21 de abril de 2022

Comercio de Fósiles: ¿Perjudicial o Beneficioso?

Antes que nada, quiero agradecer y dar el correspondiente crédito a un buen amigo mío que prefirió permanecer anónimo (por cierto, un saludo para ti, colega dinofriki) por la idea para esta entrada y para una futura serie de entradas derivada del tema que abordaremos hoy, el cual es un tanto controversial y adquiere cada vez más relevancia en el ámbito de la paleontología. Como habrá visto en el título, hablamos del comercio de fósiles.

El esqueleto de un Triceratops apodado "Big John" es subastado y comprado por $7.7 millones el 21 de octubre de 2021. Su comprador es un coleccionista privado, por lo que el espécimen actualmente es inaccesible para la comunidad científica.
Fotografía por Michel Stoupak de Getty Images

Como bien indica el término, el comercio de fósiles consiste en la recolección de restos de organismos fosilizados con fines lucrativos. Esta práctica se ha llevado a cabo desde incluso antes de que la paleontología diera apenas sus primeros pasos como disciplina científica y de hecho, fue uno de los detonantes del estudio de la vida prehistórica. En tiempos en que los fósiles apenas eran reconocidos como restos de organismos antiguos por un puñado de personas (en su mayoría, pertenecientes a los círculos científicos de entonces), éstos solían ser vistos por el público general simplemente como "rocas con forma curiosa" y eran vendidos como suvenires en mercados turísticos y en ocasiones, como remedios medicinales. Fue en parte gracias a los descubrimientos de una joven comerciante británica llamada Mary Anning que su verdadera naturaleza empezó a adquirir popularidad luego de que ésta, a la edad de 12 años, junto con su hermano Joseph, encontrara el primer esqueleto reconocido de lo que hoy conocemos como un ictiosaurio. Eventualmente, en sus esfuerzos por mantener su hogar a flote mediante la venta de fósiles, Anning descubriría también los primeros esqueletos casi completos de plesiosaurio y los primeros restos de pterosaurio encontrados en Inglaterra, así como múltiples fósiles de peces e invertebrados de edad jurásica y sus descubrimientos ayudaron a la formulación del concepto de extinción y de la idea de que los mamíferos no siempre fueron el grupo animal dominante en la Tierra, además de haber incentivado la recurrencia a los fósiles para reconstruir organismos extintos y los entornos en los que éstos vivían a fin de comprender la historia natural del planeta, pavimentando así el camino para la paleontología tal y como la conocemos hoy. De modo que bien se podría decir que una comerciante de fósiles fue de hecho, una de las pioneras de la paleontología moderna.

