo derivado de Theropoda. Sin embargo, era de esperarse que sus hipótesis fuesen cuestionadas y a principios del pasado mes de noviembre, un equipo internacional de paleontólogos encabezado por Max C. Langer publicaría un estudio en el que pondrían a prueba la clasificación propuesta por Baron y sus colegas y la compararían con la clasificación tradicional. El equipo concluyó que ambas clasificaciones están pobremente fundamentadas (especialmente, por la escases de dinosaurios de condición basal), pero encontraron que la propuesta de Baron es menos probable que la tradicional, ya que implicaría procesos evolutivos potencialmente más drásticos y complejos, mientras que el estudio de la evolución sugiere que ésta funciona siguiendo procesos y cambios simples y paulatinos. No obstante, aún no hay nada conclusivo y Baron aún está en espera de publicar la actualización de su hipótesis, por lo que esta controversia está lejos de terminar.
3. Borealopelta, el ankylosaurio mejor preservado hasta la fecha
Fotografías de Brown et al., 2017
El 11 de marzo de 2011 fue descubierto accidentalmente en una mina de alquitrán en Alberta, Canadá el fósil de un ankylosaurio nodosáurido de 110 millones de años de anigüedad. Descrito el pasado mes de agosto por Caleb M. Brown, quien lo identificó como una nueva especie a la que llamó Borealopelta markmitchelli, el fósil resultó ser el ejemplar mejor preservado de esta clase de dinosaurios, conservando no sólo muchos de sus huesos en condiciones prístinas, sino también remanentes fosilizados de su piel y de la coraza típica del grupo, siendo uno de los dinosaurios mejor preservados que se haya encontrado hasta la fecha. De hecho, el estado de preservación es tan extraordinario, que facilitó a los paleontólogos visualizar cómo era esta criatura en vida, ya que el material recuperado prácticamente se conservó tal y como era entonces, incluso permitiendo a los investigadores deducir a través de análisis químicos la posible coloración del animal, marcando así la primera vez que se realiza un análisis de este tipo en un dinosaurio ornitisquio. El análisis sugiere que el Borealopelta tenía una pigmentación rojiza en el área dorsal, mientras que el área ventral era posiblemente de una coloración clara. Se teoriza que esto pudo haberle permitido camuflarse y esconderse de los depredadores al crear un efecto de contra sombreado. No obstante, hay quien dice que es posible que la coloración deducida a partir de estos análisis se haya debido a factores que influyeron en el cuerpo del animal luego de su muerte. De cualquier forma, este hallazgo arroja nueva luz sobre nuestra comprensión y entendimiento del grupo de los ankylosaurios.
4. Un "sexto sentido" en terópodos no avianos
Imagen del CT Scan del hocico de un Neovenator por la Universidad de Southampton
Es sabido desde hace algunos años que algunos dinosaurios, tales como los espinosáuridos, tenían sensores de presión en su hocico al igual que los cocodrilos. Si bien era un descubrimiento poco usual, no parecía del todo extraño que esta adaptación evolucionara de manera convergente en un grupo de dinosaurios que se alimentaban principalmente de fauna acuática. No obstante, el hecho de que la misma adaptación se vea en grupos no condicionados a una alimentación basada en fauna acuática resulta sorpresivo. Y es que este año, se realizaron dos descubrimientos que parecen indicar que otros terópodos también presentaban esta característica. El primero consiste en el descubrimiento de un cráneo parcial de una nueva especie del género Daspletosaurus (un miembro de la familia de los tiranosáuridos), la cual fue llamada D. horneri en honor al paleontólogo John R. Horner. Su descubrimiento fue publicado el pasado 30 de marzo por Thomas Carr y sus colegas, quienes se percataron de que las mandíbulas parecían ser penetradas por numerosas aperturas pequeñas, lo que sugiere la presencia de nervios en la piel que cubría el hocico, probablemente dotando al dinosaurio de una alta sensibilidad a influencias externas. El segundo hallazgo fue más impactante aún y consiste en el sometimiento a CT Scan de un cráneo parcial de Neovenator salerii (un allosauroideo neovenatórido), lo que revelaría indicios de vasos sanguíneos en el hocico, así como ramas de lo que probablemente habría sido el nervio trigémino, el cual es responsable de la sensación facial, sugiriendo que el Neovenator tenía un hocico extremadamente sensible. De hecho, el patrón es tan complejo que los autores deducen que pudo haber percibido no solamente los estímulos táctiles, sino también los asociados a la temperatura y la presión ambiental. Los autores concluyen que esta adaptación pudo haber jugado un rol importante en las actividades de socialización de los dinosaurios y que pudo haberles ayudado a cortejar a una pareja potencial, a medir la temperatura de sus nidos, a precisar el consumo de alimento y a "demostrar quién manda" en combates intraespecíficos, por mencionar algunos ejemplos. Este descubrimiento es importante porque nos revela que esta adaptación estaba más difundida entre los terópodos de lo que se sospechó en un principio y que éstos eran más sofisticados de lo que pensábamos.
5. Adición de mariscos a la ensalada
Animación por Dane Pavitt de YouTube
El pasado 21 de septiembre, un equipo encabezado por la Prof. Karen Chin publicó el descubrimiento de fósiles de crustáceos digeridos mientras estudiaba una serie de coprolitos (heces fosilizadas) encontrados en Utah. Lo más sorprendente, sin embargo, es que los coprolitos parecen ser de hadrosaurios, grupo de dinosaurios del cual se pensaba que eran exclusivamente herbívoros. Lo más sorprendente es que parece que el consumo de crustáceos no era accidental, sino intencional, pues los fósiles de éstos fueron encontrados en al menos, 10 muestras extraídas de tres yacimientos distintos y algunos de los restos indican que los crustáceos eran lo suficientemente grandes para ser percibidos por los dinosaurios antes y durante la ingesta. Los paleontólogos teorizan que el consumo de crustáceos pudo haber jugado un rol importante en la reproducción debido a que habrían servido como una fuente de calcio y proteínas esenciales para la ovulación. Este hallazgo es importante porque demuestra que estos dinosaurios no se restringían a una dieta herbívora. Aunque ya se había teorizado sobre la posibilidad de que algunos ornitisquios asumieran una dieta omnívora, esta es la primera vez que se encuentra evidencia física que valida lo que antes era simplemente una hipótesis.
Y con esto cerramos la entrada y el año. Pero antes, me he percatado de que han dejado varios comentarios recientemente, por lo cual en primer lugar, les agradezco y en segundo, me disculpo, ya que aún no he podido leerlos todos con el debido detenimiento. Espero pronto sacar un rato para hacerlo y responder según sea necesario. Hasta entonces, les deseo un Feliz Año Nuevo y esperemos que el 2018 esté lleno de descubrimientos fascinantes, como lo estuvo el 2017.
¡Hola! Antes que nada, tengo poco tiempo siguiendote y me parece que haces un excelente trabajo en este blog, subes muy buenos datos con bases y ayudas a enterarnos de los nuevo en Paleontología a aquellos que la amamos. Espero poder ver más de tí pronto, y perdón por llegar tan tarde a la fiesta.
Pdt: El pobre Chilesaurus debe estar sufriendo una crísis de identidad
¡Hola!
ResponderEliminarAntes que nada, tengo poco tiempo siguiendote y me parece que haces un excelente trabajo en este blog, subes muy buenos datos con bases y ayudas a enterarnos de los nuevo en Paleontología a aquellos que la amamos.
Espero poder ver más de tí pronto, y perdón por llegar tan tarde a la fiesta.
Pdt: El pobre Chilesaurus debe estar sufriendo una crísis de identidad