Dibujo en pastel de Mary Anning por Benjamin John Merifield Donne

A medida que la paleontología continuaba incentivando el interés tanto de la comunidad científica como del público general en la vida prehistórica, también lo hacía el comercio de fósiles. Después de todo, la idea de criaturas poco ortodoxas que alguna vez vivieron en nuestro planeta y que ya no se pueden atestiguar si no es a través de lo que nuestra imaginación elabora gracias a los fósiles no puede sino despertar la curiosidad, algo a lo que contribuyó la eventual representación de estos seres en el arte y los medios masivos de comunicación y entretenimiento. Por si fuera poco, los fósiles habían demostrado ser algo a lo que se le podía sacar valor monetario siempre que se contara con acceso a sus yacimientos y algunas herramientas de excavación, por lo que no es de extrañarse que haya resultado ser un negocio bastante rentable a lo largo de los años. Es de tener en cuenta, sin embargo, que el interés en los fósiles no es exclusivo de los dedicados al estudio de la vida prehistórica. También se extendió a coleccionistas privados, diseñadores de joyería a base de minerales y rocas y practicantes de la medicina alternativa, por mencionar algunos ejemplos, lo cual ha suscitado inquietudes para muchos en la comunidad científica debido al riesgo que esto  de perder ejemplares cuyo potencial estudio podría tener implicaciones importantes para el conocimiento paleontológico a causa de intereses discordantes. No obstante, no todos en la comunidad paleontológica presentan oposición y hay quien lo considera una actividad que, en cierto sentido, puede ser producente. Por ejemplo, muchos museos, paleontólogos e instituciones educativas adquieren especímenes importantes para sus investigaciones comprándoselos a terratenientes, excavadores independientes o entidades comerciales especializadas en este negocio, tales como FossilEra o Darwin & Wallace. En muchos casos, estos especímenes serían inaccesibles de otra forma, ya sea porque el yacimiento está en propiedad privada o porque los fósiles fueron encontrados en condiciones que terminarían deteriorándolos antes de la llegada de un equipo científico, como también podría darse el caso de que estos cazadores de fósiles independientes tengan acceso a un yacimiento previamente desconocido para los paleontólogos, pudiendo así contribuir con la comunidad científica en la recolección de más material en el área (ejemplo de esto es el ejemplar FSAC-KK 11888 actualmente referido a Spinosaurus) por mencionar algunos ejemplos. Asimismo, incluso hay paleontólogos que practican la venta de fósiles, pero por lo general, son piezas de poco valor científico (tienden a ser fósiles bastante comunes que realmente no aportarían nada nuevo a la ciencia), tales como dientes mudados, conchas de invertebrados extintos y ámbar con insectos atrapados en su interior. Cabe destacar por ejemplo, la Palaeostore del famoso paleontólogo mexicano Roberto Díaz Sibaja, en la cual personas corrientes pueden encontrar fósiles auténticos para la venta a nivel nacional. Otras organizaciones, como el Instituto de Investigación Geológica de Black Hills se valen de la venta de fósiles para financiar expediciones e investigaciones paleontológicas.

Así que, ¿el comercio de fósiles es beneficioso o perjudicial para la paleontología? Pues lo cierto es que no es un asunto tan simple y no hay una respuesta absoluta. A fin de cuentas, casi nada es realmente blanco o negro, habiendo diferentes matices en medio de ambos extremos. Es de tener en cuenta por ejemplo que, aunque las entidades científicas y académicas puedan beneficiarse de la venta de fósiles, los resultados no siempre son fructíferos y a veces, pueden incluso llegar a ser contraproducentes y viceversa. Por mencionar algunos ejemplos, en 1923 se dio el caso de que el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York subastó unos huevos de dinosaurio encontrados en China para recaudar fondos con el fin de financiar sus expediciones de excavación, acción que alertó al gobierno chino, dando lugar a una crisis diplomática que puso fin al acceso internacional a los fósiles de China durante décadas. Otros casos notorios incluyen lo ocurrido tras la recolección de los famosos especímenes de Tyrannosaurus conocidos informalmente como "Sue" (el esqueleto de Tyrannosaurus más completo encontrado hasta la fecha) y "Stan" (el ejemplar de Tyrannosaurus con el cráneo mejor preservado que se ha encontrado hasta hoy) por parte del ya mencionado Instituto de Investigación Geológica de Black Hills. Tras algunas discordias legales, los dos ejemplares fueron en ocasiones separadas subastados y comprados por sumas multimillonarias. En ambos casos, los fósiles terminaron en manos de la comunidad científica. Sue encontró su hogar en el Field Museum de Chicago y Stan espera formar parte de la colección del próximo a abrir Museo de Historia Natural de Abu Dhabi, en los Emiratos Árabes Unidos. Pese a que de lo contrario, estos ejemplares de gran importancia paleontológica probablemente hubiesen terminado en manos privadas y de ser así, difícilmente habrían sido accesibles para su estudio y para la apreciación del público, ambas adquisiciones han sido criticadas por contribuir al aumento en el precio de fósiles similares, lo cual haría más difícil para las entidades académicas adquirir especímenes potencialmente importantes que sólo podrían obtenerse por medios similares en el futuro, especialmente teniendo en cuenta la dificultad de dichas entidades a la hora de recaudar fondos para tales fines.

Arriba: "Sue" en el vestíbulo del Field Museum de Chicago.
Fotografía extraída de la página de Facebook de dicho museo
Abajo: "Stan" en la casa subastadora de Christie's, en la que el espécimen fue comprado.
Fotografía por Spencer Platt de Getty Images

Dicho esto, como todo, esta práctica tiene sus pros y sus contras y hay diferentes posturas al respecto, cada una respaldada por puntos muy válidos. Por un lado, hay quien enfatiza que las oportunidades de empleo para nuevos paleontólogos en el ámbito académico son cada vez más escasas, por lo que algunos opinan que en lugar de formar exclusivamente a nuevos científicos para posteriormente enfrentarlos a un futuro laboral incierto, se debería también fomentar la educación en la llamada "paleontología comercial" y la colaboración con cazadores de fósiles independientes para así crear nuevas oportunidades laborales para los futuros paleontólogos, así como una práctica más regulada del mercado de fósiles. Después de todo, hay casos en los que los cazadores de fósiles no profesionales y los paleontólogos pueden beneficiarse mutuamente uno del otro. Por ejemplo, los terratenientes y excavadores independientes pueden ayudar a los paleontólogos a acceder a yacimientos importantes, mientras que los paleontólogos por su parte, pueden identificar clientes potenciales con el capital monetario suficiente y la disposición de adquirir los fósiles sin necesidad de recurrir a terceros (como lo sería el caso de una casa subastadora), tales como museos o universidades, asegurando a su vez que el ejemplar esté disponible para el estudio por parte de la comunidad científica y para el disfrute del público en general. Teniendo eso en mente, hay quien adopta una posición humanitaria, indicando que esta actividad ayuda a los propietarios de los yacimientos privados (en su mayoría, granjeros con recursos limitados) y al sector mercantil de países en desarrollo a sacar provecho de los recursos naturales a su alcance a fin de subsistir, mientras a su vez contribuyen a la sociedad con sus hallazgos. Asimismo, hay quien sostiene que sin los mercados que apoyan los esfuerzos de excavadores independientes, especialmente en zonas inhóspitas como los desiertos de Marruecos o de Mongolia, difícilmente se habrían descubierto varias especies fósiles que hoy conocemos de esas zonas y muchos fósiles importantes probablemente habrían sido destruidos por fenómenos naturales como la erosión, perdiéndose para siempre. Por otra parte, también es de tener en cuenta que los cazadores de fósiles independientes no suelen tener la misma rigurosidad que un paleontólogo profesional durante el proceso de recolección, lo que no sólo puede llevar a que los fósiles sean dañados al momento de la extracción, sino también a que se pierda información importante del mismo y de su procedencia, incluyendo su contexto geológico, como ocurrió en el caso del famoso Raptorex, el cual supuestamente fue recuperado de la formación Yixian de China, cuyas rocas datan del Cretácico inferior, aunque exámenes más minuciosos sugieren que lo más probable es que provenga de la formación Nemegt de Mongolia, cuyas rocas datan del Cretácico superior. La confusión se debe a que el ejemplar fue extraído sin realizar el debido proceso de datación y puesto en venta clandestinamente, lo cual nos lleva al mayor problema que acarrea el comercio de fósiles: el saqueo y venta ilegal de los mismos. Dada la rentabilidad del negocio, no falta quien busque medios alternativos para obtener "un pedazo de pastel", lo que ha llevado a que muchos fósiles sean extraídos ilegalmente cada año por excavadores furtivos que se infiltran en los yacimientos sin permiso de las entidades en cuya jurisdicción está el terreno, siendo con frecuencia vendidos clandestinamente en el mercado negro. Dado que la principal motivación de estos cazadores de fósiles es obtener un beneficio monetario del material que encuentren, poco interés suelen tener en registrar y fichar el contexto geológico del mismo y debido a que en este caso, lo más práctico es llevar la mercancía al comprador, estos fósiles tienden a ser ilegalmente exportados, lo que dificulta aún más rastrear su origen, pues en el raro caso de que estos excavadores furtivos dejen rastro, suele ser en la forma de material descartado que no pueden cargar o que bien podría considerarse "de poco valor comercial", dejándolo expuesto a condiciones que pueden terminar por deteriorarlo. Por si fuera poco, los fósiles obtenidos por estos medios en ocasiones son alterados a fin de hacerlos más apelativos para compradores potenciales, como ocurrió por ejemplo en el caso del Irritator challengeri, cuyo escaso material fue retocado para hacerlo parecer más completo de lo que estaba en realidad antes de que terminara en manos de la comunidad científica, donde finalmente fue debidamente preparado, estudiado y dado a conocer, mas este no siempre es el caso y con frecuencia, los fósiles obtenidos y distribuidos por medios similares terminan siendo adquiridos por coleccionistas privados, siendo inaccesibles para el resto del mundo y ocasionando que información valiosa se pierda con ellos, pues al estos procesos realizarse clandestinamente, es difícil tener un registro y realizar estadísticas sobre los fósiles mercadeados de esta forma.

Teniendo todo esto en cuenta, bien podríamos decir que el comercio de fósiles es una actividad que podría ser beneficiosa para la paleontología siempre y cuando se realice de manera legal, concorde con los códigos éticos de la profesión y bajo la supervisión conjunta de la comunidad científica y de las autoridades gubernamentales del país donde se ubique el yacimiento en el que se encuentren. Actualmente, hay organizaciones, como la Sociedad de Paleontología de Vertebrados o SVP, por sus siglas en inglés, las cuales tienen el objetivo de fomentar la conservación de fósiles de vertebrados, así como la educación sobre los mismos y procuran la implementación de las condiciones previamente mencionadas. A raíz de esto, en su Artículo 12, se establece un código de ética sobre la recolección, preparación, disposición y comercialización de estos fósiles. En su primera sección, el mismo se estipula que la recolección responsable debe incluir un registro detallado de los datos contextuales pertinentes, como la información geográfica, estratigráfica, sedimentológica y tafonómica. Asimismo, la segunda sección establece que se deben obtener todos los permisos exigidos por las leyes tanto locales como internacionales para excavar y extraer fósiles en un determinado yacimiento, incluyendo el consentimiento de los terratenientes en el caso de que éste se encuentre en propiedad privada. En su Sección 3, el código de ética de la SVP indica que los especímenes de vertebrados fósiles deben ser preparados por o bajo la supervisión de personal capacitado. La Sección 4, posiblemente la sección más relevante en este caso, estipula que los especímenes científicamente significativos, junto con sus datos auxiliares, deben permanecer en las colecciones de instituciones encargadas de conservarlos para la posteridad en pro de su estudio científico y la educación, tales museos acreditados, universidades, colegios y otras instituciones educativas. Para cumplir con estos criterios, la SVP procura trabajar en conjunto con el cuerpo legislativo y las autoridades gubernamentales a fin de fomentar estas prácticas, procurando que este código se traduzca en leyes que faciliten e incentiven su acatamiento. Pese a que ha habido avances y se han concretado y rectificado leyes en consonancia con este código, lo cierto es que en la práctica, el escenario puede ser ambiguo, aparte de que las regulaciones en cuanto al manejo de los fósiles no es algo que se pueda tratar de manera uniforme. Por un lado, cabe destacar que cada país tiene su propio contexto particular en cuanto al manejo de los recursos naturales o minerales encontrados en su jurisdicción, como lo serían en este caso los fósiles y por consiguiente, las políticas y leyes referentes a la extracción y comercialización de los mismos tienden a variar. Algunos países, especialmente aquellos que están en desarrollo, tienden a prohibir la exportación de los fósiles ahí encontrados a otros territorios y varios incluso prohíben totalmente su comercialización. Los países más desarrollados, por su parte, suelen ser más abiertos a la práctica de mercadear fósiles y sus políticas referentes a dicha actividad tienden a depender más de la propiedad del yacimiento (si está en terreno público o privado), mas cabe agregar que pueden darse situaciones excepcionales o legalmente precarias que requieren un acercamiento diferente, como en el anteriormente mencionado caso de "Stan", el cual tuvo que ser subastado por orden judicial debido a su naturaleza como propiedad legal de un ex-accionista del Instituto de Investigación Geológica de Black Hills, situación ante la cual la comunidad científica tenía voz limitada.

En vista a esto, aún hay mucho por hacer en pro de fomentar una práctica sana del comercio de fósiles que resulte beneficiosa tanto para el sector académico como para el mercantil. De todas las acciones a llevar a cabo, la principal sería educar al público sobre la importancia de los fósiles y su valor didáctico, así como sobre los efectos y consecuencias de su explotación para fines exclusivamente lucrativos u ornamentales. Bien implementados, estos esfuerzos educativos podrían crear conciencia, especialmente en el sector que suele verlos más como piezas de colección y ayudar a sopesar los beneficios de lo atractivo en contraposición al valor cognitivo, enfatizando en que los fósiles, a diferencia de las obras de arte, no fueron creados como mercancía o propiedad personal, sino que son restos de seres que alguna vez vivieron en nuestro planeta, los cuales hoy pueden enseñarnos mucho sobre él y ayudarnos a valorarlo y cuidarlo más. Del mismo modo, convendría sopesar el beneficio personal de adquirir un fósil con respecto al colectivo, teniendo en consideración que un espécimen de gran importancia para la ciencia podrá pertenecer a una entidad particular por el derecho de haberlo comprado, aunque a expensas del derecho de todos los seres humanos al conocimiento que se puede obtener de él. Otro posible remedio que se podría aplicar y que podría ser tan o más efectivo es no auspiciar la venta de fósiles valiosos para la ciencia y de en su lugar, incentivar la producción y venta de réplicas de ejemplares notables que bien podrían ayudar a financiar la labor de los paleontólogos y a su vez, actuar como un sustituto decente que cumpla con las expectativas de los coleccionistas privados interesados en utilizar fósiles como piezas decorativas. Finalmente, una acción que podría tomarse como último recurso es organizar campañas no violentas a fin de exigir leyes en pro de la preservación de los fósiles y del patrimonio científico, según la situación de cada país. Idealmente, dichas leyes irían dirigidas a aumentar la vigilancia en los yacimientos fosilíferos (especialmente, aquellos en terreno público), a promover una mayor rigurosidad en el área de exportación, a fomentar una mayor participación de la comunidad científica en asuntos legales concernientes a los fósiles y a asegurar que material importante para la ciencia sea accesible para las entidades académicas y designado a áreas en las que se pueda conservar para la posteridad. Un factor común que cabe señalar en las medidas anteriormente mencionadas es que envuelven acciones a través de las cuales todos podemos aportar nuestro granito de arena a fin de promover una práctica más responsable del comercio de fósiles.

En conclusión, pese a ser una navaja de doble filo al impulsar actividades que pueden ser perjudiciales para la paleontología y el conocimiento que la misma aporta, el comercio de fósiles por sí solo no es tan nocivo para ésta si se realiza de manera responsable y hasta se podría decir que hasta cierto punto, los practicantes de la paleontología académica y los de la comercial pueden beneficiarse mutuamente al reconocer que al final del día, el verdadero valor de los fósiles es mucho mayor de lo que el dinero puede comprar.

Referencias:

  1. http://theropoda.blogspot.com/2021/11/indiana-jones-ed-il-commercio-dei.html
  2. https://daily.jstor.org/the-popular-but-legally-questionable-fossil-trade/
  3. https://serc.carleton.edu/research_education/paleontology/ethics.html
  4. https://vertpaleo.org/member-bylaw-on-ethics-statement/
  5. https://www.smithsonianmag.com/science-nature/commercial-collectors-and-the-plight-of-paleontology-41226166/
  6. https://www.smithsonianmag.com/science-nature/why-smuggled-fossils-are-hurting-paleontology-180979480/

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